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Alternativas y prioridades

Fuentes: resistir.info

Serpa, Portugal, 24 de setiembre de 2004 Al final del siglo XX un viento de pesimismo sopló sobre el planeta. La humanidad parecía someterse a la apatía. Cuando la Unión Soviética desapareció y Rusia galopó hacia el capitalismo, la teoría del Fin de la historia corrió por el mundo. En los EUA los intelectuales del […]

Serpa, Portugal, 24 de setiembre de 2004

Al final del siglo XX un viento de pesimismo sopló sobre el planeta. La humanidad parecía someterse a la apatía. Cuando la Unión Soviética desapareció y Rusia galopó hacia el capitalismo, la teoría del Fin de la historia corrió por el mundo. En los EUA los intelectuales del sistema proclamaron la muerte del comunismo y presentaron al neoliberalismo como la ideología definitiva.

Mas la euforia de las fuerzas oscurantistas duró poco. La cadena de protestas contra el capitalismo globalizado, iniciada en Seattle, comenzó a señalar el regreso de la esperanza. De repente, el panorama cambió.

No somos testigos de la muerte de las ideologías, sino de un renacimiento del espíritu revolucionario, donde se destaca una reflexión creadora sobre el marxismo.

Un poco por todo el planeta, luchas de nuevo tipo confirman que las revoluciones del futuro próximo se forjarán en la resistencia a las contrarrevoluciones de la era neoliberal.

Millones de explotados perciben que el capitalismo se ha convertido en un factor de regresión absoluta de la humanidad. La gran mayoría rechaza el monstruoso proyecto de sociedad que pretenden imponerle. El Forum Social Mundial y los fórums sociales continentales y nacionales han confirmado que el sistema de poder que aspira a la dominación universal y perpetua enfrenta una condena creciente. Pero de esas grandiosas protestas también se transparenta que no existe consenso respecto a las formas de lucha contra el sistema imperial, particularmente en cuanto a la temática de las alternativas al neoliberalismo globalizado.

La conciencia de que la humanidad enfrenta una crisis global sin precedentes –que es simultáneamente social, económica, financiera, militar, cultural y ambiental- todavía no es acompañada por una disponibilidad hacia las luchas globales que traduzcan esa conciencia.

En la búsqueda de una respuesta, las cuestiones teóricas y las prácticas con frecuencia se hallan intervinculadas en una tela laberíntica. La lucha contra la escalada de terrorismo del estado imperial es prioritaria. Pero para derrotar el engranaje que amenaza la propia continuidad de la vida es indispensable comprender, ante todo, la estrategia y los mecanismos del sistema de dominación opresor. El rechazo al proyecto imperial y a la globalización neoliberal debe conducir a la conciencia de que ésta -como reconoce Thomas Friedman, ex-asesor de Madeleine Albright- no pudiera funcionar sin un «puño invisible», la máquina de guerra de los EUA, que la sustenta y viabiliza.

Mientras, la tentativa de prever el futuro y esbozar sus contornos es fuente de problemas.

La aspiración es legítima. El viejo lema antinómico de Rosa Luxemburgo «socialismo o barbarie» no pierde actualidad. Pero la reflexión crítica sobre los errores que condujeron a la implosión de la URSS y al trágico derrumbe del régimen nacido de la Revolución de Octubre del 17 se desvía del objetivo, asumiendo aspectos negativos, cuando desemboca en ejercicios de futurología que evidencian el desconocimiento de la historia, de las sociedades contemporáneas y de la evolución del imperialismo.

La imprescindible reflexión sobre la transición del capitalismo al socialismo y los fracasos de las revoluciones que se proponen encontrar respuesta a ese desafío no deben ser confundidos con la elaboración de programas para la fase de transición. Al invertir prioridades y tiempos históricos, en la tentativa de explicarse lo que no se hizo o no se debió hacer, en el esfuerzo por esbozar el perfil del socialismo con que sueñan, muchos teóricos de la «transición» desarrollan un trabajo de escasa o nula utilidad.

Volveré al tema más adelante, pero desde ahora mismo quiero subrayar que todo separa a esos hacedores de «programas para la transición» de intelectuales como István Mészáros, Samir Amin.Georges Labica y Georges Gastaud quienes, a partir de un conocimiento profundo del marxismo, han escrito trabajos importantes sobre el problema de la transición al socialismo en sociedades donde él fracasó dramáticamente.

Camaradas y amigos:

Este Encuentro Internacional se llama «Civilización o Barbárie». Por una paradoja el sistema de poder que amenaza hundir el mundo en la barbárie pretende ser el campeón del combate al terrorismo , presentandole como la primera prioridad de su estratégia.

En la practica,sin embargo, su política de guerras dichas preventivas configura una forma inédita de terrorismo de estado.Las agresiones militares de los EE UU a pueblos como el iraqui y el afgán han contribuido, desde el 11 de setiembre, para multiplicar y desiminar el terrorismo en escala mundial. En ultima análise la política imperial neonazi de Washington es la responsable por la proliferación de atentados terroristas de sectas de fanáticos fundamentalistas, con desenlaces de tragédia como el de Ossétia del Norte.

Luchar contra el sistema de poder que tiene su polo en Washington es ,por lo tanto, una necesidad ligada a la sobrevivencia de la humanidad.

En la crisis global que vivemos el frente principal en la confrontación con el imperialismo es aquel donde el enemigo -en este caso el sistema de poder planetario de los EUA- concentrando grandes fuerzas, actúa con más agresividad e invierte más recursos materiales y humanos; el frente en que los desafíos por él enfrentados y la resistencia encontrada le causan mayores dificultades, poniendo en tela de juicio el mito de su invencibilidad.

Ese frente se sitúa actualmente en el Oriente Medio y en Asia Central, en el triángulo Iraq-Afganistán-Palestina.

Hoy es evidente que la estrategia de los EUA en la región ha fracasado. Una apabullante superioridad militar permitió a sus fuerzas armadas ocupar en pocas semanas Afganistán e Iraq. Pero en ambos casos la resistencia de las poblaciones ha impedido la ejecución de los llamados planes de reconstrucción, en realidad de recolonización. Y no tanto por el millar de muertos y decenas de miles de heridos solamente en Iraq. Para Washington, lo peor es la desmoralización resultante de los ataques diarios, y la incapacidad de prever las acciones de una Resistencia cada vez más organizada.

