Asma vio el techo caer sobre sus compañeras de trabajo, Johora fue rescatada de los pelos. A Shirin, de tan solo 13 años, se le taparon los ojos y las vías respiratorias de polvo. Ya pasaron cinco años desde que la fábrica textil Rana Plaza, en Bangladesh, se derrumbó y dejó 1.134 personas muertas, la […]
Asma vio el techo caer sobre sus compañeras de trabajo, Johora fue rescatada de los pelos. A Shirin, de tan solo 13 años, se le taparon los ojos y las vías respiratorias de polvo. Ya pasaron cinco años desde que la fábrica textil Rana Plaza, en Bangladesh, se derrumbó y dejó 1.134 personas muertas, la mayoría mujeres, pero hay cosas difíciles de superar.
Las fábricas de ropa están a ambos lados de la ruta que lleva a la capital de Bangladesh. Pero entre dos bloques de concreto, queda un espacio de terreno sin construir, donde avanza la vegetación. Ahí estaba Rana Plaza. Shirin, de 18 años, da vuelta la cara.
«No me siento bien aquí», explicó.
Cinco años pasaron de lo que se conoce como el peor accidente industrial de los tiempos modernos, por el elevado número de muertos que dejó.
Shirin solo tenía 13 años, pero ya llevaba dos trabajando en la fábrica de ropa.
«Era muy pequeña. Cuando venían visitantes, tenía que esconderme en un depósito. Pero había otras todavía más pequeñas», recordó.
Los recuerdos están vivos. El sonido sordo del techo al caer, el polvo de concreto que se le metió en los ojos y en los pulmones. El horror al descubrir que la salida estaba bloqueada por los escombros.
«Nos apiñamos en las escaleras, muchas lloraban y estaban asustadas. Había una persona con el cráneo roto. Cuando vi la sangre, también empecé a llorar», recordó Shirin Akhter.
En la mañana de aquel 24 de abril de 2013, había mucho barullo. El día anterior, se habían descubierto grandes rajaduras en el edificio de Rana Plaza, con ocho pisos y 5.000 trabajadores que habían sido evacuados.
«Nadie quería entrar, pero el gerente dijo que perderíamos el trabajo si no lo hacíamos», recordó Johora Khatun, de 22 años.
Asma Begum, de 28 años, subió las escaleras al tercer piso de la fábrica. Durante casi una hora, ella y sus compañeras se sentaron frente a las máquinas de coser, sin energía eléctrica.
«Luego prendieron el generador. Cinco minutos después, el edificio colapsó. Creo que fueron las vibraciones que produjeron (el derrumbe)», acotó.
A las 8:57, el techo se derrumbó. Asma Begum comenzó a correr hacia la salida en cuanto escuchó el ruido. Poco después, vio cómo el techo se venía abajo sobre sus compañeras.
«Estaba sentada cerca de las escaleras. Pero había 1.000 personas en mi piso y no todo el mundo logró salir», relató.
Johora Khatum trabajaba en el mismo piso, pero más hacia el medio de la habitación. «Comencé a correr, pero me caí después de unos pocos metros», recordó.
La salvó una mesa de coser. No murió aplastada, pero quedó atrapada bajo el concreto y los escombros.
«Durante las primeras horas, creí iba a sobrevivir, pero empecé a perder esperanzas», recordó.
Cuando finalmente llegaron los rescatistas, no podían llegar hasta su brazo y tuvieron que sacarla de los pelos.
La búsqueda de sobrevivientes siguió durante semanas. Finalmente, se registraron 1.134 personas muertas, y otras 2.500 heridas.
La industria textil de Bangladesh ya había registrado accidentes mortales antes, pero lo ocurrido en Rana Plaza colocó el tema de las malas condiciones laborales en medio del debate internacional. El desastre fue demasiado grande para ignorarlo.
Pocas semanas después de lo sucedido, se aprobó un Acuerdo de Incendio y Seguridad en la Construcción. En el marco del acuerdo de cinco años, unas 200 marcas de ropa internacionales se comprometieron a hacerse cargo de las mejoras en los establecimientos de las empresas tercerizadas.
«Miles de cosas de repararon y se arreglaron. Contribuyó definitivamente a un entorno de trabajo seguro», indicó Petra Brännmark, gerente de comunicaciones del sindicato internacional IndustriAll, promotor clave de las negociaciones.
El acuerdo termina en mayo. Hasta el momento, 144 compañías de ropa suscribieron una extensión por cinco años más. El número final de signatarios será un indicio de cuánto los compradores internacionales valoran la seguridad de las trabajadoras textiles, ahora que los medios dejaron de interesarse en este asunto.
«No todos los que suscribieron el primer acuerdo firmaron el segundo por ahora», observó Brännmark.
La percepción de que el acuerdo ha sido un éxito es compartida por varias organizaciones de trabajadores de Bangladesh. Babul Akhter es el presidente del sindicato BGIWF, que congrega a 29.000 trabajadores del sector.
«Rana Plaza concentró la atención mundial y abrió una pequeña ventana para nosotros. Hubo muchos cambios. El ambiente laboral es mejor y todas las fábricas tienen equipos contra incendios ahora», observó.
Pero el precio fue muy alto, y lo pagaron las personas que murieron, las que perdieron familiares y las que sobrevivieron, pero cuyas vidas nunca volvieron a ser las mismas.
Un año después del derrumbe de Rana Plaza, Shirin Akhter volvió a trabajar en una fábrica de ropa, pero solo duró cinco días antes de que los ataques de pánico fueran demasiado fuertes.
Sin ingresos, la joven se volvió una carga para su familia, y su padrastro decidió que tenía que casarse.
«Me gustaría estudiar», comentó. «Pero mi padrastro es el único con ingresos en la familia y él decide», se lamentó.
Rana Plaza y la industria textil
El propietario de Rana Plaza, Sohel Rana, un político local de la gobernante Liga Awami, se habría negado a cerrar la fábrica a pesar del riesgo de colapso. Luego trató de huir del país, pero fue detenido poco después del derrumbe y permanece tras las rejas desde entonces.
En 2016, un tribunal de Daca acusó a 41 personas por el accidente, 38 de las cuales por homicidio, entre ellas Sohel Rana, y podrían ser condenadas a pena de muerte.
La industria textil emplea a unos cuatro millones de trabajadores, y representa 12 por ciento del producto interno bruto de Bangladesh y 80 por ciento de sus exportaciones.
Bangladesh es el mayor fabricante de ropa después de China, y su mayor ventaja competitiva son sus costos de producción.
El salario mínimo, que aumentará este año, es el equivalente a 63 dólares al mes. Los trabajadores textiles suscribieron un acuerdo para aceptar unos 120 dólares al mes, incluidas horas extra.
La canasta básica en este país se estima en el equivalente a 305 dólares por mes.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2018/04/cinco-anos-despues-las-victimas-rana-plaza-siguen-sufriendo/
El siguiente artículo fue originalmente publicado por Arbetet Global
Traducción: Verónica Firme