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IV Cumbre de las Américas

Casi todos los presidentes salieron perdiendo

Fuentes: La Arena

Al final no fueron 34 presidentes o jefes de gobierno presentes en Mar del Plata sino 31 y la mayoría de ellos partió hacia sus domicilios con menos logros de los que estimaba al llegar a esta ciudad blindada, el anfitrión Néstor Kirchner incluido. Del bochorno no se salvó George Bush, aunque las matemáticas digan […]

Al final no fueron 34 presidentes o jefes de gobierno presentes en Mar del Plata sino 31 y la mayoría de ellos partió hacia sus domicilios con menos logros de los que estimaba al llegar a esta ciudad blindada, el anfitrión Néstor Kirchner incluido. Del bochorno no se salvó George Bush, aunque las matemáticas digan que el ALCA concitó 26 voluntades contra 5

LUCES Y SOMBRAS DEL LOCAL

El presidente Néstor Kirchner no reparó en gastos para que la IV Cumbre de las Américas fuera exitosa y dejara una imagen feliz para capitalización política de su administración. Fue una cita costosa, que sangró al fisco en 205 millones de pesos, entre ellos 32 millones en gastos de protocolo y otros 30 en seguridad. Habiendo tantas facturas de por medio, ahora no tiene sentido saber si también abonamos de nuestro peculio los 950 dólares más IVA que costó la suite presidencial para Bush en el décimo piso del Sheraton.

Para el patagónico era central que el texano se sacara una foto con él y le dispensara un apoyo explícito para la renegociación con el FMI. Foto hubo pero la reunión no llegó a un nivel de acuerdos aceptable pues el visitante se negó a asumir el rol de padrino y recomendó que Argentina negociara por su cuenta.

Lo más decepcionante para el jefe del Ejecutivo fue escuchar de labios del dueño de la Casa Blanca que esperaba una mejora de la nota en seguridad jurídica, en «reglas de juego» favorables a la inversión y en el combate contra la corrupción.

Por otro lado la llamada Cumbre de las Américas en su cuarta edición no tuvo un funcionamiento acorde para el tratamiento de temas como la creación del empleo para combatir la pobreza. Y casi no dispuso de tiempo para enfocar esa mayor producción y trabajo en su impacto benéfico sobre la gobernabilidad democrática, pues a esa altura del partido eran otros los puntos de debate. Las discrepancias sobre el Area de Libre Comercio de las Américas se habían robado el lugar estelar.

Para colmo la cita en el balneario no tuvo para nada un ambiente bucólico ni nada que se le parezca. Si querían calma tendrían que haberla realizado en Tierra del Fuego o directamente en la Antártida. Sólo así hubieran logrado disminuir el número de manifestantes que protestaban contra Bush y el ALCA. Los violentos incidentes del viernes, amplificados y reportados por los medios de comunicación de todo el mundo, también afectaron la cosecha personal que Kirchner estimaba recoger. Aunque sus responsables parecen haber sido grupos anarquistas, los medios de comunicación acusaron a Quebracho, el Partido de la Liberación y otras agrupaciones piqueteras que no tuvieron nada que ver con las roturas de vidrieras e incendios del Banco de Galicia.

En su favor, el presidente Kirchner podrá decir que pudo plantarse ante el mandatario norteamericano y su delegación, y rechazar su propuesta del ALCA. En este sentido se ubicó a la izquierda de su ministro Roberto Lavagna y el canciller Rafael Bielsa, que en la previa habían contemporizado con Washington.

AVERIADO BUSH

El balance del jefe de la superpotencia podrá exhibir en el «haber» que logró introducir el debate sobre la zona continental de libre comercio que retaceaban los socios del Mercosur. Aunque el fogonero de esa inclusión fue la delegación estadounidense, como suele ocurrir, el presentador de las mociones fueron representantes amigos, como Panamá y México.

La lectura que hicieron Bush, la secretaria de Estado Condoleezza Rice y el secretario de Comercio Carlos Gutiérrez, fue que el debate sobre el ALCA les fue ampliamente favorable. Ellos sólo toman en consideración que 29 países estuvieron con esa postura (en rigor 26) y cinco se alinearon con la oposición (los del Mercosur más Venezuela).

Más aún, hilando fino, EE.UU. cree que sus detractores se limitan a tres, porque Uruguay y Paraguay tienen firmados tratados bilaterales que acumulan en dirección al ALCA. Asunción también firmó acuerdos en materia de Defensa, con un contingente de marines y pista aérea en Estigarribia. Y de los tres díscolos, estima que sólo Venezuela es un enemigo firme y politizado, en tanto con Brasil se pueden arribar a acuerdos: de hecho los dos presidentes estaban reunidos ayer en Brasilia.

