Cuba será, una vez más, el principal actor de la Cumbre de las Américas. Lo fue desde el principio. En las tres primeras lo fue a partir del proyecto estadounidense de aislar aún más al gobierno socialista conducido por Fidel Castro; en la cuarta al sintetizar el camino emancipatorio y de mayor autonomía frente al […]
Cuba será, una vez más, el principal actor de la Cumbre de las Américas. Lo fue desde el principio. En las tres primeras lo fue a partir del proyecto estadounidense de aislar aún más al gobierno socialista conducido por Fidel Castro; en la cuarta al sintetizar el camino emancipatorio y de mayor autonomía frente al imperio que empezaban a recorrer la mayor parte de los países latinoamericanos. En esta V, como combatiente heroico, en un momento en que Estados Unidos, sin mayor liderazgo en la región, simboliza la crisis del capitalismo mundial.
El solo hecho de que los planes originales con los que se impulsó la cumbre de las Américas no sean parte de la agenda, es un triunfo de esa «región con voz propia» de la que habla el presidente brasileño Ignacio Lula, y una contundente victoria de un pequeño archipiélago que nunca renunció a su revolución.
Pero si esa es una mala noticia para los sectores ultraconservadores de los Estados Unidos, no menos pesadilla se ha convertido para la ultraderecha mundial el crecimiento sostenido, dentro y fuera de los Estados Unidos, de la demanda del cese el bloqueo a Cuba.
Uno de los primeros pedidos al presidente estadounidense para que levante el bloqueo ha sido formulado por su homólogo brasileño Ignacio Lula, en diciembre pasado, cuando en tono seguro dijo que no existe justificación «ética», «moral», «política» ni «económica» para mantener más tiempo «una agenda superada de la guerra fría».
La posición del jefe de estado brasileño fue compartida por los presidentes de los países del Mercosur, de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), del Grupo de Río y en el primer encuentro de América Latina y el Caribe que se llevaron a cabo en Brasil y al que concurrió el actual presidente de Cuba, Raúl Castro.
En la misma dirección se pronunció una reunión del CARICOM, en Santiago de Cuba, también en diciembre del 2008. «La Comunidad del Caribe espera que el cambio transformador en curso en los Estados Unidos relegue para siempre esa medida a la historia», dijo Baldwin Spencer, primer ministro de Antigua y Barbuda, en representación de las 14 naciones que participaron del encuentro caribeño.
Siempre desde el Sur, días antes de la reunión del G-20 en Londres, en un encuentro en Viña del MAR, donde estaban los presidentes de Brasil, Argentina, Uruguay, España y Chile, además del primer ministro británico y el vicepresidente de Estados Unido, Joe Biden. Cuando no se lo esperaba, el segundo al mando en la Casa Blanca respondió con un «no» a la pregunta de la prensa sobre si se iba a levantar el embargo comercial a Cuba.
El presidente boliviano Evo Morales ha anunciado, el miércoles 8, que llevará una resolución pidiendo el cese del bloqueo a Cuba y que, incluso, piensa proponer la resolución a consideración de los países miembros del ALBA que se reunirán en Caracas días antes de la V Cumbre.
En EEUU, la bola va creciendo
Pero si Cuba ha visto incrementar la solidaridad con su causa, no menos preocupante para la derecha estadounidense y mundial es el pedido de levantar el bloqueo que va creciendo dentro de los Estados Unidos, tanto en las organizaciones de la sociedad civil como en distintas esferas de la compleja estructura estatal de ese país.
Una comisión de demócratas y republicanos del Congreso estadounidense, encabezada por Richard Lugar, un reconocido anti-castrista, le recomienda a Obama un gesto unilateral con Cuba al cambiar, antes de la V Cumbre de las Américas, «la política hacia Cuba a favor del interés nacional de Estados Unidos». No menos importante ha sido la posición del coronel Glenn Alex Crowther, profesor del Instituto de Estudios Estratégicos (SSI), quien sostuvo que «es importante mandar un señal a la comunidad internacional de que Estados Unidos es magnánimo e integrador». Esta claro, en ambas sugerencias al presidente estadounidense, que al objetivo no es ayudar a Cuba, sino el de generar condiciones para el restablecimiento de la hegemonía de ese país en el continente.
En una reflexión titulada «con los pies en la tierra», Fidel Castro, asume en esa dimensión la posición de Lugar, el Senador por Indiana, ya que «no parte de posiciones filantrópicas» y hace referencia a su trabajo con la «Cámara de Comercio de EE.UU. y otros grupos empresariales, otros gobiernos estaduales y grupos de derechos humanos».
El miércoles 8, tras una breve visita a Cuba, donde también se reunieron con el presidente Raúl Castro y, luego con Fidel, unos 7 congresistas estadounidenses, integrantes del Caucus Negro Congresional (CBC) -seguidores del pensamiento de Martin Luther King-, expresaron su rechazo a que su país mantenga el bloqueo comercial. «Creemos que Cuba quiere hablar sin condiciones, y reconocemos que hay muchos temas que Estados Unidos debe tratar respecto a Cuba», dijo Barbara Lee.
Lo que está claro es que el anuncio de Obama de levantar las restricciones para el viaje de cubanos residentes en Estados Unidos a Cuba o para el envío de remesas, establecidas en el gobierno de Bush, es un paso importante pero insuficiente.
Durante 50 años, diez administraciones estadounidenses, de republicanos y demócratas, han tratado infructuosamente de lograr una «transición» en Cuba del socialismo al capitalismo. Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush padre, Bill Clinton y Bush hijo se quedaron con ganas, dejaron la Casa Blanca y su pesadilla no ha concluido. Más de 600 atentados contra Fidel han fracasado y otras centenas de actos de sabotaje. Obama es el undécimo presidente desde el triunfo de la revolución cubana. Seguir la suerte de sus predecesores respecto de Cuba no depende exclusivamente del primer presidente negro de Estados Unidos, pero algo puede hacer para correr similar destino.
Y en cuanto al desafío que tiene la OEA al frente, quizá sirva lo que el 25 de abril de 2001 Fidel Castro contaba sobre una reunión con el primer ministro de Canadá, Jean Chrétien, quien le habría expresado el deseo de que Cuba regresara al continente. «Le dije, que nosotros éramos latinoamericanos y le pregunté si se trataba que regresáramos a la gran familia o que la gran familia regresara a nosotros».