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Bolivia: Las niñas toman la palabra

Fuentes: SEMlac

Cuando Miriam Choque habla, el auditorio lleno de niños, niñas y adolescentes trabajadores escucha en silencio cómo la niñez trabajadora se organizó en Tarija para exigir sus derechos. Flora Huanca, en cambio, debe levantar la voz para que, los integrantes de la Junta de Vecinos de Santiago II oigan sus demandas y propuestas. Además de […]

Cuando Miriam Choque habla, el auditorio lleno de niños, niñas y adolescentes trabajadores escucha en silencio cómo la niñez trabajadora se organizó en Tarija para exigir sus derechos. Flora Huanca, en cambio, debe levantar la voz para que, los integrantes de la Junta de Vecinos de Santiago II oigan sus demandas y propuestas. Además de haber tomado la palabra, ambas mujeres tienen en común su corta edad.

Miriam cumplió 14 años y fue elegida por sus compañeras y compañeros representante de los niños, niñas y adolescentes trabajadores (NATS) del departamento de Tarija, en el sur de Bolivia. Su hermana Claudia tiene 15 y también es delegada departamental electa.

Ellas cuentan que su designación fue unánime, por la confianza que les tienen y porque las dos se caracterizan por su dinamismo y su capacidad organizativa y expresiva.

Ambas propiciaron la creación de una agrupación propia de niños, niñas y adolescentes trabajadores, pues consideraban que algunas organizaciones no gubernamentales las manipulaban. Las hermanas perdieron a su mamá hace 12 años y tuvieron que trabajar desde los siete.

Romina Pomari tiene 11 años y también fue elegida por su organización -Comunicadores Populares NATS- para representar a Caranavi, una población ubicada en los Yungas del departamento de La Paz. A ella la eligieron debido a su elocuencia y a sus iniciativas. Y como ellas, hay otras.

Protagonismo reciente La comisionada para la Erradicación Progresiva del Trabajo Infantil del Ministerio de Trabajo, Eva Udaeta, explica que el protagonismo que están asumiendo las chicas en estas organizaciones mixtas es reciente y surgió cuando la niñez trabajadora comenzó a juntarse en asociaciones, hace un par de años.

En la década del noventa, cuando ella trabajaba con chicas de la calle, esto no ocurría e incluso ahora es poco frecuente.

Por ello, para este año se ha previsto una serie de actividades con el fin de potenciar y posicionar esa capacidad de liderazgo. También buscan que otras muchachas se identifiquen en ellas y desarrollen seguridad en sí mismas.

Sin embargo, una de las dificultades es que aún no han definido cómo incorporar a estas organizaciones en el plan de erradicación del trabajo infantil, sobre todo porque los niños, niñas y adolescentes están reivindicando su derecho al trabajo y hasta intentaron incluirlo en el proyecto de la nueva Carta Magna.

Ante los adultos Flora, en cambio, comenzó a asistir a las reuniones de la junta de vecinos de su zona, al igual que otros niños y niñas, para evitar las multas, ya que su papá y su mamá no podían hacerlo. Pese a sus nueve años, comenzó a intervenir en los debates y discusiones de adultos, planteando las preocupaciones de las niñas del barrio, en un contexto muy machista y donde la opinión de la niñez no cuenta.

Ella vive en Santiago II, en la ciudad de El Alto, el lugar que eligieron para residir muchos trabajadores mineros despedidos en la década del ochenta, cuando 30.000 personas del sector quedaron sin empleo, debido a los ajustes estructurales aplicados en Bolivia.

De pedir una red para jugar volleyball, porque los chicos se habían adueñado de la única cancha del lugar para practicar fútbol, Flora pasó a plantear que las personas adultas no consuman bebidas alcohólicas durante los actos cívicos del festejo de la zona, propuesta aceptada tras una votación, relata la vecina del lugar, Lilia Camacho, quien destaca que la seriedad de sus reclamos y su constancia lograron que la tomen en cuenta.

Curiosamente, su mamá fue elegida para ser parte de la junta, pero a ella su marido no le permitió ejercer el cargo. Ahora la familia emigró a Santa Cruz, en el oriente boliviano.

Los roles enmudecen Rosario Adrián, pedagoga y responsable del centro educativo y guardería infantil «Mi mamá trabaja» del movimiento feminista Mujeres Creando, trabajó durante más de 10 años con niños y niñas de la Pastoral de la Niñez de El Alto y tres años con adolescentes mujeres de Aldeas Infantiles SOS.

A partir de su experiencia, ella explica que las niñas suelen ser las que más toman la iniciativa para cualquier actividad, en comparación con los niños, y que éstos no se sienten cohibidos por ello, sino que más bien participan activamente.

Pero al llegar a la adolescencia las muchachas comienzan en encerrarse en sí mismas, no sólo por los cambios físicos que experimentan sino porque la misma sociedad -desde la familia, la escuela y la iglesia- comienza a encasillarlas en roles y les van imponiendo el silencio y la obediencia; en muchos colegios de la ciudad de El Alto castigan a las chicas que silban, por ejemplo. Además, cuando les dan la palabra, lo hacen después de los varones.

Eso explica que en la ciudad de El Alto las mujeres que forman parte de las organizaciones vecinales o sindicales sean las encargadas de atender a los varones. Su participación en las asambleas es casi nula y sólo toman la iniciativa cuando sus compañeros se han dado por vencidos, según el estudio «Participación política de mujeres alteñas en las acciones colectivas y en la vida cotidiana», del Programa de Investigación Estratégica en Bolivia.

«Pero siempre hay alguna rebelde», sostiene Rosario Adrián, quien incide mucho en temas de sexualidad y seguridad en el cuerpo con las niñas y niños que tiene a su cargo, y también con estudiantes de primaria de varias escuelas públicas, en coordinación con las direcciones de los establecimientos.

El matrimonio acalla Emiliana Quispe, secretaria ejecutiva de la Federación de Trabajadoras del Hogar de La Paz, ha tenido como compañeras a muchas adolescentes que se integraron al Sindicato de Sopochachi, cuando ella era Secretaria de Actas y, luego, de Relaciones.

Cuenta que la principal dirigente de la organización, Basilia Katari, intentó que las muchachas más inquietas y prometedoras integraran la directiva, a fin de formarlas en la actividad sindical para la natural renovación generacional. Pero no resultó, todas dejaron de asistir, la mayoría porque ya tenía pareja.

A Emiliana Quispe le ocurrió lo mismo. Apenas se casó, su esposo le prohibió ir a las reuniones y sólo volvió al Sindicato cuando se divorció, hace unos dos años. Ella cuenta que por eso Katari renunció a tener pareja y se mantiene como dirigente fundadora desde los 15 años; ahora supera los 40. A las chicas, Emiliana les aconseja que nunca se sientan menos, que luchen y que mantengan su entusiasmo. Rosario Adrián se dirige más bien a las mujeres adultas que fueron acalladas y les recomienda «un despertar, recordar sus travesuras y todo lo que han hecho, y volver a divertirse». Ahí está la fuerza para volver a tomar la palabra.