El pasado 27 de junio, Ana Ballesteros Peiró leyó su tesis de doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid, Departamento de Estudios Árabes e Islámicos y Estudios Orientales. La investigación fue dirigida por los profesores Bernabé López García y María Jesús Martín López. Publicamos aquí un resumen del contenido y conclusiones de este trabajo, redactado […]
El pasado 27 de junio, Ana Ballesteros Peiró leyó su tesis de doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid, Departamento de Estudios Árabes e Islámicos y Estudios Orientales. La investigación fue dirigida por los profesores Bernabé López García y María Jesús Martín López. Publicamos aquí un resumen del contenido y conclusiones de este trabajo, redactado por la autora. Ana Ballesteros es autora del libro: Pakistán, Ed. Síntesis, 2011, ya reseñado en su día por Eurasian Hub. También puedes leer aquí la entrevista de promoción que realizó la Editorial Síntesis.
El sectarismo ha existido a lo largo de la historia de Pakistán, no es algo creado a partir del siglo XX ni de un gobierno concreto. Desde la llegada misma de los primeros musulmanes, las afiliaciones sectarias se mostraron de formas distintas. Desde el siglo VIII, con las primeras incursiones musulmanas, las guerras internas del poder ora establecía alianzas entre suníes y chiíes, ora los enfrentaba. Estos enfrentamientos se configuraban no solo como luchas de poder, sino en forma de enfrentamientos sectarios por los que el poder castigaba a los miembros de la secta contraria en base a su pertenencia a ésta. Otros gobiernos, como el de Aurangzeb, atacaban el chiismo por considerarlo herejía, es decir, su principal motivación surgía de su fe. La acogida que tuvieron en la India los chiíes que huían de regiones como Siria o Yemen, en las que sobre todo era perseguida la ismailiyya, contribuyó al establecimiento de un mosaico islámico variado que a su vez, al cabo del tiempo, dio lugar a formas autóctonas.
Los cambios producidos a partir del siglo XVIII, en especial la segunda mitad del XIX y el XX, llevaron a la generación de movimientos de reforma que trataron de dar respuesta a preguntas que surgían de la crisis de poder de los musulmanes. Una de las respuestas hacía alusión a la falta de fe o a la mala fe. Los esfuerzos por ser «mejor musulmán» o un «musulmán verdadero» llevaron a la creación de movimientos de reforma del islam que con sus particulares visiones religiosas, pretendían solucionar los problemas que acuciaban a la sociedad. De esta suerte, las identidades fueron construidas en torno a la religión. Estas reacciones llevaron a un sector de la población a crear una teoría en la que mezclaron estos dilemas con la modernidad.
La Teoría de las Dos Naciones (TDN) creyó proveer la solución al problema, a través de la creación de una nación para los musulmanes. La identidad nacional se construyó en torno a la religión. La TDN llevaba implícita la creencia de que se era ciudadano pakistaní por ser musulmán. Pero la construcción del estado se llevó a cabo por unos líderes no religiosos, que predicaban una teoría moderna que instrumentalizaba la religión. Yinnah, el líder de Pakistán, afirmaba que era necesario dividir la India en dos, ya que hindúes y musulmanes eran radicalmente opuestos y no podían convivir, debido a que sus costumbres, sus culturas, sus lenguas, sus ropas, sus comidas, sus identidades, eran opuestas. Pero esta base teórica no se correspondía con la realidad. Esta base era una construcción ideológica que la realidad contradecía. Las identidades religiosas no empezaron a definirse hasta la realización de los primeros censos británicos de la India, por lo que ésta no era el principal marcador identitario. En la sociedad de la India, la pertenencia estaba más relacionada con la casta y la ocupación, que con la religión. Asimismo, por el carácter del líder, se intuía que el uso de la religión y de la identidad religiosa era más una táctica política, que una convicción ideológica.
