En América Latina hay 10 millones de jóvenes desempleados, 22 millones que no estudian ni trabajan y más de 30 millones que trabajan en la informalidad o en condiciones precarias. Se estima que la región tiene 106 millones de jóvenes entre los 15 y 24 años. Estas desalentadoras cifras forman parte del estudio Trabajo Decente […]
En América Latina hay 10 millones de jóvenes desempleados, 22 millones que no estudian ni trabajan y más de 30 millones que trabajan en la informalidad o en condiciones precarias. Se estima que la región tiene 106 millones de jóvenes entre los 15 y 24 años.
Estas desalentadoras cifras forman parte del estudio Trabajo Decente y Juventud en América Latina, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cuyo capítulo peruano fue dado a conocer en esta capital el pasado 15 de septiembre.
Empleos inestables, pocas y precarias oportunidades de empleo, falta de protección social debido a la informalidad, son algunas de las características del empleo juvenil en América Latina, según Franciso Verdera, especialista en política de empleo de la OIT.
En el caso peruano, el desempleo afecta al diez por ciento de la masa laboral juvenil, aproximadamente unos 300.000 jóvenes, la tasa de desempleo entre las jóvenes peruanas es cinco veces más alta que entre las mujeres adultas y, a diferencia de lo ocurrido en otros países, el crecimiento económico sostenido que experimenta el país desde hace 5 años no se ha traducido en una mayor fuente de empleo para la juventud, precisó Verdera.
A nivel regional, el estudio halló que las tasas de participación de las mujeres jóvenes en la fuerza laboral son mucho menores que las de los hombres jóvenes; así, sólo 38 por ciento de las mujeres trabaja y, de este porcentaje, el 16 por ciento (unos 11 millones) lo hace en trabajo doméstico, que constituye la ocupación más común entre las jóvenes de bajos ingresos.
El estudio reclama políticas que equiparen los derechos y condiciones laborales de las trabajadoras del servicio doméstico, a las que el estudio señala como ejemplo claro de «discriminación múltiple» pues, además de ser mujeres y pobres, en su gran mayoría son indígenas o afrodescendientes.
Según el estudio regional, 30 por ciento de las jóvenes ni estudia ni trabaja y se dedica a actividades del hogar. «Ello refleja, entre otras cosas, una cierta tradición cultural y falta de oportunidad para las mujeres que tienen que combinar trabajo y obligaciones familiares», se lee en el documento.
Asimismo, llama la atención sobre la maternidad adolescente, que es «una de las grandes restricciones para acceder a empleos productivos y trabajo decente, especialmente si se trata de mujeres pobres con poca educación, solteras y sin pareja». El estudio constató que la mayor parte de las madres adolescentes vive con sus padres y se dedica a actividades domésticas y cuidado de los hermanos menores.
Por lo tanto, es poco probable que asistan a la escuela o ingresen al mercado de trabajo «y cuando lo hacen es en condiciones muy precarias», sostiene el documento, para reiterar lo que otros estudios de organismos internacionales advierten: que la maternidad temprana es un factor de reproducción intergeneracional de la pobreza», pues las adolescentes de hogares de menores ingresos tienen una maternidad más temprana y, por tanto, la posibilidad de tener más hijos».
Según Verdera, para revertir la situación y mejorar el acceso de los jóvenes a empleos decentes hace falta «mayores incentivos para la contratación de jóvenes», tanto por parte de las autoridades -mediante la generación de políticas públicas- como de las propias empresas, a través de una contribución más efectiva en la contratación de mano de obra juvenil.