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Crisis y soberanía alimentaria: Vía Campesina y el tiempo de una idea

Fuentes:

No hay nada más poderoso que una idea a la que llegado su tiempo, escribió el novelista francés Víctor Hugo. En la era de la la crisis alimentaria mundial más grave en décadas, le llegó su tiempo al concepto de soberanía alimentaria. Puesta en el centro del debate político rural por Vía Campesina desde 1996, […]


No hay nada más poderoso que una idea a la que llegado su tiempo, escribió el novelista francés Víctor Hugo. En la era de la la crisis alimentaria mundial más grave en décadas, le llegó su tiempo al concepto de soberanía alimentaria.

Puesta en el centro del debate político rural por Vía Campesina desde 1996, esta propuesta programática para el campo y las políticas comerciales se ha convertido, en poco tiempo, en un formidable instrumento de acción para enfrentar la hambruna y la montaña rusa de los precios agrícolas. Una propuesta que, al menos, ha tenido que ser escuchada y evaluada por estados y por organismos internacionales.

El quinto congreso internacional de Vía Campesina, celebrado en Maputo, Mozambique, entre el 16 y 23 se octubre, fue el escenario para analizar a profundidad el origen, naturaleza y repercusiones de la actual crisis alimentaria mundial, su relación con la crisis financiera, y para mostrarle al mundo el porqué la propuesta de soberanía alimentaria como la alternativa es no sólo viable sino necesaria.

Diamantino Nhampossa, dirigente de la Unión de Campesinos de Mozambique, resumió esta conclusión a la que los participantes del evento llegaron. «La causa de la crisis alimentaria que tenemos -dijo- es el modelo neoliberal y el capitalismo. No se pueden encontrar la solución a este problema dentro del mismo modelo. Como solución, nosotros proponemos el modelo de la soberanía alimentaria que promueve la agricultura familiar.» (Conferencia de Prensa, Maputo, Mozambique, 23 de octubre de 2008).

Vía Campesina

Vía Campesina es un movimiento internacional que agrupa organizaciones de campesinos, pequeños productores rurales, mujeres del campo, trabajadores agrícolas y comunidades agrarias indígenas. Participan tanto campesinos del sur como agricultores familiares del norte. En sus filas convergen asociaciones promovidas por antiguos partidos comunistas o socialistas, confederaciones libertarias, grupos cooperativistas e iniciativas ecologistas Desde su creación no ha dejado de cobrar impulso y es quizás el movimiento social rural internacional más significativo.

El origen de Vía Campesina se remonta a abril de 1992, cuando varios líderes campesinos de America Central, de Norteamérica y de Europa se reunieron en Managua, Nicaragua, en el congreso de la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG). En mayo de 1993 celebraron su primera conferencia en la ciudad de Mons, Bélgica. Siete meses después organizaron una manifestación de 5 mil personas en las calles de Ginebra para protestar contra el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT).

La convergencia fue posible porque estaba entonces a punto de firmarse la ronda Uruguay y diversos líderes rurales de varios países, muchos de los cuales se habían encontrado en reuniones internacionales, coincidieron en su rechazo explícito al modelo neoliberal y en su negativa a ser excluidos de la definición de políticas agrícolas. Estaban de acuerdo también en que los enemigos a vencer eran la globalización neoliberal y las grandes trasnacionales de la industria alimentaria.

La meta principal del movimiento internacional consiste en impulsar la solidaridad y la unidad en la diversidad entre organizaciones de pequeños agricultores, para promover relaciones económicas basadas en la igualdad y la justicia social, la preservación de la tierra, la soberanía alimentaria y la producción agrícola sostenible.