La teoría contrasta con la realidad, no busca basarse en ella, sino que se empecina en negarla y transformarla. Es a partir de esta realidad cuando se comienzan a sentar las bases de la proclividad del estado al sectarismo. Según el análisis de Smelser (1963) de la teoría de la acción colectiva aplicado por Rodríguez (2000) en el estudio del sectarismo, los seis puntos conducentes a la reivindicación de la conducta colectiva y de la ordenación del comportamiento de los ciudadanos hacia una meta que se cree inaccesible por otro tipo de vías, resultan de la proclividad estructural del sistema social, la tensión estructural, el surgimiento y difusión de una creencia o sistema de creencias generalizadas, los factores de precipitación, la movilización de los participantes a la acción y el control social ineficaz. La identificación de la diferencia como conflictiva, lleva a creer que es necesario uniformar. El estado ha ido evolucionando promoviendo consciente e inconscientemente las divisiones no solo en lo religioso, sino también en lo político, provincial, étnico y social. Las pretensiones de la TDN y la realidad del estado que se forma dan lugar a que se produzca una tensión estructural generada por otro punto, a su vez consecuencia de esta tensión: el surgimiento y difusión de creencias generalizadas. La llamada ‘ideología de Pakistán’ pasó a ser un dogma. Esta idea es tan indefinida como rígida. Si se cuestiona la ideología, se cuestionan las bases fundacionales del estado, se cuestiona el estado mismo y por ende, se cuestiona el islam. De esta forma, se cierra la puerta a la interpretación de la historia, a la crítica y la disconformidad.
Estos factores son consecuencia de la evolución histórica, desde la pérdida de poder musulmán hasta el fracaso en la consolidación de Pakistán como estado, que no acaba de encontrar la estabilidad. Las decisiones políticas tomadas en las primeras décadas fomentan una mayor tensión que empeora con la difusión de creencias generalizadas («pakistanización»), utilizando la maquinaria estatal y generando una polarización en sectores de la sociedad pakistaní que hasta entonces, habían resistido las divisiones.
Los factores de precipitación más graves surgen con las políticas de Zia ul-Haq. Pero no solo fue un efecto de las políticas de Zia sino también de la época. La invasión soviética de Afganistán o la Revolución Iraní son acontecimientos que ocurren en las mismas fronteras de Pakistán y que contribuyen a agravar el problema. Igualmente, la década de los años 80 del siglo XX es un momento de fuerte cambio social, de creciente urbanización y bonanza económica. Las estructuras socioeconómicas tradicionales empiezan a tambalearse en aquellos lugares donde el dinero entra en mayores cantidades. La movilización de los participantes a la acción se explica a través de varios factores. Uno es la política de Zia y de cómo la financiación de la militancia religiosa contribuye al enriquecimiento de quienes tienen grupos militantes. Esto motiva a que aquellos que no poseen grupos armados, los creen, para no quedarse fuera del círculo de poder. Otro de los factores es el dinero que fluye de esta financiación estatal y de la bonanza económica, en forma de remesas o de donaciones de la recién creada clase industrial, que facilita la movilización de la población a la acción. La falta de control que ejerce el estado sobre sus ciudadanos es aún más grave cuando la corrupción y el oportunismo político contribuyen a que el caos se asiente después de la década de los 80. La década de los 90 es una época de mucha violencia y de gran ineficacia estatal. En parte, no solo por la debilidad de las instituciones, sino porque la creación de sensación de caos y promoción de la violencia es una estrategia deliberada de los militares (aunque no en exclusiva), para recuperar una parcela de poder perdida tras la muerte del dictador Zia ul-Haq. La falta de control del estado facilita la movilización a la acción. La creencia de que, en una sociedad tan rígida y con tan pocas oportunidades, el recurso a la violencia es legítimo, lleva a la retroalimentación de estos dos puntos: a mayor movilización social, menor control estatal. A mayor percepción de debilidad del estado, mayor creencia en el poder de la movilización radical.
