La Asamblea Nacional Popular de China analiza estos días un paquete de leyes propuestas por el Gobierno que buscan imprimir un giro social al desbocado desarrollo económico del gigante asiático. En vísperas del XVII Congreso del Partido Comunista chino, el presidente, Hu Jintao, trata de apuntalar su poder con una mezcla de guiños al legado […]
La Asamblea Nacional Popular de China analiza estos días un paquete de leyes propuestas por el Gobierno que buscan imprimir un giro social al desbocado desarrollo económico del gigante asiático. En vísperas del XVII Congreso del Partido Comunista chino, el presidente, Hu Jintao, trata de apuntalar su poder con una mezcla de guiños al legado social de la República Popular China y de ecos de la tradición filosófica más ancestral del país más poblado del Planeta.
La Asamblea Nacional Popular (ANP), el mayor parlamento del mundo, se reúne estos días en el Gran Palacio del Pueblo de Beijing en un momento crucial para el futuro del gigante asiático.
Los casi 3.000 delegados, que celebran su última reunión anual antes de concluir sus cinco años de mandato, tienen sobre la mesa un conjunto de medidas con las que el Gobierno chino aspira a imprimir un giro social al crecimiento exponencial de la economía del país, un 10% anual en los últimos decenios. Un giro social o una suerte de retorno a los orígenes, no sólo de la República Popular China sino, más atrás en el tiempo, del confucionismo -filosofía subyacente en la milenaria sociedad china- de los que ha hecho bandera el equipo del actual presidente del país, Hu Jintao.
La sesión anual de la ANP tiene lugar a escasos meses de la celebración, en otoño, del XVII Congreso del Partido Comunista Chino (PCCH), en el que Hu aspira a ser reelegido para un nuevo mandato presidencial.
«Debemos evitar buscar sólo un crecimiento más rápido», señaló en su discurso inaugural el primer ministro chino, Wen Jiabao. Declaración de intenciones que contrasta con la famosa sentencia «Enriquecerse es glorioso» de Deng Xiaoping, del que estos días se ha celebrado discretamente el décimo aniversario de su muerte.
El Pequeño Timonel -en atención a su pequeña estatura física frente al Gran Timonel, Mao Ze Dong- inauguró una era de apertura económica en China como reacción a los efectos de la Revolución Cultural de los años setenta, que fue un intento de retorno a la más estricta ortodoxia de los tiempos en que los comunistas chinos sobrevivían en la Larga Marcha frente al Gobierno del Kuomintang.
En 2007, el Gobierno chino aspira a introducir medidas correctoras al «caballo desbocado» macroeconómico y regular, desde una perspectiva nacional, realidades incontestables en el devenir de la cuarta potencia mundial
Es el caso de la ley de protección de la propiedad privada, del que la ANC excluirá la privatización de la tierra de cultivo, verdadero Talón de Aquiles de la China actual. Esta ley será complementada con la declaración oficial de la propiedad estatal como centro del sistema económico.
Otra propuesta decisiva a debate es la ley fiscal de empresas, que acabará con los privilegios a las multinacionales, justificados en su día para atraer inversión extranjera.
Sectores marginados
Destaca, asimismo, la nueva legislación de protección de los sectores marginados en los últimos 20 años y el impulso, vía presupuestos, de una política socioeconómica que mitigue las crecientes diferencias sociales entre el campo y la ciudad en un país que registra unos índices de desigualdad y una emergencia de las protestas agrarias -87.000 sólo el año pasado- desconocidas en su más reciente historia.
El panorama legislador se completa con una ley de contratación laboral con la que busca una mayor protección de los derechos de los trabajadores, y con planes para impulsar el control del ingente consumo energético y poner freno a la importante degradación medioambiental.
Estas medidas no suponen en ningún caso una marcha atrás en el camino propio iniciado por China en el contexto de la crisis y posterior desaparición de los países del «socialismo real» del centro y este de Europa.
