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Una visión desde el Sur y más específicamente desde América Latina

Cómo superar la crisis en plural y apostar por un mundo nuevo

Fuentes: Rebelión

Cuando 850 millones de personas en el mundo viven debajo de la línea de pobreza, cuando millares de niños mueren diariamente de hambre, cuando casi todos los días desaparecen culturas y modos de vida, cuando diariamente atentan contra el futuro del planeta, nadie puede pensar que lo que el mundo requiera hoy sea de nuevas […]

Cuando 850 millones de personas en el mundo viven debajo de la línea de pobreza, cuando millares de niños mueren diariamente de hambre, cuando casi todos los días desaparecen culturas y modos de vida, cuando diariamente atentan contra el futuro del planeta, nadie puede pensar que lo que el mundo requiera hoy sea de nuevas regulaciones, que tienden apenas a salvar al sistema capitalista.

Se requiere de alternativas, es preciso un mundo nuevo -socialmente justo y ecológicamente sostenible-, hay que transformar el curso de este viejo orden económico, político, social, ambiental, generador de impactos ecológicos, climáticos y sociales que pagan las mayorías populares y amenazan la supervivencia en nuestro planeta. Las crisis sociales de esta debacle capitalista ya se siente en todo el mundo: desempleo, exclusión, vulnerabilidad de las clases medias.

La lógica de acumulación se impuso sobre las necesidades de los seres humanos. Hay una crisis de la civilización; riesgo incluso de la extinción del planeta y la desaparición de la especie humana.

Es preciso y urgente aclarar objetivos, vislumbrar la visión a largo plazo (la necesaria utopía, que luego deberá transformarse en práctica), y luego precisar propuestas a corto, medio y largo plazo. Para ello, hará falta afinar estrategias para lograr las correlaciones de fuerzas políticas, sociales y culturales que permitan avanzar en las alternativas, derrotando las lógicas y las propuestas de los causantes de la crisis.

Francois Houtart propone cuatro ejes para articular la visión de largo plazo: a) un uso renovable y racional de los recursos naturales, b) privilegiar el valor de uso sobre el valor de cambio, c) generalizar la democracia, también dentro del sistema económico, d) el principio de la multiculturalidad, que reúne a todos los saberes en la construcción de las alternativas necesarias.

Joseph Stiglitz, Nóbel economista estadounidense, señala que falló la gobernanza de las instituciones financieras internacionales como el banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Comité de Regulaciones Bancarias de Basilea: son inadecuadas y no representativas de las economías emergentes y menos aún de los países en desarrollo: «Hay que considerar una nueva estructura financiera internacional», insiste.

La canciller alemana, Angela Merkel, instó a una nueva arquitectura financiera mundial: «Sin duda, tiene que haber una coordinación de la política económica global más allá del FMI, que ha fracasado, y del Banco Mundial. Ya es inconcebible decir que debemos tener fronteras abiertas sin una regulación global». Algo similar sostiene el primer ministro británico, Gordon Brown, para quien el FMI y el BM no sirven para su propósito y necesitan cambiar drásticamente.

Brown, hablando en un seminario para establecer la agenda de la cumbre de abril de líderes del G-20 en Londres, dijo a los académicos reunidos que un «audaz paso hacia adelante» era necesario si habría que prevenir futuras crisis. «Estas instituciones fueron creadas para un mundo de flujos de capital local, no flujos de capital global. Las instituciones que hemos heredado no están equipadas para las funciones que tenemos que abordar en el futuro», agregó.

Para Amartya Sen, Premio Nobel de Economía 1998, economista y filósofo, cada vez está más claro que la estabilidad financiera es un bien común y que, por tanto, es necesario hacer un esfuerzo coordinado para conseguirla. Sen señaló que se trata de una crisis moral en el sentido de que la gente ha utilizado la codicia de manera imprudente, haciéndose daño a sí misma y a los demás. «Muchas instituciones han caído, mucha gente está en la ruina. Se trata de una crisis de prudencia, además de una crisis moral. También es una crisis de control social, ya que podía haberse evitado si hubieran existido controles», indicó.

La nueva relación con la naturaleza -que propone Houtart- significa la recuperación por parte de los Estados de la soberanía sobre sus recursos naturales, el cese de monocultivos y la revalorización de la agricultura campesina.

La multiculturalidad se expresa en la abolición de las patentes sobre el conocimiento, la liberación de la ciencia del dominio del poder económico, la supresión de los monopolios de la información, el establecimiento de la absoluta libertad religiosa.

Privilegiar el valor de uso significa la no mercantilización de las semillas, el agua, la salud, la educación, los servicios públicos, la supresión del secreto bancario, la anulación de las odiosas e ilegítimas deudas externas, el establecimiento de acuerdos regionales basados en la complementariedad y la solidaridad, así como la creación de monedas regionales. Sin duda, la crisis capitalista es una oportunidad privilegiada para poner en práctica estas medidas.

Democratizar las sociedades va más allá de la aplicación de la democracia participativa y la cogestión local en los temas económicos; va hasta la reforma misma de las Naciones Unidas, significa la reivindicación de los derechos humanos en todas sus dimensiones, individuales y colectivas.

El único actor histórico, portador de proyectos alternativos, dice Houtart, es plural: trabajadores, campesinos (con y sin tierra) indígenas, mujeres, pobres, ecologistas, migrantes, incluso los intelectuales que interactúan con los movimientos sociales.

