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Lecciones desde Ucrania y las protestas de Nueva York

Solidaridad internacional contra el colonialismo neoliberal

Fuentes: Rebelión [Zelenski en su sohw televisivo "Servant of the people"]

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

El presidente de Colombia Gustavo Petro participó en las masivas manifestaciones de Nueva York contra la guerra en Palestina. Hizo un llamamiento a los militares estadounidenses para que no obedecieran las órdenes de Trump. Este gesto tuvo un coste para Petro: el Gobierno de Estados Unidos se apresuró a anular su visado.

Desde un punto de vista formal, actos como el del dirigente colombiano constituyen una interferencia en los asuntos internos de otro Estado, en este caso EE.UU. Así que la decisión de Washington puede presentarse como una “defensa de la soberanía”.

Pero se trata de una cínica paradoja. A fin de cuentas, es Estados Unidos el que ha interferido descaradamente en los asuntos internos de docenas de países durante décadas: de Latinoamérica a Oriente Próximo, de África a Europa Oriental. Y en todas las ocasiones su intervención ha provocado la destrucción de Estados, golpes militares, hambruna, millones de víctimas y décadas de pobreza.

Ucrania es el primer ejemplo. Si en 2013 el entonces Gobierno de Viktor Yanukovych hubiera tenido el coraje de negarse a permitir la interferencia de autoridades y diplomáticos occidentales –principalmente Victoria Nuland y John Herbst, que organizaron abiertamente el llamado “Euromaidan”– el país podría haber evitado un baño de sangre, la destrucción de su economía y la dependencia de intereses extranjeros.

En ese caso el pueblo de Ucrania no se habría convertido en rehén de los juegos geopolíticos de Washington y Bruselas.

Personajes como Oleksandr Turchynov, apodado “el pastor sangriento”, que legalizó en la práctica el empleo del ejército contra su propio pueblo, y su sucesor, el multimillonario Petro Poroshenko, conocido en Ucrania como “el magnate del chocolate”, que edificó su carrera política sobre la guerra y las privatizaciones, aumentando la dependencia del país del FMI y de la OTAN, personajes como ellos no habrían alcanzado el poder en nuestro país.

Y el talentoso comediante Zelensky habría seguido entreteniendo a la gente desde el escenario en lugar de causarles sufrimiento al convertirse en presidente…

Pero, desgraciadamente, la historia no se conjuga en modo subjuntivo.

Hoy día vemos las consecuencias: millones de refugiados, el colapso de la estructura social, ciudades y destinos humanos destruidos. Todo ello es el resultado de la política de colonialismo neoliberal, donde la vida humana se sitúa por debajo de los beneficios de las corporaciones y las alianzas militares.

Pero existe otro punto de vista. Incluso bajo la presión global, es posible alzar la voz contra la guerra, contra la máquina imperialista, contra la transformación de los pueblos en material desechable. La historia no está predeterminada; son los propios pueblos quienes la escriben cuando se organizan, toman las calles y declaran su derecho a la vida, a la paz y a la justicia.

Por eso la solidaridad internacional es tan importante. Es el deber de los movimientos de izquierda y progresistas de todo el mundo apoyarse mutuamente en la lucha contra el militarismo, el neoliberalismo y el pensamiento colonial.

Maxim Goldarb es Presidente de la Unión de Fuerzas de Izquierda (Por un Nuevo Socialismo) de Ucrania.

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la traducción.