Fue imposible ocultar al pueblo de los EUA una serie de derrotas. La de Fallujah fue la más chocante. Después de la muerte allí de cuatro mercenarios, el gobierno Bush afirmó que la ciudad sería blanco de una punición ejemplar. Casi un millar de civiles murieron durante el salvaje bombardeo a que Fallujah fue sometida. Pero el Cuerpo de fusileros no logró retomar la ciudad. En una tentativa de esconder el fracaso el Pentágono informó que retiraría sus fuerzas después de un acuerdo que normalizara la situación en el área. En realidad ocurrió una capitulación humillante. El comando norteamericano tuvo que pedir a la Resistencia que autorizase la salida del material pesado de la ciudad y la garantía de que sus tropas no serían atacadas durante la retirada. Hoy Fallujah es una ciudad prácticamente liberada en Iraq. Por eso es bombardeada con frecuencia.

En Najaf, Kerbala y Kufa los marines también han acumulado derrotas. Durante un año Washington presentó las comunidades chiítas, mayoritarias en el país, como predispuestas a la colaboración. Otra mentira. El levantamiento de Moqtada Al Badr en Najaf funcionó como detonante de una ampliación de la insurrección chiíta. Los EUA, después de semanas de lucha, tuvieron inclusive que recurrir a la mediación del ayatollah Al Sistani para conseguir que Al Badr y el ejército mahdi evacuasen el mausoleo de Ali en aquella ciudad santa del chiísmo. Para, además, proseguir la lucha en otros lugares.

El golpe más duro que se infligió a la extrema derecha estadounidense ha sido, sin embargo, la divulgación de las torturas provocadas a los prisioneros iraquíes. Los media empezaron a llamar «abusos» a la tortura, pero el artificio no funcionó. Se hizo claro que la soldadesca norteamericana, con la complicidad del alto comando, recurría a métodos que solamente encuentran precedente en los utilizados por las SS nazis en el III Reich alemán. El propio secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, tenía conocimiento de lo que pasaba, y en sus archivos acumulaba fotografías de las humillaciones sexuales infligidas a prisioneros.

Los grandes diarios, incluyendo The New York Times, adoptaran una actitud ambigua. De modo general presentaron la tortura como excepcional, subrayando que suscitaría la adecuada respuesta de una justicia democrática, lo que es falso. Crímenes similares venían siendo divulgados por intelectuales progresistas en diferentes países. Sobre el tema escribieron cientistas sociales como el canadiense Michel Chossudovsky, escritores como el australiano John Pielger y el periodista británico Robert Fisk. Yo mismo hace dos años responsabilicé a oficiales superiores del ejército de los EUA por crímenes abyectos cometidos durante la guerra de agresión al pueblo de Afganistán. Recuerdo la matanza de Mazar-i-Charif, el saqueo de Kandahar, y el corte de lenguas a prisioneros en Seberghan.

La reciente transferencia de poderes en Bagdad a favor de un gobierno provisional iraquí fue una mera operación cosmética. El procónsul Paul Bremer regresó a Washington, pero el actual embajador John Negroponte -un veterano de la CIA- continúa poniendo y disponiendo. El primer ministro Iyad Allawi es un antiguo hombre de confianza de Saddam que trabajó después con la CIA y el MI-6, el servicio de inteligencia británico. Él fue acusado por el diario australiano Sidney Morning Herald de asesinar personalmente, a tiros en la nuca, a prisioneros iraquíes en una escuadra de policía de Bagdad.

La complicidad de los aliados europeos de los EUA, de Rusia y de China permitió, mientras tanto, que Washington alcanzase una victoria táctica. El Consejo de Seguridad de la ONU, sometido a presiones muy fuertes en un momento en que la ampliación de la Unión Europea debilitó el eje franco-alemán, aprobó en junio 8, por unanimidad, una resolución, la 1546, capituladora.

El documento, violatorio de la Carta de la ONU, legitima la ocupación de Iraq al reconocer al gobierno interino fantoche -instalado por Washington- como representante de su pueblo hasta las futuras elecciones. Simultáneamente, el Consejo de Seguridad pasó a designar a las tropas de ocupación como «fuerza multinacional». En la práctica, la autotitulada coalición, inventada y comandada por los EUA, ha adquirido así un estatuto de legitimidad que venía, sin éxito, reivindicando hace mucho.

El carácter capitulador de la resolución 1546 no alteró, pese a todo, la situación concreta existente. Koffi Annan, no obstante ser un Secretario general sumiso, fue categórico al declarar que la Organización, en tiempo previsible, no volvería a instalar en Bagdad una misión permanente. La memoria del ataque contra su sede, en el que murió el brasileño Sérgio Vieira de Mello, desaconseja el regreso.

La resolución no modificó tampoco el cuadro militar. Washington pretendía que Francia, Alemania y Rusia enviasen tropas. Ahora Chirac y Schroeder aclararon que eso no ocurrirá. La posición de Putin es más ambigua.

El rechazo al involucramiento de los tres países en la guerra iraquí presupone una gran derrota de los EUA. Para el Pentágono, la presencia en el combate a la insurrección de los ejércitos francés, alemán y ruso era considerada fundamental. Rumsfeld y sus generales están conscientes de que el único aliado que cuenta militarmente es Gran Bretaña. Las tropas italianas, polacas, ucranianas, búlgaras, bielorrusas, rumanas, checas, eslovacas, bálticas y de países de Asia Oriental y de América Latina no salen prácticamente de los cuarteles. El devastador ataque al campamento de los italianos sirvió de advertencia. Además, los gobiernos de Filipinas, de Honduras, de la República Dominicana y de Nicaragua ya retiraron sus contingentes, siguiendo el ejemplo español. Los ucranianos también van a salir.

La certeza del aislamiento (pues el único aliado real, repito, es el británico) ha disipado las ilusiones del Pentágono.

La guerra de Iraq asume cada vez más los contornos de una guerra perdida. Tal como ocurrió en Vietnam -aunque en un contexto muy diferente- la Resistencia ha destruido la moral del ejército invasor. Cada uno de sus soldados, al conocer de la muerte diaria de compañeros en una guerra absurda que no entiende, piensa que el próximo puede ser él mismo. Más de 1500 soldados y oficiales ya han recibido tratamiento psiquiátrico. El número de suicidios crece, y treinta militares, al regresar a los EUA, han matado a sus mujeres e hijos.