En esas experiencias los líderes campesinos descubrieron que tenían mucho terreno en común. En todos lados la modernización (léase industrialización) y liberalización de la agricultura -impuestas mediante programas de ajuste estructural y acuerdos de libre comercio- conducían a una aguda crisis agrícola, a mayor degradación del ambiente, creciente disparidad y mayor empobrecimiento del campo, así como a la consolidación y concentración de las corporaciones agroempresariales. Campesinos, pequeños productores y comunidades rurales enteras desaparecían en tanto el cultivo de alimentos dejaba de ser medio de vida viable. Los líderes entendieron que más liberalización no era la solución.

Vía Campesina se agrupó en torno a objetivos comunes: rechazo explícito del modelo neoliberal de desarrollo rural y una abierta negativa a ser excluida del desarrollo de políticas agrícolas, así como una firme decisión de trabajar en unidad para dar fuerza a una voz campesina y establecer un modelo alternativo de agricultura. Consolidó la unidad y la solidaridad llamando al enemigo por su nombre: los agentes de la globalización económica y la corporativización de la agricultura.

Vía Campesina, pues, no propicia un conflicto entre campesinos del sur y granjeros del norte, sino que promueve la lucha entre dos modelos divergentes y opuestos de desarrollo económico y social. Por un lado, un modelo globalizado y neoliberal, impulsado por los grandes consorcios, en el que la agricultura se ve exclusivamente como forma de obtener ganancias y los recursos se concentran cada vez más en manos de la agroindustria. Por el otro, Vía Campesina vislumbra un mundo rural más humano, basado en el redescubrimiento de una «ética del desarrollo» que dimana de la «cultura productiva» y la «vocación productiva» de las familias del campo. La agricultura es impulsada por los labriegos, se basa en la producción campesina, utiliza recursos locales y se orienta al mercado interno.

Su objetivo primordial es construir modelos alternativos de agricultura y enfoca su actuación en la soberanía alimentaria y el comercio agrícola, la reforma agraria, los derechos de los trabajadores migratorios y los jornaleros agrícolas; el género, la biodiversidad y los recursos genéticos, los derechos humanos y los derechos de los campesinos, así como una agricultura sustentable basada en el productor.

Un número cada vez mayor de instituciones internacionales, como el Banco Mundial (BM), la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), la Comisión de Naciones Unidas para el Desarrollo Sustentable y el Foro Global de Investigación Agrícola reconocen ahora la creciente visibilidad de Vía Campesina como la voz global de los campesinos y los pequeños productores. Sin embargo, para ella la participación en encuentros patrocinados por dichas organizaciones es un asunto riesgoso, pues a menudo se utiliza para legitimar políticas y programas existentes.

Nacida de la tenaz decisión de los campesinos de seguir siendo campesinos, la organización se ha transformado en unos de los más relevantes actores del archipiélago altermundista. Resistente a una modernización que quiere prescindir de sus integrantes, se ha convertido en promotora de una modernización donde quepan todos.

Reserva de futuro

Pocos movimientos sociales en el mundo han alcanzado en los últimos años la consolidación, el crecimiento y el impacto que Vía Campesina ha conquistado. Desde su fundación se han adherido a sus filas más de 132 de organizaciones de pequeños productores rurales y trabajadores agrícolas en más de 60 países.

En una época en que los sindicatos obreros han perdido la relevancia que disfrutaron a lo largo de casi todo el siglo XX, en que la vitalidad que caracterizó a los movimientos de pobres urbanos a partir de 1970 disminuyó, en que los movimientos indígenas no han podido articular una convergencia internacional significativa más allá de la lucha por la declaración de su derechos en el marco del sistema de la Organización de las Naciones Unidas, Vía Campesina ha logrado desatar un proceso de construcción de fuerzas propias muy relevante.

Es una era en que el neoliberalismo fue la ideología dominante y casi cualquier idea de emancipación se veía como una rémora del pasado, la internacional rural logró resistir el despojo de las grandes trasnacionales agroalimentarias, comenzar a cambiar la correlación de fuerzas a favor de los campesinos pobres y mantener viva la idea de que otro orden social más justo es necesario. Ubicada desde un primer momento en la primera línea de lucha contra el neoliberalismo, su proyecto es hoy marcadamente anticapitalista.

