Traducido del ruso por Josafat S. Comín
¡Soltadme, no quiero ir! Grita un joven al que se llevan a rastras cogido por manos y pies dos antidisturbios camino del autobús policial. ¡Soltadlo, él no ha hecho nada! Dicen indignados lo que se encuentran al lado. Decenas de cámaras de televisión, extranjeras la mayoría, recogen el incidente. Como a muchos otros, a este chaval, por desgracia no le acompañó la suerte. A pesar de la resistencia, los implacables policías, lo acabaron echando al furgón de detenidos.
Todo esto acontecía el sábado pasado en Moscú, junto a la plaza Pushkin. Ese era el punto de partida elegido por los dirigentes del Frente Cívico Unido (OGF), encabezados por el antiguo primer ministro Mijail Kasianov y el ajedrecista Garri Kasparov, así como por las organizaciones juveniles que secundaron la convocatoria de los liberales – Vanguardia de la Juventud Roja (AKM) y el Partido Nacional Bolchevique- para iniciar la «marcha de los disconformes». Un acto de protesta contra el régimen de Vladimir Putin, como lo definieron los organizadores.
El gobierno de Moscú prohibió la manifestación y no permitió la concentración en la plaza Pushkin con la excusa, de que en esa plaza había previsto un mitin de los representantes de las juventudes de «Rusia Unida» («La Joven Guardia» como se autodenominan). Supuestamente ellos habían presentado la solicitud «un minuto antes». Evidentemente eso era sólo una excusa. Eso lo demuestra el hecho de que ya hubiesen sido disueltas por la fuerza marchas similares en San Petersburgo y Nizhni Novgorod, así como el que los jóvenes partidarios del Kremlin, acabasen haciendo su mitin muy lejos de la plaza Pushkin, en las colinas Voroviov.
Los organizadores de la Marcha de los disconformes consideraron, que habían sido violados los derechos civiles y constitucionales y mantuvieron la convocatoria para el sábado en la plaza Pushkin. Y la gente acudió. En gran cantidad. Mucha más creo yo, que si la marcha hubiese sido permitida. Sin embargo, la plaza Pushkin resultó ser ese día el lugar más vigilado no sólo de la capital, sino probablemente de todo el mundo. Sin ánimo de exagerar, miles de guardianes del orden súper equipados, impedían el acceso de la gente a una plaza completamente sitiada.
Separados por los piquetes y cordones policiales, los potenciales participantes de la marcha, estaban en su mayor parte desorientados. Algunos de ellos comenzaron a mostrar su indignación; otros a distribuir octavillas o enseñar a los policías folletos con el texto de la Constitución que hace referencia a la libertad de manifestación. Estos fueron los primeros en acabar siendo pasajeros de los furgones policiales, siendo empujados con especial saña. En los últimos años en varias ocasiones me ha tocado ser testigo de los abusos policiales en numerosas manifestaciones, especialmente con participación de gente joven. Pero no puedo recordar una agresividad tal, totalmente injustificada. Tampoco recuerdo que hubiese esa enorme cantidad de periodistas y corresponsales extranjeros, registrando los acontecimientos tan metódicamente.
Lo último no puede sorprender a nadie. Los principales organizadores de este acto fueron personas, que pueden ser consideradas perfectamente como «agentes de influencia occidental». El antiguo consejero del presidente Putin, Andrei Ilarionov, que actualmente trabaja en los EE.UU., volvió de propio la víspera a Moscú, para participar en la marcha. Mijail Kasianov, tampoco puede decirse que oculte su predilección por los «valores occidentales».
Más aún, todo parece indicar, que él es la principal apuesta de Occidente para las futuras elecciones presidenciales.
Como es sabido, después de los acontecimientos en Georgia, Kirguizistán y especialmente en Ucrania, el Kremlin tiene mucho miedo de que en el transcurso de las elecciones parlamentarias o presidenciales se pueda dar en Rusia una de las denominadas revoluciones de colores. A juzgar por los sucesos del sábado en la capital, está adoptando medidas preventivas.
Ahora se ve de otro modo el escándalo originado por el informe del Departamento de Estado de los EE.UU.
Ciertamente, después de todas las declaraciones hechas desde el lado ruso sobre la falta de objetividad y lo manido de las valoraciones hechas en dicho informe sobre la situación en Rusia, no se podía inventar nada mejor para confirmar las sentencias usamericanas sobre la falta de democracia en nuestro país.
