Recomiendo:
0

Carta de una invitada cubana al Foro Social Europeo

Fuentes: Rebelión

Me faltarán palabras para agradecer la preocupación y gentileza de la Asociación Cuba-Suecia, que realizó esta invitación y todo lo que la misma implicaba. Era un sueño, además, conocer ese país que en mi infancia recorrí en la imaginación, acompañando el «maravilloso viaje de Nils Holgersson», y que por esta vez no podrá ser. Los […]

Me faltarán palabras para agradecer la preocupación y gentileza de la Asociación Cuba-Suecia, que realizó esta invitación y todo lo que la misma implicaba. Era un sueño, además, conocer ese país que en mi infancia recorrí en la imaginación, acompañando el «maravilloso viaje de Nils Holgersson», y que por esta vez no podrá ser. Los medios se han ocupado de reseñar la catástrofe que ha significado para Cuba los dos fuertes huracanes que la atravesaron, así que sobran las explicaciones de algo que tengo que considerar mínimo, pues impidieron el natural desarrollo de los trámites de pasaporte y visado. Solicito, por tanto, se dé lectura a estas palabras y se me considere una invitada espiritual de este Foro, que debatirá temas tan cardinales como los ejemplos de sociedades sostenibles, el medio ambiente, las luchas de la mujer, los proyectos sociales del ALBA, y la responsabilidad de los intelectuales en la búsqueda de un futuro mejor compartido.

Escribí para leer ante el Foro un texto sobre una increíble mujer a la que acompaño hace 47 años, rodeada de aires salobres, humilde y grande, pobre y generosa, pequeña y esplendente: la isla de Cuba. Hoy esa mujer exhibe en toda su extensión las huellas de múltiples heridas: me satisface poder decir que aunque mi país físico soporta estos destrozos, mi país espiritual, mi patria, sigue siendo mayor que todos los kilómetros que se recorren desde un extremo a otro de su geografía.

El corazón se oprime ante las imágenes y ante las palabras de las personas que lo han perdido todo, aunque conservan su vida y la seguridad de que tendrán ayuda. Aún así, pasará mucho tiempo para que pueda recuperarse lo dañado y para que cierren las heridas sentimentales. Las aguas que han barrido miles de casas se han llevado con ellas muchos objetos materiales, pero suele olvidarse que también arrastran los pequeños objetos y recuerdos que forman la vida de un ser humano: libros y fotos, cartas, los últimos y apreciados vestigios de seres queridos ya desaparecidos. Eso no puede recuperarse y sólo forma parte ya de la tierra infinita de la memoria de tantos.

Enemigos de Cuba se regodean ante la destrucción de sus estructuras de vida, que implican una situación de emergencia que durará muchos meses, y entrampan el futuro con hipocresía demagógica, para no permitir que sean levantadas las restricciones y condenas que impiden la compra de alimentos y otras cosas imprescindibles. A su vez, amigos de Cuba comunican su solidaridad, desde países en los cuales muchos de los hijos de esta mujer increíble que es mi Isla, sobre todo médicos y maestros, ayudan a personas que lo necesitan en lugares destruidos por «huracanes humanos». Con ese mismo desprendimiento y generosidad, manos humildes y amigas se tienden ahora para estrechar las nuestras.

No sólo el nombre de Cuba ha ocupado las noticias: Haití, Santo Domingo, todo el Caribe y Bahamas, México, Guatemala, Bangladesh, China… son incontables. Lamentablemente, en algunos de ellos no existen las formas de salvar, socorrer y ofrecer esperanza a las vidas de sus habitantes. Estos numerosos desastres son la manera que tiene la naturaleza de culparnos por nuestra irresponsabilidad, pagando el precio todos: los que la cuidamos y los que la destruyen, en este planeta en el que convivimos unos y otros. No parece haber en muchos sitios la conciencia de que tenemos esta sola y única casa, constantemente talada, explotada y violada, y que son los países más pobres los que pagan el precio, sembrando el combustible de otros, muriendo en guerras cuando el petróleo está bajo sus tierras.

Un intelectual que no se preocupe sólo por el brillo engañoso de la fama y sus ganancias; un escritor que se preocupe más por lo que su obra puede ofrecer a los otros, que por las pequeñas o grandes vanidades; un artista como los muchos cubanos que ahora en las diferentes provincias acompañan con su arte y su esfuerzo a sus compatriotas: ese es para mí, como hija de esta mujer-Isla, el único camino hacia la permanencia.

Hace muy poco tiempo leí en Internet sobre un anuncio de ventas de gatos-bonsai. Recién nacidos, estos animales son introducidos y alimentados en envases de cristal, para que crezcan dentro de ellos y tomen su forma, convirtiéndolos en una abominación que sus compradores exhiben como algo exótico. Lamentando el horror y el abuso que esto significa hacia un animal indefenso, mucho habla este anuncio de los propios seres humanos que han perdido las nociones de los límites. No existe diferencia entre este gato-bonsai y los abusos que soportan personas inocentes, entre ellos miles de niños, en las guerras que ahora mismo tienen lugar en el mundo, en el intento de convertir nuestras mentes en cerebros-bonsai.