Vía Campesina es un movimiento internacional de pequeños productores familiares rurales que defiende la economía campesina, la soberanía alimentaria, los mercados locales de alimentos, el enfriamiento del planeta y la agricultura ecológica.

En pocos años logró poner lo rural en el centro de la agenda política internacional. Muchas de sus propuestas se adelantaron a su tiempo. La actual crisis mundial ha hecho evidente que sus señalamientos, vistos originalmente como utópicos, son viables.

Su propuesta ha mostrado fehacientemente la insensatez del modelo de agricultura industrializado, basado en el uso intensivo de los recursos naturales, en el petróleo y sus derivados. Sus acciones han sido de gran importancia para evitar la aprobación de la Ronda de Doha e impedir que se meta a la agricultura a la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sus afiliados participaron activamente en la exitosa lucha contra el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

En el camino, Vía Campesina ha elaborado un rico y sofisticado análisis de la situación rural y una propuesta de acción viable. Su programa se enriquece con el paso de los años. Sus reclamos principales ganan paulatinamente presencia y prestigio en otros sectores sociales, en organismos multinacionales, e incluso en gobiernos. El concepto de soberanía alimentaria forma ya parte de las constituciones de Venezuela y Nepal, y, muy próximamente, de Bolivia.

Sus movilizaciones en contra de las semillas transgénicas y la tecnología Terminator han sido de gran relevancia. Su presión contra el programa del Banco Mundial para la reforma agraria con criterios de mercado la ha deslegitimado.

Vía Campesina ha logrado que en las instituciones internacionales que tratan asuntos rurales se escuche a los hombres y mujeres del campo. Donde antes organizaciones no gubernamentales, funcionarios públicos, profesionales agrícolas o intelectuales hablaban en nombre de los labriegos, ahora se escucha la voz de los de abajo.

Vía Campesina es una organización inusual. Su estilo de conducción es austero y sencillo, alejado de los privilegios que tienen los «señores de la pobreza» de las grandes fundaciones para la cooperación internacional. En sus congresos y reuniones sus dirigentes hacen cola para comer, al igual que el resto de los delegados. No disponen de comedores reservados. Descansan en los dormitorios comunes y no tienen salones VIP para despachar. Vuelan en clase económica y, cuando hay recursos para trasladar a delegados, los destinan a financiar los pasajes de las mujeres.

En Vía Campesina conviven distintas culturas políticas y organizativas de manera creativa. La que proviene de la descolonización europea en África con su herencia de lucha por la liberación nacional y contra el miedo y la vergüenza. La que busca impactar en las políticas públicas desde una tradición ciudadana y reivindica la desobediencia civil en Europa. La de la resistencia, la confrontación social y la ruta hacia el poder en América Latina. La del choque marcial disciplinado y la inmolación ejemplar en Asia. La heredera de las grandes tradiciones populistas rurales, organizadora de campañas y cabildeo legislativo en Estados Unidos y Europa.

Todas esas experiencias organizativas han logrado coexistir sin grandes conflictos, complementarse, aprender unas de las otras y crear un lenguaje común. Los encuentros de Vía Campesina son espacios para forjar nuevas instituciones, relatos, símbolos y mitos compartidos. Son un lugar para nombrar lo intolerable y celebrar lo que une y emancipa.

Sorprende la enorme cantidad de mujeres que participan en la dirección del movimiento internacional y en sus encuentros, inusitado en comparación con la composición de los organismos campesinos que la integran a escala nacional. Ello es resultado, en primer lugar, de la acción misma de las mujeres que integran el movimiento, pero también de una política deliberada de inclusión y promoción.

Vía Campesina se ha dotado de un equipo técnico de un alto nivel profesional. Multilingüe, eficaz, desideologizado, conocedor de su área de responsabilidad, abnegado, que, tiene además, el enorme mérito de no sustituir a la dirección campesina. Su aporte es discreto; su presencia pública, casi invisible.

