Con una gran sentido de la oportunidad ha muerto del líder y fundador del Daesh, Abu Bakr al-Baghdadi o el Califa Ibrahim, a manos de un grupo de las fuerzas especiales estadounidenses, tal como lo informó el día domingo 27 de octubre, el presidente norteamericano Donald Trump, tras haberlo anunciado vía twitter el sábado a […]
Con una gran sentido de la oportunidad ha muerto del líder y fundador del Daesh, Abu Bakr al-Baghdadi o el Califa Ibrahim, a manos de un grupo de las fuerzas especiales estadounidenses, tal como lo informó el día domingo 27 de octubre, el presidente norteamericano Donald Trump, tras haberlo anunciado vía twitter el sábado a las 9.23 de la noche: «¡Algo muy grande acaba de suceder!».
Esta muerte es oxígeno del mejor para el presidente Trump, cercado por el vodevil de espionaje en Ucrania, que una vez más lo vuelve a poner a tiro del juicio político; las fuertes críticas que esta soportando por haber traicionado a los kurdos en Siria, dejándolos en manos de un ansioso Recep Erdogan, el presidente de Turquía, que tras la retirada norteamericana, se lanzó a aniquilarlos, cosa que hubiera sido posible de no mediar el presidente ruso Vladimir Putin, que en la cumbre del último lunes 22 de octubre, en la ciudad de Sochi, junto a su ministro de exteriores Sergei Lavrov, tendieron un puente de plata a la medida de Erdogan, evitando, un vez más una, una masacre en Siria y confirma a Rusia como un jugador imprescindible en la política de la región.
Trump intenta convertir la cabeza de al-Baghdadi en un «simpático» souvenir electoral para ofrendarle al pueblo norteamericano, que en noviembre del 2020, tendrá que decidir si manda al rubicundo empresario a su la casa o lo confirma en un nuevo mandato. El presidente sin ningún pudor en el farragoso anuncio de este asesinato dijo que al-Baghdadi era: «el más grande criminal que existe» y no dudó en calificar la operación como la mayor hazaña antiterrorista de los Estados Unidos, superando la «Operación Lanza de Neptuno», que aparentemente habría localizado y asesinado al fundador y líder de al-Qaeda, Osama Bin Laden, desarrollada por una unidad de élite de los Navy Seals, el primero de mayo de 2011, en Abbottabad, a poco más de cien kilómetros de Islamabad, la capital de Pakistán. Hecho de lo que los Estado Unidos nunca ha presentado la menor prueba.
Al-Baghdadi, habría sido sorprendido, por un grupo de las fuerzas especiales estadounidenses, en una de sus casas de seguridad, próxima a la aldea de Barisha, en la provincia de Idlib, al noroeste de Siria, a cinco kilómetros de la frontera sirio-turca una de las pocas áreas que todavía, no está bajo el control del presidente Bashar al-Assad.
Trump explicó que en una operación de dos horas que describió como: «una incursión peligrosa y audaz, cumpliendo su misión con gran estilo», calificándola también como «impecable» realizada durante la noche del sábado. Al-Bagdadí, de 48 años, fue sorprendido cuando intentaba alcanzar un túnel, según Trump: «mientras gemía, lloraba y gritaba» hasta que detonó el chaleco explosivo que llevaba puesto, matando también a tres de sus hijos. Trump se regodeó explicando que: «Murió como un perro, murió como un cobarde. El mundo ahora es un lugar mucho más seguro».
La operación «Mueller», por Kayla Muller, una trabajadora humanitaria de 26 años, que murió en cautiverio en 2015, tras ser secuestrada por milicianos del Daesh, torturada y violada por el Califa, se inició con la llegada de ocho helicópteros que con la autorización del presidente Vladimir Putin, utilizaron el espacio aéreo controlado por Rusia, al tiempo que combatientes kurdos proporcionaron inteligencia del lugar.
Los helicópteros llegaron al edificio donde se refugiaba al-Baghdadi, junto a su familia y varios de sus asistentes, entre ellos su portavoz Abu al-Hassan al-Muhajir. Mientras se «limpiaba» de trampas explosivas y muyahidines, que pretendieron resistir a los comandos norteamericanos, se encontraron once niños, que fueron rescatados con vida, al-Baghdadi, junto a sus hijos fueron los últimos en morir tras el asalto norteamericano.
Una vez más, tal como sucedió con su «colega» Osama bin Laden, las pruebas de identificación de los restos encontrados en el túnel resultaron positivas, por lo que se asegura que efectivamente era el Califa.
