Seguido a la aparición armada del grupo Etnocacerista de los hermanos Humala (toma de una comisaría en Andahuaylas, 1° de enero 2005), se hizo presente un Frente de Defensa (1) dirigido por un tal Ricardo De Spirito que con el símbolo de la svástica nazi y al paso de ganso de las tropas hitlerianas marchó […]
Seguido a la aparición armada del grupo Etnocacerista de los hermanos Humala (toma de una comisaría en Andahuaylas, 1° de enero 2005), se hizo presente un Frente de Defensa (1) dirigido por un tal Ricardo De Spirito que con el símbolo de la svástica nazi y al paso de ganso de las tropas hitlerianas marchó por las calles de Tacna (Departamento del sur frontera con Chile). Este grupo, que reivindica las poses políticas de los nazis se declara antisemita y enemigo jurado de los judíos. Al igual que los etnocaceristas, reivindica una «guerra contra el gobierno y la corrupción». Lo extraño es que el tal Spirito conocido como el «Adolfo Hitler de Tacna» hasta hace poco fue un aliado cercano de los hermanos Humala, y como ellos estuvo ligado al gobierno de Alberto Fujimori y después al de Alejandro Toledo. Más extraño aún es el hecho que el comandante Ollanta Humala, considerado el «ideólogo» del etnocacerismo hasta hace algunos meses fue agregado militar del gobierno de Toledo en Corea del Sur, y como han anotado algunos medios de comunicación recibía un sueldo mensual de 8 mil dólares. Suma nada despreciable para un «revolucionario».
Algunos analistas se empeñan en presentar el surgimiento de estos grupos al margen de la crisis de todo el sistema político del Perú. Tratan el asunto como algo exótico y como si en su origen tuviera que ver cualquier cosa, menos la política interna del país. Se niegan a reconocer que en la organización y desarrollo de estos grupos, más allá de la casualidad, existen lazos con políticos y militares con fuerzas contrarrevolucionarias. A punta de insultos y de epítetos pretenden negar la naturaleza de ambos movimientos. Esta forma de plantear este fenómeno es insostenible y su propósito inmediato es echar una cortina de humo sobre problemas de fondo de la sociedad peruana.
El surgimiento de estos grupos nada tiene que ver con el desarrollo de elementos programáticos y políticos o de búsquedas de caminos para resolver la crisis del país. Es cierto que objetivamente se relaciona con un aspecto de la agudización de la lucha de clases, pero no responde a un interés clasista e histórico de las clases populares y de la revolución. Lo señalamos en un artículo anterior (2) esta agrupación integrada por militares en retiro, más cerca de un libreto fílmico sobre Rambo de Silver Estallone o Terminador de Schwarzenegger que de la revolución, germina en un terreno abonado por la decadencia y la degeneración de las clases políticas que detentan el poder del Estado. El origen inmediato de estos grupos que se mueven entre la incoherencia y el montaje teatral es la crisis del país y la carencia de una opción política que dirija las luchas populares.
Este hecho se revela en el grado de corrupción que ha alcanzado el gobierno de turno y sus cómplices de los partidos políticos, incluidos los llamados de oposición. Corrupción que alcanza al poder judicial, el parlamento, las fuerzas armadas y otras instituciones del Estado. Como un síntoma que agrava aún más la bancarrota moral en Perú, todo los militares montesinistas (generales, coroneles, y otros) involucrados en millonarios robos y crímenes de la época de Fujimori, acaban de salir de prisión gracias a los jueces toledistas, y ahora podrán vivir en calma chicha en sus lujosos palacios adquiridos con dinero proveniente del narcotráfico, el robo y otros delitos.
No hay un solo día que no se descubra un nuevo escándalo en el seno de la familia presidencial. Toledo acaba de ser acusado de drogadicto y adicto a los bacanales y orgías sexuales. Se descubre que la esposa del presidente (Elianne Karp) que se declaraba virtuosa como una princesa Inca recibía 10 mil dólares mensuales de un banco que «limpiaba» los millones de dólares que manejaba Vladimiro Montesinos (Banco Wiese), y que además mantenía relaciones financieras con un funcionario mafioso (César Almeida, actualmente en prisión). Casi todos los familiares (hermanos, hermanas, primos, compadres, y hasta vecinos del presidente), están incursos en acusaciones penales y en hechos que tienen que ver con enriqueciendo ilícito y venta de influencias, y hasta en violaciones de mujeres y agresiones contra ciudadanos. Se ha descubierto también que el «cholo Toledo», que en su campaña electoral se mostraba como un paladín de la lucha anticorrupción, montó en 1999 una fábrica clandestina para falsificar miles de firmas cuyo objetivo fue legalizar su partido político (Perú Posible) con el cual se hizo de la presidencia.