Vía campesina es hoy una de las principales columnas vertebrales del movimiento altermundista. La prueba viviente de que los campesinos no son un lastre del pasado, sino una reserva para el futuro.

La primera crisis alimentaria

Comenzó en México como la guerra de la tortilla en enero de 2007. Se siguió a Italia como la huelga del espagueti nueve meses más tarde. Después se convirtió en alud imparable. Las protestas contra el alza en el precio de los alimentos se sucedieron en Haití, Mauritania, Yemen, Filipinas, Egipto, Bangladesh, Indonesia, Marruecos, Guinea, Mozambique, Senegal, Camerún y Burkina Faso.

La nueva hambruna se trata de un hecho global. Usualmente la escasez generalizada de alimentos se ha producido en países y regiones localizadas, ante desastres naturales, plagas o guerras. Pero ahora sucedió de manera simultánea en multitud de naciones y varios continentes.

«Nunca se había vivido una crisis como la actual. Y nosotros no la creamos», dice el hondureño Rafael Alegría. «La humanidad está amenazada, pero no por nosotros. Por el contrario, somos quienes garantizamos los alimentos. Ahora, sin embargo, es el capital financiero el que tiene el control de las cosechas. Con ellas especulan. Somos nosotros los llamados a producir la comida que hace falta. Ni los excedentes de la Unión Europea ni de Estados Unidos podrán resolver el problema.» (Entrevista, Maputo, Mozambique, 20 de octubre de 2008).

Vía Campesina considera que «el mundo entero está en crisis, una crisis de dimensiones múltiples, una crisis de alimentos, de energía, del clima y de las finanzas (… ) producto del sistema capitalista y del neoliberalismo». Una crisis que, según el indonesio Henry Saraigh, coordinador general de Vía Campesina,ha provocado el aumento del «nivel de hambre si lo comparamos con la situación de hace diez años. Hay más de 800 millones sufriendo actualmente hambre.» ( Conferencia de prensa….)

Para la organización internacional, la crisis es resultado de la combinación de diversos factores entre los que se encuentran: el aumento en la producción de agrocombustibles; la especulación financiera; la presión del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), y posteriormente la Organización Mundial del Comercio (OMC) a los países para disminuir su inversión en la producción alimentaria y su apoyo a los campesinos pequeños agricultores; así como las «políticas destructivas que socavaron las producciones nacionales de alimentos y obligaron a los campesinos producir cultivos comerciales para compañías multinacionales y a comprar sus alimentos de las mismas multinacionales (o a otras…) en el mercado mundial». (Una respuesta a la Crisis Global de los Alimentos, ¡Los/as campesinos/as y pequeños agricultores pueden alimentar al mundo!, 2 de mayo de 2008)

De acuerdo con Rafael Alegría, de Honduras, integrante de la comisión coordinadora internacional (CCI) de Vía Campesina por parte de Centroamérica: «los altísimos precios que en los últimos años están sufriendo productos como el maíz, los frijoles, la soya, los de consumo popular, se deben a una gran especulación del capital y de las compañías trasnacionales que controlan los mercados. Y al abandono, desde hace más de 20 años, de políticas públicas agrícolas que impuso el modelo neoliberal que destruyó la economía campesina, desarticuló los sistemas financieros. Los estados se desentendieron de la agricultura y prácticamente hubo una desarticulación total de la mediana y pequeña agricultura. Ahora se están viviendo las consecuencias de que los pequeños y medianos agricultores fueron abandonados y sustituidos por empresas trasnacionales.» (Entrevista , Maputo, Mozambique, 22 de octubre de 2008).

Según Joan Pedro Stedile, dirigente del Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil, la ofensiva del capital financiero internacional por el control de la agricultura peude resumirse en cinco puntos. Primero, por conducto de sus excedentes de capital financiero; los bancos pasaron a comprar acciones de centenares de empresas que actuaban en diferentes sectores relacionados con la agricultura. Y a partir del control de la mayor parte de las acciones, promovieron un proceso de concentración monopólica.