Un camino no exento de contradicciones, pero que ha ahorrado el PCCH correr similar suerte a la de los partidos comunistas europeos a finales de los ochenta y ha permitido a esta formación, que cuenta hoy con 71 millones de afiliados, seguir liderando al país todavía más poblado de la Tierra.
Un liderazgo que, como ocurrió en el corazón mismo de la revolución maoísta que le llevó al poder, hace casi sesenta años, bebe entre sus fuentes de un poderoso sentimiento nacional. China, el «Imperio del Centro», tiene una historia milenaria, convulsa pero orgullosa.
Y el equipo de Hu Jintao, que aspira en su próximo mandato a dejar su impronta política, ya ha perfilado las líneas maestras del que será su legado: la «Sociedad Armoniosa», un concepto con claras reminiscencias al pensamiento del pensador chino por excelencia, Confucio, y con el que busca conjugar el crecimiento económico y la estabilidad social del país.
De las «Cuatro Modernizaciones» de Deng y la «Teoría de las Tres Representaciones» de Jiang Zemin a la «Sociedad Armoniosa» de Hu Jintao… China sigue su propia vía. Y todo apunta a que seguirá desoyendo los cantos de sirena de Occidente.
Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
La celebración de este tipo de acontecimientos políticos desata todo un sinfín de rumores y comentarios intencionados sobre la compleja realidad que se desarrolla hoy en día en torno al gigante asiático. Si la rumorología local es un síntoma que normalmente acompaña a este tipo de reuniones y que sirve para hacer todo tipo de cábalas en torno a los engranajes y sucesiones de cargos dentro de las estructuras de poder chinas, esos rumores son en ocasiones utilizados por medios extranjeros para presentar una realidad distorsionada, más acorde con los intereses de alguna potencia occidental o con el discurso estadounidense respecto a China.
En esa línea argumental se nos presentan cada vez con más nitidez los intentos por presentar a China como «la quintaesencia de un país déspota», fruto de esas lecturas netamente cargadas de eurocentrismo u occidentalismo, y que en la mayoría de las ocasiones o desconocen o no quieren presentar la realidad de aquél país.
Los preparativos del XVII Congreso del PCCh han comenzado hace algún tiempo y paralelamente dentro de los resortes del sistema político las maniobras han hecho lo propio, algo que es tónica general también en los partidos políticos de estoas latitudes. El Congreso deberá elegir un nuevo Comité Central, quien a su vez elegirá el nuevo Politburó y la Comisión Permanente de éste. De los nueve miembros de la Permanente del Politburó algunos dejarán su puestos por motivos de salud y otros lo harán por la edad, lo que aportará nuevas caras al panorama político chino, que probablemente sean a su vez el reflejo de los movimientos que se están produciendo entre las diferentes «familias» chinas.
Tras el Congreso, probablemente el actual dirigente del país, el presidente Hu Jintao, se sacudirá la sombra del anterior mandatario, Jiang Zemin, para lo que intentará desplazar a los delfines de éste o lograr que los mismos pasen a su campo. Los analistas locales señalan en ese sentido la formación de una especie de troika formada por el propio Hu, junto con el primer ministro Wen Jimbao (nº 2 en la jerarquía) y el vicepresidente Zeng Qinghong (nº 5).
Las ideas centrales de Hu Jintao parecen hacerse un hueco importante en el futuro del país, y la «creación de una sociedad socialista y armoniosa» irá de la mano de la construcción de un «mundo armónico» y significará el comienzo de «la era Hu». El presidente chino lleva tiempo impulsando una política que tanto a nivel externo como interno coloca al Dragón chino en la dirección marcada.
La política exterior china está logrando acercar al país a la categoría de superpotencia mundial, si no lo ha logrado ya. Las relaciones con países de Latinoamérica, África o Asia, han situado a China en el centro de muchas de esas realidades, logrando romper en cierta medida con el predominio de EEUU y sus aliados en esas regiones. La privilegiada posición de China en naciones Unidas también ha contribuido para realzar su peso en el mal llamado «Tercer Mundo».
