‘Menemismo’ alemán Luego del acuerdo que la Siemens firmó con el sindicato IG Metal, la amenaza de una ofensiva sobre los trabajadores de toda la industria alemana ya es un hecho. La empresa amenazó con el traslado de su planta a Hungría y logró aumentar la jornada laboral de 35 a 40 horas semanales con […]
‘Menemismo’ alemán
Luego del acuerdo que la Siemens firmó con el sindicato IG Metal, la amenaza de una ofensiva sobre los trabajadores de toda la industria alemana ya es un hecho. La empresa amenazó con el traslado de su planta a Hungría y logró aumentar la jornada laboral de 35 a 40 horas semanales con el mismo salario. Ahí está el famoso ‘modelo Renano’ caracterizado por el pacto social imitando al ‘modelo anglosajón’. Allí está la ‘Europa Social’ del gobierno de Schröder, quién le reclamó a los trabajadores ser ‘flexibles’ con los requerimientos de las corporaciones. Ahora le siguió la Mercedes, que impone aumentos de la jornada laboral con el chantaje de trasladar la producción al sudeste asiático. La cosa no va a parar aquí, seguirán otras empresas, como MAN, Opel y otras. No es casualidad que a dos días de firmarse el acuerdo flexibilizador de Mercedes con el sindicato, el primer Ministro de Baja Sajonia, Christian Wulff, miembro del consejo directivo de Volkswagen (VW), pidió incrementar los horarios de trabajo de los empleados del consorcio. Los representantes de la patronal han lanzado su campaña para destrozar los convenios colectivos en favor de una flexibilización y ampliación de la semana laboral de las actuales entre 38 y 40 horas a 42 o, incluso, 50 horas.
La industria alemana, sin embargo, supera a la norteamericana en productividad, pero reclama un ‘derecho de igualdad’ de estrujar durante más horas de trabajo su propia mano de obra, cuyo costo no puede ‘competir’ con los sueldos 10 o 15 veces más baratos de algunos países de la periferia. Lo curioso es que está aumentando el PBI y la producción industrial, pero sólo en base a exportaciones, mientras el ataque a las condiciones obreras debilita la demanda del mercado interno.
Esta ofensiva capitalista llevó a los trabajadores a huelgas y movilizaciones que seguirán caldeando por largo tiempo la disputa por la jornada laboral aunque los líderes sindicales vienen resignando los viejos convenios.
¿Recomposición obrera en Brasil?
Cinco centrales sindicales, entre ellas la CUT reclamaron al gobierno de Lula la reducción de la jornada laboral de 44 a 40 horas semanales sin rebaja salarial. Esto evidencia para toda la clase obrera el fracaso del gobierno capitalista de Lula para reducir el desempleo y mejorar las remuneraciones, ya que ha decidido bailar el vals que le toca la ‘dama de hierro’ Anne Krueger, que le aconseja la melodía monetarista.
Según el Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socioeconómicos (DIEESE), ese cambio y la supresión del pago de horas extra por las empresas permitiría crear 2,8 millones de puestos de trabajo. Pero el gobierno de la ‘tercera vía’ asentado en Brasilia no podría defraudar a la burguesía que se vería afectada en sus balances. Por eso las centrales sindicales amigas le aconsejaron subsidiar la iniciativa mediante una reducción del pago de impuestos. Pero esto implica la subvención de todo el pueblo trabajador a las ganancias empresarias. Lo que retiran de un bolsillo lo pondrían en el otro. Esta propuesta, además de revelar los límites de las políticas capitalistas y la incapacidad de los dirigentes sindicales actuales para plantear una salida independiente al desempleo de masas, debe rendirle -a su manera- tributo a la virtud, apuntando a la única solución posible: la reducción de la jornada laboral sin reducción salarial. Claro que en este caso los accionistas deberían aceptar que las necesidades de la clase trabajadora y de toda la población tienen prioridad sobre las ganancias empresarias. Las crecientes huelgas en la administración pública, el descontento frente al ‘compañero presidente’, el aumento de las tomas de tierra en el campo y los reclamos estudiantiles contra los recortes al presupuesto, todos estos movimientos de la lucha de clases apuntan en esta misma dirección.