Ha sido precisamente la conciencia de la desmoralización de las tropas de ocupación lo que motivara la decisión de acelerar, en la medida de lo posible, la sustitución de los militares que se encontraban en el país desde el inicio de la invasión. Pero la sustitución de esos hombres está creando problemas muy complejos.

El ejército de los EUA es hoy un cuerpo profesional muy diferente del que estuvo en el horno vietnamita. En aquella época el problema de los efectivos no se colocaba. Pero actualmente no es posible movilizar millones de hombres. Las nuevas armas exigen fuerzas altamente especializadas. El ingreso en el ejército implica un contrato, nace de un acto voluntario. De ahí la dimensión mucho menor de las fuerzas armadas. En el caso del ejército, el total de las tropas operacionales disponibles no alcanza probablemente -según Ignacio Ramonet- la cifra de 250 000.

Más de la mitad se encuentra en Iraq, y algunas decenas de millares en Afganistán y en bases militares localizadas en diferentes países. Teniendo presente que parte de las tropas que participaron de la invasión ya ha sido repatriada (y está desmoralizada), el Pentágono no sabe cómo responder al pedido de refuerzos para Iraq. La reciente convocatoria de 6 500 reservistas y las protestas que la medida provocó son reveladores de las limitaciones de la gigantesca máquina militar de los EUA. Unos 15 000 hombres van a ser transferidos a Iraq desde Corea del Sur y Haití.

La contratación de decenas de millares de mercenarios para tareas militares y civiles en aquel país es reflejo de las crecientes dificultades del Pentágono.

El POLO DE AMÉRICA LATINA

En febrero p.p Colin Powell declaró que América Latina no es en este momento una prioridad para los EUA. La confirmación la tuvimos en el recorte de 11% de las asignaciones destinadas por el presupuesto federal a iniciativas en la región.

Sería sin embargo un error minimizar el significado del frente latinoamericano en la batalla mundial contra el imperialismo. Washington persiste en una política muy agresiva en la región. El triángulo Venezuela-Colombia-Cuba concentra la atención de la Casa Blanca.

La victoria, por amplio margen, de Chávez en el referendo revocatorio del 15 de agosto fue un acontecimiento político de significado continental. El pueblo venezolano, asumiendo una vez más el papel de sujeto de la historia, volvió a derrotar a las fuerzas unidas de la oligarquía y del imperialismo. Sin su participación masiva no hubiera sido posible el triunfo alcanzado en la confrontación con el engranaje golpista, que pretendía -tal como en el golpe de 11 de abril de 2002 y en el lock out petrolífero-, derribar al presidente Hugo Chávez y destruir la Revolución bolivariana.

Venezuela emerge hoy en América Latina como un laboratorio social efervescente en el cual se desarrolla una lucha de clases que, por su duración e intensidad, el mundo no conocía desde las revoluciones rusas de 1917. En la patria de Bolívar y Zamora se ha retomado un desafío: transformar radicalmente la sociedad y liberarla de la dominación imperialista, optando por la vía llamada pacífica, es decir, utilizando al efecto exclusivamente las instituciones creadas por la burguesía para servir a sus objetivos, incompatibles con los del poder revolucionario.

Los éxitos obtenidos por Chávez no deben llevar a subestimar las dificultades del futuro inmediato. Conviene recordar que el poder económico de la burguesía, con excepción del área del petróleo (y del acero), está prácticamente intacto.

El derrotero de la vía pacifica en Chile fue el sangriento golpe militar del 11 de setiembre de 1973, preparado con el apoyo del imperialismo norteamericano. Pero, contrariamente a la chilena, la Revolución bolivariana no es una revolución desarmada. La derrota de la intentona de abril de 2002 permitió el aplastamiento de 150 generales y almirantes que representaban el espíritu del cuerpo de oficiales tradicional, educado en las academias militares de la burguesía y de los EUA. Hoy, la abrumadora mayoría del ejército está identificada con el proyecto revolucionario, situación sin precedentes en América del Sur.

Sin embargo, son muchas las interrogantes sin respuesta en Venezuela. La victoria en el referendo, alcanzada en condiciones muy desfavorables, fue una gran derrota del imperialismo. Mas la victoria del pueblo no puso fin a la ofensiva contrarrevolucionaria, apoyada por un sistema mediático perverso. El futuro de la Revolución bolivariana continua siendo imprevisible.

En Brasil y Argentina, la elección de presidentes cuyos proyectos preveían transformaciones sociales de fondo, que implicaban una ruptura con las políticas neoliberales anteriores de sumisión al imperialismo, generó enormes esperanzas.

La marcha de la historia no permitió su concreción. En ambos casos las políticas adoptadas no responden a las aspiraciones populares.

No cabe en esta reflexión analizar el rumbo de Brasil y Argentina. Pero es oportuno recordar que los gobiernos de Lula y Kirchner, con lenguajes y estilos muy diferentes, lejos de utilizar las instituciones en beneficio de los respectivos pueblos, desarrollan políticas que en lo fundamental no enfrentan la lógica del capitalismo y sirven igual a sus intereses estratégicos. La sumisión de Brasil a las políticas neoliberales es ostensiva, y en ocasiones humillante. El profesor Ricardo Antunes,de la Universidad de Campinas ha definido bien la situación creada al afirmar -cito- que «el gobierno Lula intenta ganar a las clases dominantes para su proyecto y todavía no se ha percatado que él ha sido ganado por las clases dominantes para el proyecto de ellas».

Mientras, el llamado «capitalismo normal» de Kirchner no involucra tampoco una ruptura con los objetivos del neoliberalismo. No sin habilidad, el ex-gobernador peronista de la Patagonia se esfuerza en la Casa Rosada por humanizar el capitalismo, como si eso fuera posible. Pero su populismo engaña. Su popularidad se mantiene a un nivel alto, mientras que la de Lula baja.

Por su parte, la sobrevivencia de las guerrillas en Colombia constituye una pesadilla para el Pentágono. La lucha de las FARC-EP, sobre todo, confirma que en determinadas situaciones históricas, geográficas y sociales excepcionales, la lucha armada continua siendo posible en América Latina. Hace 39 años que la oligarquía colombiana anuncia el fin de la guerrilla de Manuel Marulanda. Sin éxito. En estas cuatro décadas el núcleo inicial de 47 hombres se transformó en un ejército popular de 18 000 combatientes que lucha en 60 frentes, infligiendo duras derrotas al más poderoso ejército da América Latina.