Sí, las televisiones de todos los países occidentales demostraron como la policía arrestaba al famoso campeón de ajedrez, Kasparov, y lo empujaban a un furgón policial, repleto de detenidos. Y ya desde ese mismo autobús, el ajedrecista se dirige al mundo en inglés, hablando del «régimen criminal de Putin y del estado policial en que han convertido Rusia».
Con los cientos de detenidos y golpeados de fondo, la declaración no parece nada exagerada.
Cabe pensar que para el gobierno ruso, que lleva década y media muy atento a las opiniones que vienen de Occidente, hoy es mucho más importante poder influir en sus propios ciudadanos. En este contexto, la intimidación y la violencia parecen haber sido elegidos como principales elementos de influencia. Desde hoy, todos los rusos deben tener muy claro: si no estás de acuerno, y estás dispuesto a expresar públicamente tu desacuerdo, eres un extremista. Y con los extremistas no se van a andar con ceremonias. Para algo la Duma con todos sus «rusiaunidos» ha aprobado, por encargo del presidente, la nueva legislación «antiextremista».
La cruenta disolución de la marcha de los disconformes, probablemente sea también una advertencia para la mucho más multitudinaria oposición de izquierdas. Es una forma de decir: esto es lo que haremos con vosotros si no queréis portaros bien.
Para evitar la unidad de los disconformes de distinto pelaje, aunque fuese con fines tácticos y locales, el gobierno explotó lo más que pudo otro acontecimiento ocurrido la víspera: la declaración del señor Berezovsky sobre que está preparando un «golpe palaciego» y que estaría ofreciendo su mecenazgo para determinadas fuerzas antiputin.
Ya sabemos que sólo los comunistas fuero siempre enemigos consecuentes y críticos de Berezovsky (recordemos que gracias a los esfuerzos y medios de este oligarca se creó el proyecto «Unidad» [Yedinstvo], que posteriormente se convertiría en el partido «Rusia Unida», y se ejecutó la operación «Sucesor», gracias a la cual, salió Putin convertido en presidente).
Ahora ante el PCFR y sus partidarios se presenta un dilema: o intervenir activamente contra el gobierno, o acabar junto a Berezovsky y los enemigos de Rusia.
Sin embargo, lo que ocurrió en Moscú, vino a demostrar bien a las claras la falsedad de ese dilema. El PCFR, por una cuestión de principios,-no por miedo o por ambiciones políticas- decidió no tomar parte en la marcha. Para cualquier persona con un mínimo de sentido común, y que no sufra de amnesia, está claro: ni Kasianov, ni Ilarionov, ni Jakamada, ni otros participantes de la marcha, son mejores como políticos que Vladimir Putin. Es más, tienen la misma responsabilidad por aquello, contra lo que hoy tan airadamente protestan.
Ante todo por la catástrofe social que sufre nuestra sociedad.
Además el «partido del poder», en cualquiera de sus formas y con una total falta de ideología, argumentos como esos no los acepta.
Por eso el intento de atemorizar y dividir a los disconformes, puede provocar un efecto contrario al deseado.
Desde la plaza Pushkin, iba yo hacia la plaza Turgenev, donde se suponía que habían permitido celebrar el mitin, rodeada de una multitud conducida por Ilarionov en persona. Sin guardaespaldas visibles, rodeado de gente normal (a los que nadie podría acusar se estar comprados por Berezovsky). Tenía un aspecto plenamente democrático, como un auténtico líder popular.
Me resultaba interesante observar a los participantes de la manifestación, quienes probablemente creían de verdad en ese espíritu democrático y popular.
Efectivamente, hay gente que se lo cree. De algún modo consiguen no establecer comparación alguna entre los lemas de las octavillas del Frente Cívico Unido (OGF), donde se dice que «ningún funcionario, desde el escalafón más bajo, hasta el presidente tiene derecho a robar ni enriquecerse a costa de los ciudadanos», con la figura del mismo Mijail Kasianov.
Esta gente cree de veras, que la lucha de clases representa un insignificante escollo prescindible, en nombre de la lucha contra el régimen. Puede que simplemente no se hayan parado a reflexionar en serio.
Me quedé pensando en lo amorfo y falto de contenido del lema principal que gritaban los participantes de la marcha (muy disciplinados en su caminar por las aceras): «No estamos de acuerdo». ¿Con qué no están de acuerdo? ¿Cómo yo, con el capitalismo? ¿Con qué? ¿Qué defienden? La respuesta Por la libertad, me pareció muy abstracta y vacía.
