El mes de junio ha sido el más mortífero desde la retirada talibán de finales de 2001 para los soldados de las fuerzas extranjeras en Afganistán, confrontadas a un aumento en cantidad e intensidad de los ataques de la resistencia afgana. Según un recuento reconocido por los altos mandos militares, 51 soldados de la Fuerza […]
El mes de junio ha sido el más mortífero desde la retirada talibán de finales de 2001 para los soldados de las fuerzas extranjeras en Afganistán, confrontadas a un aumento en cantidad e intensidad de los ataques de la resistencia afgana.
Según un recuento reconocido por los altos mandos militares, 51 soldados de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) de la OTAN y del Ejército estadounidense han muerto durante el pasado mes en combates, atentados o «accidentes». Esta cifra representa más del 40% de pérdidas registradas en lo que va de año, que se elevan a 122 bajas militares mortales, según la web de referencia icasualties.
La transición entre la primavera y el verano, estaciones habituales para la guerra en la montañosa Afganistán, marca el inicio de las grandes operaciones militares, tanto para las fuerzas ocupantes y sus aliados nativos como, de forma creciente de año en año, para la resistencia talibán.
Una ofensiva de primavera que, hasta la fecha, ha tenido su momento álgido con el asalto a la principal prisión de Kandahar y la liberación de un millar de prisioneros, coincidiendo además con una conferencia internacional de donantes en París que prometió 20.000 millones de dólares de ayuda a la reconstrucción del país.
Días después, un millar de soldados afganos con cobertura aérea extranjera lanzaron una operación contra el distrito estratégico de Argandab. Las fuerzas talibán se habían para entonces disuelto en el aire.
70.000 soldados
Alrededor de 70.000 soldados extranjeros están desplegados en Afganistán, de ellos 53.000 en el seno de la ISAF, que comprende contingentes de 40 países. El resto están encuadrados en la coalición Libertad Duradera, bajo mandato de EEUU.
El general Carlos Branco, portavoz de la ISAF, trata de relativizar estas cifras de bajas y las pone en relación con los contingentes en el país. Así, señala que teniendo en cuenta el imparable refuerzo de tropas en Afganistán, «el ratio de muertos por cada 1.000 soldados sigue siendo prácticamente el mismo». Insiste además en el hecho de que la ISAF se ha desplegado en nuevas regiones.
Matices que no pueden ocultar una preocupante realidad: Afganistán está igualando e incluso sobrepasando a Irak como el campo de batalla más peligroso de la llamada «guerra global al terrorismo».
31 soldados extranjeros murieron en junio en Irak frente a los 51 en Afganistán. Y eso que los soldados extranjeros destinados en el país centroasiático representan menos de la mitad que el contingente en Irak.
Con todo, las pérdidas en Afganistán siguen siendo mucho menores que las sufridas por el Ejército Rojo en la invasión soviética. En casi siete años, Occidente ha perdido 900 soldados. La URSS, que envió a 100.000 efectivos, perdió entre 1979 y 1989 a 15.000 soldados.
La «nueva Rusia» vuelve con tiento al viejo tablero afgano
En un momento en el que EEUU no oculta su preocupación por los crecientes reveses en Afganistán y muestra públicamente su impaciencia ante el escaso entusiasmo de sus aliados por implicarse de lleno en una batalla en aquel indómito país, Rusia ha decidido mover sus piezas y ha arrancado a Washington un compromiso por el que Moscú suministrará armamento a las milicias que tratan de apuntalar el Gobierno títere de Kabul.
Como señala M.K Bhadrakumar, experto en Afganistán en un artículo en «Asia Times» recogido por la web de Rebelión, ello no quiere decir que EEUU esté dispuesto a permitir un desembarco ruso en Afganistán. Un diario polaco difundió en marzo una noticia sobre un eventual despliegue de tropas rusas, lo que provocó protestas en las calles afganas. Todo apunta a que la «filtración» provino de servicios secretos occidentales y tenía como objetivo agitar viejos fantasmas y tratar de legitimar la actual presencia de la OTAN en el país.
Tampoco es que Rusia esté por la labor. Y es que no olvida la grave derrota que le infligieron los «mujahidin» afganos, con el apoyo, eso sí, de EEUU, Arabia Saudí y Pakistán.
Sin embargo, el poder ruso tiene interiorizada la tesis de que fue el recorte en los suministros soviéticos al régimen títere de Mohamed Nayibullah lo que provocó su definitiva caída.
En todo caso, una mayor implicación rusa en Afganistán, incluso de la mano del desembarco de los cuadros militares de la era de Nayibullah, precisaría el placet de EEUU. Lo que no quiere decir que Rusia no siga jugando sus cartas en Asia Central.