Segundo, mediante la dolarización de la economía mundial. Esto permitió que las trasnacionales se aprovecharan de las tasas de cambio favorables y entraran en las economías nacionales comprando fácilmente a las empresas locales dominando así los mercados productores y el comercio de los productos agrícolas.

Tercero, utilizando las reglas impuestas por organismos internacionales como la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y los acuerdos multilaterales, que normalizaron el comercio de productos agrícolas según los intereses de las grandes empresas, y obligaron a los gobiernos serviles a la liberalización del comercio de estos productos.

Cuarto, gracias el crédito bancario. La producción agrícola, cada vez más dependiente de insumos industriales, quedó a merced de la utilización de créditos bancarios para financiar la producción. Y éstos financiaron la implantación y el dominio de la agricultura industrial en todo el mundo.

Finalmente, en la mayoría de los países los gobiernos abandonaron las políticas públicas de protección del mercado agrícola y de la economía campesina.

La organización sacó importantes lecciones de la crisis. La primera es que el mercado desregulado no solucionará el problema, sino, por el contrario, la agravará. La segunda es que los campesinos y los pequeños agricultores no se benefician con los altos precios, a diferencia de los especuladores y los comerciantes en gran escala. La tercera es que los

trabajadores agrícolas y quienes en el mundo rural no tienen acceso a la tierra, han sufrido enormemente el aumento en los precios de la comida. Lo mismo ha sucedido con los consumidores urbanos pobres. La cuarta y última lección es que el libre comercio no resolverá la crisis, sino que, por el contrario, la agravará.

La segunda crisis alimentaria

En octubre del año pasado el precio internacional de las materias primas agrícolas, exceptuando el arroz, disminuyeron. La burbuja especulativa de estos productos, iniciada en 2002, reventó. En la primera semana del décimo mes del año, la cotización del maíz en la Bolsa de Chicago pasó de un récord de 296 dólares la tonelada, alcanzado el pasado 26 de julio, a 178 dólares. El trigo cayó de un máximo de 470 dólares la tonelada, obtenido en febrero de 2008, a 235 dólares. Ello no provocó que el costo de los alimentos elaborados con ambos cereales bajara un sólo centavo para los consumidores finales.

Desde que estalló la crisis financiera en Estados Unidos sus precios en los mercados internacionales han registrado fuertes caídas. Empero, lo que las personas comunes y corrientes deben pagar por su comida es lo mismo -o más- que gastaban cuando las cotizaciones de los granos básicos se encontraba en las nubes. Los precios de los cereales han experimentado una caída media de entre 30 y 35 por ciento con respecto al año anterior. Sin embargo, en el mes de septiembre, las cadenas minoristas en Estados Unidos aumentaron el costo de los alimentos en 7.6 por ciento. Durante los primeros seis meses del año, Nestlé, una de las más importantes empresas agroalimentarias en el mundo, incrementó los precios de sus productos en todo el mundo un 4.4 por ciento, y en América Latina el 8 por ciento. Por supuesto, ahora que las materias primas valen menos, no piensa bajar sus precios.

La caída de los precios de las materias primas agrícolas obedece a una razón fundamental: con el dolar revaluado y temiendo una disminución de la demanda de cereales por la recesión económica, los fondos de inversión se retiraron de esos mercados, empujando las cotizaciones a la baja. Las posiciones pasaron de 58 mil millones de dólares a 8 mil millones.

Probablemente, esta caída en el valor de las commodities agrícolas no supondrá un problema para muchas trasnacionales de la alimentación. En la recesión económica de la década de los setenta, compañías como General Mills y Kellog se expandieron y tuvieron un mejor desempeño bursátil.

