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Armas nucleares

Fuentes: Rebelión

Cuando la llamada «comunidad internacional» (es decir, los Estados Unidos y Europa) intentan evitar que Irán continúe sus investigaciones sobre energía atómica vale la pena recordar cómo aparecen y se desarrollan estas investigaciones y sobre todo cómo ha sido su aplicación. Lo primero que puede constatarse es que los conocimientos sobre la energía atómica se […]

Cuando la llamada «comunidad internacional» (es decir, los Estados Unidos y Europa) intentan evitar que Irán continúe sus investigaciones sobre energía atómica vale la pena recordar cómo aparecen y se desarrollan estas investigaciones y sobre todo cómo ha sido su aplicación.

Lo primero que puede constatarse es que los conocimientos sobre la energía atómica se han aplicado principalmente para usos militares (bombas atómicas y de hidrógeno, bomba de neutrones, etc), solo en medida muy limitada en la producción de energía (con múltiples problemas prácticos que han paralizado o limitado su desarrollo) y aún en medida más escasa a los usos pacíficos en la medicina.

No es entonces sorprendente que esta energía se asocie casi automáticamente a la producción de armas y que dada su terrible capacidad de destrucción sean éstas precisamente las mayores armas de destrucción masiva existentes en el planeta. A diferencia de las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein, de estas armas si se tiene plena constancia de su existencia y ubicación, pero que se sepa no existe iniciativa real alguna que busque su destrucción definitiva habida cuenta del peligro que encierran. Según los científicos, las armas atómicas ya existentes (un par de miles) son suficientes para borrar del planeta todo indicio de vida. Si se las usa solo sobrevivirían algunos insectos y probablemente las ratas. Algo afectadas, pero sobrevivirían.

Las investigaciones preliminares se desarrollan en Europa, en particular en torno a un grupo de científicos de la Universidad de Berlín en las primeras décadas del siglo pasado. Pronto los nazis entendieron la importancia de esta energía para fabricar bombas y se apresuraron a construirlas. Pero buena parte de aquellos científicos huyeron a los Estados Unidos que, igualmente enterado de la importancia del asunto crearon todas las facilidades posibles para que un grupo destacado de científicos se hicieran primero con la bomba, evitando así la ventaja a los nazis (proyecto Manhattan). Fruto de esos esfuerzos fueron las bombas atómicas arrojadas sobre la ciudad de Hiroshima (250 mil muertos civiles) y un par de días más tarde sobre Nagasaki (140 mil muertos). Este bombardeo fue sin duda alguna un acto de terrorismo de estado sin justificación (Japón estaba derrotado completamente) como no fuese amenazar al comunismo que salía muy fortalecido en Europa y estaba a punto de tomar el poder en China.

Solo era cuestión de tiempo hasta que los rusos y los chinos hicieran lo propio. Ya sea que lo consiguieran espiando a los estadounidenses o que fuera el fruto de su propia capacidad científica, lo cierto es que los soviéticos, y poco después los chinos hicieron saber que ya no era posible que la aviación gringa repitiera otro Hiroshima en su territorio sin recibir la respuesta correspondiente. Se dio inicio entonces al llamado «equilibrio del terror», mediante el cual la Guerra Fría no podía desembocar en una confrontación nuclear ya que estaba asegurada de antemano la mutua y total destrucción.

La Guerra Fría sirve también de marco a la extensión de este armamento a otros países. Es muy probable que el Reino Unido desarrolle su propio programa nuclear bajo el patrocinio estadounidense. También es muy posible que los chinos y los norcoreanos hayan recibido ciertas ayudas tecnológicas de los soviéticos para el desarrollo de sus propios programas. Es conocido el papel de la URSS en el desarrollo de la bomba atómica india y de los Estados Unidos en la correspondiente de Pakistán.

No está comprobado que los programas nucleares de la Sudáfrica del apartheid o de Israel también hayan recibido la ayuda occidental. Pero es ciertamente muy dudoso que esos dos países por si solos hayan sido capaces de obtener bombas atómicas por su propia y única iniciativa.

La bomba atómica francesa corresponde a una decisión nacionalista del general Charles de Gaulle, empeñado en no permitir que su país cayese sin más en la orbita de los Estados Unidos.

