Cuando el mes de diciembre pasado tuvimos la noticia de que el macabro general Ríos Montt (genocida, fundamentalista y corrupto) no había obtenido los votos suficientes para pasar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, un susurro de alivio se extendió por una población cansada de recibir golpes. Unos días bastaron para que nos […]
Cuando el mes de diciembre pasado tuvimos la noticia de que el macabro general Ríos Montt (genocida, fundamentalista y corrupto) no había obtenido los votos suficientes para pasar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, un susurro de alivio se extendió por una población cansada de recibir golpes. Unos días bastaron para que nos diésemos cuenta de que el nuevo gobierno no iba a ser sino la continuidad de un régimen carcomido por el tráfico de influencias, la corrupción, la impunidad y el inmenso poder de las mafias, las transnacionales y una oligarquía que defenderá con violencia cualquier intento de recortar, aún mínimamente, sus privilegios.
Durante todos estos meses, la situación económica de la mayoría de la población no ha mejorado en lo más mínimo, la inseguridad ciudadana ha aumentado tangencialmente y las transnacionales mineras, madereras, farmacéuticas y biológicas campan a sus anchas por territorios que no son suyos y que el gobierno les ha entregado con los brazos abiertos y los bolsillos llenos, mediante la firma del TLC con EEUU y su implementación en las leyes y políticas nacionales.
Paralelamente y como ya se venía observando desde el primer mes de legislatura, se optó por la solución violenta y policial del problema de la tierra, lo cual ha derivado en sucesivos desalojos de fincas ocupadas por campesinos y campesinas sin tierra… Desalojos similares en formas y en fondo a las asesinas políticas de tierra arrasada practicadas durante el conflicto armado, nominalmente concluido en 1996.
Finalmente, tampoco la situación al interior del movimiento social y popular y de las organizaciones de derechos humanos se modificó, continuando las amenazas e intimidaciones contra activistas y trabajadores, vedándose así las ya limitadas formas de denuncia contra la impunidad y las acciones de los grupos de poder oculto.
Durante meses observamos cómo el cambio de presidente no suponía más que un lavado de cara hacia el exterior, durante meses vimos cómo las instituciones daban continuidad a las políticas y proyectos de siempre… Pero ahora, el gobierno parió. Y lo hizo, como en todo parto, con violencia. Los nuevos hechos acaecidos en el país durante las últimas semanas anuncian el nacimiento de la nueva criatura, un engendro híbrido entre el terror contrainsurgente y el neoliberalismo globalizador, que amenaza con llevar al borde del colapso a un sistema que sólo se mantiene vivo a través de la violencia y el respaldo cómplice de unos medios de comunicación controlados por la oligarquía.
Veamos las principales características del recién nacido:
1.- Utilización masiva de medios represivos para mantener la paz social: el desalojo violento de la finca Nueva Linda, ocupada por campesinos sin tierra, acabó con un saldo de 9 muertos y 24 heridos, representando la culminación de la política iniciada desde el mismo momento de la toma de posesión del gobierno. Según el diario Prensa Libre, «durante el desalojo, los agentes atacaron de manera indiscriminada a los campesinos y a los periodistas que cubrían los incidentes, a quienes despojaron de sus cámaras». Los métodos son claros: la policía, con cobertura del Ejército, ocupa violentamente la finca (se utilizaron armas de asalto en la operación), quemando las precarias viviendas de los campesinos y robando sus escasas pertenencias. En eso, los militares son expertos, pues lo practicaron durante 36 años de conflicto armado.
2.- Fortalecimiento del control ideológico sobre la población, a través de la acción conjunta de, por una parte, unos medios de comunicación plegados a los intereses de los grandes grupos económicos; y, por otra, de los ex paramilitares en el área rural, los cuales, una vez acordada su remuneración por «los servicios prestados a la patria» (acepción con la que el propio presidente, Oscar Berger, denomina las acciones represivas contra civiles protagonizadas por las PAC en los 80), se adhieren al proyecto oficial, poniendo en funcionamiento sus estructuras de control social, aún activas.
3.- Extensión del terror de Estado y sus estructuras paralelas sobre las organizaciones sociales y populares, el movimiento de Derechos Humanos y las mismas ONG internacionales. Durante la última semana se han producido, al menos, cuatro allanamientos de oficinas y robo de información y material, el secuestro de un líder del movimiento de Derechos Humanos y la profundización y sofisticación en el uso de amenazas. Todo ello, aderezado con las diatribas del presidente contra los campesinos y acompañantes internacionales que protagonizaron la toma simbólica de la represa del Chixoy (para cuya construcción se masacró a 300 indígenas en los 80), acusándolos de terroristas y con la oposición frontal de su gobierno a la creación de la Comisión para la Investigación de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad (CICIACS).
4.- Profundización en un modelo económico que excluye a las mayorías, aumenta la brecha social y discrimina (mediante el desconocimiento de sus modos de producción y consumo y el despojo de sus recursos naturales) al Pueblo Maya, componente poblacional mayoritario de Guatemala. La liberalización de los mercados alcanza a cuestiones tan determinantes para el bienestar de la población como la minería de minerales y la explotación forestal (causando daños invaluables al medio ambiente y obstaculizando el desarrollo autónomo de los pueblos indígenas); la venta de medicamentos básicos (limitando más que ningún otro país de América Latina la venta de genéricos); y el propio cultivo de drogas, que vive su época dorada en departamentos como Petén, San Marcos o Huehuetenango (aumentando los niveles de inseguridad y dotando de enormes poderes a los caciques locales).
5.- Cabildeo a nivel internacional para canjearse el apoyo de las principales instituciones multilaterales y mantener una imagen de gobierno desarrollista y de progreso, principalmente a través de sucesivas reuniones con el empresariado transnacional (Florida, Nueva York, …) y la participación en los diversos foros de negociación comercial como voceros de las directrices de Washington (OMC, negociación del TLC y del ALCA, asamblea de la ONU)
Ahora, ya no cabe duda: la criatura ha visto la luz, el gobierno de Berger ha puesto las cartas sobre la mesa.
Con él, están los que siempre estuvieron: la oligarquía, el Ejército, los poderes ocultos y las corporaciones transnacionales. Contra él, la voz ahogada de un pueblo nunca escuchado, la dignidad insurrecta de unos hombres y mujeres que se cansaron de llorar, la deslumbrante resistencia de una civilización que cuenta en siglos su lucha… y la solidaridad de aquellos y aquellas que no nos olvidamos de este rincón del infierno, donde la tierra misma tiembla de rabia y los volcanes escupen el fuego de la indignación.