Que todos los amigos que en Malmo comparten sus experiencias, realidades y sueños, podamos hacer juntos ese viaje maravilloso que una vez emprendió Nils, a través de Suecia, para conocer su patria y sus gentes, pero esta vez, para conocer, mejorar y trabajar en común por nuestra Casa Tierra.

Teresa Melo, poeta de Cuba

Carta de una invitada cubana al Foro Social Europeo

Me faltarán palabras para agradecer la preocupación y gentileza de la Asociación Cuba-Suecia, que realizó esta invitación y todo lo que la misma implicaba. Era un sueño, además, conocer ese país que en mi infancia recorrí en la imaginación, acompañando el «maravilloso viaje de Nils Holgersson», y que por esta vez no podrá ser. Los medios se han ocupado de reseñar la catástrofe que ha significado para Cuba los dos fuertes huracanes que la atravesaron, así que sobran las explicaciones de algo que tengo que considerar mínimo, pues impidieron el natural desarrollo de los trámites de pasaporte y visado. Solicito, por tanto, se dé lectura a estas palabras y se me considere una invitada espiritual de este Foro, que debatirá temas tan cardinales como los ejemplos de sociedades sostenibles, el medio ambiente, las luchas de la mujer, los proyectos sociales del ALBA, y la responsabilidad de los intelectuales en la búsqueda de un futuro mejor compartido.

Escribí para leer ante el Foro un texto sobre una increíble mujer a la que acompaño hace 47 años, rodeada de aires salobres, humilde y grande, pobre y generosa, pequeña y esplendente: la isla de Cuba. Hoy esa mujer exhibe en toda su extensión las huellas de múltiples heridas: me satisface poder decir que aunque mi país físico soporta estos destrozos, mi país espiritual, mi patria, sigue siendo mayor que todos los kilómetros que se recorren desde un extremo a otro de su geografía.

El corazón se oprime ante las imágenes y ante las palabras de las personas que lo han perdido todo, aunque conservan su vida y la seguridad de que tendrán ayuda. Aún así, pasará mucho tiempo para que pueda recuperarse lo dañado y para que cierren las heridas sentimentales. Las aguas que han barrido miles de casas se han llevado con ellas muchos objetos materiales, pero suele olvidarse que también arrastran los pequeños objetos y recuerdos que forman la vida de un ser humano: libros y fotos, cartas, los últimos y apreciados vestigios de seres queridos ya desaparecidos. Eso no puede recuperarse y sólo forma parte ya de la tierra infinita de la memoria de tantos.

Enemigos de Cuba se regodean ante la destrucción de sus estructuras de vida, que implican una situación de emergencia que durará muchos meses, y entrampan el futuro con hipocresía demagógica, para no permitir que sean levantadas las restricciones y condenas que impiden la compra de alimentos y otras cosas imprescindibles. A su vez, amigos de Cuba comunican su solidaridad, desde países en los cuales muchos de los hijos de esta mujer increíble que es mi Isla, sobre todo médicos y maestros, ayudan a personas que lo necesitan en lugares destruidos por «huracanes humanos». Con ese mismo desprendimiento y generosidad, manos humildes y amigas se tienden ahora para estrechar las nuestras.

No sólo el nombre de Cuba ha ocupado las noticias: Haití, Santo Domingo, todo el Caribe y Bahamas, México, Guatemala, Bangladesh, China… son incontables. Lamentablemente, en algunos de ellos no existen las formas de salvar, socorrer y ofrecer esperanza a las vidas de sus habitantes. Estos numerosos desastres son la manera que tiene la naturaleza de culparnos por nuestra irresponsabilidad, pagando el precio todos: los que la cuidamos y los que la destruyen, en este planeta en el que convivimos unos y otros. No parece haber en muchos sitios la conciencia de que tenemos esta sola y única casa, constantemente talada, explotada y violada, y que son los países más pobres los que pagan el precio, sembrando el combustible de otros, muriendo en guerras cuando el petróleo está bajo sus tierras.

Un intelectual que no se preocupe sólo por el brillo engañoso de la fama y sus ganancias; un escritor que se preocupe más por lo que su obra puede ofrecer a los otros, que por las pequeñas o grandes vanidades; un artista como los muchos cubanos que ahora en las diferentes provincias acompañan con su arte y su esfuerzo a sus compatriotas: ese es para mí, como hija de esta mujer-Isla, el único camino hacia la permanencia.

Hace muy poco tiempo leí en Internet sobre un anuncio de ventas de gatos-bonsai. Recién nacidos, estos animales son introducidos y alimentados en envases de cristal, para que crezcan dentro de ellos y tomen su forma, convirtiéndolos en una abominación que sus compradores exhiben como algo exótico. Lamentando el horror y el abuso que esto significa hacia un animal indefenso, mucho habla este anuncio de los propios seres humanos que han perdido las nociones de los límites. No existe diferencia entre este gato-bonsai y los abusos que soportan personas inocentes, entre ellos miles de niños, en las guerras que ahora mismo tienen lugar en el mundo, en el intento de convertir nuestras mentes en cerebros-bonsai.

Que todos los amigos que en la ciudad sueca de Malmo comparten sus experiencias, realidades y sueños, podamos hacer juntos ese viaje maravilloso que una vez emprendió Nils, a través de Suecia, para conocer su patria y sus gentes, pero esta vez, para conocer, mejorar y trabajar en común por nuestra Casa Tierra.