Estamos confiados que los Estados latinoamericanos que han creado condiciones para que las alternativas nazcan y florezcan, sigan regando la convergencia y abonando las luchas de los movimientos sociales. Lo cierto es que ya es demasiado tarde para tomar medidas preventivas de la actual crisis, pero aún es tiempo de juntarse para contener los daños y fracturas y diseñar una nueva arquitectura financiera, basada en la consolidación de bloques regionales capaces de sustentar un nuevo mundo multipolar. Las crisis debe abordarse de forma que refleje las realidades de los desequilibrios actuales globales, haciendo frente a las asimetrías de forma equitativa y justa.

A menos que se haga así, se corre el riesgo del aumento de la pobreza, con retrocesos importantes en los esfuerzos por cumplir con las llamadas Metas del Milenio. El incremento del desempleo hará que los países se enfrenten con mayores necesidades sociales, pero la disminución de los presupuestos públicos les proporcionará menos recursos para satisfacer las demandas y necesidades. Los recortes en el gasto social amenazan con tener efectos a largo plazo sobre la educación y la salud, con consecuencias para toda la vida sobre todo en la niñez y juventud afectadas.

El Foro Social Mundial de Belém do Pará, dejó algunas certezas: el mercado quebró, y basta ya de obedecer a los que fracasaron. No salvemos a los bancos, salvemos a la gente. Lo económico y lo ambiental van de la mano. Soberanía latinoamericana sobre los recursos latinoamericanos. Una moneda común. Un cambio ético. Lo colectivo por sobre lo individual. Tolerancia cero al analfabetismo. Alerta roja ante los nuevos disfraces del capital transnacional, especialmente los vinculados con los monocultivos y las semillas transgénicas. Socialismo del siglo XXI. Políticas de Estado regionales. Cooperación en áreas estratégicas. Formación de cuadros políticos y sociales como reaseguro de un proyecto democrático y popular de largo alcance.

El francés Francois Sábado, quien destacó que la turbulencia actual posee dimensiones económicas, sociales, políticas, energéticas, climáticas y alimentarias. «Una crisis de civilización», que revela una profunda derrota de las políticas neoliberales, resumió. Para Sábado, si la izquierda y las fuerzas populares no logran encontrar un programa mínimo común para actuar, se corre el riesgo de que la disputa por la superación de la crisis quede entre los neoliberales y aquellos que desean reformar el capitalismo.

Los movimientos sociales exigen la nacionalización del sistema financiero y el control de los flujos de capital, como iniciativas de corto plazo, tópicos complementarios entre sí. Stiglitz mismo habla de nacionalización de la banca: «Los bancos están en muy mala situación. El gobierno de EE.UU. ha vertido cientos de miles de millones de dólares con muy pocos resultados. Los ciudadanos norteamericanos se han convertido en propietarios mayoritarios de un gran número de bancos importantes. Pero no tienen el control. Cualquier sistema que tenga una separación de la propiedad y el control es una receta para el desastre. La única respuesta es la nacionalización. Esos bancos ciertamente están en bancarrota».

Muchas naciones emergentes tienen un sistema bancario central mucho mejor que el de Estados Unidos, porque comprendieron los riesgos de exceso de influencia, la excesiva dependencia en los préstamos de bienes raíces, y realizaron acciones mucho más prudentes. Muchos países en desarrollo también acumularon grandes reservas y están en mejor situación para enfrentar esta crisis que hace una década. Pero -también- algunos se enfrentarán a tiempos muy difíciles, con suspensión de pagos. Sin duda, muchos de estos países están sufriendo por haber prestado demasiada atención a lo que ha estado sucediendo en Estados Unidos.

El Sur necesita diseñar, definir, una agenda común, que enfrente las lógicas dominantes en las respuestas y medidas de los gobiernos del Norte frente a la crisis, atacando los problemas más urgentes de las mayorías, fijando metas cuantificadas y diseñando los instrumentos para alcanzarlas. Sí, es movilizarse contra los «rescates financieros para incompetentes», como los denomina Paul Krugman, y proponer en su lugar que las Naciones Unidas acuerden habilitar Fondos Urgentes para hacer frente a la crisis alimentaria en este 2009, tal y como lo reclama la FAO.

Es necesario definir acciones urgentes frente a los paraísos fiscales, por donde pasa hoy casi la mitad del comercio mundial, y a donde las grandes empresas trasnacionales desvían sus beneficios para evadir el pago de impuestos. No cabe duda que todas las transacciones económicas deben someterse a la regulación y tasación de los Estados. Estos centros offshore facilitan la corrupción, el lavado de dinero y la evasión fiscal, socavando, a su vez, la gobernanza democrática.

Significa, en definitiva, definir los principios sobre los que debe basarse un Nuevo Orden Económico y Social, con la paralela articulación de propuestas urgentes llenas de sentido común y con amplio respaldo social para que sean adoptadas por la gran mayoría de los Estados presentes en la Asamblea General de la ONU. Es hora que el llamado bloque BRIC -Brasil, Rusia, India, China- se coloque decididamente del lado de la construcción de este Nuevo Orden y no se alíe a las propuestas de los poderosos del G-20.

Es necesario abordar, también, el sistema mundial de reservas, ya que el actual, en base al dólar, se está desmoronando, y el sistema euro-dólar-yen que podría reemplazarlo, podría ser aún más inestable. Sin duda se debe crear un nuevo sistema mundial de reservas, o, mejor aún, sistemas regionales que coadyuven al desarrollo de sus países y sirvan para proyectos de integración y conservación ambiental y de sus recursos naturales.

Es hora de superar los diagnósticos y sin olvidar la utopía, unirse para ir avanzando hacia ese mundo nuevo, necesario, imprescindible que reclaman las grandes mayorías.

– Aram Aharonian es Director del Observatorio Latinoamericano en Comunicación y Democracia. Director de Question, fundador de Telesur