Recuerdo hace unas décadas, en que los pueblos indígenas latinoamericanos eran casi totalmente inexistentes para las grandes ciudades, incluyendo sus gobernantes y su gente. Existían políticas excluyentes por razones raciales y por la identificación a la clase en la que pertenecen. Los gobiernos eran (y algunos lo siguen siendo como el caso del Perú y […]
Recuerdo hace unas décadas, en que los pueblos indígenas latinoamericanos eran casi totalmente inexistentes para las grandes ciudades, incluyendo sus gobernantes y su gente. Existían políticas excluyentes por razones raciales y por la identificación a la clase en la que pertenecen. Los gobiernos eran (y algunos lo siguen siendo como el caso del Perú y Colombia) seguidores del norte y de todas sus viejas propuestas económicas como los Tratados de libre Comercio y demás organizaciones con planteamientos parecidos. Eran servidores de esas políticas y a parte expoliaban todos los recursos naturales que eran propios de cada nación, para la satisfacción del apetito voraz de las clases criollas poseyentes de todas las riquezas y sin duda de los grupos económicos más poderosos del continente: los gobiernos norteamericanos de turno, siguiendo el mismo patrón en relación con su política exterior. Tratados y Uniones que tratan de legitimar (lo que es y sigue siendo legítimamente ilegal) a toda costa la apropiación de estos recursos y dando puertas abiertas a sus intervencionismos.
Volvamos a nuestro asunto: los pueblos indígenas. Estos defendiendo con todas sus posibilidades y esfuerzos sus tierras y sus pequeñas riquezas (cuantitativamente pequeñas para nosotros y cualitativamente grande para ellos) en contra de los grupos opresores nacionales e internacionales (quienes cuentan banqueros, terratenientes, dirigentes políticos, populistas, etc.), quienes han querido apropiarse y extenderse por todos los territorios posibles, como una vil tarea del gran colonialista, utilizando todas las artimañas que estén a su alcance, hasta apropiarse de lo inapropiable.
En consecuencia el despertar de los pueblos y comunidades indígenas es evidente. Se nutre de sus luchas y de sus logros, produciendo un movimiento unido, fuerte y revitalizado por sus ideales emancipadores, propagándose así por todo el mundo. El hecho de que este en el poder el primer presidente de procedencia indígena Evo Morales, significa una muestra del apoyo social y político que éste tiene por parte dichas comunidades. Las políticas neoliberales han sido aplazadas y sustituidas por políticas incluyentes, anti-sectarias y anti-raciales, con una economía no de libre mercado, sino una economía basada en la producción y distribución de los mismos productores, de manera más independiente y con un programa organizado de manera muy distinta, como lo es el caso del Ecuador, Bolivia y Venezuela. El caso de Venezuela es bastante particular. Existe un Ministerio para el Poder Popular de los Pueblos Indígenas que tiene como misión rescatar y reivindicar todas las tradiciones y costumbres propias de las comunidades indígenas del país.
Ayer (el 9 de agosto) fueron celebrados algunos encuentros de gran importancia para los pueblos indígenas en nuestro continente. El «Encuentro Fronterizo Indígena por la Defensa de la Soberanía y la Autonomía de los Pueblos Indígenas» realizado en el Estado Zulia, en la frontera con el hermana nación de Colombia. En el Estado Bolívar, fue organizado un encuentro de las comunidades indígenas del Estado con la participación del Consejo Legislativo del Estado Bolívar (CLEB) siendo otro evento de relevancia nacional. En el Ecuador fue igualmente realizada una actividad en homenaje al presidente de su país Rafael Correa, con la presencia de el presidente de Bolivia Evo Morales, la homenajeada por el premio Nóbel de la Paz Rigoberta Menchú y demás lideres indígenas.
Los puntos que se desarrollaron en estos encuentros fueron precisos y específicos: el rechazo de las bases militares en Colombia y el repudio de los supuestos grupos terroristas israelíes que están (según el gobierno colombiano y los medios de comunicación reaccionarios, nacionales e internacionales) en tierras venezolanas. El respeto por la identidad pluriétnica y plurinacional, el respeto por sus costumbres y tradiciones y por el impulso de la revolución pluricultural e incluyente a nivel continental.