Traducido para Rebelión por Gorka Larrabeiti
Mientras la producción de droga sufre un fuerte aumento, la ONU manipula los datos. Lo denuncia la Asociación Libera.
De los secuestros de activistas musulmanes en Europa al tráfico de droga en Colombia. En el trabajo sucio de la CIA, agencia de inteligencia de Estados Unidos, se aprovecha todo. Hasta los aviones empleados por el gobierno EEUU en las operaciones de «entregas extraordinarias»: el traslado al campo de concentración de Guantánamo o a las celdas de tortura en Oriente Próximo para los presuntos integristas, previo juicio o sin él, por complicidad con los terroristas de Al Qaeda.
Resulta que algunos de esos aviones han vuelto a aparecer en las rutas clandestinas que unen América del Norte con las zonas de cultivo o tránsito del oro blanco. La herencia que deja la administración de George W. Bush al mundo es ésta: un nivel de producción y difusión de la cocaína fuera de control, que se ha producido por culpa del fracaso contemporáneo de los estudios y previsiones de la agencia antidroga de las Naciones Unidas, la Oficina contra la Droga y el Delito (ONUDD), con sede en Viena, dirigida por el italiano Antonio Maria Costa, principal organismo mundial que, mediante sus informes anuales debería monitorar las actividades de los narcos y trazar la política de lucha contra la droga de los gobiernos. Un estudio de Alessandro Donati, antiguo dirigente del Comité Olímpico italiano (CONI) y asesor de la Agencia Mundial Antidoping, ha comprobado los datos que suministra la ONU sobre tráfico de coca, y ha descubierto que las cifras están distorsionadas a la baja. Un gran agujero en los números que conduce a subestimar la cantidad de droga en circulación justo en el periodo en el que, también en Italia, el polvo blanco se ha convertido en una sustancia de consumo amplio, empezando por los chicos que hacen bachillerato. Los precios de las dosis disminuyen y la ‘Ndrangheta [mafia de Calabria, N.d.T.] alcanza la cumbre de las importaciones en Europa.
Bajo cobertura
Conviene comenzar por las operaciones secretas que se desarrollan entre Colombia y Estados Unidos. He aquí que aparecen surcando los cielos los mismos aviones utilizados por la CIA para transportar prisioneros a Guantánamo. Cosa ya conocida. Todo está en Internet. L’Espresso ha seguido las huellas. Partimos de un accidente que ocurrió en México y hemos seguido con las listas difundidas por el ministerio de Transportes británico sobre presuntos vuelos de la CIA en Europa.
El 24 de setiembre de 2007 un Gulfstream II, lujosísimo jet de negocios, atraviesa el espacio aéreo mexicano. Los pilotos se dirigen hacia el norte, hacia la frontera con EE.UU. Pero al poco rato se dan cuenta de que tienen problemas. Tal vez han escogido una cota demasiado baja al tener que esconderse de los radares. De ahí que los dos motores hayan consumido más de lo previsto. Tienen que aterrizar lo antes posible, aunque la carga que han distribuido homogéneamente entre los asientos no es de las que se puede declarar en la aduana: 126 maletas con un total de 3 toneladas y 300 kilos de cocaína purísima. A lo mejor la causa del consumo excesivo es precisamente esa sobrecarga, que equivale a 41 pasajeros, cuando este tipo de avión suele llevar 14. Los dos pilotos piden autorización para aterrizar en Cancún. El aeropuerto deniega el permiso. Lo intentan de nuevo con Mérida, que está a algunos minutos de vuelo. Permiso también denegado. El avión pierde altura y ya sin carburante se acaba estrellando en medio de la selva de la Península del Yucatán. El fuselaje se rompe en tres partes. La carencia de gasolina evita la explosión. Los dos pilotos y el tercero a bordo se salvan. Cuando los encuentran los militares al cabo de unas horas, piden que se contacte con el consulado de Estados Unidos. «Son yankis», intuyen enseguida los soldados. Encuentran entre los restos del avión las maletas llenas de cocaína. Hasta aquí llegan las noticias oficiales. La prensa local cuenta que el Gulfstream había partido de Rionegro, Colombia, que no es más que el municipio que alberga el aeropuerto de Medellín, una de las capitales de los narcos.