A nivel interno, las políticas emprendidas por Hu han supuesto un giro relativo respecto las de sus predecesores. La distancia y fragmentación social que se está produciendo (entre el campo y la ciudad, entre zonas costeras y el interior, entre las nuevas clases emergentes y las grandes masas) preocupan a los nuevos dirigentes chinos, quienes no dudan en buscar soluciones para paliar las mismas. En ese sentido, la lucha contra la corrupción, que también tiene una lectura política, como es el pulso que mantiene Hu con el poderoso «círculo de Shangai», los nuevos incentivos para los agricultores y para los obreros, así como la recuperación ideológica en torno al PCCh, son algunos pilares de la política del presidente chino.
Junto a ello no podemos olvidar el importante peso que en China también tiene el ejército. La mayor capacidad operativa y la modernización del Ejército de Liberación Popular tienen también una doble lectura. Hacia el exterior muestran la creciente capacidad china en materia militar, presentada como «muestra de autodefensa ante una agresión y para lograr mantener la seguridad de China», mientras que de cara al interior, sirven como bandera de enganche para muchos sentimientos nacionalistas chinos, cada día más preocupados con cuestiones identitarias y de la unidad de China.
Las aguas políticas en China no dan la impresión de bajar revueltas a corto o medio plazo, por ello no se anticipa «ningún cambio dramático» en el próximo Congreso del PCCh, que probablemente servirá para marcar las líneas maestras de la nueva era Hu, quien habrá logrado hacerse un hueco en la fotografía del pensamiento político chino junto a Mao Ze Dong, Deng Xiaoping y Jiang Zemin..
La ANP se reúne una vez al año. Es elegida a través de un proceso electoral indirecto -como en EEUU-. Beijing ha introducidos recientemente elecciones a candidatos múltiples en algunas zonas. El 73% de los delegados son miembros del PCCH.
97.260 miembros del PCCH han sido procesados por corrupción. La redada más sonada afectó al Clan de Shanghai, ligado al ex presidente Jiang Zemin. El equipo de Hu apuntala así su poder y trata de frenar un proceso de imbricación empresas-partido que alimentó la «Teoría de las Tres Representaciones» de Jiang, que abrió en los noventa las puertas del partido a los empresarios.
GARA
La primera versión de la ley de propiedad fue presentada a la ANP por su Comité Permanente, órgano legislativo cuyos 160 representantes se reunen con asiduidad, en 2002. Hasta ahora había sido rechazada.
El presidente de la ANP y número tres del Gobierno, Wu Bangguo, instó ayer a aprobar la ley y remarcó las correcciones aprobadas, en un intento de responder a las críticas desde sectores de izquierda.
El Gobierno ha excluido la privatización de la tierra no sólo por cuestiones ideológicas sino por pura supervivencia. China ha perdido desde los noventa 15 millones de hectáreas de cultivo.
En materia medioambiental, Greenpeace ha saludado las intenciones del Gobierno de Beijing porque «suponen un punto de partida y la constatación de que ha tomado conciencia del problema». Y es, como en Occidente, el desarrollo chino ha pagado su precio. El 70% de sus ríos y lagos están contaminados y, lo que es más grave, 300 millones de personas no tienen acceso al agua potable. Los analistas aseguran que el principal obstáculo a los planes «verdes» de Beijing es la resistencia de los poderes locales y las empresas.
Resistencia similar la que las firmas extranjeras, procedentes de países que critican con dureza -y muchas veces con razón- la situación de los derechos humanos, oponen al intento del Gobierno de regular la contratación laboral.
Estas empresas deberán a partir de ahora pagar los mismos impuestos que las nacionales. Pagan ahora la mitad en el impuesto sobre sociedades.
Beijing ha anunciado que dará un plazo de perdón de cinco años y que mantendrá una tasa preferencial al sector de la alta tecnología, otro de los Talones de Aquiles del desarrollo chino.
Mientras que estos días se celebran en Beijing las sesiones de la Asamblea Nacional del Pueblo (parlamento chino), la mayoría de las maniobras, movimientos y miradas hacia la realidad china confluyen a la hora de remarcar la importancia que adquiere el Congreso Nacional del Partido Comunista Chino del próximo otoño.