La degeneración política no solo es de Toledo y ella alcanza a cada uno de los actores políticos del medio oficial. En la derecha y en la izquierda, la crisis moral no tiene fondo y su desarrollo amenaza con hacer trizas el orden establecido. Las masas, sobre todo las más pobres, desprecian a los partidos oficiales y a sus representantes políticos. Por experiencia vivida o por instinto de clase, saben que el actual gobierno o el que vendrá después de éste, sólo será llanta de recambio de un carro que sigue su rumbo hacía el precipicio.
En la derecha hay que comenzar con el Partido Aprista, cuya esencia y naturaleza histórica reaccionaria no ha variado un milímetro. Este partido tiene serias dificultades para sacudirse de su negra trayectoria política y ubicarse como una alternativa de poder burgués. Es casi imposible que los pobres del Perú olviden y pasen por alto que el gobierno de Alan García Pérez (1985-1990), fue una de las administraciones más abominables y criminales de la historia peruana. A pesar que Alan García hace todo tipo de contorciones y pone su mejor cara para ganarse a favor de los americanos y de las fuerzas armadas (son los que deciden quién se sienta en el palacio presidencial) no es seguro que estos le den el visto bueno para hacerse del gobierno en las próximas elecciones del 2006. El caso de García y sus vínculos corruptos no ha concluido, y aún siguen saliendo a la superficie sus relaciones secretas con la mafia fujimorista y no pocos testigos han aparecido para testimoniar respecto a los horrendos crímenes durante su gobierno. Por ejemplo ahora se conoce con mayor precisión, como desde el ministerio del Interior y del palacio de gobierno aprista, se manejó el «comando Rodrigo Franco» grupo paramilitar que tiene en su haber una centena de secuestros y asesinatos.
Los otros partidos burgueses no son diferentes al APRA y solo pueden sobrevivir miserablemente amarrados a la cola del Estado y del gobierno de turno. Su participación en el congreso es despreciable y conviven con la corrupción, el crimen y la delincuencia en las instancias del Estado. Inspiran asco y las masas los desprecian. No hay ningún partido que se sienta libre y sin responsabilidad de la calamidad política, social y económica del Perú. Acción Popular (AP), partido burgués autodeclarado liberal, fue uno de los soportes del gobierno anterior. Sus mejores cuadros, técnicos e intelectuales se pasaron a trabajar con la dictadura mafiosa de Fujimori y Montesinos. El diario Expreso, vocero oficioso de este partido recibía millones de dólares de Montesinos y su director era un asiduo visitante del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN). Renovación Nacional, un partido ligado al Opus Dei liderado por Rafael Rey, se caracterizó durante la década del 90, por su fanatismo para d
efender y sostener la dictadura mafiosa de Fujimori y Montesinos. Esta agrupación, de la misma forma que el partido de Toledo, está incursa en un delito de falsificación de firmas electorales. Los otros partidos (Frente Moralizador, Unidad Nacional, Somos Perú) pertenecen a este mismo nauseabundo cuadro social y crisis, y sus fundamentos no van más lejos que el mercanarismo y el lumpenaje político.
¿Qué hay en la izquierda?.
En el campo de la izquierda no hay nada, salvo retazos políticos. Los grupos que se conocía hasta hace algunos años como Izquierda Unida (IU) atraviesan la misma crisis que los partidos de la burguesía. Prácticamente han desaparecido de la escena política y lo que sobra de ellos sobreviven colgados de los partidos burgueses en el poder o ambicionando lograr un curul parlamentario. Por ejemplo, hace algunas semanas un grupo de partidos y organizaciones de izquierda se han reunido para dar nacimiento a la «Coordinadora Nacional de Izquierda y Partidos Progresistas de Perú» (3) (une especie de IU renovada). El propósito de esta moderna Izquierda Unida, no es otro que la «batalla electoral», y desde ya olfatean con ganas y apetito las elecciones generales del 2006 que quizás les depare un puestito en el mullido parlamento basura del Perú. El fin electoral lo cubre todo para este grupo, y como lo han dicho en su primer comunicado hay que «buscar una salida democrática y popular para afrontarla y sentar las bases de un nuevo y necesario pacto social con vistas a la construcción de una nueva república», sino la cosa, anotan los izquierdistas: «puede desembocar en un incontrolable estallido de violencia social de consecuencias impredecibles». Queda claro, que para esta «coordinadora», lo principal no es resolver la crisis del país y del Estado (lo de construcción de una nueva República hay que entenderlo como un adelanto de la campaña electoral), sino evitar que el Estado se vea envuelto en una «violencia social» que haría peligrar su estabilidad.