Hay momentos en la historia del país que marcan un paso adelante en la marginación de las comunidades que son declaradas objetivo de los radicales. Los movimientos en contra de la aḥmadiyya encontraron su fuerza no en la firme respuesta del Estado recordando la igualdad de los ciudadanos ante la Constitución, o el discurso inaugural del Yinnah en la Asamblea Constituyente de 1947. [1] Los movimientos violentos encuentran un Estado débil, contradictorio e indeciso. Una muestra de esta debilidad es la declaración de los aḥmadíes como no musulmanes y el incluir una cláusula en la Constitución que define quién no es musulmán. Pero la abdicación a las demandas violentas no las aplaca, ya que después otros grupos son el objetivo de los radicales. El concepto de ciudadanía queda así ligado no solo a la «musulmanidad» de la persona, sino a la buena «musulmanidad». Desde la zikriyya hasta las prácticas consideradas heterodoxas, los ataques son cada vez más numerosos y ya no son dirigidos hacia un grupo en concreto, sino hacia la población en general, que es considerada culpable y responsable de su mala fe. La obsesión con la islamización de todos los aspectos de la vida lleva a una cruzada contra todo aquello que es identificado como foráneo y hace de las subjetividades de cada grupo una batalla para ver quién es más o mejor musulmán. El retorno de los muŷāhidīn a principios de la década de los 90, añade un elemento militante a la lucha por la islamización de la sociedad. La criminalidad se alía con el islamismo radical para enriquecerse. Ambos se necesitan y acaban fundiéndose. Los grupos radicales acaban siendo una nebulosa de criminalidad en la que no se sabe dónde comienza la acción islamista y dónde acaba el mero interés por la supervivencia del grupo en cuestión.
Los empeños del estado en seguir condenando la diferencia y marginando sectores de la sociedad, solo crea una mayor cohesión de los grupos que se sienten atacados y contribuye a una mayor movilización de aquellos que, considerando que el gobierno no les protege, toman en sus manos la labor del estado. De hecho, en algunas zonas, es el gobierno el que dice a las personas que deben defenderse ellas mismas, y el estado mismo es el que contribuye al armamento y militarización de la sociedad civil. Así, crecen los grupos armados, crecen las versiones que promueven el «islam verdadero» y crecen las divisiones sectarias de las corrientes religiosas y los partidos político-religiosos, crecen los regionalismos y nacionalismos. No solo no se aprendió de la guerra de 1971, sino que ésta empeoró el temor patológico a la diversidad.
En relación a la investigación de campo de esta tesis doctoral, la dialéctica entre rigor y descubrimiento que permite el análisis cualitativo no es un propósito fácil. La mayor dificultad consiste en establecer una clasificación de las declaraciones de la información obtenida a través de las diferentes fuentes de análisis. Es más, cuando se trata de un problema tan grave, es difícil esclarecer los orígenes del sectarismo y la representación adecuada de los datos para su definición. En el discurso de los sujetos, oral y escrito, se describe su interpretación sobre la vida, la realidad social relevante, de forma que la subjetividad del individuo pasa a ser intersubjetividad cuando se intenta desarrollar «percepciones invariantes» o «relaciones universales». Los resultados se han ajustado en función del siguiente cuadro relativo al análisis sistémico, que va de macro a micro: macrosistema: interpretación de los ciudadanos pakistaníes sobre el marco socioeconómico, la historia, la ideología, el entorno inmediato y los medios de comunicación. A continuación, el mesosistema, representado por los entornos de socialización (entornos de educación primaria, secundaria o superior, entorno laboral, familiar y de grupos de iguales). Finalmente, el microsistema, en el que está contenida la identidad personal, los razonamientos personales de la percepción del mundo, que finalmente, llevan a conformar un comportamiento social que lleve al individuo a ejercer o no un comportamiento que condene o acepte la pluralidad religiosa.
El macrosistema está descrito en esta tesis doctoral de los capítulos 2 al 4. Ese entorno está influido por una cultura, una historia turbulenta, una economía en quiebra, una sociedad desigual, unas normas sociales y culturales aceptadas socialmente como parte de un conjunto de valores que definen el país. En el análisis cualitativo surgen alusiones a la historia (a Alí, Kerbala o Yazid por ejemplo por parte de los chiíes, o a los Ṣaḥāba por parte sobre todo del hipersunismo) como elemento definidor del pasado pero también del presente. El entorno socioeconómico aparece en forma de referencias a la explotación de las masas por parte de elites y de cómo otros países más fuertes abusan de los más débiles. Se menciona la invasión de países islámicos para obtener el petróleo, la subyugación de algunos para usurpar los minerales (caso de Afganistán) o por el interés en los recursos energéticos de Centro Asia. Se cree que la desigualdad se fomenta para crear confusión y caos. Las alusiones también a las normas sociales y culturales son más abundantes entre los emigrantes pakistaníes que marcan la diferencia entre sus normas y las normas del país de acogida, entre su cultura y la cultura de acogida. Asimismo, uno de los factores más mencionados para explicar la pobreza o los problemas de Pakistán es la corrupción. Se encuentra también mayor cohesión y una menor diferenciación entre los emigrantes pakistaníes. Aunque el origen es bastante homogéneo, su identificación primera en España es como pakistaní y las diferencias entre muḥāŷiríes, pastunes o punyabíes están más diluidas que lo que se puede encontrar en su país de origen, aunque los últimos son los más influyentes.
