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Disturbios en Francia. Testimonio y réplica a una serie de embustes

Clichy-sous-Bois: ¿territorio sin ley o territorio de injusticia?

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Juan Vivanco

Martes 1 de noviembre. Estoy yendo y viniendo a Clichy desde la mañana del sábado para preparar con una periodista de France-Inter una serie de emisiones sobre la situación el Clichy-sous-Bois. La ciudad se amotinó entre el jueves 27 de octubre y la noche del lunes 30. Voy a relatar lo que he visto y oído, lo que me han contado y lo que me han explicado.

1. Todo indica que los dos jóvenes muertos (Zyad y Bounna, de 17 y 15 años, del Instituto n.º 3) fueron perseguidos por la policía, a pesar de lo que sostiene la versión oficial, que negaba toda persecución a la carrera (versión de Sarkozy y Parquet). ¿Por qué iban a meterse en ese callejón y saltar una valla para esconderse en un transformador cuando su barriada no estaba lejos del lugar de la tragedia?

2. Los jóvenes, una decena, estaban jugando al fútbol y huyeron al ver a la policía porque algunos de ellos no tenían papeles (entre otros el tercer electrocutado, Metin, en proceso de regularización). No habían robado en ninguna obra, como afirma la versión oficial, repetida por Villepin el jueves a pesar de que ya nadie la sostiene, porque el sábado el fiscal de Bobigny reconoció que se trataba de un simple control de identidad. Además, los muchachos detenidos quedaron en libertad una hora después de su detención, prueba de que no había cargos contra ellos. Metin, con graves quemaduras, «no recuerda nada» según la versión oficial… ¿Tendrá algo que ver este silencio con su situación legal?

3. En la ciudad han corrido toda clase de rumores: ¿a qué se deben las mentiras policiales? ¿qué hay detrás de ellas? Estallaron disturbios; el jueves fueron espontáneos y el viernes fueron dirigidos por «veteranos»: correos (coches quemados), los bomberos (un camión apedreado), las marquesinas de los autobuses y un colegio (conato de incendio). Los disturbios del viernes alcanzaron una violencia especial (disparos con arma de fuego contra los coches de los gendarmes y los CRS, lanzamiento de proyectiles…). Se produjeron en las grandes avenidas que bordean la barriada Chêne pointu (junto a la Pama). Ardieron muchos coches y el sábado por la mañana aún podían verse sus esqueletos carbonizados en las calles.

El sábado por la mañana las asociaciones religiosas y la mezquita convocaron una marcha silenciosa. Llegó el turno de los llamamientos a la calma. Todas las miradas se dirigieron a la justicia y la mayoría de las críticas apuntaron a Sarkozy. Parecía que las instituciones musulmanas, el ayuntamiento y los militantes comunitarios, visiblemente unidos, habían recuperado el control de la situación. Asistió cerca de un millar de manifestantes. Para aclarar las circunstancias de la tragedia del jueves, el alcalde socialista de Clichy, Claude Dilain (que al parecer mantiene una buena comunicación con los vecinos de Clichy, incluidos los jóvenes), agotado y conmovido, pidió oficialmente a Sarkozy que abriera una investigación sobre la muerte de los dos jóvenes. Por su parte el abogado de las familias de las víctimas, a la salida de una reunión celebrada en el ayuntamiento después de la marcha silenciosa, afirmaba que iba a interponer una querella por omisión de auxilio para esclarecer todas las circunstancias del suceso. Parecía que había vuelto la calma, y las fuerzas del orden no hicieron acto de presencia.

El sábado por la noche, en el momento de la ruptura del ayuno (hacia las 18:30), unos 400 CRS y gendarmes, parte de ellos llegados de Chalon-sur-Saône, ocuparon las calles de la barriada de Chêne pointu. Como de costumbre, se trataba de «cercar» el barrio. Delirio policial: en cohortes, como las legiones romanas, a paso ligero, con la visera bajada, el escudo en el brazo y el flashball en la mano, recorrían una calle tras otra en pos de un enemigo invisible. En ese momento todos estaban comiendo y no había nadie fuera de casa. ¿A qué venía ese alarde de fuerza cuando las calles estaban especialmente tranquilas? «Provocación policial», contestaban al unísono los vecinos cuando se les preguntaba. Desde el viernes por la noche no se dice otra cosa.

Al cabo de una hora salen algunos jóvenes y hacen frente a los policías: el enfrentamiento está servido. ¿Qué sentido tiene semejante estrategia policial como no sea el de «marcar el territorio», es decir, aplicar una versión animal y chulesca del «orden republicano»? Varios testimonios y grabaciones en teléfonos móviles muestran sin lugar a dudas que la policía estaba buscando camorra con los jóvenes (insultos racistas, provocaciones, bravatas…).

A las nueve subí a Bosquets, a la mezquita Bilal. Estaba atestada (unas 1200-1300 personas) por ser la noche del Destino, que los fieles pasan tradicionalmente en la mezquita. Ya había varios coches y contenedores de basura en llamas, y los jóvenes acudían a refugiarse en los alrededores de ese enclave situado en el centro del barrio. Sin embargo el clima era de recogimiento, y los imanes, desde el principio, habían desempeñado un papel importante en la pacificación.

La noche del sábado, pese a las provocaciones policiales, los choques no parecían tan violentos. ¿Tenía esto algo que ver con los llamamientos a la calma, repetidos desde la mañana? ¿O con la importancia ritual de la noche del Destino en ese momento del Ramadán?

