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Asesinatos en Líbano; oleoductos en Haifa

Fuentes: Comité de Solidaridad con la Causa Arabe

Nadie sabe quien mató al antiguo Primer Ministro Rafik Al-Hariri. Sin embargo, sí sabemos que el principal testigo citado en el informe de NNUU, Zuhair Mohamed Said Saddiq «ha sido condenado por fraude y estafa entre otros delitos» (Der Spiegel) lo que proyecta muchas dudas sobre la credibilidad de su testimonio. No hay problema, la […]

Nadie sabe quien mató al antiguo Primer Ministro Rafik Al-Hariri. Sin embargo, sí sabemos que el principal testigo citado en el informe de NNUU, Zuhair Mohamed Said Saddiq «ha sido condenado por fraude y estafa entre otros delitos» (Der Spiegel) lo que proyecta muchas dudas sobre la credibilidad de su testimonio.

No hay problema, la administración Bush ya ha empleado anteriormente a declarados estafadores para argumentar su postura a favor de la guerra, sobre todo en el caso de Iraq, donde las denuncias específicas de Ahmed Chalabi aparecieron continuamente en la página frontal del New York Times, creando un ambiente favorable para la invasión. Aún así, la fiabilidad de Saddiq es todavía mas incierta que la de Chalabi. «Fuentes en la ONU afirman innegablemente que Saddiq ha mentido » y que ha recibido dinero por su testimonio. «Según declaraciones hechas por su hermano, Saddiq le llamó desde París el pasado verano y le dijo :’¡Soy millonario!'» (Der Spiegel).

No hay duda; mentir puede ser una fructífera opción cuando sirve a los principales objetivos de la política de exteriores de EEUU e Israel.

Nada de esto sugiere que la inteligencia siria no estuviera envuelta en el asesinato. Podría muy bien haberlo estado. Simplemente demuestra que el informe del fiscal Detlev Mehlis no es conclusivo y podría haber sido el resultado de la coerción estadounidense. Como poco, el informe encaja fácilmente con las metas establecidas de la administración Bush para el cambio de régimen en Damasco y redibujar el mapa de Oriente Medio.

Si Mehlis hubiera sido realmente riguroso a la hora de averiguar quiénes son los verdaderos asesinos, en lugar de lanzar una vendetta política para los EEUU, se habría dedicado de manera más enérgica a destapar los detalles relacionados con la furgoneta blanca Mitshubishi que portaba los explosivos. La historia y orígenes de esta furgoneta, robada el 14 de octubre de 2004 en Japón, resultan críticos para la investigación, tal y como el periodista Robert Parry indica en su reciente artículo «El peligrosamente incompleto informe Hariri». Pero en realidad, pocos de quienes se hayan dedicado a investigar el asesinato de Hariri tienen pocas dudas sobre los motivos reales que hay tras el informe Mehlis. La investigación sobre Hariri es sólo el pretexto para la próxima intervención militar contra Siria.

De hecho, la prensa occidental ya está cargando las tintas, repitiendo la retórica dañina que sale de la Casa Blanca y sus acólitos en el departamento de Estado. El embajador John Bolton, el «sombrerero loco» de la administración Bush en NNUU, ha amenazado repetidas veces a Siria con una acción decidida aunque los datos todavía no están claros.

«Ahora es el verdadero momento de confesarse para el gobierno de Siria», advertía Bolton. «No mas obstrucciones, no mas respuestas a medias. Queremos una cooperación sólida y la queremos inmediatamente».

Como muchos sospechaban, el explosivo Bolton fue enviado a la ONU para allanar el camino a la guerra con Siria e Irán. Sus ataques sin fundamento contra Damasco no han hecho nada para desmentir esta conclusión.

Los fans del malintencionado «periódico de los registros» (The New York Times) estarán encantados de ver que la silla de Judith Miller en el rotativo ha sido ocupada por su protegido e igualmente competente Warren Hoge. Hoge ya ha producido cuatro artículos de primera plana sobre el caso Hariri, acudiendo a la misma demagogia, alegaciones insustanciales e hirientes insinuaciones que su mentora Miller. En esencia, el NY Times ya ha condenado al pobre presidente sirio Bashar Al-Assad presentando las pruebas no comprobadas de una forma que excluya cualquier otro sospechoso y repitiendo la palabra «sanciones» siete veces en un solo artículo. El retiro temprano de Judy Miller no ha mitigado la tendencia del NY Times a repetir historias ficticias en primera plana. Predeciblemente, ninguna mención al débil testimonio de Saddiq ha aparecido en ninguno de los principales periódicos estadounidenses.

¿Les es familiar?

Así, ¿Cuál es el plan de acción?. ¿Pueden los señores de la guerra de Washington estar considerando otra invasión sólo para derrocar a quien Paul Craig Roberts calificó como un «oftalmólogo de suaves maneras»?

Las verdaderas razones para el cambio de régimen en Siria no tienen tanto que ver con el asesinato de Hariri y sí con el petróleo e Israel. El 20 de abril de 2004, un artículo en el Observer de Gran Bretaña, «Israel busca un oleducto para el petróleo iraquí», clarificaba este punto.