El Plan Colombia está en ejecución y, no obstante la ausencia de condiciones para una intervención directa -inviable en el momento-, los EUA no han renunciado a la idea de crear una fuerza interamericana que actuase contra las guerrillas de las FARC y del ELN, acusadas de ser organizaciones terroristas. La detención en Ecuador del comandante Simón Trinidad confirmó, además, la existencia de complicidades profundas de varios servicios de inteligencia latinoamericanos con la CIA.

Cuba es el tercer vértice del triángulo que preocupa a los estrategas estadounidenses. El pueblo de la isla no se somete, no abdica del derecho de construir el socialismo. En la perspectiva de Washington la sobrevivencia de su revolución, que ha soportado el más prolongado bloqueo de que hay memoria, ofrece un peligroso ejemplo para América Latina. Demuestra que es posible resistir victoriosamente siguiendo un camino propio. Cuba es el único país del hemisferio donde el derecho a la vida, a la salud, a la educación, a la cultura es pilar de un concepto revolucionario de los derechos humanos que no es farisaico como los de las democracias formales del mundo capitalista.

No creo, camaradas, que los EUA, empantanados en Iraq y Afganistán, estén en condiciones de invadir Cuba. Pero el pueblo cubano, con fundamento, se siente amenazado. En el contexto de una auténtica guerra no declarada, las últimas medidas del gobierno Bush, reforzando el bloqueo e imponiendo sanciones incompatibles con el derecho internacional, pretenden asfixiar económicamente la patria de Martí y Fidel. Configuran una política definidora de un estado pirata. De ahí la necesidad de ampliar la solidaridad con el heroico pueblo cubano.

A nivel continental, la lucha contra el ALCA permanece como objetivo fundamental. Los EUA exigen que el «Acuerdo» por ellos concebido sea implementado a inicios de 2005. Ante las resistencias encontradas, el proyecto anexionista cambió de forma y procedimiento, mas su esencia se mantiene intacta, como subrayara en La Habana el cubano Osvaldo Martínez.

En el panorama global, la traición del ecuatoriano Lucio Gutiérrez, hoy totalmente sumiso a las órdenes de Washington, vino a alertar a las fuerzas progresistas del continente sobre una realidad: en América Latina la conquista de la presidencia por políticos con programas antineoliberales, electos con el apoyo masivo de los trabajadores y de los intelectuales progresistas, no es, por sí misma, garantía del cumplimento de los compromisos asumidos.

El oportunismo y la capitulación de los dirigentes populistas que suscitaran grandes esperanzas no justifican, pese a todo, actitudes pesimistas. Del Río Bravo a la Tierra del Fuego los pueblos de América Latina, con raras excepciones, demuestran mayor disponibilidad para la lucha. Eso ocurre en Perú, Bolivia, Uruguay, Paraguay, y en Chile, como en Brasil, y en países da América Central.

Movilizar para acciones concretas, bien coordinadas, ese formidable potencial de combatividad es la gran tarea a asumir por las organizaciones y partidos revolucionarios del continente y por los movimientos sociales progresistas que rechazan el discurso de los reformadores del capitalismo.

LUCHAS SOCIALES EN EUROPA

El polo europeo en la lucha global contra el sistema de poder que amenaza la humanidad tiende a asumir también importancia creciente. Los estados de la Unión Europea -al igual que Japón, Rusia, Australia, Nueva Zelandia y algunos de Asia Oriental- están integrados en ese sistema. Sus gobiernos y clases dominantes participan activamente de la explotación capitalista. Son parte de su engranaje. Como beneficiarios de la globalización neoliberal, muchos de ellos participaron en agresiones contra otros pueblos (Golfo, Somalia, Bosnia, Yugoslavia, Afganistán, Iraq, etc.). Esa complicidad no impide que, en el ámbito de la OCDE y del propio G-7, contradicciones complejas opongan permanentemente a estados e transnacionales de Europa al sistema de poder estadounidense y a sus transnacionales. La ampliación de la UE, con la entrada de países cuyos gobiernos son en su mayoría satélites de Washington, ha profundizado esas contradicciones que se expresan con frecuencia en conflictos comerciales y en posiciones diferenciadas en la ONU. Esos conflictos son inseparables de la crisis profunda del capitalismo y de la estrategia de dominación planetaria liderada por la extrema derecha de los EUA.

En seminarios internacionales celebrados en Chile, en México y en Brasil llamé la atención respecto al carácter estructural que la crisis del capitalismo presenta hoy en los EUA. Son cada vez más transparentes las consecuencias de una estrategia irracional en que el poder de las finanzas ha pasado a ser sustentado por una política de terrorismo de estado. Siendo actualmente una nación parásita que consume mucho más de lo que produce -en abril el déficit comercial sobrepasó los 48 mil millones de dólares y en junio fue aún más elevado- los EUA, cuya tasa de ahorro es muy baja- practican una política de saqueo de los recursos naturales de otros pueblos. El déficit del presupuesto federal será este año, según la Casa Blanca, superior a 445 mil millones de dólares, el mayor de siempre.

El profesor Remy Herrera, de la Universidad de París 1, aquí presente en Serpa, formuló en La Habana, en la VI Conferencia sobre problemas del desarrollo y de la globalización, una pregunta oportuna: ¿podrán los EUA redinamizar la acumulación de capital en el centro del sistema mundial a través de la guerra imperialista casi permanente?

Su respuesta es negativa porque las destrucciones de capital son «insuficientes para la acumulación capitalista».

La desvalorización del dólar con relación al euro -a pesar de que Europa permanece en la frontera del estancamiento- no es una simple maniobra monetaria para estimular las exportaciones. Esta vez refleja la gravedad de la crisis estadounidense. Gigantescos déficits -sobre todo el del presupuesto y el comercial– asustan a los aliados europeos y asiáticos. La deuda externa, la mayor del mundo, y la pública interna, alcanzan niveles alarmantes. El endeudamiento de las familias americanas representa casi 85% del PIB.

El gigante tiene pies de barro y sus cómplices están conscientes de su fragilidad.