4. El domingo por la noche recibí una llamada desesperada e indignada de Ibrahim, el hijo del Imán, a las 20:55. La policía acababa de lanzar gases lacrimógenos dentro de la mezquita de Bosquets en plena oración. Varias mujeres, en la sala reservada para ellas, habían estado a punto de desmayarse, me dice. Me cuenta que a la salida algunos miembros de las fuerzas del orden las habían insultado: «¡Puta, guarra!». No hubo manera de negociar con la policía, quienes lo intentaron recibieron por toda respuesta una frase hiriente y la amenaza del flashball. Ibrahim quería que me presentara para dar fe de lo ocurrido, pero yo no estaba en Clichy entonces.

La noticia me pareció alucinante. ¿Por qué atacaban un lugar de culto? ¿Por qué tiraban gases lacrimógenos dentro de la mezquita, si las autoridades religiosas eran las únicas, con el ayuntamiento, que podían calmar los ánimos? A partir de entonces la violencia se desató, los enfrentamientos se reanudaron y los coches volvieron a arder. Las posturas se enconaron cuando esa misma noche las fuerzas del orden negaron que hubieran lanzado granadas lacrimógenas contra la mezquita. Dijeron que el modelo de granada arrojado contra los fieles de la mezquita era distinto del que usaba la policía. A partir de entonces los hechos graves eran dos: la muerte de los dos adolescentes y el ataque contra la mezquita.

Al mismo tiempo, por televisión, Sarkozy justificaba y defendía el despliegue policial en Clichy y volvía a hablar de «tolerancia cero», con un puño cerrado y, en la otra mano… nada, salvo la mano invisible del mercado.

5. Lunes por la mañana. El ambiente es tenso. A las once Sarkozy se reúne en la prefectura de Bobigny con las fuerzas del orden. La consigna de la mañana es: felicitación y respaldo. La versión oficial del ataque a la mezquita ha sufrido algunos cambios durante la noche. El modelo de granada sí es como el que utiliza la policía, pero se mantiene la duda: ellos no han lanzado esas granadas dentro de la mezquita. Una vez más la versión oficial parece muy alejada de la verdad.

A la una de la tarde me dirijo a Chêne pointu para ver el noticiero televisivo con un imán y su familia. El tratamiento informativo es una de las causas de la rabia expresada por muchos desde el comienzo de los «disturbios». La impresión que domina todas las conversaciones es que los medios son correas de transmisión de las instituciones oficiales y repiten sus mentiras, y sobre todo que colaboran en señalar como culpables a los vecinos de los barrios populares.

Pero el tono ha cambiado. La prensa y las cadenas de televisión se han vuelto más críticas. La versión oficial de la muerte de los dos muchachos y del ataque a la mezquita se pone en duda, o al menos se distancian de ella.

A las dos de la tarde se celebra una conferencia de prensa en la mezquita de Bosquets. Una grabación de un teléfono móvil sirve de prueba. Se proyecta ante los numerosos periodistas: en ella se ve cómo el pánico se apodera de los fieles al estallar las granadas. Luego toman la palabra los responsables. El tono es firme, la emoción palpable y las demandas concretas: una investigación judicial y excusas oficiales. El fondo del asunto es la igualdad de trato a los distintos cultos. El Sr. Bouhout, presidente de la mezquita y próximo a la UMP [partido de Sarkozy], dice con tono amenazador que su capacidad para calmar los ánimos ha quedado muy reducida. El hermano mayor de Bouna, delante de la prensa, anuncia que no quiere entrevistarse con Sarkozy, al que acusa de «incompetente», y pide, con la familia de Zyad, una reunión con el primer ministro. Todos exigen que la policía se vaya del barrio, condición necesaria para recobrar un poco de calma y pacificar la situación.

Aprovechando la conferencia de prensa, unos dirigentes comunitarios hablan de las causas socioeconómicas de los sucesos, que se suelen ocultar: Clichy ocupa un lugar destacado entre los municipios más pobres de Francia y las asociaciones cada vez disponen de menos dinero para hacer su labor. A la salida de la mezquita el ambiente es tenso. Los jóvenes forman corrillos en los alrededores. Unas mujeres cuentan lo que han visto y sufrido: todas están indignadas con la policía, que insiste en sus alardes de fuerza contrarios al sentido común y, con frecuencia, a la ley; también están indignadas con las autoridades ministeriales, que no denuncian el ataque contra la mezquita del domingo por la noche. Las autoridades religiosas, visiblemente abatidas y conmovidas por los sucesos de la víspera, recuperan poco a poco el control de la situación. Todos esperan con aprensión la caída de la noche.

A las siete se llega a un acuerdo entre los miembros de la mezquita y la prefectura: se nombra a unos jóvenes como mediadores para que calmen a los más exaltados y eviten nuevas escaramuzas con la policía. La idea no es nueva, algunos jóvenes la habían propuesto el sábado, pero las autoridades policiales no parecían interesadas. ¿Se habrán dado cuenta de que el conflicto se les va de las manos? ¿La mano dura, que ha demostrado su ineficacia y su iniquidad, tropieza por fin con sus límites?

23:30. La policía y los jóvenes juegan al ratón y el gato, pero la situación parece más controlada. En la calle los mediadores cumplen su función, según me dicen: se acercan a los jóvenes y discuten con ellos para convencerles de que no pasen a la acción. Durante la noche me entero de que han prendido fuego al garaje de la policía municipal de Montfermeil y las fuerzas del orden han practicado algunas detenciones. Se han evitado los enfrentamientos.

Antoine Germa es profesor de historia y geografía en Clichy-sous-Bois.