Estos partidos y frentes (Partido Democrático Descentralista, Izquierda Socialista, Partido Comunista Peruano (ex pro soviético), Partido Comunista del Perú Patria Roja, Partido Socialista de los Trabajadores, Unión por el Perú etc.) cuya existencia no pasa de los marcos del parlamento fueron cómplices de los últimos gobiernos peruanos, y ello es un lastre que cada vez más los aleja de las masas populares y que sin duda los conduce a la desaparición política. Llevaron al poder a Alan García Pérez, y convivieron con el desastroso gobierno aprista hasta que este se fue a pique. Hicieron lo mismo con Alberto Fujimori y también con Alejandro Toledo. Fueron los más activos organizadores de las marchas de los «cuatro suyos» que utilizó Toledo como trampolín al poder. Durante la guerra interna que vivió el país (1980-2000) fueron fuerzas auxiliares de los militares y del gobierno. Tuvieron importante participación en la formación de rondas y grupos paramilitares que el ejército utilizó contra los grupos subversivos. En el parlamento y fuera de él, solo han servido para camuflar los crímenes y los actos de corrupción de los gobernantes. Recientemente se involucraron en la «Comisión de la Verdad y Reconciliación» cuyo objetivo no fue otro que ocultar la responsabilidad de las fuerzas armadas y de los gobierno de turno en la matanza, torturas y desapariciones de más de 50 mil ciudadanos peruanos.
En el campo revolucionario, por el momento no hay mucho que esperar. Después de la derrota de la revolución iniciada en 1980, el mayor legajo es la experiencia de 20 años de lucha armada por el poder político. Lo que se consideraba la vanguardia política de las masas (el Partido Comunista del Perú-PCP), terminó cuando sus principales cuadros y dirigentes desde las prisiones traicionaron la revolución (1993) y se abanderaron con la prédica capituladora de un acuerdo de paz. La traición no sólo significó la derrota de la revolución sino también la destrucción del partido y con ello la postergación de la revolución. Como lo anotó Lenin en 1902 «El proletariado no dispone, en su lucha por el poder, de más arma que la organización». Y mientras las masas avanzadas del país, no logren reponerse de la traición y de los brutales golpes asestados por las fuerzas represivas, el vacío en la dirección política seguirá siendo una debilidad de carácter estratégico en el proceso de la lucha social.
Sin dirección política, las luchas espontáneas seguirán navegando en la nada, y lejos de coronar sus luchas en victorias, serán blancos de individuos y grupos de traficantes que se disfrazaran de «rebeldes» y «nacionalistas» para hacer caer en el engaño a las masas ávidas de lucha y justicia. La falta de dirección política y de perspectivas de poder, da margen para que cualquier individuo o grupo aventurero se presente como la alternativa revolucionaria. Es en este marco social y político que encajan grupos como los etcaceristas, o el Fredeconsa (Frente de Defensa del Consumidor contra el Agiotismo y la Usura) de Tacna. Los pobres desprecian y sienten odio de clase contra sus opresores y sus cómplices. Buscan una alternativa de lucha que afirme un combate directo contra la corrupción, el hambre y la miseria.
Su deseo de luchar las convierte en víctimas de impostores y traficantes que muchas veces son moldeados y fabricados en los laboratorios de los servicios de inteligencia del Estado. Es precisamente, esta simpatía (de las masas hacia los rebeldes y opositores radicales) la que constituye la clave de la estafa y que en definitiva servirá exclusivamente para seguir engañando al pueblo con falsas expectativas políticas o alternativas que no pasan del marco electoral. Así se creo la carrera política de Fujimori y de Alejandro Toledo. Ambos surgieron con el apoyo de la policía secreta y se presentaron como los justicieros y los prohombres de las masas pobres. Por ello no resulta casual que gran parte de los generales del ejército (en retiro) que actúan como asesores del grupo etcacerista provengan de las canteras fujimoristas. Y es menos casual aún, que algunos grupos de izquierda así como intelectuales que en los últimos 20 años han funcionado como soporte de los peores gobiernos (ahora se preparan para las próximas elecciones), hayan tendido un puente para hacer alianza con el grupo de la familia Humala, cuyo objetivo no es otro que el proceso electoral del año que viene.
Notas:
1. Frente de Defensa del Consumidor contra el Agiotismo y la Usura (Fredeconsa). El líder de este grupo es Ricardo Eduardo De Spirito Balbuena, de 45 años, y según información de la prensa peruana no tiene ninguna profesión.
2. Luis Arce Borja, ¿Nacionalismo o parodia de rebelión popular?, 8 de enero 2005.
3. Coordinadora Nacional de Izquierda y Partidos Progresistas de Perú. Este frente esta integrado por el Partido Comunista Peruano (ex pro soviético), Partido Comunista del Perú Patria Roja, Partido Socialista de los Trabajadores, Unión por el Perú, así como los movimientos Nueva Izquierda y Democrático Pueblo Unido, el Frente Obrero, Campesino, Estudiantil y Popular, el Frente Popular, el Comité Malpica y la organización nacionalista andina Panaca.