Categoría: Economía
Mientras la economía parece ir bien, el funeral de John Maynard prosigue; pero cuando de nuevo pintan bastos en el panorama económico, algunos –incluyendo los poderosos– vuelven la vista hacia lo que deducen del argumentario keynesiano: si los mercados se debilitan, si la inversión privada es anémica, los gobiernos deben actuar, esos mismos gobiernos que fueron denostados por despilfarradores e ineficaces en etapas de prosperidad.
El impulso diplomático que la administración Biden dará a la lucha internacional contra el cambio climático y la orientación “ecológica” del capitalismo internacional asentarán la corriente medioambientalista ya muy influyente en el Partido Demócrata norteamericano.
Los productores y los consumidores parecen indefensos mientras los alimentos de todo el mundo se encuentran bajo un control de las corporaciones empresariales cada vez mayor. Estos cambios también han empeorado el colapso ambiental, la dislocación social y la condición humana.
Una nueva oleada de despidos tensa de nuevo las relaciones laborales en un sector financiero cada vez más dependiente del sector público y que busca alcanzar con recortes y fusiones una rentabilidad de la que su gripado modelo de negocio le aleja.
Más de un año después desde que la OMS declarase la COVID-19 pandemia mundial, y transcurridos ya cinco meses desde que se puso la primera vacuna, puede parecer innecesario recordar que el ritmo de vacunación es muy desigual entre los distintos países del mundo. Sin embargo, no viene mal repetirlo una vez más. Como tampoco subrayar la correlación (relativa) entre ritmo de vacunación y nivel de ingresos de los países.
Poca gente discute que el sistema capitalista durante la pandemia ha mostrado, como va haciendo en todas las crisis, su verdadero rostro -cada vez más cruel y excluyente- en muchos aspectos y ha sido especialmente nefasto en cuanto a garantizar la seguridad económica y la existencia material a la humanidad durante el confinamiento.