En relación a la ideología, la dicotomía mundo islámico se contrapone a mundo occidental. En general es la primera clasificación que se establece a nivel de relaciones sociales. Hay diferentes posturas ideológicas manifestadas a través de los discursos de los entrevistados y del análisis de los comentarios vertidos por los usuarios en internet. En Pakistán, la primera alusión a la identidad es la islámica. Las menciones a la palabra «valores» van siempre seguidas del elemento islámico. De hecho, es extraño encontrar una referencia a los valores sociales que no estén asociados a la religión. Más de un entrevistado y de un texto reflejan la creencia de que no hay valores sin religión. Para el pakistaní, las sociedades irreligiosas no tienen valores (aunque la postura es de respeto a pesar de la incomprensión). Las tradiciones están muy ligadas a esas costumbres, en muchas ocasiones no islámicas, pero que se identifican como tales debido a la fuerza de la práctica. La ley consuetudinaria regula las relaciones familiares, el respeto por los padres y por las decisiones que ellos toman por y para el resto de la familia. El honor de la aceptación de las normas sociales, encarnadas en las decisiones de los otros significativos (padres en general, hermanos/varones mayores, abuelos, ancianos influyentes…) es una muestra de esos valores, de honorabilidad, de que el sistema funciona. Un «no» a un padre es un «no» a la sociedad en su conjunto y sus valores. Los discursos oficiales siguen siendo relevantes. En la diáspora no obstante, la postura es más delicada, dada la situación de desventaja que supone las condiciones socioeconómicas como emigrante. La influencia de los medios de comunicación en su visión negativa de Pakistán, contribuye a la postura a la defensiva, que les lleva a defender su país de origen. Los que se definen como menos religiosos, parecen ser más críticos con su país de origen y con la religión. Pero no son particularmente críticos con el islam en sí, sino con lo que consideran la instrumentalización de la religión para dividir y manipular a las masas. Solo una minoría de ellos (2) responsabiliza al islam en sí de los problemas del país y de los musulmanes.
El segundo nivel de análisis, el mesosistema , el de la comunidad o los entornos de socialización que definen las identidades sociales, muestran diferencias en Pakistán y en la diáspora. Sobre todo, el primer entorno de socialización es la familia, después la escuela, la calle, etc. En la diáspora, los pakistaníes (sobre todos los que no cuentan con familiares cercanos) mantienen sus referencias de origen. Sea acudiendo a la mezquita de la afiliación más afín, sea acudiendo a una asociación cultural, se reproduce el mundo de origen en el que se desarrolla la identidad social tal y como la conocen y entienden. Los discursos de los pakistaníes relacionan la religión con la identidad nacional (macrosistema), la identidad social del pakistaní (mesosistema) y su identidad personal, como musulmán (microsistema). Dado que los valores sociales y culturales son tan cercanos a la religión, la interpretación de los problemas suelen estar muy relacionados con el elemento religioso. Como declara uno de los entrevistados «la mayoría de las asociaciones de pakistaníes son religiosas, es muy difícil hacer una asociación que no tenga que ver con religión. No puedes sacar religión del pakistaní».
El microsistema es más fácil de descubrir a través de las entrevistas personales. El individuo a través de sus razonamientos, ordena y emite sus pensamientos y sentimientos, expresa sus opiniones y actitudes hacia el tema que se le plantea. En todo momento a lo largo del desarrollo del estudio cualitativo, se ha encontrado que la identidad pakistaní está muy ligada a la religión. El sectarismo como problema derivado de la religión, es considerado una anomalía, un problema y un tema especialmente delicado. Es doloroso para el que habla, porque denota que esa comunidad a la que pertenece presenta problemas. La falta de autocrítica y el recurso a las teorías conspirativas son elementos generalizados. Se ha encontrado que los más autocríticos son los que se definieron como menos religiosos. En este sentido, parece ser que la implicación identitaria entre la religión y la persona contribuye al autoengaño y la aplicación de sesgos. Se estima por tanto que al sentir menor identificación con la religión, las críticas hacia ésta no implican que se considere un ataque personal. No obstante, los menos religiosos también consideran un ataque las críticas a la comunidad de pertenencia y al país de origen. Incluso los universitarios entrevistados recurren a las teorías conspirativas.
