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Entrevista a Francesco Tonucci, pedagogo y autor de numerosos libros sobre el papel de la infancia en el ecosistema urbano

«Cada uno tiene un ámbito de excelencia y el papel de la escuela es identificar este»

Fuentes: Diagonal

Pedagogo y dibujante, es el creador de La ciudad de los niños, proyecto que dirige desde que en 1991 lo puso en práctica en la ciudad de Fano, Italia. En la actualidad se desarrolla en unas 200 ciudades de Italia, Argentina y España.

DIAGONAL: ¿Cuáles son las líneas maestras de La ciudad de los niños?

FRANCESCO TONUCCI: La propuesta que se hace llegar a los Ayuntamientos es que asuman al niño como parámetro de evaluación de la ciudad y de cambio. Detrás de esta definición general, hay un profundo convencimiento de que si la ciudad tiene en cuenta las necesidades de los niños y niñas es mejor para todos. El niño asume en este proyecto un valor paradigmático, no sólo porque representa su categoría social, sino porque representa a los otros, aquellos que no tienen el poder.

Este proyecto se mueve en torno a dos ejes principales, que son la participación y la autonomía, contando con otras contribuciones, porque no espera ser una propuesta ortodoxa. La participación puede venir a través del Consejo de niños en los Ayuntamientos, como grupo de trabajo que asesora a la alcaldía, o por petición propia. Otra forma de participación es la proyección participada. Los niños y niñas, con técnicos y arquitectos municipales, trabajan para proyectar espacios urbanos, para que se sientan autores de su ciudad. En relación a la autonomía de los menores en las ciudades, que históricamente han tenido y han perdido desde la década de los ’80, ésta viene aparejada al aumento de autonomía en cuanto a la información y comunicación. De tal forma que los niños y niñas de hoy pueden comunicarse con el mundo, pero no salir de casa.

Para este segundo eje se trabaja con la experiencia. A la escuela vamos solos, lo que produce un cambio verdadero en los niños que desde los seis años participan en ella.

D.: En relación a la participación infantil, el Comité de los Derechos del Niño ha recomendado recientemente al Estado español que aumente la participación de los menores en las políticas públicas, ¿qué opinas?

F.T.: Esto que recomienda el Comité es una aplicación correcta del artículo 12 de la Convención, que dice que tienen derecho a expresar su opinión cada vez que se tomen decisiones que les afecta. Este es el cimiento de la participación infantil. Si tienen derecho a expresar su opinión, debemos crear ocasiones de escucha. Y por la naturaleza de los niños, esto tiene un sentido fuerte y coherente a los niveles más bajos, a nivel del Ayuntamiento, de los barrios, de las escuelas. Es decir, donde pueden discutir cosas que les afectan directamente. En los niveles superiores, en las Comunidades Autónomas o a nivel de Estado, tenemos la obligación de interpretar lo particular en sentido general. Y esto es algo político.

Lo que se debería hacer en todos los países es ofrecer la oportunidad a los niños de expresar su opinión. Por ejemplo en la escuela, se debería tener institucionalizada la consulta a los estudiantes. En estos últimos meses, he propuesto a las escuelas la creación de consejos de alumnado, de forma similar a los consejos de niños y niñas de las ciudades, para que se pacte con la dirección las protestas y las propuestas, y que los colegios se adapten a sus necesidades.

D.: Y el juego, al que tú le das mucha importancia, ¿qué lugar ocupa en la escuela?

F.T.: A mi no me interesa el juego como método educativo, yo creo que la escuela y el juego son dos experiencias importantes y distintas. El juego necesita de suficiente autonomía de los niños, con lo cual no creo que la escuela sea su lugar adecuado. El juego debe tener un lugar privilegiado en la vida de los niños, dentro de su autonomía y libertad. No se puede acompañar a un niño en el juego, hay que dejarlo. Lo que los adultos deben hacer es garantizarlo, garantizar un tiempo libre, ofrecerle espacios verdaderos y crear un ambiente social que respete el juego. Y los dos espacios del estudio y del juego se encuentran en el momento en que la escuela esté interesada en saber qué ocurre fuera de ella, cuál es el material que los niños y niñas llevan consigo y sobre el que se puede trabajar.

D.: Entonces, ¿cómo se articulan esos principios de autonomía y libertad en la escuela?

F.T.: Yo no creo que el funcionamiento de las escuelas pueda resolverse con una libre elección de los niños, como debe ser en el juego. La escuela debería ofrecer un abanico de posibilidades tan amplio que cada uno pueda encontrarse en ella. Por ello, la escuela ha perdido el papel fundamental de ser un lugar de educación para todos. Hoy tiene una crisis profunda, debido a que desde el desarrollo de las democracias tras la II Guerra Mundial, y después del Franquismo en España, a nivel legislativo y práctico nuestros países consiguieron que la escuela fuera un derecho para todos. Efectivamente todos los niños y niñas españoles e italianos van a la escuela y casi todos finalizan la educación obligatoria. Pero esto no ha significado que sea una escuela para todos.

D.: ¿Qué revisión crítica debería realizar la escuela?

F.T.: Movimientos pedagógicos como los de Freinet se fundamentaban en la idea de que los niños son inteligentes desde el principio. Y el papel de la escuela es aceptar que ellos lleven su mundo a la escuela y que ésta se aproveche de ello. Con lo cual un niño puede reconocerse protagonista y capaz, aunque sea económica y socialmente desfavorecido. Esto debería ser la escuela, si fuera para todos. Si se reconoce que los intereses de los niños y niñas tienen un valor, les da una fuerza a su compromiso en otras materias, que en principio no les resultan tan interesantes. A nivel de otras culturas, como la gitana por ejemplo, o les reconocemos sus habilidades dentro de la escuela o les excluimos. Estoy convencido de que cada uno de nosotros tiene un ámbito de excelencia y el papel de la escuela, si quiere ser una escuela para todos, es identificar este ámbito y ayudar al niño y a la niña a desarrollarlo lo máximo posible.

«SORPRENDERSE DE LO NORMAL ME PREOCUPA»

D.: ¿Cuál es tu propuesta política para la infancia?

F.T.: Si la política es la gestión de la vida pública, los niños tienen ideas sobre como debería ser esa gestión. Ellos hablan para ellos, pero de reflejo valen para todos. Y la reflexión que yo siempre hago, que crea mucha sorpresa y admiración, es que las propuestas que hacen los niños se parecen mucho a las que hacen los científicos y no se parecen en nada a las propuestas de los políticos. Esto es un tema muy interesante porque significa que nosotros, adultos, tenemos muchos problemas que nos alejan de lo normal, de lo simple, de lo obvio. Cuando yo hablo de los niños, al final la gente se sorprende, pero sorprenderse de lo normal es lo que más me preocupa, porque significa que lo hemos perdido totalmente.

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Cada-uno-tiene-un-ambito-de.html