En cambio, para los pequeños productores rurales la situación es radicalmente diferente. La mayoría de ellos no se beneficiaron de los altos precios que hasta hace poco se pagaban por los granos básicos. En ocasiones llegaron cuando sus cosechas ya estaban vendidas o debieron pagar más por el crédito, los fertilizantes, plaguicidas y combustibles. Las ganancias quedaron en manos de las grandes productores, las empresas agroalimentarias y los especulado

Según el agricultor vasco Paul Nicholson, «esta crisis va a generar en la agricultura una bajada de precios. Los costos de producción no van a bajar. Es claro que está bajando el precio del petróleo pero eso no va a repercutir en la bajada de los precios. En cambio, los precios que recibimos los productores si van a bajar. Eso ya se está viendo en el precio del maíz. El principal beneficiario va a ser el que controla toda la cadena alimentaria, que son las trasnacionales. El crédito en la agricultura, aunque sea de cosecha, es importante. Y va a haber menos dinero y menos crédito. Lo principal es que los costos de producción van a ser tremendamente altos. Las semillas, los fertilizantes. Los precios van a ser tremendamente altos y con una bajada de precios en origen para el productor eso significa la ruina para muchos en la agricultura campesina.» (Entrevista a Paul Nicholson, Maputo, Mozambique, 22 de octubre de 2008).

Contra las trasnacionales

 En la conferencia de Maputo, Vía Campesina declaró la guerra a las empresas trasnacionales. Son su enemigo principal. De esta manera transitó de la crítica al neoliberalismo y la oposición a la incorporación de la agricultura en los acuerdos de libre comercio a posiciones marcadamente anticapitalistas.

«La guerra ha comenzado. Somos los campesinos contra las trasnacionales. O ellos logran sus pretensiones de robarse y controlar nuestra tierra, nuestras semillas y el agua, o nosotros resistimos hasta que se les acabe su lindo capitalismo», asegura Joao Pedro Stedile, dirigente del Movimiento sin Tierra de Brasil.

Dena Foff, representante de la Coalición de Granjeros familiares de Estados Unidos, sostiene que «en el mundo en que vivimos ya no existe duda alguna de que las corporaciones trasnacionales están compitiendo con los ciudadanos del mundo por tener el dominio del planeta, sobre sus recursos y su gobierno».

En su resolución final, la internacional campesina afirma: «En las zonas rurales del mundo, hemos visto una feroz ofensiva del capital y de las empresas trasnacionales sobre la agricultura y los bienes naturales (agua, bosques, minería, biodiversidad, tierra, etcétera), que se traduce en una guerra de despojo contra los pueblos campesinos e indígenas, utilizando pretextos falsos como los argumentos erróneos que plantean que los agrocombustibles son una solución a las crisis climáticas y energéticas, cuando la verdad es todo lo contrario. En el momento en que los pueblos ejercen sus derechos y resisten este despojo generalizado, o cuando son obligados a ingresar en los flujos migratorios, la respuesta ha sido más criminalización, más represión, más presos políticos, más asesinatos, más muros de la vergüenza y más bases militares».

La internacional campesina asume que estas corporaciones son la forma actual del capital para controlar la economía, los recursos naturales, la tierra, el agua, la biodiversidad, la producción, el comercio agrícola y la explotación del campesinado.

Las trasnacionales -dice Paul Nichoslon- están ocupando las tierras y desplazando a millones de campesinos para producir agrocombustibles. «En todo el mundo -puntualiza- les quitan las mejores tierras a los campesinos para meter agricultura industrializada. Y quieren tener el control sobre las semillas. No puede ser que por culpa de ellas comamos todos en el planeta cuatro tipos de tomate, cuando tenemos miles de variedades locales.»