La mayoría de los pakistaníes han coincidido en explicar que el sectarismo es un problema grave y un problema muy delicado. Por otra parte, como algunos entrevistados advirtieron, es más fácil que ellos contesten lo que creen que deben contestar, en lugar de lo que piensan. La mayor preocupación y hartazgo están relacionados con el terrorismo. Hablar de cualquier conflicto en el seno del islam y de Pakistán es para muchos algo doloroso, dado que, como se ha mencionado, la identidad está muy ligada al prestigio o desprestigio de la religión y el constante agravio del islam puede resultar en una baja autoestima. Ese agravio, esos ataques o ese «machacar» como han comentado algunos de los entrevistados, les pone a la defensiva.
Entre la diáspora se puede afirmar que el barelvismo, al igual que en Pakistán, es el grupo mayoritario, algo que además es motivo de orgullo para sus líderes. Al ser un grupo que reclama las tradiciones autóctonas, tiene más membresía pakistaní que los otros. Los grupos minoritarios no parecen rechazar miembros de otras nacionalidades. En concreto, los grupos de predicación como la TJ, DI o la aḥmadiyya, admiten musulmanes de otras nacionalidades, en parte porque crecer en número es algo que les interesa para ganar representatividad. En ocasiones, se compite por ser la asociación más representativa, la cara de Pakistán en el país de destino. La JI, aunque sin representación formal, no admite a cualquiera entre sus filas y prefiere mantener sus principios fundacionales (por ejemplo, solo admiten miembros con carreras universitarias) demostrando el porqué sus compatriotas la llaman «grupo de elite». Se compite también por las subvenciones estatales para realizar actividades que promuevan una cara más amable del país de origen y les dé a conocer en el de acogida. Pero esas subvenciones y las relaciones con el poder político local les lleva en ocasiones a entrar en competición por los recursos, de forma que dependiendo de quién es ganador en las urnas, unos grupos salen más beneficiados que otros.
Esta tesis doctoral ha tratado de comprender qué dinámicas están tras los comportamientos sectarios de los pakistaníes y analizar qué papel tiene el estado en la promoción o rechazo de ese sectarismo. En la comprensión de las raíces y dinámicas del sectarismo, hemos concluido que es fundamental la explicación del contexto, ya que el sectarismo no es un conflicto separado o un problema exclusivamente religioso, sino un conjunto de factores que confluyen para dar como resultado un conflicto que se configura de forma sectaria. Los factores que concurren pueden ser políticos, económicos, sociales, religiosos o ideológicos. La imbricación de los factores entre sí nos lleva a pensar que es difícil, si no imposible, definir el sectarismo islámico como un conflicto meramente religioso, sino más bien, como una manifestación de un conflicto múltiple articulado según el discurso religioso o en torno a comunidades religiosas. Entonces, cuando el conflicto tiene como objetivo una comunidad religiosa en virtud de sus creencias o de su pertenencia a un grupo religioso determinado, se puede denominar conflicto sectario.
Para encontrar respuesta a las incógnitas que presenta el sectarismo en Pakistán, es necesario construir un marco teórico que tenga raíz en las ciencias sociales. Este marco teórico debe ser neutral, debe responder a las cuestiones relativas a la naturaleza misma del sectarismo. ¿Qué elementos entran en juego? La religión, la violencia, la identidad, la política, la economía, la sociedad, la historia, entre otros que se pueden identificar. Distinguir entre un conflicto religioso, un conflicto político, uno económico, o social, es una tarea prácticamente inalcanzable, ya que los límites entre estos elementos no están lo suficientemente definidos. Por tanto, dudamos a la hora de definir el sectarismo como un conflicto meramente religioso. Lo que sí se puede afirmar, es que el sectarismo es un conflicto que se configura en torno a la religión: sus discursos, su historia y sus valores. Asimismo, el sectarismo es un conflicto que tiene como objetivo los miembros de otros grupos religiosos, no meramente por sus creencias, sino por aquello que representan en función del grupo al que pertenecen.