Todo se precipitó hace más de un mes, cuando agentes de inteligencia iraquí, afectados a la búsqueda de al-Baghdadi, obtuvieron la información de que las dos esposas de Jumah y Ahmad, hermanos del líder del Daesh, junto a otros familiares, habían abandonado Irak, rumbo a Siria, información que fue remitida de inmediato a la CIA.
La muerte de al-Baghdadi, será utilizada por Trump, como uno de sus más importantes aciertos de su gestión, y como un argumento a las críticas tanto de republicanos, como de los demócratas, por las espasmódicas políticas internacionales, en la lucha contra el terrorismo que está llevando a cabo en Afganistán, Siria, Irak y África.
Adiós a un viejo amigo
Al igual que Osama ben Salem, Abu Bakr al-Baghdadi ha sido sospechado de ser, por lo menos, un agente funcional de los Estados Unidos, incluso en los días de su irrupción en los medios se conocieron fotos de al-Baghdadi en reuniones con el senador republicano John McCain.
Tras romper con al-Qaeda, en Siria, y resistir durante los seis primeros meses de 2014, a un sitio en la ciudad iraquí de Faluya, de donde pudo escapar a Mosul, convirtiéndose en el grupo terrorista más letal de la historia, expandiendo sus acciones a Europa, los Estados Unidos e incorporando milicias desde Nigeria a Filipinas, y compitiendo en Afganistán nada menos que con el Talibán.
Por lo que la desaparición de al-Baghdadi no reportará pacificar las regiones donde opera, y como ya ha sucedido en tres oportunidades con los talibanes y una vez con al-Qaeda, están organizaciones que saben perfectamente el peligro contaste con que viven sus altos mandos, la escala jerárquica está bien organizada y de no producirse algún choque interno la estructura no padecerá más allá de lo simbólico la desaparición de su líder.
Los «herederos» casi siempre suelen ser mucho más letales que los jefe originales, ya que necesitan demostrar, audacia y coraje, a sus organizaciones, dando golpes a más espectaculares, para ganarse el respeto no solo de sus hombres, sino también de otros jefes y también de sus enemigos.
La muerte del Califa ya ha sido anunciada en al menos cinco oportunidades desde diciembre de 2016, aunque esta es la versión con más fuerza y detalle. Según algunas presunciones, el muerto no sería una vez más al-Baghdadi, sino Abu Mohammad Salama, el líder de Haras al-Din, un subgrupo que responde a al-Qaeda. Otras versiones señalan que ya había sido nombrado el sucesor de al-Baghdadi, y sería Abdullah Qardash, alías Hajji Abdullah al-Afari, un iraquí, ex oficial del ejército de Saddam Hussein. Qardash, en agosto, había sido designado por al-Baghdadi como encargado de «asuntos musulmanes», y parece cumplir con las condiciones necesarias desde el punto de vista religioso para ser nombrado Califa, la primera, es descender de la tribu Quraysh, a la que pertenecía el Profeta Mahoma y la otra conocer profundamente la jurisprudencia islámica.
Con la retirada de Washington de Siria y la invasión turca a las regiones kurdas/sirias, crecieron las posibilidades, de que el Daesh y una docena de organizaciones más pequeñas, junto a milicianos de al-Qaeda en Siria, puedan reagruparse en una solo organización para relanzar operaciones contra objetivos sirios, lo que generaría según estimaciones norteamericanas una fuerza de 35 mil hombres.
Por su lado el jefe de al-Qaeda, Ayman al-Zawahiri, a quien se insubordinó al-Baghdadi en 2013, y con quien desde entonces mantuvo infinidad de enfrentamientos ideológicos y en más de una oportunidad armados, podría estar viendo la posibilidad de una reunificar del movimiento takfirista global y relanzar la guerra en Siria.
El presidente Trump en su mensaje del domingo también informó que en el bunker de al-Baghdadi, se había encontrado información muy sensible, como planes a futuro, redes de abastecimiento, campos de entrenamiento, no solo en Siria, sino en otros muchos lugares donde opera la organización. Además que podrían hallarse las coordenadas para localizar a otros líderes, lo que representaría un golpe mortal a la organización terrorista y daría la oportunidad a Trump de demostrar su capacidad en un campo tan sensible como la seguridad.
Aunque para estos días todos los servicios de seguridad de los lugares donde opera el Daesh, incluida Europa, tendrán que estar más atentos, ya que sin duda intentarán vengar a su líder, un muerto oportuno.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.