También la matrícula del avión es estadounidense: N987SA. Cuando los investigadores mexicanos y los periodistas escriben la sigla en los motores de búsqueda de Internet, salta la sorpresa. El avión aparece en las dos listas que el ministerio de Transportes de Londres ha entregado al Consejo de Europa a propósito de las investigaciones sobre los vuelos de la CIA y el secuestro de ciudadanos sospechosos de tener vínculos con el terrorismo. Entre 2001 y 2004 el Gulfstream vuela 18 veces entre Gran Bretaña, Irlanda, Francia y, según los registros estadounidenses, entre los Estados Unidos y Guantánamo. Hasta el día del accidente en México, el avión pertenece a sociedades implicadas en tráficos con Colombia o en servicios gubernamentales.
Otro avión de la CIA es empleado en noviembre de 2004 para transportar más de una tonelada de cocaína a Nicaragua. Tras un aterrizaje en un campo de algodón, algo sale mal y abandonan el Beechcraft 200 con matrícula N168D. Esa misma sigla aparece en los documentos de la comisión de investigación del Europarlamento, dirigida por el italiano Claudio Fava, sobre secuestros de persona de los agentes secretos de Washington en Europa. También aparece en la lista del ministerio de Transportes británico, con vuelos a Iraq, Grecia, Italia (Cagliari), España, Portugal, Alemania e Islandia. Entre 2002 y 2004 la matrícula N168D figura como propiedad de la Devon Holding & Leasing, que, según la investigación del Parlamento Europeo, es una sociedad tapadera del gobierno EEUU. En esa red intrincada de operaciones ilegales y complicidades de agentes secretos corruptos se ven implicados más aviones: entre ellos, un viejo DC 9 con 5 toneladas y media de cocaína a bordo, que aterrizó por culpa de una avería en México en abril de 2006. Los pilotos huyeron. Las autoridades aeronáuticas de Washington tardaron semanas en revelar quiénes eran los dueños. Luego resultó que era una sociedad en contacto con la CIA que, justo unos días antes del vuelo cargado de coca, había vendido el DC 9. Hay gran demanda de medios para transportar la droga desde las zonas de producción a las zonas de distribución hacia EEUU y Europa. El 16 de diciembre de 2008 en el estado mexicano de Sonora, en la frontera con EEUU, secuestran siete aviones equipados para la fumigación de cultivos. No deberían estar en ese lugar, pues se habían asignado para operaciones antidroga en Colombia, pero alguien los empleó después para el transporte de coca hacia Estados Unidos.
Documentos falsos
La tabla publicada en la página 35 muestra el hábito de los expertos de Naciones Unidas de retocar los datos publicados sobre producción de cocaína en el mundo. Tomemos el caso de 2004: ¿cuántas toneladas se produjeron: 687, 937 o 1008? El estudio de Alessandro Donati, promovido por la asociación antimafia Libera de Don Luigi Ciotti, demuestra que los números que publicó la agencia de Viena, además de estar retocados, están falseados a la baja. Igual ocurre con los que divulgó el gobierno de Estados Unidos. Durante todo 2008, día tras día, a través de Internet, Donati fue recogiendo datos sobre decomisos de coca, plantaciones destruidas, refinerías descubiertas y precursores químicos interceptados en Colombia y el resto del mundo. Datos oficiales publicados por sitios gubernamentales, mandos militares y policía. Salta a la vista que las cuentas no cuadran. Sólo en lo relativo a las incautaciones en el mundo de clorhidrato de coca, la sustancia acabada, en 2008 se alcanzan 778 toneladas. La ONU no ha establecido todavía el cálculo para 2008, pero para 2007 declaró una producción de clorhidrato de coca de 994 toneladas, de las que 600 se referían a Colombia. De ser ciertas estas cifras, significaría que la cocaína decomisada en 2008 equivaldría al 78,26% de la producción planetaria de 2007. Es decir: un éxito indiscutible de las políticas antidroga mundiales que, en cuanto a la cultivación de las plantas de «erythroxylum coca», se reducen a una única política: el control de los Estados Unidos, a través de la guerra contra los narcos, de Colombia y México, además de los intentos de influir en otros países de la región como Venezuela. En lo relativo a la cocaína, los gastos de Washington los encabeza el Plan Colombia, emprendido en el año 2000: 4.500 millones de dólares pagados por los contribuyentes estadounidenses para operaciones militares declaradas o secretas, destrucción de plantaciones e introducción de cultivos alternativos. Sin embargo, aumentar las previsiones sobre producción de coca y acercarlas a los datos reales significaría denunciar ante los contribuyentes el fracaso del Plan Colombia. Quizá es por ello por lo que los datos de la agencia de Viena de Naciones Unidas coinciden, salvo alguna pequeña excepción, con los que divulga el Departamento de Estado estadounidense. Así y todo, a base de retoques al alza para evitar que la cantidad de droga incautada supere la producida, el resultado sigue siendo igualmente asombroso. La ONU (seguida por el Departamento de Estado) declara en efecto una producción de 300 toneladas en Colombia en 2006, y 600 en 2007. Dicho de otro modo: la intervención de los Estados Unidos y la llegada de fondos de Washington provocaron que se reduplicara la producción de cocaína. Pero la realidad de las cifras y de los narcodólares en juego es mucho más dramática. ¿Quién ha alterado los datos? Y sobre todo, ¿por qué?