Es natural que las luchas sociales en Europa Occidental estén en ascenso en un momento en que la ampliación de la Unión Europea a 25 países traza la certeza de un aumento de tensiones entre grandes y pequeños. El ingreso de países como Polonia, Hungría y la República Checa, que se comportan como auténtica quinta columna de los EUA, profundiza grietas y será fuente de nuevas situaciones de conflicto.

Otro problema: el futuro ejército europeo, defendido con empeño por Francia y Alemania y combatido por el Pentágono, continuará siendo un área de atrito. Como prólogo, el debate sobre la creación de la llamada «fuerza de reacción rápida» y de los battle groups anticipa fricciones inevitables. El tumor iraquí contribuye a intensificarlas.

La hegemonía financiera y militar de Washington es todavía demasiado fuerte para que los aliados europeos y Japón la desafíen abiertamente. Pero, ¿que acontecerá -como pregunta Georges Gastaud- si las potencias capitalistas más importantes se aproximan a los EUA, más frágiles económicamente de lo que parece? Se engañan, responde el profesor francés, «los que imaginan que la era de las guerras imperialistas pertenece para siempre al pasado, aunque hoy sea imposible prever las formas que asumirían esos conflictos, menos imprevisibles en tanto la URSS ya no existe para defender la paz».

Las fuerzas progresistas no solamente se oponen a la militarización de Europa, cualquiera que sea el modelo, sino también a la Constitución Europea que, en la práctica, institucionalizó el capitalismo, reduciendo las soberanías nacionales a simples fachadas.

La movilización de los pueblos contra la Constitución no alcanza, lamentablemente, el nivel que sería deseable, en parte por el desconocimiento de las consecuencias de su aplicación.

Pero el agravamiento de la crisis del sistema llevará a una intensificación de las luchas de significado antiimperialista. Cuanto más los EUA se afinquen en Iraq mayores serán las dificultades de los gobiernos de la UE para camuflajear sus divergencias sobre la estrategia de Washington respecto al Oriente Medio y Asia Central.

Los factores negativos no deben, pese a todo, ser olvidados. En Europa Occidental, tal como en América Latina, el nivel de organización y la capacidad de movilización de las fuerzas que rechazan la globalización neoliberal y su proyecto son muy insuficientes. No corresponden a la dimensión de la crisis.

El balance de los Fórums Sociales convida a la reflexión. La intervención de los movimientos sociales desde Seattle ha suscitado polémicas fascinantes. Es importantísima la contestación al proyecto de sociedad del neoliberalismo. Los movimientos sociales han contribuido decisivamente al cambio de actitud de millones de personas frente a situaciones que antes soportaban pasivamente. Al pasar de una casi indiferencia a la contestación del sistema han colocado a éste en la defensiva. El cuadro cambió.

Pero la convicción de que los movimientos sociales emergen colectivamente como una vanguardia de vocación revolucionaria expresa una actitud romántica. He llamado repetidamente la atención, sobre todo en el sitio web resistir.info a los límites y peligros del espontaneismo movimientista cuando la intervención de los movimientos sociales no tiene como complemento imprescindible la participación intensa en la lucha de organizaciones y partidos revolucionarios con proyectos bien definidos. No es sin aprensión -apenas un ejemplo- que acompaño el giro de un partido como la Rifondazione Comunista, de Italia, cuando afirma, a través de la palabra de Fausto Bertinotti, que «el movimiento de los movimientos» (¿qué será eso?) funcionará como palanca de la revolución de mañana. Los partidos tenderían con el tiempo a diluirse en ese «movimiento de los movimientos». Aprensión similar es la provocada por la adhesión de la mayoría de los partidos comunistas de Europa Occidental a un proyecto de partido que pretende representar lo fundamental de las izquierdas marxistas de varios países, pero que parece anunciarse más como una organización empeñada en reformar el capitalismo. El rechazo a la adhesión a tal proyecto de los Partidos Comunistas portugués y griego apunta un camino correcto.

Camaradas y amigos:

Creo útil recordar también aquí otra situación negativa. En los últimos años tendencias que presentan matices neoanarquistas han favorecido los objetivos de fuerzas y personalidades que, aunque declaran lo contrario, actúan como si fuese posible una reforma profunda del capitalismo que lo humanice, lo que es una imposibilidad absoluta.

Pienso concretamente en los trabajos y en la intervención polémica del irlandés John Holloway, actualmente profesor en la universidad mexicana de Puebla, y del italiano Toni Negri cuyas tesis sobre la problemática del poder y el imperialismo me parecen peligrosamente desmovilizadoras.

El libro del primero, «Cambiar el mundo sin tomar el poder», publicado inicialmente cuando era profesor en Edimburgo en Escocia, y editado después en Argentina y Brasil, ha funcionado en América Latina como instrumento de confusión, sobre todo en medios universitarios. El hecho de que Holloway se declare plenamente identificado con las posiciones del subcomandante Marcos, del EZLN, sobre el estado y la inutilidad de la lucha frontal contra el poder del estado burgués, ha contribuido a confundir a amplias capas de la juventud. Cabe recordar que Marcos se define como un rebelde, pero no como revolucionario. Holloway, su gran admirador, se dice marxista, pero piensa y escribe como un neoanarquista.

No menos llamado a confundir es el efecto de los mensajes contenidos en la obra de Negri. Su discurso sobre la metamorfosis que identifica en el imperialismo, que se habría diluido, actuando a través de múltiples polos diferenciados, es absolutamente incompatible con la definición clásica del imperialismo de Lenin. La historia en los últimos años ha desmentido esa tesis absurda. Pero Negri insiste. Desmovilizadora es también su apología de la «no violencia» en un momento en que la Resistencia iraquí enfrenta con heroísmo el terrorismo de estado neofascista de los EUA. Negri siembra la confusión cuando es cada vez más necesario un gran frente antiimperialista, el único por ahora posible.

ALTERNATIVAS Y PRIORIDADES

La cuestión de las alternativas la veo íntimamente ligada a la del frente de lucha principal.

Fidel Castro, en el III Encuentro anti-ALCA, intervino en el debate para afirmar que no habrá una alternativa, sino muchas, según la región, el país, el pueblo, las condiciones objetivas y subjetivas. No se refería obviamente a alternativas al proyecto anexionista imperial. Para él, en el hemisferio solamente hay una alternativa al ALCA: la integración de las economías latinoamericanas. Fidel se refería a las alternativas a las políticas de ajuste impuestas a América Latina por el Consenso de Washington con los trágicos resultados conocidos.

