
No cabe duda que el mundo está sufriendo cambios acelerados en diferentes rubros en un periodo de tiempo muy corto.
No cabe duda que el mundo está sufriendo cambios acelerados en diferentes rubros en un periodo de tiempo muy corto.
La periodista feminista y coordinadora de Sanidad del diario @ElSaltoDiario, Sara Plaza Casares, escribió un valioso artículo en el que resume y comenta los resultados publicados por el Centro para la Investigación de las Corporaciones Multinacionales (SOMO) con sede en Holanda, sobre las colosales ganancias obtenidas por siete de las principales farmacéuticas que comercializaron las vacunas, obteniendo en promedio 90.000 millones de dólares anuales en 2021 y 2022.
En un mundo de libre comercio y democracia no hay incentivo para la guerra (Ludwig von Mises)
La caída del salario real en las economías está llamando la atención.
A menudo se ha acusado a Marx y Engels de defender un doble rasero y de tener una doble moral. Se supone que ambos se oponían a aplicar a la lucha de clases los mismos principios éticos que suelen regular las relaciones entre individuos. De ahí la acusación de que ellos y sus discípulos (Lenin y Trotsky, entre otros) propugnaban el principio de que en la lucha de clases “el fin justifica los medios”. De donde se deriva el reproche aún más fuerte de que el germen de las distorsiones estalinistas está ya contenido en las enseñanzas de los propios Marx y Engels[1].
En 1974, hace casi medio siglo, cualquier ingreso ordinario superior a 200.000 dólares -el equivalente a algo más de 1,2 millones de dólares en la actualidad- se enfrentaba a un tipo impositivo federal del 70%. Hoy en día, un bolsillo holgado se enfrenta a un tipo máximo del 37% en ese mismo rango. ¿Cuál es la repercusión de este impresionante hundimiento? Los hogares del 0,01% más rico de Estados Unidos han cuadruplicado con creces su participación en la riqueza del país desde 1974.
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Antaño se veía en ello algo virtuoso. Antes de recibir pitanza, los necesitados tenían que sufrir el oprobio de la mendicidad. Se les obligaba a darse codazos frente a las casas de caridad, a esperar bajo el frío y ante la mirada despectiva de los transeúntes. De ese modo, tratarían de cambiar su situación.