El año pasado, en México, un grupo de intelectuales, escritores y artistas meditamos conjuntamente sobre las desastrosas consecuencias que para la humanidad estaba ocasionando la nueva agresividad del gobierno de Estados Unidos. Sabíamos que el régimen de Bush estaba dominado por dirigentes que anteriormente habían sido personeros de las grandes corporaciones petroleras. Sabíamos que su […]
El año pasado, en México, un grupo de intelectuales, escritores y artistas meditamos conjuntamente sobre las desastrosas consecuencias que para la humanidad estaba ocasionando la nueva agresividad del gobierno de Estados Unidos. Sabíamos que el régimen de Bush estaba dominado por dirigentes que anteriormente habían sido personeros de las grandes corporaciones petroleras. Sabíamos que su administración estaba orientada por los intereses geopolíticos de esas empresas. Constatábamos que su nueva doctrina se basaba en la agresividad militar y la conquista de espacios, teoría que ya había sido puesta en práctica en el siglo anterior por el nazi fascismo.
Decidimos que no podíamos quedarnos inactivos y comenzamos a pensar en la posibilidad de una congregación que ayudara a precipitar una toma de conciencia sobre esos hechos. Fue el prestigioso mexicano Pablo González Casanova quien primero habló de la posibilidad de crear una red de redes: una conexión multiplicada usando las ventajas de internet.
Cada día crecen más los contactos informales, a través de la red de computadoras. Frente a los grandes monopolios de la información, que distorsionan y mienten en muchas ocasiones, se abren paso las cadenas de información alternativa. Esos vínculos han permitido el acceso a la verdad, al testimonio imparcial, al conocimiento cierto de los hechos. Trataríamos, pues, de conocernos mejor, establecer contactos, difundir, comunicar.
Examinamos muchos nombres para el nuevo movimiento que íbamos a fundar y finalmente uno tuvo el consenso de todos: En defensa de la humanidad. Se preparó un manifiesto en el cual se afirmaba que «el recrudecimiento de la hostilidad contra Cuba, la guerra mediática, económica y financiera demuestran que la política del actual gobierno de Estados Unidos extiende sus planes de dominación mundial, enfrentándose así a toda la comunidad de naciones.» Para ello era necesario «disponerse a actuar en defensa de la soberanía de los pueblos y los derechos y valores propios de la humanidad…» y así contribuir «a la construcción de un mundo donde prevalezcan el respeto al derecho, la justicia social, las libertades y la fraternidad entre los seres humanos.» Palabras ambiciosas, sí, altisonantes, sí, pero metas posibles, propósitos viables si coordinamos esfuerzos y voluntades.
Para el evento en México obtuvimos el apoyo de cuatro Premios Nobel: Rigoberta Menchú, Nadine Gordimer, Adolfo Pérez Esquivel y Gabriel García Márquez. Finalmente, en octubre, se efectuó el primer cónclave en el Poliforo Siqueiros de la ciudad de México, y allí se demostró la potencialidad del nuevo movimiento.
Un nuevo paso fue el Encuentro de Escritores Venezolanos y Cubanos, en enero de 2004, tras el cual se emitió el Llamamiento de Caracas, en el cual se solicita la solidaridad activa con Cuba y Venezuela, la resistencia a la dominación, la profundización en las raíces de nuestra identidad, el afianzamiento del perfil propio de nuestras naciones hispanoamericanas, el rechazo a la expansión imperial. Allí se lanzó la iniciativa de efectuar un acuerdo mundial de intelectuales en favor de estos objetivos.
Ese nuevo concilio se efectuará en Caracas en los próximos días y ahora contaremos con cuatrocientos concurrentes que se harán las mismas preguntas: ¿cómo erigir una tribuna de ideas de eficacia comunicativa? ¿Cómo lograr la posibilidad de otro mundo posible fraternal, auténticamente democrático, con una distribución más justa del patrimonio común? ¿Cómo frenar el apetito desmedido de dominación mundial que desfigura el impulso original de la nación estadounidense?
En estos días analizaremos la disposición para coordinar una resistencia moral frente a la barbarie y se hará un llamado a todas las personas honestas del planeta para que se unan a nosotros en este empeño. No es posible permanecer impávido frente a la destrucción sistemática de Faluya, ciudad mártir, como Guernica, como Lídice, cuyo único crimen es querer librarse del despotismo de un ejército ocupante que aplasta su soberanía.
No es la primera vez en la historia que los hombres de buena voluntad se acoplan ante la acometividad destructiva, ante la soberbia opresora. No será la primera vez que los débiles, si se unen, contienen a los poderosos.