Solo los intentos conocidos de Brasil y ahora de Irán pueden catalogarse como iniciativas independientes, por fuera del Club Atómico que constituyen las potencias nucleares del mundo. Se sabe que ya desde los años 80 los militares brasileños hicieron intentos por fabricar armas atómicas y recientemente el gobierno de Lula ha afirmado el derecho soberano de su país a desarrollar este tipo de investigaciones como un ejercicio de soberanía que no admite cortapisa alguna, si bien Brasil renuncia a fabricar armas atómicas. Es decir, sus investigaciones ahora solo tienen fines pacíficos. Irán, por su parte, parece que ha recibido asistencia técnica de Pakistán -mediante pago generoso, se entiende- y al igual que Brasil declara no solo su derecho soberano a desarrollar la energía atómica sino también la vocación pacífica de la misma.

Establecidos los antecedentes del problema, ¿Qué derecho moral asiste a los creadores y proliferadotes de las armas nucleares para dar lecciones a nadie?. Quienes ahora intentan poner en la picota a Irán, ¿están buscando pretextos para agredir a este país -rico en petróleo y gas natural- de la misma manera que antes lo han hecho con Irak? ¿Estamos ante un nuevo intento de guerra preventiva?. Resulta al menos curioso que los Estados Unidos que ayer mismo declaraba la inutilidad de la ONU en cuanto entrara en contradicción con sus decisiones busque ahora que la misma institución condene a Irak y eventualmente de legitimidad a una nueva agresión. Pero más curioso -por no decir patético- es que tres países de la Unión Europea (Francia, Reino Unido y Alemania) asuman el papel de emisarios de Washington ante las autoridades iraníes para tratar de convencerles de los riesgos que corren de persistir en su actitud. Europa ofrece la zanahoria mientras los Estados Unidos amenazan con el palo.

Ahora, cuando se conmemoran los 60 años de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki vale la pena recordar que los Estados Unidos no solo es el principal productor de armas de destrucción masiva -incluido el mayor arsenal nuclear del mundo- sino que incurrió en un crimen de guerra al eliminar casi medio millón de personas inocentes en esta dos ciudades japonesas. El bombardeo nazi sobre Gernika tiene la misma naturaleza que el estadounidense sobre estas ciudades niponas. Todos ellos son crímenes de guerra sin paliativo alguno.

Cuando a Irán se le amenaza con nuevas sanciones y consecuencias impredecibles (¿una guerra, acaso, esta vez con la participación de la UE?) vale la pena recordar también que nadie, a excepción precisamente de los Estados Unidos ha hecho uso de las bombas atómicas contra la población civil.

Es muy probable que los dirigentes iraníes estén pensando en este momento que les urge poseer la bomba. Quizás con ella se liberen de la ocupación de los «infieles de occidente» y mantenga a raya a los sionistas que aún piensan en un Gran Israel que vaya del Sinaí a las mismas puertas de Teheran. Armados los iraníes con la bomba atómica quizás el tono de los Occidentales sea más comedido y de las amenazas pasen a unos diálogos más respetuosos y constructivos, como ocurre hoy con Corea del Norte. A Irak no lo agredieron por tener armas de destrucción masiva sino precisamente por no poseerlas.

Es comprensible el clamor universal porque desaparezcan definitivamente las armas de destrucción masiva y en particular las atómicas. Porque, terminada la Guerra Fría, ¿Qué justifica que estas armas existan como no sea que los países poderosos desean utilizarlas para afianzar su dominio sobre el planeta?.

La ONU no va a condenar a Irán porque Rusia y China vetarán la resolución en el Consejo de Seguridad. Pero sobre el país si caerán nuevas y más duras sanciones por parte de Occidente. Por otra parte, la Organización de la Naciones Unidas no podrá seguir siendo como hasta ahora simplemente una agencia al servicio de los países más poderosos. No puede haber diferentes varas de medir si se trata de aplicar las leyes internacionales. Mientras tanto y hasta que sea posible la paz universal, si alguien se arma hasta los dientes no podrá esperar que sus vecinos no reaccionen en correspondencia. Quien siembra vientos recoge tempestades. También las atómicas. Israel tiene a tiro con sus bombas atómicas a todos los países de la región; solo es cuestión de tiempo hasta que ellos hagan lo mismo.