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Mensajes ambiguos de Washington podrían llevar a la catástrofe

¿Atacará Israel a Irán?

Fuentes: Tom Dispatch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


Introducción del editor de Tom Dispatch

Algunas veces, al leer sobre Oriente Próximo, o por lo menos sobre Israel, Irán, y armas nucleares, uno siente como si acabara de ocurrir un fenómeno que supera todos los récords. Como recordó recientemente a sus lectores el columnista de la página editorial del New York Times, Roger Cohen, las predicciones israelíes de que pronto «dementes» iraníes – o más bien, «un mesiánico culto apocalíptico» como dijera recientemente el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, jefe de un nuevo gobierno asaz extremista, – van a tener armas nucleares en sus manos, no son nada nuevo. Las acusaciones y profecías sobre la inminente llegada de una bomba iraní ya datan de los años noventa y, sin embargo, a pesar del creciente programa de enriquecimiento nuclear de Irán, todavía no sabemos cuáles son las verdaderas predilecciones de sus dirigentes en el tema básico de su uso para producir armas nucleares. (Podrían, por ejemplo, tener la intención de optar por la «solución» japonesa, no producir armas, sino simplemente ser capaces de producirlas con una relativa rapidez.)

La otra parte de ese fenómeno de récords rotos, concierne al arsenal nuclear de Israel, sobre el que escribí en TomDispatch en 2003, ya que desde entonces ha cambiado notablemente poco. Uno de los aspectos realmente extraños de casi todo lo que se lee en EE.UU. sobre las armas nucleares y Oriente Próximo es lo siguiente: Todo el miedo y mucho papel (y tiempo en la televisión) Se concentra en si los iraníes llegarán algún día, en el futuro cercano o lejano, a tener un arma nuclear; es decir nos concentramos en un arma que todavía no existe, y que sepamos, puede no llegar a existir jamás.

Mientras tanto, nunca se menciona casi nada sobre el masivo arsenal nuclear de Israel, que incluye armas de destrucción de ciudades, y que convierte a ese minúsculo país en lo que es probablemente la quinta potencia nuclear del planeta. Además, por lo menos algunas de sus armas nucleares están montadas en submarinos en el Mediterráneo, lo que significa que el país es invulnerable a la locura de un ataque previo de eliminación de las armas por cualquiera otra nación. Es simplemente la realidad.

Los israelíes han adoptado desde hace tiempo una posición en la cual, como Jonathan Schell describiera una vez el asunto: «No confirman ni desmienten que tengan [armas nucleares], pero utilizan la siguiente frase curiosa: ‘No introduciremos armas nucleares a Oriente Próximo.’ Evidentemente, de alguna modo recóndito, poseerlas no es introducirlas.» Nuestros medios han aceptado, esencialmente, el enfoque israelí sobre su arsenal como si fuera una posición reporteril razonable sobre el tema. Cuando leemos sobre los peligros de la bomba iraní y las reacciones a ella, es siempre desde este mundo claramente desequilibrado de temor intensificado y silencio, lo que es en sí, para decirlo simplemente, peligroso.

Recientemente, se han multiplicado las advertencias desde Israel sobre posibles ataques futuros contra Irán. Roane Carey, editor jefe de la revista The Nation y coeditor de The Other Israel, está en Israel actualmente con una beca de periodismo en el Centro Chaim Herzog de Estudios de Oriente Próximo y Diplomacia. En su primer artículo sobre este sitio, le pedí que ofreciera una evaluación desde ese país sobre hasta qué punto son realmente peligrosas las más recientes advertencias y amenazas. Tom

¿Atacará Israel a Irán?

Los mensajes ambiguos de Washington podrían llevar a la catástrofe

JERUSALÉN – Israel ha aumentado continuamente la presión sobre EE.UU. respecto a la grave amenaza supuestamente planteada por Irán, que parece decidido a dominar el ciclo del combustible nuclear, y por lo tanto la capacidad de producir armas nucleares. El nuevo primer ministro israelí, el halcón del partido Likud,

Benjamin Netanyahu, ha advertido al presidente Barack Obama que si Washington no encuentra pronto un camino para clausurar el programa nuclear de Irán, Israel lo hará.

