La espectacular contramarcha de Fox, al destituir al Procurador Macedo de la Concha y a sus cómplices, quedará en la historia mexicana como un triunfo popular que demuestra que las masas organizadas tienen una fuerza combativa comparable a la de una hueste armada. En Los Pinos no pudieron resistir el embate del millón y tanto […]
La espectacular contramarcha de Fox, al destituir al Procurador Macedo de la Concha y a sus cómplices, quedará en la historia mexicana como un triunfo popular que demuestra que las masas organizadas tienen una fuerza combativa comparable a la de una hueste armada. En Los Pinos no pudieron resistir el embate del millón y tanto de manifestantes y se les aflojaron la rodillas. Vieron el Apocalipsis cercano y decidieron deponer la testarudez, la arrogancia, las intrigas palaciegas y las maquinaciones arteras.
Entre los grandes retrocesos políticos en la historia, en el inventario de retiradas de escenarios adversos, algunas han dejado hitos memorables. La Humillación de Canosa recuerda los tres días que el Emperador Enrique IV de Alemania debió esperar, como un simple penitente, para ser recibido por el Papa Gregorio VII y someter el poder temporal al eclesiástico. El rey Enrique II de Inglaterra tuvo que soportar los azotes de los monjes para pagar sus culpas tras ordenar el asesinato del arzobispo Tomás Becket en la catedral de Canterbury. Ahora el gobierno ha intentado una expiación de sus tropiezos pero es demasiado tarde. Ya López Obrador es el próximo Presidente de México. Lo coronó Fox. Macedo de la Concha, Creel y la corte de Los Pinos.
De otra parte hay que celebrar que haya triunfado el sentido común, la sensatez y la cordura, que se haya retrocedido cuando México se hallaba el borde del abismo, cuando la crispación había llegado a un grado máximo y el Armagedón asomaba su grotesco rostro. Demuestra que los mexicanos, a fin de cuentas, suelen someterse a la racionalidad y a la prudencia. De haber seguido por el camino de la ofuscación nadie nos hubiera librado de la depresión económica y quizás hasta de una guerra civil.
El mensaje presidencial donde se reitera que a ninguno se le impedirá competir en las próximas elecciones generales es un triunfo del pueblo mexicano, una victoria de las masas, una demostración de que existe una conciencia nacional que rechaza el despotismo y rehúsa la arbitrariedad y la injusticia. Ese es el legado de un siglo de luchas sociales, desde que Madero alzó las banderas de combate contra la autocracia. Existe una cultura política, persiste una sensibilidad en rebeldía ante la iniquidad. La respuesta popular con la Marcha del Silencio fue una declaración revolucionaria y vehemente de que hay posibilidades de recuperación del desastre foxista después del 2006.
Los análisis, interpretaciones, resúmenes, y reflexiones son desalentadores al cumplirse el quinto año de la hecatombe. Las encuestas revelan una caída vertical de la popularidad de Fox. El hombre del cambio se ha convertido en el burócrata de la inmovilidad. Fox ha sucumbido ante sus promesas de campaña. Habló demasiado, ofreció el paraíso en la tierra y solamente ha proporcionado un descalabro generalizado que le perpetuará en la memoria de los mexicanos como uno de los peores mandatarios de su historia.
La carta de López Obrador a Fox, solicitando respetuosamente una audiencia para dialogar sobre el derecho del pueblo mexicano a elegir sus candidatos, es un modelo de corrección y de inteligencia política. Nos revela a un dirigente que no está movido por intenciones de desagravio, que no aspira a alcanzar la penitencia de sus discrepantes, que no le inquietan intenciones de venganza.
Habrá que ver qué emerge de ese diálogo sin condiciones previas pero, sin lugar a dudas, ya no podrá proyectarse de nuevo la sombra ominosa de las artimañas palaciegas y las confabulaciones roñosas. De ahora en adelante el camino debe quedar limpio para una verdadera democracia, pese a quienes desearían un golpe electoral para alcanzar una supremacía espuria.
De ahora en adelante hablarán el desempleo, la caída de los índices de crecimiento y el deterioro galopante del nivel de vida de los mexicanos como únicos promotores de la próxima derrota en las urnas del oscurantismo.