La lucha en el mundo campesino no es sólo contra los latifundistas, o los acaparadores, o los intermediarios, sino contra las grandes corporaciones agroalimentarias. Según Stedile: «hubo una concentración del control de la producción y del comercio mundial de productos agrícolas, por algunas pocas empresas, que dominan esos productos en todo el mundo, en especial los productos agrícolas estandarizados, como los granos o los lácteos. Además dominan toda la cadena productiva de los insumos y las máquinas utilizadas por la agricultura. Los campesinos que estaban acostumbrados a sólo luchar contra los terratenientes y contra los latifundistas ahora se transformaron en un actor principal contra el gran capital trasnacional.»

Soberanía Alimentaria: la solución a las crisis y la vida de los pueblos

Para Vía Campesina, la crisis es una oportunidad, porque «la soberanía alimentaria ofrece la única alternativa real tanto para la vida de los pueblos como para revertir las crisis.» Según sus integrantes, el desafío ha mostrado que los pequeños agricultores familiares son capaces de alimentar y enfriar el planeta. En palabras de Alberto Gómez, de México, integrante de la comisión coordinadora internacional (CCI) de Vía Campesina por parte de América del Norte: «somos una solución a los grandes problemas. Estamos en el centro en lo que es la producción de alimentos. En el centro en lo que es el cambio climático. En el centro por lo que es la crisis energética.» (Entrevista con Alberto Gómez, Maputo, Mozambique, 23 de octubre de 2008)

Joao Pedro Stedile está de acuerdo. Según él, «gracias a Dios y a que Dios sigue siendo campesino, la crisis nos abre grandes oportunidades». Es el momento no de quedarse con los brazos cruzados viendo cómo se cae el capitalismo sino de participar en su entierro.

La soberanía alimentaria enfrenta a la crisis alimentaria con producción campesina local; encara a las crisis climáticas y energéticas, atacando dos de las principales fuentes de emisión de gases de efecto invernadero: el transporte de alimentos a larga distancia y la agricultura industrializada; y, aminora una parte de la crisis financiera, al prohibir la especulación con los alimentos.

Desde que Vía Campesina introdujo por vez primera, en 1996, el concepto de soberanía alimentaria, la idea se ha diseminado muy rápido. Soberanía alimentaria es hoy un llamado a la acción para un número creciente de organizaciones de campesinos y granjeros, organismos no gubernamentales y movimientos sociales. Muchas conferencias internacionales han convenido en elaborar más el concepto, incluida la que celebró el Partido Verde del Parlamento Europeo. También es el foco de la discusión en reuniones importantes, como el Foro Social Mundial y el foro de las organizaciones no gubernamentales (ONG) de la Cumbre Mundial Alimentaria, celebrada en junio de 2002. Pero ¿qué significa exactamente el término soberanía alimentaria?

De acuerdo con Vía Campesina, la alimentación es un derecho humano básico y «todos los pueblos y Estados deben tener el derecho a definir sus propias políticas agrícolas y alimentarias» para garantizar la seguridad interna en la materia y el bienestar de su población rural. En palabras de Vía Campesina, soberanía alimentaria significa que los pueblos tienen «derecho a producir su comida en su territorio» en formas que refuercen los valores culturales de los pueblos y el medio ambiente. La soberanía alimentaria significa garantizar que los campesinos, los granjeros en pequeño y las mujeres rurales tengan el derecho a contar con todos los recursos necesarios para producir comida; tener un acceso mayor a la tierra y un control mayor sobre ésta y sobre las semillas, el agua, los créditos y los mercados. La soberanía alimentaria requiere una reforma agraria genuina y de gran alcance.

Más aún, la soberanía alimentaria será posible únicamente si existe un control democrático del sistema alimentario y el reconocimiento de que «la herencia cultural y los recursos genéticos pertenecen a la humanidad». Esto significa que todas las formas de vida -incluidos plantas y animales- deben protegerse del patentamiento. También quiere decir regular los mercados mediante prácticas como el manejo del abasto y un comercio ordenado.