Algunos analistas argumentan que es histeria prefabricada, no tanto un reflejo de auténticos temores israelíes como una diversión intencional de otras inminentes dificultades. El gobierno de Netanyahu está repleto de partidarios de la línea dura que se oponen inflexiblemente a la retirada de, e incluso a una interrupción temporal de la construcción de, asentamientos en los territorios ocupados, para no hablar de alguna aceptación de un Estado palestino. En su primer día como primer ministro, el demagogo extremista

Avigdor Lieberman, anunció, en una de sus bravatas características, que Israel ya no se siente obligada por los acuerdos de Annapolis de 2007, negociados por Washington, que requerían negociaciones aceleradas hacia una solución de dos Estados.

Semejantes declaraciones amenazan con llevar directamente a los israelíes a un choque con el gobierno de Obama. En lo que sólo puede ser interpretado como un rechazo de los más recientes pronunciamientos del gobierno de Netanyahu, Obama reafirmó deliberadamente en su discurso ante el parlamento turco el compromiso de Washington con una solución de dos Estados y con los acuerdos de Annapolis. De modo que ¿qué mejor forma de evitar un desagradable choque con un presidente popular de EE.UU. tiene Netanyahu que distraer convenientemente la discusión mediante una amenaza existencial de Irán – especialmente si la puede presentar con éxito como una amenaza no sólo para Israel sino para todo Occidente?

Todo esto equivale a un argumento plausible contra indebida alarma por las últimas advertencias israelíes sobre un ataque contra Irán, pero falla por diversos motivos. En Israel existe una paranoia generalizada respecto a Irán, la creencia de que hay que detener a sus dirigentes antes de que avancen mucho en su programa de enriquecimiento de uranio. (Este punto de vista no es compartido por la izquierda israelí, pero ahora ésta no es más que un fantasma de lo que fue un día.)

En una entrevista para TomDispatch, Ephraim Kam, director adjunto del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional en Tel Aviv y especialista en el tema de Irán, comentó: «Por cierto hay diferentes opiniones, pero existe un consenso general, entre los expertos en seguridad y los dirigentes políticos, desde el partido laborista hasta la derecha. No es un tema controvertido: Si Irán adquiere armas nucleares, planteará una profunda amenaza. Será la primera vez en la historia en la que otro país pueda asestar un golpe importante a Israel.»

Kam se apresura a agregar que, a su juicio, el panorama que propone Netanyahu – que Irán es dirigido por fanáticos irracionales que atacarían con armas nucleares a Israel a la primera oportunidad, incluso a sabiendas de que un contraataque nuclear israelí sería rápido y catastrófico – es falso. «Irán es un protagonista pragmático y lógico,» dice Kam. Sigue convencido de que «incluso un régimen fundamentalista radical» no atacaría a Israel, pero agrega, «Es sólo mi evaluación, y las evaluaciones pueden equivocarse. Escribí un estudio sobre evaluaciones erróneas, de modo que sé algo al respecto.» En otras palabras, si las afirmaciones de Kam sobre el consenso israelí son correctas, la dirigencia del país da por sentado que Irán ciertamente está resuelto a producir un arma nuclear y no se siente inclinado a dejar al azar que un Irán nuclear juegue según las reglas de MAD (como en las siglas en inglés para destrucción mutuamente asegurada) elaboradas por las dos superpotencias de la Guerra Fría hace décadas, y que nunca la use.

Esta actitud refleja un antiguo principio estratégico de Israel: que no se debe permitir que ningún Estado vecino o combinación de Estados logre algo que se parezca remotamente a la paridad militar, porque si lo hacen, tratarán de destruir el Estado judío. Siguiendo esa lógica, la única opción de Israel es establecer y luego mantener una superioridad militar absoluta sobre sus vecinos; aceptarán, según ese punto de vista, la presencia de Israel sólo si saben que es seguro que serían derrotados, o por lo menos vastamente aventajados.

Es el famoso «muro de hierro,» concebido hace más de 80 años por el dirigente sionista de la primera hora, Vladimir Jabotinsky, mucho antes de la fundación del propio Israel. (Jabotinsky fundó el movimiento Revisionista, que en oposición a la tendencia dominante laborista se negó a aceptar todo compromiso territorial respecto a objetivos sionistas, como ser la partición. Aunque él y sus seguidores fueron excluidos durante años de la dirigencia política, sus puntos de vista sobre los vecinos de Israel se grabaron profundamente en la psique pública.) Si Irán adquiriera aunque sea sólo la capacidad de construir una bomba nuclear – (se estima que el propio Israel tiene entre 150 y 200) – se consideraría que ese muro de hierro ha sido seriamente destruido, y el país ya no podría dictar sus condiciones a sus vecinos. En vista del apoyo de Irán a Hezbolá en el Líbano y a Hamás en Gaza, Israel tendría que recalibrar su estrategia en su frente septentrional y de cara a los palestinos.

