Hace ya años, en el 2000, Agnès Varda hizo un documental (Los espigadores y la espigadora) sobre las personas que rebuscaban en la basura en busca de objetos y alimentos que se pudieran reaprovechar, que buscan una segunda oportunidad de aquellos artículos en los que otros vieron solo una, o muy a menudo ni tan […]
Hace ya años, en el 2000, Agnès Varda hizo un documental (Los espigadores y la espigadora) sobre las personas que rebuscaban en la basura en busca de objetos y alimentos que se pudieran reaprovechar, que buscan una segunda oportunidad de aquellos artículos en los que otros vieron solo una, o muy a menudo ni tan siquiera eso. Principalmente focalizó su atención en quienes rescataban alimentos, entró en sus vidas, e incluso volvió a ellos 2 años después para ver cómo habían continuado con su práctica.
El desperdicio de alimentos en el mundo alcanza cotas inauditas. Según datos de la FAO, «un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o se desperdicia en todo el mundo, lo que equivale a cerca de 1 300 millones de toneladas al año»1.
Parece haberse convertido en una seña de prosperidad de las sociedades, y por qué no decirlo, también de las familias. Llenar el carro como ideal de una clase media poco reflexiva sobre su propia condición endeble, sin importar qué se compra, sin importar qué se tirará. Grandes superficies que tiran aquello que ya no tiene «buen aspecto», negativa a rebajar los productos que con semanas de antelación ya se sabe que no van a ser vendidos por completo, o el colmo del egoísmo, ya a espuertas del sistema de intercambio, como es el hecho de tirar los alimentos en contenedores cerrados, vigilar que no vengan a rebuscar, una especie de «cadena de custodia» que tienen como fin el vertedero, tal y como me ilustraba hace ya algún tiempo un compañero también preocupado por la cuestión, o multas por rebuscar en la basura2.
El sistema sigue tirando toneladas de alimentos mientras dice sentirse consternado por el hambre del mundo. Sistema que no solo en su vertiente institucional desarrolla esta práctica, sino también en su manifestación encarnada en todos aquellos que no tienen ya como credo el recalentar las sobras del día anterior, que ya no les parece sano un yogurt pasado de un día, aunque no parecen ser tan criticas con los potenciadores del sabor o aditivos con los que se recarga a los alimentos, los transgénicos (tanto en su vertiente económica como en el plano sanitario) o el modo en el que se desarrolla la industria cárnica.
«Las palomas durante la guerra civil andaban muy listas, y los gatos, y todo lo que se moviera», me recordaba un amigo hace unos años, y esa frase se me quedó grabada, ¿Qué ha pasado para que las penurias se olviden y una engañosa opulencia ocupe basureros y cajones de mercado con alimentos perfectamente consumibles?
Somos muchos ya los que nos detenemos ante un cajón de frutas que espera al camión de la basura, sí ¿por qué ocultarlo? Algunos movidos por la necesidad, otros por la conciencia, muchos por ambas. Si hubiese conciencia generalizada no habría necesidad, porque ya hace mucho habríamos actuado por ese derecho a la alimentación con el que todos comulgamos pero al que pocos rinden cuentas.
Alguno siempre preguntará «¿No te da asco?» asco me da vivir en un sistema tan hipócrita que dice sufrir por las penurias alimentarias mientras la promueve, es más, incluso cuando dice actuar para frenarla las incrementa, inundarlo los mercados locales con la sobreproducción de otros, fortaleciendo ya de paso el sistema de dependencias, cambiando hábitos alimenticios y concentrando, eso siempre, los mayores ganancias en las menores manos posibles.
Pena, sería otro de los sentimientos, pero no por los que rebuscamos, sino pena por las miles de personas que no tienen ni siquiera su vivienda asegurada por están aún encadenadas a la comercialización de un derecho como la vivienda, pero en cambio tiran alimentos como seña de suficiencia.
Somos muchos los que nos negamos a ser cómplices de ese sistema, y es más, con sus «desperdicios» nos queremos fortalecer, tómese esto no solo como metáfora sino también de forma literal, porque con pequeños pasos, se contribuye también a un gran camino.
Notas:
1 http://www.fao.org/food-loss-and-food-waste/es/ [consultado: 30/11/2015]
2 http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/10/28/andalucia/1414512772_258508.html [consultado: 30/11/2015]
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