Los laboratorios clandestinos
Nadie ha denunciado jamás el fracaso del plan de Washington que, con sus efectos en el tráfico, afecta también a Europa. No lo hizo la oficina de la ONU, cuya dirección se encargó primero a Pino Arlacchi y ahora a Antonio Maria Costa, y sin embargo, la agencia de Viena bien que contaba instrumentos para hacerlo. Contaba asimismo con financiación para ello: 332 millones de dólares de presupuesto en 2008. Entre los financiadores figura en primer lugar la Comisión Europea, segundo Canadá, tercero Estados Unidos, por delante de Suecia, Italia y Holanda. El estudio de Libera examina, entre otros muchos aspectos, la actividad de los «cristalizaderos»: los laboratorios clandestinos donde la pasta de coca se transforma en clorhidrato. «A lo largo de 2008 -escribe Donati en el resumen que se publicará en el número de febrero de Narcomafie– se registraron en Colombia 2.338 acciones antidroga que consistieron en el descubrimiento y la destrucción de más de 3.400 laboratorios del producto intermedio y de 311 cristalizaderos… Las autoridades formularon la previsión de la producción mensual para 152 cristalizaderos, esto es, para la mitad del total». También este dato desmiente los datos de las Naciones Unidas: «sumando las 152 estimaciones -explica Donati- se llega a un total de 599 toneladas y 494 kilos de producción mensual de clorhidrato de cocaína». En un solo mes se alcanza la producción anual estimada por la ONU (600 toneladas). Añádase a lo anterior la producción de otros cristalizaderos secuestrados y a otros que jamás se han descubierto. El estudio de Libera hace el siguiente cálculo: «El resultado final de la elaboración permite considerar que los 311 cristalizaderos destruidos en Colombia produjeron en 2008 al menos 1.400 toneladas de clorhidrato de cocaína… Una estimación de la producción colombiana para 2008 de al menos 2.000 toneladas ha de considerarse prudente, por más que sea tres o cuatro veces mayor del cálculo de la ONU y cuatro o cinco veces mayor de los de Estados Unidos». Las investigaciones antimafia italianas también desmentirían las cifras de la agencia de Viena: la cantidad anual que trafican en Europa la camorra y la ‘Ndrangheta es 600 toneladas.
Las cuentas tampoco cuadran si se considera la superficie de cultivo destruida con veneno, que, encima acaban con quienes viven en la zona: el 4 de agosto de 2008 en el departamento de Vichada en Colombia se tuvo noticia de la muerte de 25 niños de comunidades sikuanos, guayaberos y nukak después de las operaciones de fumigación. «La manipulación sistemática de datos efectuada por la oficina ONU para la lucha contra la droga junto con las autoridades estadounidenses -comenta Donati- ha ido en una única dirección: rebajar los datos hasta el extremo de hacer que sus valores fueran grotescos. Esta perversidad no se puede explicar sólo con la necesidad de demostrar que el papel que han desempeñado en la lucha contra la droga ha sido eficaz. Los expertos estadounidenses han tenido años de tiempo a su disposición para corregirse. Si no lo han hecho, se debe concluir que el verdadero objetivo del Plan Colombia era otro: echar mano a la pasta. Por tanto, partes del estado engañaron al Congreso estadounidense».
La conclusión escrita en un informe de la comisión de asuntos exteriores del Senado de EEUU es casi la misma: «La falta de pruebas evidentes de avances documentados en la guerra contra la droga y en la neutralización de los grupos paramilitares es desconcertante -escriben los senadores- considerando los miles de millones de dólares que ha aprobado el Congreso para financiar, desde 2000, la lucha contra la droga y la destrucción de las plantaciones». Entre las firmas, está la de un senador que desde hace poco es el responsable de lo que se hará o se dejará de hacer en el futuro. En el documento, su nombre es el último por abajo: Barack Obama, Illinois.
Fuente: http://espresso.repubblica.it/dettaglio/Coca-made-in-Cia/2059291&ref=hpsp
Enlace al documento presentado por la Asociación Libera ayer en Roma