Los recientes acontecimientos en Israel ciertamente dan la impresión de una nación que se prepara para la guerra: el comando del Frente Interior, una de las cuatro divisiones regionales del ejército israelí, acaba de anunciar el mayor ejercicio de defensa en la historia del país. Durará toda una semana y tiene el propósito de preparar a la población civil para ataques con misiles con ojivas convencionales e inconvencionales (sean químicas, biológicas o nucleares). Mientras tanto, el país acelera sus pruebas de sistemas de defensas contra misiles, y acaba de anunciar el lanzamiento exitoso del interceptor Arrow II.

¿Puede Israel actuar independientemente?

¿Atacaría realmente Israel a Irán sin tener por lo menos la aprobación tácita de Washington? ¿Podría hacerlo Israel sin una tal aprobación? Por lo menos, Israel necesitaría aprobación simplemente para conseguir permiso para volar sobre Iraq, cuyo espacio aéreo es controlado por los militares de EE.UU., no por el gobierno iraquí en Bagdad. Como lo describió el columnista Aluf Benn en el periódico israelí Ha’aretz: «Expertos en defensa dicen que sin luz verde de Washington, Netanyahu y Barak no podrán enviar la fuerza aérea.» Kam agrega: «A mi juicio, es casi entre difícil e imposible que Israel actúe independientemente, por razones técnicas y políticas.»

La mayor parte de los analistas en Israel creen que un ataque israelí a solas atrasaría, en el mejor de los casos, el programa nuclear de Irán por varios años – pero eso no significa que sea un disuasivo para Netanyahu y Cía. Se cree en general que, a su juicio, incluso una demora temporal de la capacidad nuclear de Irán sería una mejora respecto a la situación actual. Vale la pena recordar que Israel solicitó un «¡sigue adelante!» explícito del gobierno de Bush para un ataque el año pasado, que fue sensatamente rehusado por el presidente Bush – presumiblemente por temor a una represalia convencional masiva de Irán tanto en Iraq como en Afganistán, un momento poco común en su gobierno en el que no accedió a los deseos israelíes.

También es evidente que el presidente Obama trata de resolver el enfrentamiento con Irán mediante medios diplomáticos. Ha abandonado la retórica antagónica de su predecesor y sigue extendiendo tanteos pacíficos a la República Islámica. La reacción de Teherán ha sido mixta, pero por lo menos hay otro ambiente de negociación.

Los estrategas israelíes, no obstante, ven ese nuevo ambiente como amenaza, no como esperanzador. Todo acercamiento de EE.UU. con Irán – especialmente si se realiza bajo términos que reconocen el estatus de Irán como potencia regional – podría, temen, debilitar la «relación especial» de Israel con Washington. Como lo describió el analista de Irán Trita Parsi en un reciente artículo en Huffington Post, Irán «ganaría en importancia estratégica en Oriente Próxima a costa de Israel.»

No se puede excluir, por ejemplo, que Washington pueda llegar a un gran convenio con Teherán según el cual terminaría su política de cambio de régimen y las sanciones a cambio del compromiso de Teherán de nunca producir armas en su programa nuclear. Inspecciones internacionales intrusivas presumiblemente garantizarían un tal convenio, pero el orgullo nacional de Teherán seguiría intacto, ya que se le permitiría mantener el derecho a enriquecer uranio y a desarrollar una infraestructura nuclear pacífica.

Ha habido un cierto cambio en el lenguaje de Washington cuando tiene que ver con las demandas hechas a Irán – al reemplazar evidentemente su insistencia en el fin de todo enriquecimiento nuclear por una insistencia en que no se desarrollen armas. Para Israel, sería un compromiso totalmente insatisfactorio, ya que sus dirigentes temen que Irán pueda en algún momento abandonar un tal acuerdo y producir armas nucleares dentro de un plazo relativamente corto.