Las falsas democracias latinoamericanas son regímenes caricaturescos y opresores. Brasil necesita de un proyecto nacional (el actual gobierno abandonó el esbozado en el programa del frente que lo eligió) que tendría que ser muy diferente del argentino, como éste del uruguayo y del paraguayo. El de las fuerzas progresistas de Chile presentará un perfil propio, tal como los de Perú, Bolivia y de Ecuador. El de la Venezuela bolivariana se define día a día en defensa de la revolución. La larga y heroica lucha de la insurgencia colombiana pesará en las soluciones institucionales democráticas que el pueblo de Nariño reivindica. En cada caso, en México, en América Central, en el Caribe, el proyecto nacional, para obtener el apoyo de las masas, tendrá que partir de la especificidad nacional.

La opinión emitida por Fidel Castro fue oportuna como elemento esclarecedor de un debate que, por falta de rigor, inclusive en el empleo de la palabra alternativa, es fuente de interpretaciones contradictorias.

Ya se ha hecho evidente que del Forum Social Mundial y los foruns continentales no puede salir una alternativa global cualquiera al neoliberalismo porque en el mundo actual es imposible presentar una alternativa de contornos definidos, bien estructurada, de valor universal, al sistema que amenaza destruir el planeta.

La dualidad antagónica Socialismo o barbarie, tal como la presentan cientistas sociales revolucionarios, expresa bien la situación de crisis existente. O el capitalismo, en su fase senil, destruye la civilización, empujando a la humanidad hacia la barbarie (o la extinción), o el capitalismo es erradicado, y desaparece. En un pequeño artículo, Mészáros divulgó recientemente una carta en que Paul Sweezy, en 1987, hacía transparente una lúcida percepción del rumbo dramático de la historia, resultante del desespero del capitalismo, incapaz de superar la crisis por él creada.

Pese a todo, sería entrar en el terreno de la especulación esbozar siquiera los contornos del socialismo, o de los socialismos, que sucederán al capitalismo. El estudio en profundidad del terremoto que llevó a la implosión de la URSS –una tragedia para la humanidad–, apenas ha comenzado. Sabemos que el socialismo real no correspondió al proyecto de Lenin, desfigurándolo. Pero el perfil del socialismo de mañana no puede ser esbozado hoy. Lo más probable será la aparición y convivencia de sociedades comunistas muy diferenciadas. Estamos lejísimos del estado universal.

La controversia asume una gran actualidad porque intelectuales de izquierda serios, respetados, algunos marxistas, afirman que la elaboración de una alternativa teórica al neoliberalismo se presenta como tarea prioritaria, debiendo preceder a la organización de la lucha frontal contra el imperialismo cuyas condiciones serían creadas por la primera.

Repito lo ya dicho: la reflexión sobre el problema de la transición al socialismo y los errores cometidos en la URSS es una tarea impostergable. En ese campo, los trabajos, muy diferentes, de Mészáros, Samir Amin, Sweezy y Gastaud, y también, mucho antes, de Bethelleim, son importantes, imprescindibles para la comprensión del mundo unipolar en que vivemos y para la renovación creadora, revolucionaria del marxismo, tal como la concebían Marx, Engels y el propio Lenin.

Pero salir de ese terreno para formular proyectos que subordinen la lucha contra el imperialismo, concediendo prioridad al debate teórico sobre la construcción de la sociedad futura sería caer en la utopía, echar agua al molino del enemigo. No son apenas diletantes de las ciencias sociales — como el alemán-mexicano Hanz Dieterich– los que diseñan los contornos de la democracia participativa como meta próxima y alcanzable, olvidando que entre ella y el presente se yergue la muralla poderosa de un poder imperial de contornos neofascistas. Hoy en día, gente más responsable sustenta que la transformación de la sociedad capitalista se presenta como tarea inmediata que debe preceder la toma del poder político. La teorización sobre la construcción del poder «de abajo para arriba», subestimando la lucha contra el estado burgués, como la concibe el mexicano Marcos, del EZLN, puede cautivar a intelectuales de izquierda y segmentos de la juventud, pero no preocupa mucho a las clases dominantes. La convicción de que la transición se puede realizar desde el interior del sistema, en plena vigencia del capitalismo, sin siquiera colocar el problema del estado, del poder, es ingenua. Sin que sus defensores asuman conciencia de eso, ellos están retomando, en otro contexto histórico, con otro lenguaje, las viejas tesis reformistas de Edward Bernstein. En la práctica, lo que proponen no es una nueva lógica socialista y revolucionaria, sino la humanización del capitalismo. Lo que es -insisto- una imposibilidad absoluta, por incompatible con la propia esencia del sistema. El movimiento, contrariamente a lo que afirmaba Bernstein, no es todo, sino casi nada, como sustentara Rosa Luxemburgo al desmontar las tesis revisionistas y oportunistas. La meta de las grandes luchas de nuestro tiempo no es el debilitamiento gradual del capitalismo, reformándolo dentro del sistema ;es su desaparecimiento.

Las pompas del discurso –en francés, portugués, inglés, español, italiano o alemán– en torno al llamado «socialismo democrático» no alteran la realidad : transcurrido un siglo la socialdemocracia europea, en su teorización reformista, no añadió prácticamente nada a las formulaciones de Bernstein.

En su libro «El poder de la ideología», István Mészáros, también aquí entre nosotros, ya recuerda que -y cito- «Ningún acontecimiento o desarrollo nuevo puede afectar de modo significativo la perspectiva estratégica de la socialdemocracia occidental, orientada a la justificativa apologética de su opción original -el camino de la reforma estrictamente gradual es el rechazo categórico de la posibilidad de cambio revolucionario– y a la confirmación apriorística de la perfección de la estrategia adoptada. Lo último que esta perspectiva necesita, o pudiera traer a la superficie sin destruirse, serían principios teóricos realmente nuevos y objetivos radicalmente reorientados. En realidad, los «cambios graduales» legitimados de la teoría socialdemócrata no son siquiera graduales en cualquier sentido de la palabra (es decir, cambios adecuados para asegurar, aunque lentamente, la prometida transición hacia una sociedad muy diferente, socialista), sino meramente conciliatorios. Su premisa, admitida más o menos abiertamente, es la necesaria exclusión de todo cambio estructural radical, por cualquier medio (represivo o no) que el «orden constitucional» establecido tenga a disposición.»

