En el marco del mes donde se celebra el día internacional de la lucha campesina por la tierra (17 abril), y el día de la Tierra -que son todos los días- (22 abril), compartiremos de forma periódica algunos escritos sobre el tema con la expresa pretensión de papeles de trabajo para el debate. Las dos […]
En el marco del mes donde se celebra el día internacional de la lucha campesina por la tierra (17 abril), y el día de la Tierra -que son todos los días- (22 abril), compartiremos de forma periódica algunos escritos sobre el tema con la expresa pretensión de papeles de trabajo para el debate. Las dos primeras entregas, narran las circunstancias que nos llevan alertar sobre la inclinación mercantilista de los proyectos para la agricultura campesina (AC). Motivación de estos textos. La tercera, tratará de introducir una línea de pensamiento sobre la AC que faculte su abordaje para potenciarlas como referencial insurgente. La cuarta, recoge algunas evidencias de la acción humana sobre la naturaleza y su impacto, que nos llevan a plantear la necesidad de confrontar el modelo de desarrollo existente, renunciando al imaginario económico de que ‘vales lo que tienes’ y que ‘cantidad (tener más) equivale a vivir mejor’. De allí se desprende la importancia de una AC con medios y modo de producción acorde con una economía de vida. Y para finalizar, la quinta entrega precisará el cuestionamiento político del presente ensayo.
Campesinos, mercado climático y la FAO
La agricultura campesina (AC), constituye una alternativa sociopolítica, cultural, económica y ambiental, que ha resistido históricamente las leyes del mercado, dada su racionalidad no capitalista, su autonomía, y cuido de la naturaleza. Razón por la cual, los entes del capital se han mantenido a la caza de su control e incorporación al agronegocio. Nada nuevo. Sin embargo, no deja de sorprender lo evidente de esa búsqueda en el planteamiento que realizara la FAO, cuando solicitó se incluyera la agricultura en las negociaciones para el nuevo tratado sobre el cambio climático que sustituirá al Protocolo de Kyoto, y que se realizará en Copenhague, diciembre 2009: «los campesinos que viven de la tierra, en particular en los países pobres, deberían ser involucrados en la retención de carbono para mitigar el impacto del cambio climático (…) Apuntó además, que los mercados de carbono podrían proporcionar inversiones significativas para estimular el desarrollo rural y la agricultura sostenible» (FAO 2009).
El mensaje oculto: los campesinos son los responsables de la contribución de la agricultura a los gases de efecto invernadero (GEI) (14% de CH4 y 8% de N20), y no el agro negocio con su perverso sistema de cultivo, hoy denominado ‘desiertos verdes’ (monocultivo, paquete de agro tóxicos, intensiva maquinaria y exclusión). Mensaje explícito: incluir los suelos y bosques en el mercado del carbono, lo cual posicionaría -aún más- a las corporaciones de nuestra naturaleza (2), y con ello lograrían desintegrar la agro-cultura campesina. A confesión de partes, relevo de pruebas: «Se necesitan inversiones muy cuantiosas para cambiar los métodos de producción insostenibles, enseñar a los campesinos prácticas para reducir el cambio climático y mejorar el crédito y la información» (FAO, 2009).
Objetamos dicha petición por su meridiana intencionalidad neoliberal, y decimos: a) la agricultura no debe entrar a ninguna ‘negociación’ porque se trata de la naturaleza de la cual formamos parte. Requiere precisamente, erradicar el paquete de la ‘revolución verde’ y su avanzada denominada por el Presidente brasileño, Lula da Silva, la ‘revolución dorada’. Causantes de que la actividad agrícola-pecuaria sea el segundo factor, después de la quema de energía fósil que contribuye a los GEI; b) Apoyamos la solicitud de que la FAO debe cerrarse. Petición, realizada al menos por 900 organizaciones de pueblos indígenas, campesinos, pescadores, pastores y ONG, reunidos en un foro paralelo en Roma en junio 2008, durante la Conferencia de Alto Nivel sobre la Seguridad Alimentaria Mundial (3). No se puede continuar con un organismo que sólo favorece las corporaciones, violando el derecho a la alimentación, es decir, a la vida, es decir, violando la naturaleza.
Por la soberanía alimentaria de los pueblos, que implica el control local de los alimentos, tanto en su producción como en su distribución, como su derecho a decidir, qué comer, qué se cultiva, dónde, y de qué forma. Esto es, » el derecho de la gente a comida saludable, culturalmente adecuada producida con métodos ecológicamente responsables y sostenible, es el derecho de los gobiernos a definir su propia comida y las políticas agrícolas del país sin perjudicar la agricultura de otro países» , tal como plantea, Vía Campesina Internacional.
Delia Polanco-Loaiza. Facultad de Agronomía de la Universidad Central de Venezuela (Fagro, UCV)
Correo: [email protected]
Adital. (2008). Latinoamericanos rechazan declaración final de la FAO, [en línea], Revista digital española Rebelión. 08-06-2008. Economía. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=68556
FAO. (2009). Los acuerdos sobre el cambio climático deben contar con los campesinos, [en línea]. Sala de Prensa FAO. 02-04-09. Disponible en: http://www.fao.org/news/story/es/item/11356/icode/
Salva la Selva. (2009). Biochar, una nueva amenaza para los pueblos, la tierra y los ecosistemas, [en línea]. Revista digital española ‘Rebelión’. 19-03-2009. Sección Ecología social. Disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=82542
Notas
1) El título pertenece a una frase de la canción ‘Campesino que amaneces’ de Albita Rodríguez en producción titulada: ‘Habrá música guajira’ (CD-Rom). Cuba. Por otro lado, nos interesa dejar claro que por revolución asumimos, la acepción de insurgir y transformar el orden hegemónico.
2) Para mayores detalles, ver Declaración contra la incorporación de los suelos y biochar en el mercado de carbono en Salva la Selva (2009).
3) La declaración final de esa cumbre fue aprobada por 183 países sin el apoyo de Argentina, Venezuela, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Bolivia. La delegación argentina afirmó que la declaración ignora la responsabilidad de las políticas agrícolas distorsionadas aplicadas en los últimos 60 años en los países desarrollados. Venezuela lamentó que el texto final caracterice el problema del hambre como una crisis coyuntural y no como un problema estructural relacionado con el sistema capitalista y su modo de producción y consumo. Los delegados cubanos dijeron que la declaración es el resultado de la falta de voluntad política de los países del Norte para promover una solución justa y duradera a la crisis. Los otros países también siguieron la misma línea de críticas (Adital, 2008).