En vista del nuevo enfoque de Obama, podría parecer que Israel se vea momentáneamente bloqueado. Después de todo es difícil imaginar que Obama dé su acuerdo para un ataque. Precisamente en esta semana, el vicepresidente Joe Biden dijo a CNN que piensa que un ataque israelí «sería imprudente.»

Otros factores, sin embargo, juegan a favor de los partidarios de la línea dura: El nuevo enviado especial para Irán del gobierno de Obama, Dennis Ross, es él mismo un partidario de esa línea. El año pasado, Ross formó parte de un grupo de tareas ultrabelicista que predijo el fracaso de toda negociación y casi llegó a llamar a la guerra contra Irán. Ross es un sujeto que no sólo sabe cómo jugar el juego burocrático en Washington, sino tiene poderosos apoyos en el gobierno, y sus puntos de vista tendrán mucho apoyo de los halcones favorables a Israel en el Congreso.

La actitud de otro sector clave en la toma de decisiones, el alto comando de las fuerzas armadas de EE.UU., también podría estar en desarrollo. El dilema de Washington en Iraq no es ni de cerca tan calamitoso como hace dos años. La pesadilla prevista por los generales estadounidenses a cargo de la campaña en Iraq en los recientes años: que, como reacción ante un ataque contra sus instalaciones nucleares, Irán podría enviar a decenas de miles de comandos bien entrenados a través de la frontera e infligir graves daños a las fuerzas de EE.UU., se ha debilitado de cierto modo. Los militares del gobierno iraquí tienen actualmente mucho mejor control del país, y la violencia de la insurgencia es mucho más limitada. El Ejército Mahdi chií y los «grupos especiales» conectados en Irán, se muestran en general más inactivos.

La situación en Iraq sigue siendo, ciertamente, inestable, y todo ataque contra Irán podría fácilmente devolver al país a un caos ingobernable. A pesar de todo, considerando el papel jugado por comandantes estadounidenses en los años de Bush al vetar un ataque semejante, la pregunta sigue siendo: ¿Ha disminuido la resistencia a un tal ataque entre los militares? No está claro, pero es un aspecto que vale la pena considerar, porque los comandantes estadounidenses fueron las voces más consecuentes y persuasivas a favor de la moderación durante el gobierno de Bush.

Debiera ser innecesario decir que un ataque israelí contra Irán tendría consecuencias desastrosas. No importa lo que Washington pueda afirmar, o con cuánta virulencia los funcionarios en este país lo denuncien, un tal ataque sería visto ampliamente en todo el mundo musulmán como una operación conjunta de EE.UU. e Israel.

Para comenzar, serviría como un poderoso instrumento de reclutamiento para grupos islamistas extremistas. Además, Irán indignado podría ciertamente enviar comandos a Iraq, ayudar a grupos armados iraquíes determinados a atacar a fuerzas de EE.UU. y del gobierno, disparar misiles hacia los campos petrolíferos saudíes o kuwaitíes, e intentar de bloquear los Estrechos de Ormuz por los que pasa un porcentaje importante del petróleo del mundo. Washington tendría que despedirse de una cooperación desesperadamente necesitada en la guerra contra los talibanes y al-Qaeda en Afganistán y Pakistán. Cualquier ataque sólo fortalecería el reino de los mullahs en Irán y reforzaría la determinación del país por adquirir una fuerza disuasiva nuclear que impidiera ataques futuros. Y hay que recordar que el programa nuclear de Irán tiene un abrumador apoyo público, incluso de los que se oponen al actual régimen.

Ante la visible determinación del gobierno de Netanyahu de atacar, una señal ambigua de Washington, algo mucho menos que una luz verde, sería mal interpretada en Tel Aviv. Todo lo que no sea una negativa categórica, incluso enérgica, de EE.UU. de aprobar un ataque israelí podría tener consecuencias catastróficas. Por lo tanto lo que sigue es un mensaje a Obama de un observador en Israel: ¡No ponga el semáforo en amarillo – ni una sola vez!

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Roane Carey, con permiso como editor jefe de la revista The Nation, está en una beca de periodismo en el Centro Chaim Herzog para Estudios de Oriente Próximo y Diplomacia en la Universidad Ben-Gurion en Beer-Sheva, Israel. Es coeditor de The Other Israel (New Press).

Copyright 2009 Roane Carey

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