Además, los cambios graduales de la socialdemocracia reformista, introducidos en Europa por vía parlamentaria desde inicios de siglo, pueden ser constitucionalmente derribados también por vía legislativa. Y eso ha tenido efecto sobre la égida de los gobiernos neoliberales. En Portugal el proceso se desarrolló tanto por iniciativa de gobiernos del Partido Socialista como de partidos de la derecha químicamente pura, empeñados unos y otros en destruir las nacionalizaciones y la reforma agraria y en aniquilar conquistas de los trabajadores, alcanzadas durante el período revolucionario del general Vasco Gonçalves.

Los partidos revolucionarios no deben permanecer al margen de los procesos electorales. Sería una actitud muy negativa. Pero su participación en los parlamentos implica, para ser coherentes, el rechazo de cualquier tipo de concesiones al sistema. Estas acostumbran a terminar en compromisos y hasta en alianzas, como aquellas que condujeron a la desaparición del Partido Comunista Italiano y a la actual descaracterización, por no decir decadencia, de los Partidos Comunistas francés y español.

Vuelvo a citar a Mészáros:

«El cuadro de la orientación estratégica de la socialdemocracia occidental presenta un fatídico nudo ideológico. Las insuperables limitaciones de la política parlamentarista como tal para obtener el dominio de las fuerzas controladoras del metabolismo social capitalista jamás serán siquiera consideradas y mucho menos contestadas seriamente a partir de las transformaciones en curso y de las nuevas posibilidades emergentes, y en respuesta a ellas. Al contrario, a consecuencia de su coraza institucional paralizadora, la teoría socialdemócrata es transformada en un ejercicio manipulador de relaciones públicas con el objetivo de ser electo o de permanecer en el cargo. De este modo la clase trabajadora, como agente social de la alternativa socialista, se torna superflua y, en verdad, a causa de sus aspiraciones radicales, totalmente embarazosa para el partido parlamentarista. Por esta razón debe ser ideológicamente diluida hasta que se haga irreconocible» (…)

Mészáros llama la atención a una evidencia olvidada: durante décadas de permanencia en el poder, los partidos socialdemócratas escandinavos, al igual que los de Francia, Alemania, Gran Bretaña no consiguieron (ni lo pretendieron) realizar cambios estructurales en el orden económico capitalista. Se comportaron como dóciles administradores del sistema.

LA SOLIDARIDAD INTERNACIONAL

La tarea principal de los partidos revolucionarios que luchan contra el capitalismo globalizado debería consistir hoy en trabajar por el fortalecimiento y ampliación de las fuerzas que combaten el imperialismo, hegemonizado por el sistema de poder neonazi de los EUA.

Las condiciones objetivas son favorables en un momento en que el pueblo do Iraq, en una resistencia que asume las proporciones de insurrección contra los invasores, surge como héroe colectivo batiéndose por la humanidad entera.

Mientras tanto son enormes las dificultades a superar para que los pueblos tomen conciencia de que la defensa del planeta depende como nunca antes de su movilización solidaria con las víctimas de las agresiones imperiales. A los efectos de una manipulación mediática perversa y alienante, concebida científicamente, se suman las consecuencias paralizantes de la acción del reformismo socialdemócrata. Las campañas tendientes a integrar la clase trabajadora en el sistema, persuadiéndola de que solamente alianzas electorales amplias pueden aproximarla a sus objetivos son anestesiantes. En Europa Occidental, sobre todo, el espíritu combativo de los trabajadores ha descendido acentuadamente en el último medio siglo. El rumbo de las cosas en Brasil y en Argentina confirma que un populismo reformista en determinadas situaciones neutraliza las mejores potencialidades combativas de las víctimas del sistema.

La solidaridad internacional solamente puede funcionar en el ámbito de una nueva concepción estratégica de la lucha, orientada a una articulación organizacional de acciones ambiciosas de la clase trabajadora. Tales acciones son objetivamente favorecidas por el agravamiento de la crisis estructural del capitalismo.

En la imposibilidad, por ahora, de un plan mundial de lucha, las fuerzas progresistas más lúcidas, en cada continente, en cada país, golpearían más el sistema de poder ahí dominante mientras mayor sea su capacidad para articular y ejecutar acciones concretas, de ámbito nacional e internacional, que contribuyan a inviabilizar los proyectos del imperialismo y de las burguesías de él dependientes.

La reconstitución de la solidaridad internacional, de acuerdo con las transformaciones ocurridas en el mundo, es, por lo tanto, uno de los mayores desafíos que se colocan ante las organizaciones y partidos revolucionarios.

En este contexto, la definición del frente de batalla principal y de los frentes complementarios adquiere gran importancia, condicionando el tipo, la dimensión y los fines de las iniciativas a promover.

Si admitimos que para el imperialismo estadounidense el frente prioritario se localiza actualmente en Asia, en el área en la que el fracaso de su estrategia contribuye más a profundizar la crisis interna del sistema, se impone una conclusión : dinamizar la lucha contra la guerra ha pasado a ser la tarea prioritaria de las fuerzas progresistas en todo el mundo.

Se trata de una lucha en que pueden participar decenas de millones de personas con cosmovisiones muy diferentes.

La marea de la contestación asumió en febrero y marzo de 2003 –cuando más de 20 millones de personas salieron a las calles en grandes ciudades para condenar la guerra–, proporciones gigantescas. Sin embargo, después de ocupado Iraq, la protesta decayó bruscamente. Las masas no percibieron entonces que la ocupación de Bagdad empezaría a señalar el comienzo de una larga guerra de liberación.

Es necesario que la marea de protestas vuelva a subir. El momento es muy propicio para eso. La insurrección del pueblo iraquí ha desorientado a Washington, que ha perdido la iniciativa, pasando a la defensiva en el plano político, y sufriendo duros golpes en el terreno militar.

En el primer aniversario de la agresión a Iraq millones de personas volvieron a tomar las calles en muchas ciudades. En Roma fueron casi tres millones, en Barcelona 150 000, en Madrid 100 000. Es significativo que Italia y España, por iniciativa de gobiernos de derecha, hayan enviado a Iraq importantes contingentes militares.

Mas la jornada de protestas no tuvo, pese a todo, a nivel mundial, la amplitud de las del año anterior.