Berlín-San Pablo-Buenos Aires
El gobierno socialdemócrata alemán pretende aplicar métodos latinoamericanos al pueblo alemán. Pero el pueblo latinoamericano, sometido al látigo del desempleo y la precarización laboral, pretende alcanzar aunque sea una parte de las conquistas sociales que logró la clase obrera alemana, que hoy está seriamente amenazada. Una refuerza la otra, porque Siemens y Mercedes amenazan a los obreros centroeuropeos con los salarios y la jornada laboral de San Pablo y Buenos Aires. Pero las patronales del Cono Sur chantajean a sus obreros con quedarse rezagados respecto a la productividad alcanzada por la industria alemana y europea. Este hecho refuerza, por otra parte, la necesidad urgente de una hermandad internacional de la clase trabajadora, planteando la lucha internacionalista en el plano práctico inmediato.
La competencia entre los trabajadores en el mercado laboral no se reduce, naturalmente, a una lucha fraticida entre obreros de distintos países. Los capitalistas han extendido la guerra por el empleo al combate doméstico. Enfrentando a las diversas capas de la población trabajadora entre sí, han logrado separar a una parte sustancial de los trabajadores de sus medios de vida para extraer de los trabajadores activos una cuota mayor de ganancias. El estado de situación respecto al desempleo, precarización, trabajo en negro, extensión de la jornada y desigualdad, han empeorado las condiciones de vida de toda la clase obrera, amenazando a una parte de ella y a sus hijos con arrojarlos definitivamente a la marginalidad. Mientras en Europa los últimos años han visto una leve pero progresiva reducción de la jornada laboral, en nuestro continente ha crecido respecto a los años ’80. Ahora la Europa que pretende integrar al Este como proveedora de mano de obra barata, exige una involución al status Latinoamericano.
Por la jornada legal de 6 horas
El asesinato patronal de los 14 obreros de las minas de Río Turbio quedará no sólo como un recordatorio doloroso de las condiciones actuales del trabajo, sino como un punto de inflexión en la lucha por la reducción de la jornada laboral, así como contra los convenios flexibles y la indiferencia en la seguridad laboral. Los accidentes de trabajo han crecido exponencialmente desde la recuperación económica. Que el apoyo a los mineros del Turbio haya sido masivo y más aún, encabezado por las organizaciones de desocupados es el síntoma de una nueva etapa de la lucha de los trabajadores. En estos momentos obreros de los Altos Hornos Zapla en Jujuy tomaron las instalaciones en reclamo de medidas de seguridad porque no quieren ‘morir como los compañeros del Turbio’.
La unificación de la burocracia de la CGT es también una respuesta a esta situación. Pero la reubicación de los dinosaurios sindicales llega demasiado tarde. Es difícil que muchos le den crédito a una dirección que durante más de 10 años aceptó e incluso se asoció a la ofensiva capitalista. La Oficina de Evaluación Independiente (OEI) del FMI acaba de reconocer que la reforma laboral firmada por la CGT fue ‘la puesta en vigencia de un hito ‘estructural». No está demás recordar que el mayor porcentaje de cláusulas pactadas entre los empresarios y los sindicatos corresponden a la afectación del tiempo de la jornada laboral ascendiendo desde un 20,4% en 1992 a un 41,3% en el 2001. Ella estuvo en el centro de la batalla obrero-patronal, que la reforma laboral votada con el auspicio del gobierno de Kirchner afianza y legitima como ‘derechos adquiridos’ por la patronal.
Quizá, después de todo, no sea casualidad que en este preciso momento los trabajadores del Subte se hayan decidido a lanzar la campaña nacional por la jornada legal de 6 horas, extendiendo su propia experiencia y conquista al resto de los trabajadores. Es un síntoma de la época. Y una oportunidad inigualable para las organizaciones que nos reclamamos socialistas revolucionarias y que nos basamos en los principios de la independencia de clase. Ellas también deberán medirse de aquí en más por su actitud ante un planteo de carácter histórico como el que han lanzado los trabajadores de Metrovías.
De San Pablo a Río Turbio se trata de hacer de la reducción de la jornada laboral un planteo cada vez más popular, y de enraizarlo en las luchas de los trabajadores que hoy están en curso.