El Observer revela que Washington y Tel Aviv están ultimando los detalles para un oleoducto que atravesará Siria y «creará una fuente inagotable y fácilmente accesible de crudo iraquí barato para los EEUU, garantizado por aliados fiables al margen de Arabia Saudí». El oleoducto «transformará el poder económico en la región, trayendo beneficios al nuevo Iraq dominado por EEUU, aislando a Siria y resolviendo la crisis energética de Israel, todo de una sola vez».

Esta es la idea-fuerza que conduce la confrontación con Siria. Ahora mismo, Bashar Al-Assad se niega a normalizar relaciones con Israel mientras Israel no devuelva el territorio que tomó en los Altos del Golán durante la guerra del 67. Los halcones israelíes no tienen intención de devolver la tierra y en vez de eso están planeando quitar de en medio a Assad.

Es de todos sabido que la inteligencia israelí (Mossad) ya está operando en Mosul, donde el referido oleoducto tendrá comienzo, y ha desarrollado buenas relaciones con los kurdos en la zona. El único obstáculo que resta es el actual régimen sirio, quien ya está en los puntos de mira de Israel y EEUU.

En un principio, el oleoducto era un sueño del Ministro israelí de Obras Públicas, Joseph Paritzky, quien dijo que tal iniciativa «rebajaría drásticamente la factura energética de Israel ­probablemente en más de un 25 %- ya que el país es actualmente dependiente de caras importaciones desde Rusia».

El Observer publicaba las declaraciones de un oficial de la CIA, quien afirmaba que: «salvaguardar el suministro energético de Israel y de EEUU era un antiguo sueño de un poderoso sector de la gente que ahora gestiona esta administración y la guerra de Iraq». El oleoducto de Haifa era algo que existía de antes, fue resucitado como un sueño, y ahora es un proyecto viable, aunque implica mucho trabajo por hacer».

James Atkins, antiguo embajador de EEUU en la región y un crítico del plan del oleoducto, aseguraba: «Ahora existe un nuevo orden mundial. Esto es lo que parecería si barriéramos a Siria. Y esto es así sólo para mostrar que para los EEUU y sus aliados todo está relacionado con el petróleo.»

¿»Barrer a Siria del mapa»?vaya un lenguaje viniendo de un diplomático.

Atkins no bromea. Washington y Tel Avivi están profundamente dedicados a derribar el gobierno de Al-Assad. Mucha de la gente que está relacionada con la -aún en marcha- investigación Fitzgerald (Wurmser, Libby,Perle, Feith, Hannah, Wolfowitz) firmaron un documento subrayando el programa neoconservador en Oriente Medio para el primer ministro Benjamin Netanyahu en 1996. El informe: «Una ruptura clara; una Nueva Estrategia para asegurar el Dominio», estaba orientado por las mismas políticas que ahora mismo son ejecutadas por la administración Bush. La estrategia llama a «responder» a las amenazas regionales contra Israel, a ayudar a derrocar a Saddam Hussein, y a golpear «objetivos militares sirios en Líbano». Negar que ahora mismo EEUU está librando la guerra de Israel es mostrar una falta de visión que raya la ceguera.

El nombre del documento Wurmser-Feith-Perle ya lo dice todo. «Una ruptura limpia» resume el mensaje de que Israel debería dejar de devolver tierra a cambio de paz con los palestinos (en referencia a Oslo). «Asegurar el Dominio» , sin embargo resulta igualmente llamativo en tanto articula los auténticos objetivos de sus autores: reestablecer el antiguo reino de Israel; un reino que indudablemente implicará el apartheid propio de Cisjordania y justicia al estilo Guantánamo para mil millones de musulmanes de la región. El cambio de régimen en Siria es un paso crucial para alcanzar esta meta.

Siria no representa amenaza alguna a la seguridad nacional de EEUU. No tiene perro que ladre en esta pelea. La amenaza real es la de que aquellos que se mueven con total libertad en los círculos de la política exterior, usando al ejército de EEUU para servir a sus propios objetivos de controlar el petróleo de Oriente Medio y asegurar un imaginario imperio israelí. Ninguno de ellos es de interés nacional, y ambos han comprometido gravamente el futuro de EEUU.

Nota del autor: James Atkins fue embajador de EEUU en Arabia Saudí antes de que fuera despedido tras una serie de conflictos con el entonces secretario de Estado Henry Kissinger, padre de la visión de bombear crudo iraquí a occidente. En 1975, Kissinger firmó lo que conformó la base para el proyecto de Haifa: un Memorando de Entendimiento en el que EEUU garantizaría el suministro y las reservas israelíes de petróleo en tiempos de crisis. El plan fue apoyado por el actual Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, e iba a ser realizado por la compañía Bechtel tal memorando ha sido cuidadosamente revisado cada cinco años, con una serie de cláusulas añadidas por las que EEUU mantiene una reserva estratégica de petróleo para Israel, incluso si esto implica carencias propios, con un coste de 3.000 millones de dólares en 2002 para los contribuyentes norteamericanos» (The Observer).

Traducción de Natalia Litvina para CSCAweb