Uno de los planteamientos de esta tesis es que el sectarismo en el mundo musulmán debe ser estudiado de la misma forma que se estudia el sectarismo en otras sociedades. La religión cristiana es central en la bibliografía de los estudios de sectas y se percibe que cuando el estudio se centra el islam, la metodología cambia. En buena parte, este cambio lo explica la misma religión y los contextos, pero hay elementos comunes que se obvian. Lo mismo ocurre con el estudio del fundamentalismo. Buena parte de la bibliografía consultada, aplica la misma metodología para cristianismo y otras religiones, menos para el islam. Se desconoce si por falta de conocimientos o por prejuicios. El fenómeno sectario o la violencia religiosa son aspectos que deben investigarse de forma académica y/o científica, sin prejuicios ni alarmismos, admitiendo que si bien hay dinámicas comunes en todas las sociedades, hay elementos contextuales que explican los casos concretos. El ser humano, independientemente de que profese una religión u otra, tiene las mismas necesidades vitales. En este sentido, la religión cumple un papel, que es el de ofrecer a las personas un sistema concreto de valores morales que en otras circunstancias no tendría. Esos valores sirven de guía en las relaciones con otras personas. [2]
Así, esta tesis mantiene que la religión lleva implícito un sistema de creencias que contribuye a dar sentido a la vida de las personas, a través del cual se experimenta un propósito individual y colectivo. Entendida así la religión, la identidad es un marcador social y un marcador interno. Lo que concierne al análisis sectario son las consecuencias de la pertenencia a un grupo determinado. La dinámica del nosotros-vosotros o la esencia de la diferenciación entre los grupos humanos se puede expresar, entre otros factores, a través de la religión. Por lo tanto, las identidades social y personal son importantes en la medida en que rigen el comportamiento de los miembros de un grupo en cuanto a su pertenencia al mismo. ¿Cuáles son los elementos de esa pertenencia? La conformidad con las normas grupales, la cohesión, la aceptación de los estereotipos del grupo sobre sí mismo y los demás, la preferencia hacia el grupo propio (endogrupo) y la discriminación hacia los miembros del grupo ajeno (exogrupo). La íntima relación que existe entre las identidades social e individual, posibilita que una amenaza hacia un grupo genere miedo, y por tanto, sea percibida también como una provocación al individuo. La percepción de amenaza (real o imaginaria) y el miedo son factores que favorecen el conflicto.
El sectarismo además, es un conflicto que afecta a toda la sociedad, pero del que no participa toda la sociedad. En este sentido, nos planteábamos la primera pregunta, que consistía en Comprender las dinámicas sectarias a nivel social e identitario en Pakistán.
Como respuesta, hallamos que quienes participan en el fenómeno sectario son aquellas personas cuya identidad está definida en base a su pertenencia a un grupo sectario. Entendiendo que quienes participan del conflicto sectario son aquellos individuos cuya identidad está fusionada con el grupo, sus valores, aquellos que promueve o dice defender, sin que medie la influencia de ningún otro entorno o grupo de referencia importante. El conflicto de hecho ha evolucionado. El objetivo es el miembro del exogrupo, pero ya no son quienes conscientemente militan en un grupo religioso o un grupo sectario, sino todo la sociedad en general en cuanto a que se le hace responsable de su apatía, su inactividad o falta de militancia.
Los procesos de categorización social y de identidad social se hayan fuertemente ligados en el desarrollo de la conducta sectaria. En este sentido, los resultados ponen de manifiesto la falta de plasticidad de la identidad social para adaptarse a diferentes entornos socio-normativo, más al contrario, la interacción social se focaliza en un solo grupo. El proceso de emergencia de la identidad social única es esencial para explicar el conflicto sectario. Esta identidad social única incluye una concentración de actitudes, conductas, normas, expectativas y planes de acción en un único agente de socialización y determina procesos de categorización extremadamente simples y normas de cohesión explícitas e intensas.
En cuanto al segundo de los objetivos, Analizar el papel del Estado en relación al conflicto sectario, encontramos que el Estado tiene un papel relevante. Es éste el que, en los inicios, conociendo el débil apoyo a la Liga Musulmana en las provincias en las que nació Pakistán, consideró que debía haber una «pakistanización» o «islamización» de la población, promoviendo el islam como factor aglutinante y descartando las diferencias como factores que podían contribuir a la debilidad, tomando por tanto como norma de gobierno el autoritarismo.
