El sexto Foro Social Mundial, celebrado casi simultáneamente en Bamako (Mali) y Caracas (Venezuela) a finales de enero pasado, expuso una crisis de crecimiento. La multiplicación de reuniones y de participantes le imponen nuevas formas de organización para no devenir un acontecimiento anual, más o menos folklórico, del progresismo internacional.La reunión de Caracas tuvo lugar […]
El sexto Foro Social Mundial, celebrado casi simultáneamente en Bamako (Mali) y Caracas (Venezuela) a finales de enero pasado, expuso una crisis de crecimiento. La multiplicación de reuniones y de participantes le imponen nuevas formas de organización para no devenir un acontecimiento anual, más o menos folklórico, del progresismo internacional.
La reunión de Caracas tuvo lugar una semana después de la de Bamako, por lo que los debates sobre el futuro del Foro que atraviesan tanto al comité organizador como al conjunto de participantes, se trasladaron a la capital venezolana donde, si cabe, se incrementaron. Seguramente continuarán este mes de marzo en Karachi (Pakistán), donde concluirá su realización en tres continentes: África, América Latina y Asia (1). La opción se presenta entre: a) quienes sostienen que el Foro debe seguir siendo un espacio de decisión exclusivo de los movimientos de base; es decir que los organizadores deben seguir limitándose a disponer del espacio físico y la organización práctica del evento, dejando al libre arbitrio de todos los participantes tanto el temario como las conclusiones y el eventual tejido de redes y; b) quienes entienden que el éxito y la amplitud actuales del Foro Social Mundial (FSM), o mejor dicho de los FSM -ya que además de las grandes reuniones anuales en varios continentes tienen lugar muchas más nacionales, regionales, locales- están en riesgo si no se articulan algunas formas organizativas nuevas para que los participantes se doten de instrumentos de contacto e intercambio permanentes e, incluso, definan algunas líneas estratégicas comunes a la enorme variedad de organizaciones, culturas y particularidades que se dan cita en el FSM. Unos y otros esgrimen razones de peso. Los primeros, el afán por mantener el carácter horizontal, de democracia participativa de base y el temor a la «burocratización» del FSM o, peor, su «copamiento» por alguna determinada corriente política o incluso el gobierno en ejercicio de algún país. Esta posición está fundamentada en la experiencia histórica de los movimientos progresistas, en particular de la izquierda, que tienen muy presente lo que el estalinismo en la Unión Soviética y su réplica en la mayoría de los partidos comunistas occidentales -con algunas escasas excepciones, como la italiana- representó no sólo para el destino de la URSS y el comunismo, sino en general para el progresismo mundial. El centralismo democrático de la URSS se reveló puro centralismo y nada democrático; la participación de las organizaciones de base se redujo a cero y, en el resto del mundo, callar las críticas al estalinismo para «no darle armas al enemigo» se reveló mortífero para el progresismo. Por supuesto que una perspectiva semejante está por completo ausente en el FSM, incluso entre los más acérrimos sostenedores de «alguna forma de estructura y organización», pero resulta evidente que la sombra del estruendoso fracaso del «socialismo real», más la deriva centrista y burocrática de las socialdemocracias, planean sobre los temores de quienes defienden esta posición. Pero ocurre que los que postulan nuevas formas organizativas y eventualmente la definición de algunos lineamientos estratégicos comunes a todos están muy lejos de proponer, como se ha empeñado en reflejar cierta prensa, sobre todo de derechas, la formación de una «5ª Internacional» o de adoptar formas organizativas que limiten el extraordinario espacio democrático que constituye el FSM. Se trata, a lo sumo, de establecer un «calendario de acciones políticas» que eviten el riesgo de que el FSM se transforme «en una suerte de feria internacional de la sociedad civil» (2), como parece estar ocurriendo en algunos aspectos, de momento secundarios y aislados. Por ejemplo, Bernard Cassen, uno de los sostenedores de esta postura, propuso en Caracas crear una base de datos con las decenas de miles de organizaciones de base, militantes y personalidades del mundo entero que han concurrido a los diversos Foros y, además, que de ahora en adelante los movimientos de base designen cada uno un número determinado de delegados para que éstos se reúnan al concluir el Foro, disponiendo del tiempo necesario para intercambiar las respectivas experiencias y, eventualmente, sacar conclusiones y trazar planes comunes. Pero al parecer incluso estas modestas y razonables proposiciones generan el rechazo del otro sector, que ve en ellas el germen de un fatídico proceso de burocratización y la posibilidad de «copamiento» por determinado sector político. Como se ve, se trata de un debate que tiene mucho más que ver con una crisis de crecimiento (este año, sólo en Caracas, participaron entre setenta mil y cien mil personas venidas de todo el mundo), que con otro tipo de dificultades. Un debate que por otra parte refleja las preocupaciones de unos y otros por el porvenir y la percepción de que el FSM se ha convertido en una herramienta de primer orden para el progresismo mundial en pleno período de globalización salvaje del sistema capitalista. Por otra parte, cada edición del FSM no puede menos que reflejar el clima político y social de la sede en que transcurre. En Caracas, para temor de muchos y entusiasmo de todos, no pudo evitarse que el clima, las perspectivas, las dificultades y en definitiva el estilo de la «Revolución Bolivariana» impregnaran al FSM; del mismo modo que la nutrida presencia cubana (por cercanía geográfica y por la presencia en Venezuela de miles de cooperantes de Cuba), le otorgaran un tono más «politizado», si cabe, que en años anteriores (3). Los serios problemas de organización -que el notable empeño y buena voluntad del anfitrión venezolano no alcanzaron a disimular- agravados por las dificultades de desplazamiento que normalmente presenta una ciudad como Caracas, conspiraron para que el necesario debate sobre los «ajustes» que la envergadura del FSM y sus perspectivas reclaman a gritos no pudiera desarrollarse normalmente y a fondo. En cualquier caso, como dijo con optimista humor uno de los participantes en los debates, «el único problema que tenemos es que nuestra criatura crece tan rápido que cada año le queda pequeña la ropa que le compramos el anterior».
1 El FSM de Karachi debía realizarse junto a los demás, pero un terremoto en Pakistán determinó su aplazamiento. 2 Ignacio Ramonet, «Caracas», Le Monde diplomatique, ed. Cono Sur, Buenos Aires, enero de 2006. 3 Boaventura de Sousa Santos, «El mundo solidario, 2006», Página/12, Buenos Aires, 16-2-06.