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El pulso de la calle

Costa Rica enfrentada por TLC con EE.UU.

Fuentes: Rebelión

La cúpula de las cámaras empresariales tras intensos y controvertidos debates ha decidido tirarse a la calle para defender el TLC y la patria financiera y neoliberal que representan. Tienen razón, el modelo que encarnan les ha dejado fabulosos beneficios en los últimos veinte años. Sólo la rama financiera, tras la ruptura del monopolio estatal, […]

La cúpula de las cámaras empresariales tras intensos y controvertidos debates ha decidido tirarse a la calle para defender el TLC y la patria financiera y neoliberal que representan. Tienen razón, el modelo que encarnan les ha dejado fabulosos beneficios en los últimos veinte años. Sólo la rama financiera, tras la ruptura del monopolio estatal, se ha embolsado miles de millones, según registran sus propias estadísticas. Si en un polo de la sociedad hay un millón de pobres, es sencillamente porque en la otra orilla hay unas élites que se han beneficiado de la mayor transferencia de rentas de las clases populares a las clases altas de la historia nacional, corrupción incluida. Así de claro.

Esta oligarquía belicosa e insaciable ha visto tradicionalmente la calle con temor. Por la calle circulan las clases peligrosas, hogar de los más excluidos y despreciados y, desde muy antiguo, la calle es también la senda, el camino de la gente que protesta, marcha, opina, reclama.¡ Callar a la calle! Es un grito de guerra de los poderosos, que hunde sus raíces en las primeras rebeliones sociales conocidas por la humanidad. Pocas veces los ricos han ido ellos a la calle, han preferido enviar a la policía, al ejército o a bandas de matones a sueldo. Fueron los diversos fascismos los que descubrieron la importancia de «ganar la calle», aunque las élites casi nunca se juntaron con la chusma por una alergia que también viene de lejos.

Los de abajo siempre han usado la calle para la protesta y la celebración por razones comprensibles, que se hacen más patentes cuando la institucionalidad democrática languidece y se degrada, como es el caso de todo lo que concierne al TLC. Negociado en secreto por una cuadrilla de ultraderechistas de la orden templaria neoliberal y solicitado a gritos por una mayoría de diputados que, sin haberlo leído, pretenden aprobarlo a golpe de tambor, el TLC enfrenta la resistencia de los que no tienen voz en el poder, y a los que sólo les queda la calle, porque estamos ante una democracia representativa que está traicionando a los representados desde hace muchos años, desde que los neoliberales empezaron con su interminable piñata. Las cosas no pueden ir peor. Hasta la «Comisión de Notables», nada sospechosa de conspirar contra el sistema, como diría el editorialista de La Nación, llegó a la conclusión de que «el rostro de Costa Rica es irreconocible».

Fue un pacífico ciudadano estadounidense ,David Thoreau, en su célebre ensayo «La desobediencia civil» de 1849, el que introdujo la noción del rechazo a cooperar con el mal organizado y defendió la idea de la desobediencia necesaria frente a la injusticia. El TLC por sus contenidos, es una agresión contra el bien común, y también viola las reglas del juego democrático, el juego se lleva a cabo con trampas, por eso las condiciones políticas, éticas y jurídicas para la justificación del recurso de ir a la calle están dadas para los sectores populares, en el marco de un patriotismo constitucional que impida pacífica y democráticamente que una minoría ultraliberal se arrogue el derecho soberano de modificar de hecho la arquitectura político-institucional y socioeconómica del país.

El recurso de la calle hunde así sus raíces en la ética fundacional de la democracia: del pueblo, con el pueblo, para el pueblo. Para los movimiento populares usar la calle es la regla de su lucha emancipadora, como espacio de ciudadanía, de herida abierta de una patria habitada por un millón de pobres y por crecientes desigualdades. En la calle se tejen esperanzas colectivas y se construye la dignidad de los pueblos cuando se encuentran ante poderes ineptos y corruptos.

Bienvenido sea el gusto por la calle que parecen tener ahora las cúpulas patronales. Es sano medir ahí también el grado de adhesión al TLC y la eficacia de las campañas mediáticas archimillonarias y de financiamiento clandestino. Pero háganlo sin chantajes y sin trampas. No declaren un paro patronal con el cierre de empresas y listas negras de empleados que se niegan a secundar sus objetivos. Abran las puertas de sus fábricas y negocios, para que ahí se discuta libremente el TLC, con opiniones a favor, pero también en contra. Permitan a sus empleados participar sin temor a represalias en las manifestaciones de rechazo al TLC. No sean demócratas de pacotilla, respeten la Constitución y el Código de Trabajo para que sus empleados puedan organizarse libremente en sindicatos.

Como lugar donde han nacido todas las democracias dignas de ese nombre, la calle es un sitio adecuado y honorable para tomarle el pulso al país, sin violencias y sin miedos, sin trampas y sin amenazas.

*Presidente del Partido Frente Amplio, candidato a diputado en las elecciones que se celebrarán en febrero del 2006.