Semejante composición de lugar deja a Argentina en una incómoda posición, siempre según el lente de Washington. ¿Acaso se quedará aislada junto al radicalizado Hugo Chávez? Los amanuenses de las «relaciones carnales», como Mariano Grondona, Andrés Oppenheimer, Jorge Castro, etc, desde La Nación, Radio 10 y Canal 9, hicieron terrorismo ideológico al asegurar que las polémicas con el dueño del mundo nos convertiría en «un país periférico dentro de la periferia».

Esos «opinators» nos quieren hacer creer que el «libre comercio» nos hará libres y prósperos, tal como repiten desde el Norte. Más sincero fue el secretario de Comercio, Gutiérrez, en sus declaraciones del 28 de octubre último a la tribuna de doctrina de la Bolsa de Comercio y la Sociedad Rural, explicando el sentido del ALCA: «abrir los mercados internacionales a las empresas estadounidenses, para crear empleos y construir unos EE.UU. más fuertes».

Aunque la mayoría de los argentinos no haya leído esa edición, saben o intuyen que ese Tratado de Libre Comercio -incubado desde 1994 y aún no parido pese a haber tenido fecha de parto para enero de 2005- apunta a la invasión de productos «made in USA».

En la propia sociedad norteamericana, el prestigio presidencial anda por el suelo: 40 por ciento de imagen positiva según el último sondeo encargado por The Washington Post y ABC-News. Haber bajado del Air Force One, estar rodeado de mil custodios y esgrimir un discurso duro pro ALCA, profundizó la caída del texano entre los argentinos, donde ya tenía muy «mala prensa». Llegó como emperador y se fue como tal, dejando atrás a funcionarios que seguían intentando armonizar un documento sin mayores resultados. Seguro que en Brasil y en Panamá, las siguientes escalas de su gira, también piensan mal de él, el ALCA, la guerra en Irak, etc.

Por eso es un simplismo decir que a Bush le fue bien en la cumbre porque casi una treintena de países estuvo de acuerdo con el ALCA. Eso sería cierto si Alvaro Uribe, Alejandro Toledo, Vicente Fox y otros mandatarios representaran el sentir de sus pueblos. El peruano Toledo tiene 8 por ciento de imagen positiva y el haitiano Boniface Alexandre está en el poder gracias al golpe de Estado de los marines. ¿Representan a sus ciudadanos o el imperio?

TERCERO EN DISCORDIA

Al único presidente que le sentó bien Mar del Plata fue Chávez, quien estuvo de los dos lados del vallado: en el estadio olímpico con más de 50.000 personas que lo ovacionaron, y en el Hotel Hermitage, alentando la resistencia del Mercosur a las proposiciones norteamericanas.

Unos dirán que era fanatismo y otros incluso arriesgarán que hubo plata de por medio. Este cronista, presente en el estadio, puede asegurar que las delegaciones de distintas organizaciones sociales y políticas arribaron a la ciudad balnearia en las primeras horas de la mañana del viernes, animadas de un fuerte sentimiento a favor de la unidad latinoamericana. Pese al frío y la lluvia, la multitud aguantó horas el inicio de la actuación de los cubanos Silvio Rodríguez y Amaury Pérez, el argentino Víctor Heredia y el uruguayo Daniel Viglietti, así como el discurso del líder bolivariano, que se extendió entre las 13 y 15 y las 15 y 15.

Apuntando al corazón del imperio, el orador aseguró que las cincuenta mil personas habían concurrido munidas de su «pala de enterrador, para enterrar el ALCA». Alertó contra los planes de agresión del Pentágono contra su país y dijo que si eso ocurría sería el inicio de «una guerra de cien años». Tuvo varias referencias muy amistosas hacia Cuba y Fidel Castro, cuya delegación de 300 personas a la III Cumbre de los Pueblos estaba presente en el estadio. Y prometió que con las reservas de crudo de Venezuela -las primeras del mundo- y de gas -las octavas en la materia-, Latinoamérica «tendrá petróleo y gas por cien o doscientos años».

Marcando otra diferencia con sus colegas, el jefe de Estado venezolano se hospedó en el Hotel República, fuera de la zona blindada por la policía y lejos del Hermitage, Sheraton y Costa Galana donde pararon los otros.

Chávez insistió en su propuesta de ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas), refrendada en diciembre último con Cuba y explicó que eso incluye la venta de petróleo a bajo precio y refinanciado a 25 años, los apoyos a los microemprendimientos como los anunciados en el congreso de empresas recuperadas realizado en Caracas, etc. Se fue feliz de haber compartido con Kirchner y Lula da Silva, más Nicanor Duarte de Paraguay y Tabaré Vázquez de Uruguay, la defensa del Mercosur, al que Venezuela se sumará como miembro pleno en diciembre. Ese ámbito latinoamericano y otros tercermundistas, como el «Grupo de los 20» y el «Grupo de los 77 más China», deberían ser los escenarios de actuación de nuestro país.