Con las discusiones sobre la libertad como fondo, destruyeron la URSS, sumiendo a millones de sus ciudadanos en la catástrofe de la miseria y los conflictos fraticidas.
Seguía pensando en esto, mientras llegábamos al bulevar Rozhsdenstvensky. Aquí ya no había cabida para reflexiones. Había que salir corriendo para no llevarse un porrazo y acabar en el furgón policial. Pegaban y arrestaban a todos los que se ponían a tiro; jóvenes y ancianos, con banderas rojas de la AKM y del PNB o con la tricolor rusa, a los que mostraban activamente su indignación, y a los asustados de las aceras. Los periodistas y peatones ocasionales tampoco se libraron. Y en el proceso de esa huida, de repente lo vi claro. Nadie puede estar de acuerdo con que el estado trate así a sus ciudadanos. La intervención de los cuerpos de seguridad invitaba a llegar a esa conclusión, antes que la intervención de cualquier orador en ese mitin al que no llegamos.
Y si el gobierno del Kremlin pretendía que se puede asustar y marginar a los participantes y resguardarse ante ese tipo de protestas, parece que ha conseguido directamente lo opuesto.
Si 2 ó 3 mil «disconformes» (no hubiesen reunido más) encabezados por Kasianov e Irina Jakamada hubiesen marchado por las calles de Moscú en una marcha autorizada, una ciudad con millones de habitantes, no hubiese reparado en ellos. Y muchos hubiesen recordado a «Misha 2%»* y demás detalles interesantes de la biografía de los que ahora aparecen como defensores del pueblo.
Pero la violencia y la injusticia, solo pueden provocar rechazo. Eso es lo que está ocurriendo.
Incluso los que pasan de política, y mucho más de políticos liberales como los del «OGF», han entendido que mañana les puede tocar a ellos.
Motivos para no estar de acuerdo con la actual realidad rusa sobran: pensiones y salarios de miseria, los abusos de los funcionarios, las subidas de las tarifas en los gastos de servicios comunales, que convierten la vida de una gran cantidad de gente en algo insufrible, y las iniciativas legislativas antipopulares de turno en la Duma.
Las contradicciones políticas de los que acabaron golpeados y apiñados en los furgones de los antidisturbios, seguramente desaparecerán temporalmente. Solo queda la lógica indignación con el gobierno. Especialmente entre la gente sencilla.
Naturalmente a Kasparov no le dieron una paliza en comisaría, y la multa de mil rublos, es para él menos que calderilla. Pero si que es con creces una excelente publicidad para su imagen de luchador, casi héroe.
¿A quién le interesa organizar para él esa propaganda?
¿Acaso el gobierno, tan preocupado únicamente de su propio destino, no es consciente de que los sucesos del sábado no son sino un paso más que conduce al país hacia el abismo? Porque de la elección entre una dictadura policial de un estado antisocial y esa misma «revolución de colores», hacia la que irremisiblemente esa dictadura empuja, no puede salir nada bueno para Rusia.
Notas.
Mijail Kasianov. Primer ministro del gobierno ruso entre 2000 y 2004. Anteriormente como ministro de finanzas recibió el apodo de «Misha 2%». Se le acusa de que mientras trabajaba con la deuda estatal y comercial, tomaba un 2% de la parte interesada de la suma total de cada documento firmado.
Andrei Ilarionov. Economista ruso. Consejero del presidente entre 2000 y 2005. Su dimisión estuvo relacionada con las discrepancias por el «caso YUKOS».
Irina Jakamada. Entre 2000 y 2003 fue copresidenta del partido Unión de Fuerzas de la Derecha (SPS). En 2004 se lanzó como candidata presidencial y fundó el partido «Nuestra Elección» (Nash Vybor).
Frente Cívico Unido (OGF). Movimiento social fundado por Kasparov en 2005, forma parte de la coalición «La Otra Rusia» (Drugaya Rossia).
Drugaya Rossia, funciona desde 2006 y agrupa a organizaciones y figuras tan diversas como: Partido Nacional Bolchevique, FCU (Kasparov), Partido Republicano Ruso, Grupo moscovita de Helsinki, Organización juvenil «Defensa» (oborona), Unión Democrático-Popular Rusa (RNDS) fundado por Kasianov, etc…
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