El tercer objetivo relativo a la Valoración de la vigencia o disolución del conflicto sectario en la diáspora nos lleva a concluir que las circunstancias dependen del lugar de residencia. En lugares donde la población pakistaní es minoría entre la población musulmana, tienden a compartir mezquitas con musulmanes de otras nacionalidades aunque sea por la lengua, sea por la relación cercana familiar y laboral con los compatriotas, tienden a relacionarse mayoritariamente entre ellos y no mezclarse con otros. En lugares donde son mayoría, como es Barcelona (El Raval o Badalona), los pakistaníes reproducen las afiliaciones sectarias abriendo lugares de rezo asociados con la secta religiosa a la que pertenecen. En todo caso, no hay lugar para el conflicto sectario, pero sí para la competición entre grupos y una creciente identificación con la rama religiosa que se profesa, siendo la barelví la que mayor respaldo da a sus miembros, al ser más numerosa y estar mejor asentada. Los aḥmadíes siguen siendo marginados entre sus compatriotas. Los chiíes por su parte, hacen vida religiosa aparte, aunque en general hay respeto mutuo.
Estas conclusiones de los objetivos nos llevan a las suposiciones que se hacían en forma de hipótesis. H1: El sectarismo es un conflicto relacionado con la identidad y la pertenencia a un grupo determinado. Efectivamente, se ha mostrado cómo aquellos individuos que consideran la pertenencia a un grupo religioso determinado como parte fundamental de su identidad, son más proclives a aceptar las normas de su endogrupo y condenar a los exogrupos. En este concepto no se considera que todo aquel que es creyente forme parte de esta dinámica, en absoluto. Incluye a aquellos cuya identificación con el grupo sufre una fusión de identidades. Se refiere a aquellas personas cuyos objetivos en la vida no se diferencian de los objetivos del grupo a los que pertenecen, que desprecian y rechazan otros aspectos de la mundanidad como irrelevantes ante los propósitos más elevados del grupo. Hemos visto algún ejemplo, como algún joven de la Mezquita Roja de Islamabad, que declaraba estar por encima de las necesidades mundanas de sus padres y cuya única preocupación era la consecución de los objetivos definidos por los líderes de la mezquita. Ya no formaba parte de su familia en Jyber-Pajtunjwa, sino que formaba parte de la «nueva familia» que eran los alumnos de la mezquita.
Si queremos entrar en el sectarismo como problema que atañe a una sociedad en general, hay que ir de los grupos concretos a la generalidad del Estado. No se puede comprender las dinámicas del sectarismo en Pakistán si no se comprende el contexto, el país, su historia, sus tradiciones, su política. Las dos siguientes suposiciones están relacionadas entre sí.
H2: Cuando una identidad determinada es promovida como la auténtica o verdadera, se está promoviendo la exclusión de aquellos grupos cuya identidad difiera de la creada. Esta exclusión puede generar mayor cohesión de los grupos y, en ocasiones, su radicalización.
H3: La promoción de la identidad «modelo», si se hace por parte del Estado, en lugar de homogeneizar (a la población), polariza.
Como se ha analizado en los diferentes capítulos de la tesis doctoral, el Estado pakistaní parece tener un problema con las identidades plurales de sus ciudadanos. El recurso al autoritarismo del liderazgo civil o militar, promueve una sola visión del país, sea denominada «ideología de Pakistán», sea identificada con el islam, el Estado ha promovido la marginación de los grupos a través de la acción: promulgación de leyes que marginan (como el Artículo 260.3 a y b o la Ley de la Blasfemia) y de inacción (falta de protección civil, connivencia con los líderes de grupos sectarios por intereses electoralistas…).