En América Latina la participación popular fue debilísima.

La oportunidad de ampliar la solidaridad con Iraq -repito más de una vez- es óptima. La insurrección popular asume allí proporciones que alarman a la Casa Blanca y el Pentágono. El desenmascaramiento del nuevo gobierno títere y la exigencia de la retirada de las tropas extranjeras encuentran cada vez mayor receptividad a escala mundial. Es preciso insistir también en la denuncia de los crímenes cometidos por las fuerzas de Gran Bretaña, de los EUA y de sus satélites, y proseguir con el desmontaje de la campaña que presenta como rebeldes y terroristas a los patriotas que resisten la ocupación. El simple hecho de que Bush haga de la lucha contra el terrorismo el centro de su campaña electoral envuelve una invitación a la reflexión. Es un deber recordar que las guerras de agresión contra los pueblos de Iraq y de Afganistán resultaron, según él, de la necesidad de combatir el terrorismo. Es importante que en todo el mundo la clase trabajadora tome conciencia de que el terrorismo de Estado estadounidense ha asumido ya contornos neofascistas.

Camaradas y amigos:

En Europa se estremecen los cimientos de una Unión Europea cuyos gobiernos, no obstante las contradicciones de intereses existentes, actúan en lo fundamental como cómplices del imperialismo.

En América Latina emocionantes luchas se perfilan en el horizonte. Las protestas contra la guerra coinciden con la lucha contra el Plan Colombia y el Plan Puebla-Panamá, tal como con la exigencia de cerrar las bases norteamericanas, incluyendo la de Guantánamo. Esa exigencia tiende a asumir mayor amplitud en el momento en que el Pentágono pretende reforzar su implantación militar en la Amazonía y en América Central.

La jornada continental contra el ALCA será también un gesto de solidaridad con aquellos que en Iraq, Afganistán y Palestina se baten contra el sistema. Lo mismo se puede decir de la acción continental de solidaridad con aquellos que en los EUA se manifestaron durante la Convención Republicana, contra la reelección de Bush.

No es imposible que el senador Kerry, de ser electolo que parece pocxo probable- decida, en una tentativa por blanquear la imagen de la democracia en su país, hacer públicos documentos secretos altamente comprometedores para la Administración Bush. Esa es una vieja práctica de los presidentes de los EUA: denunciar crímenes de aquellos que los precedieron en la Casa Blanca.

Sería, sin embargo, una ingenuidad creer que un simple cambio de presidente determinaría un giro de 180 grados en la política externa de los EUA. Kerry y su compañero Edwards refutan el calendario de la guerra, la estrategia utilizada y la metodología. La principal acusación a Bush es la de haber mentido al pueblo de los EUA a partir de informaciones falsas, afirmando que Iraq poseía armas de exterminio masivo. Pero Kerry no condena la agresión; la aprueba. Y en su campaña ya ha advertido que defiende la permanencia en Iraq de las tropas de los EUA. Es significativo que haya criticado ásperamente a Zapatero cuando el nuevo gobierno de Madrid, respetando un compromiso asumido, decidió retirar las fuerzas españolas de aquel país. Uno de sus objetivos es comprometer a Francia y a Alemania en aquello que llama «la reconstrucción de Iraq».

El problema de los EUA -es útil tener eso presente- no es fundamentalmente el del ocupante de la Casa Blanca. La raíz del mal está sobre todo en el sistema de poder, en la estrategia imperial de dominación, inseparable del funcionamiento de los engranajes del capitalismo globalizado, corroído por una crisis estructural.

Camaradas, amigos:

La alternativa Socialismo o barbarie es, por sí misma, definidora de una época simultáneamente trágica y fascinante. Si logramos frenar la marcha hacia el abismo, los hombres y mujeres podrán, finalmente, caminar por las grandes alamedas de acceso a un mundo que responda a las aspiraciones eternas de su condición. Pero el desenlace es, por ahora, una incógnita. Dependerá de las actuales generaciones. Es indispensable derrotar un monstruoso sistema de dominación, un IV Reich en formación.

En esa batalla ecuménica la participación de organizaciones y partidos revolucionarios de nuevo tipo asumirá enorme significado. Pero, ¿dónde están ellos? -se pregunta. Admito que muchos van a definirse y crecer en el propio proceso de lucha.

Entretanto, la tarea de crear condiciones para acelerar la crisis del sistema imperial, a través de la movilización de los pueblos, exige esclarecer la cuestión fundamental de la(s) alternativa(s). Insistir en la elaboración inmediata de una alternativa teórica al neoliberalismo, de ámbito mundial, solamente puede conducir a debates estériles, como ya afirmé. En la actual fase histórica ese objetivo es utópico.

El consenso en torno a un proyecto de sociedad futura de pueblos de fuerzas políticas y sociales distanciadas por ideologías y vivencias culturales muy diferentes, cuando no antagónicas, es -no me canso de repetir tal evidencia- una imposibilidad.

Pero la movilización mundial orientada hacia acciones de lucha -de ciudadanos con ideologías y culturas diferenciadas- contra la guerra y el terrorismo de estado que la promueve, esa es posible, como ya quedara demostrado en el ensayo general de febrero de 2003. Llevar más lejos esas acciones, multiplicarlas, ampliarles los objetivos en el decursar de la lucha, incluirlas en una plataforma común, es el desafío mayor que enfrentan hoy los revolucionarios de todas las nacionalidades.

La historia de la humanidad se presenta indisolublemente ligada a desafíos que en apariencia se presentaban como insuperables. La Revolución francesa de 1789 nació como uno de esos desafíos. Lo mismo se verificó con la Revolución rusa de octubre de 1917. Y ambas vencieron.

Nadie diría que en los años 60 Vietnam obligaría a los EUA a inclinar la cabeza y retirarse, derrotados. Y eso ocurrió.

Hace pocos meses la idea de una insurrección popular en Iraq era recibida con ironia. Hoy, ella es una realidad.

Soy optimista. La victoria está a nuestro alcance. Y a nivel mundial la juventud y los intelectuales tienen un insustituible papel que desempeñar al lado de la clase trabajadora.

Confío en la victoria final en defensa de la humanidad.

Ponencia presentada en el Encuentro Internacional Civilización o Barbarie: Desafíos y problemas del mundo contemporáneo. Portugal, 2004

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Traduccion de Marla Muñoz