La rebelión de un grupo de ex militares en la ciudad de Andahuaylas, en el sur del Perú, concluyó hoy con la entrega de los últimos sublevados en la comisaría policial del lugar, ocupada el pasado sábado. En realidad la crisis tuvo un inusitado desenlace anoche, cuando el jefe del alzamiento, el mayor retirado Antauro […]
La rebelión de un grupo de ex militares en la ciudad de Andahuaylas, en el sur del Perú, concluyó hoy con la entrega de los últimos sublevados en la comisaría policial del lugar, ocupada el pasado sábado.
En realidad la crisis tuvo un inusitado desenlace anoche, cuando el jefe del alzamiento, el mayor retirado Antauro Humala, fue arrestado cuando realizaba negociaciones con dos generales para deponer las armas.
El presidente del Consejo de Ministros, Carlos Ferrero, anunció esta madrugada que el gobierno ordenó la detención del ex oficial al rechazar las condiciones impuestas por este para concretar la rendición.
Humala fue trasladado a la capital por vía aérea en medio de medidas extremas de seguridad y recluido en una dependencia policial, donde se informó fue sometido a interrogatorio.
Casi a la misma hora los seguidores de Humala, miembros del Movimiento Etnocaceristas, que se identifican como reservistas de las fuerzas armadas, se entregaron a tropas del ejército y la policía en Andahuaylas.
Grupos de pobladores vitorearon a los sublevados y hasta pasadas las 13:00 horas (18:00 UTC) protagonizaron varios disturbios.
Los sucesos dejaron un saldo de seis muertos, cuatro de ellos policías y dos, simpatizantes de Humala.
Los cadáveres de los agentes fueron recibidos con honores militares en una base aérea contigua al aeropuerto internacional de la capital, en una ceremonia en la cual participó el presidente Alejandro Toledo.
Los etnocaceristas ocuparon la comisaría policial de Andahuaylas la madrugada del sábado y demandaron la renuncia de Toledo y el ministro de Defensa, general retirado Roberto Chiabra.
Básicamente, Humala acusó al gobierno de corrupto, haber entregado el país a los capitales extranjeros, principalmente chilenos, y vejado a oficiales de las fuerzas armadas que se opusieron al ex presidente Alberto Fujimori (1990-2000).
Hasta el momento no están muy claras cuales eran las intenciones de Humala con el alzamiento y si esperaba recibir apoyos de otras fuerzas a su acción, hecho que no ocurrió.
Horas después de la muerte de los cuatro agentes la mañana del domingo último, Humala decidió deponer las armas luego de sostener conversaciones con los miembros de una comisión mediadora, integrada por personalidades de la zona.
La crisis concentró la atención nacional en los últimos tres días y la actitud de Humala fue rechazada por los partidos del gobierno y la oposición, aunque estos últimos marcaron distancias con el gobierno de Toledo.
En varias ciudades del país, principalmente en las sureñas Arequipa y Tacna, se registraron manifestaciones de respaldo al alzamiento por parte de etnocaceristas y sus simpatizantes, las cuales en ocasiones fueron reprimidas por la policía.
Humala y su hermano Ollanta, un teniente coronel pasado a retiro a fines de diciembre pasado, cobraron relevancia nacional a partir del 29 de octubre del 2000, cuando se insubordinaron contra el entonces presidente Fujimori.