Nadie dijo qué y cómo hacer, pero un propósito común hace de batuta en esta obra colectiva. El entierro es una escena de duelo repetida que protagoniza cada uno de los días. En muchas casas, para dar cobijo a quienes lo perdieron todo, se abren las puertas cual tramoyistas levantando el telón y les ayudan […]
Nadie dijo qué y cómo hacer, pero un propósito común hace de batuta en esta obra colectiva.
El entierro es una escena de duelo repetida que protagoniza cada uno de los días.
En muchas casas, para dar cobijo a quienes lo perdieron todo, se abren las puertas cual tramoyistas levantando el telón y les ayudan a acomodarse lo mejor posible. -Siéntanse como en familia- les dicen con una sonrisa solidaria.
Por los campos de alrededor, entre muros de hormigón y socavones de bombas, hay quienes rastrean el lugar, palmo a palmo, recuperando semillas que, asustadas, no germinaron aún; y si encuentran granos crecidos, los cosechan y guardan la paja.
En la calle, una madre le ha comprado un globo a su hijo.
Se barren los barrios llenos de cascotes, los escombros de escuelas derruidas, de casas bombardeadas, de granjas arrasadas.
Y con esas piedras -por mucho que sigan los ataques- las gentes de Gaza, delimitan nuevos huertos para alimentar y revestir su pueblo con tonos de dignidad.
Para ser parte de esta obra, apoyemos a la Unión de Comités de Campesinos de Palestina, organización miembro de LA VÍA CAMPESINA. https://euskadi.goteo.org/