La acción colectiva es orientada a la acción violenta, debido al autoritarismo y la falta de movilidad social. La debilidad estatal lleva a los grupos a convencerse de la eficacia y legitimidad del recurso a la violencia para conseguir fines que se podría conseguir por otros medios. El ciudadano promovido en los libros de texto es un modelo de pakistaní suní, varón y punyabí. La centralidad de esta provincia relega a un papel secundario al resto. La negligencia con las lenguas minoritarias y las prácticas religiosas minoritarias, lleva a acentuar los provincialismos. Los nacionalismos provinciales a su vez, llevan a la mayoría de los gobiernos a creer en que es necesario centralizar más el poder y ejercer un mayor autoritarismo. Pero esta tendencia ha resultado en una mayor polarización. Desde los partidos políticos, que no resisten la autoridad inamovible de un líder y terminan presentando múltiples facciones, hasta los grupos religiosos, cuya diferencia de interpretaciones del «verdadero islam» lleva a una profusión de nuevos grupos. El fomento de una visión homogénea del Estado promueve la exclusión de aquellos que no se ven reflejados en ella. Cuanto más insiste el Estado en esta visión, ideología común, y en la promoción de aquellos que lo representan, más se radicaliza la postura de quienes no aceptan o no se identifican con esa norma.
Pero el autoritarismo ejercido por un Estado débil provoca también el efecto contrario al deseado. La aplicación de la violencia estatal acaba siendo retada por los grupos que ven cómo su propia radicalización les ayuda a conseguir sus objetivos. Es más, aquellos grupos que no entran en esta competición por los recursos o por su propia defensa, acaban siendo aleccionadas para unirse a esta dinámica. No podemos sino recurrir por última vez a un ejemplo presente en un comentario del blog analizado en el Capítulo 5, el cual resume fielmente este efecto en la población:
YOU Shias and others will keep getting killed if YOU keep thinking that the Pakistani government or the ARMY or the one-eyed judiciary will protect you and provide you justice. YOU will HAVE TO GET STRONG ENOUGH TO BE ABLE TO DEFEND YOURSELF. That is the ONLY solution against these terrorists. SELF DEFENCE is WAAJIB (OBLIGATORY) in these circumstances under any law of the world and God. [3]
No solo se les pide a los chiíes que se defiendan sino que se advierte que la violencia es legítima y obligatoria. Casi les hace responsables de sus propias bajas debido a su negación de pasar a la acción. Ante un poder estatal que no protege ni actúa, la población siente que debe pasar a la acción. Se conmina a aquellos segmentos de la población que no participan de estas dinámicas de grupos, para que entren en ellas, como forma de supervivencia o por la presión del entorno.
Este panorama puede ser mejorado, entendiendo el origen y las raíces de esos comportamientos sectarios, una vez comprendidos. Aunque la situación es extremadamente complicada para que haya un cambio de política por parte del estado y para cambiar el rumbo de las dinámicas divisivas. Tal vez la respuesta a este problema haya estado siempre delante de Pakistán y se encuentre en el discurso inaugural de 1947 de Yinnah, pasando por alto las ambigüedades de la TDN. Aunque esta reflexión final pueda sonar un tanto apocalíptica, al fin y al cabo, Pakistán es ese país que siempre es representado por estar al borde del abismo y que nunca acaba de caer. Se hace necesaria una reflexión profunda del liderazgo y de la sociedad, si en su imposición de un modelo de estado, no terminarán por acabar con el estado mismo.
Notas:
[1] De hecho, la grabación de este discurso, que condena el egoísmo, la corrupción, el nepotismo de los dirigentes y promueve la igualdad de todos los ciudadanos, ha sido eliminada. Su referencia en los libros de texto de Pakistán es pasada ignorada y a cambio, se ha manipulado su significado.
[2] M. Rokeach, 1969:3.
[3] VOSOTROS, chiíes y otros seguiréis muriendo si VOSOTROS seguís pensando que el gobierno pakistaní o el EJÉRCITO o el poder judicial tuerto os protegerá u os proveerá justicia. VOSOTROS tendréis que HACEROS LO SUFICIENTEMENTE FUERTES COMO PARA DEFENDEROS SOLOS. Esa es la ÚNICA solución contra estos terroristas. AUTODEFENSA está PERMITIDA (OBLIGATORIO) en estas circunstancias bajo cualquier ley del mundo y de dios.
Fuente: http://eurasianhub.com/2013/08/04/comportamientos-religiosos-y-sectarismo-en-el-islam-en-pakistan-1/ y http://eurasianhub.com/2013/08/06/comportamientos-religiosos-y-sectarismo-en-el-islam-en-pakistan-y-2/