La soberanía alimentaria se centra en la producción de comida y en quienes de hecho trabajan la tierra. Por tanto, va más allá de cómo se entiende comúnmente la seguridad alimentaria, que implica garantizar que se produzca una cantidad adecuada de comida accesible a todos. En cambio, la soberanía alimentaria se centra en cuestiones como qué comida se produce, dónde se produce, cómo se produce y en qué escala. Vía Campesina argumenta que no puede alcanzarse una seguridad alimentaria sin soberanía alimentaria.

Es claro que la soberanía alimentaria es una alternativa radical a la visión que de la agricultura se tiene en la Organización Mundial de Comercio (OMC). Ahí donde los principios guías del organismo son «el derecho a exportar» a toda costa y el «derecho a importar» comida como el mejor camino de garantizar la seguridad alimentaria, la visión de una soberanía alimentaria da prioridad a la producción local para un consumo también local. No es que Vía Campesina se oponga al comercio agrícola, pero enfatiza que «la alimentación es la más primaria e importante fuente de nutrición, y sólo en segundo término un asunto de comercio». Dado que la comida es un derecho humano básico «sólo debe comerciarse con el excedente». Además, este comercio internacional «debe servir a los intereses de la sociedad», no llenar los bolsillos profundos y sin fondo de las corporaciones trasnacionales de la agroempresa. La soberanía alimentaria es simplemente imposible en el marco de la OMC.

El «desarrollo» -uno equiparado hoy con globalización y comercio- que intentaba resolver la persistencia de la pobreza y el hambre en el campo es un fracaso, y hoy la idea de soberanía alimentaria se opone con eficacia a este «desarrollo». Mediante la soberanía alimentaria, Vía Campesina nos desafía a todos a pensar más allá de los cajoncitos -premisas tecnológicas, liberalización, desregulación y privatización- que con frecuencia caracterizan las deliberaciones en torno a las políticas alimentarias, agrícolas y de desarrollo rural. Habiendo introducido una alternativa viable, Vía Campesina transforma el debate internacional.

El concepto de soberanía alimentaria entró ya a círculos más oficiales. Por ejemplo, el director general de la Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas (FAO, por sus siglas en inglés), declaró recientemente el compromiso de trabajar en asociación con organizaciones de la sociedad civil para aplicar un enfoque de soberanía alimentaria y emprender esfuerzos que liberen al mundo del hambre y la pobreza. En su informe más reciente, la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Informe especial sobre el derecho a la alimentación, reivindica la soberanía alimentaria como la manera de garantizar el derecho de los pueblos a comida y seguridad alimentaria.

Con agudeza, Vía Campesina está consciente de que por más revolucionarios que sean estos conceptos, con frecuencia son mal interpretados, mal usados y usurpados por aquellos en el poder. Por ejemplo, numerosas instituciones internacionales integran ahora consideraciones en torno al ambiente con la bandera de un «desarrollo sustentable». La contradicción, sin embargo, estriba en que «verdear» el discurso desarrollista ocurre dentro de los límites de un abrazo pleno a la ideología desarrollista del libre mercado, que enfatiza la extracción intensiva y extensa de recursos como solución al estancamiento económico. Las preocupaciones en torno al ambiente únicamente se «añaden» a un modelo de desarrollo muy fallido. En consecuencia, «la sustentabilidad», que originalmente se concibió como un tipo de desarrollo fundamentalmente diferente, se usa ahora para justificar toda suerte de prácticas que dañan el ambiente. A la luz de esta experiencia, es claro que Vía Campesina requiere trabajar intensamente para evitar que se usurpe la idea de la soberanía alimentaria. Para el efecto, toma ya medidas importantes y une fuerzas con muchos movimientos sociales, con ONG de pensamiento semejante, y con instituciones de investigación por todo el mundo.

De acuerdo con la organización campesina internacional, la soberanía alimentaria «requiere la protección y re-nacionalización de los mercados nacionales de alimentos, la promoción de ciclos locales de producción y consumo y la lucha por la tierra, la defensa de los territorios de los pueblos indígenas, y la reforma agraria integral». tiene como sustento el cambio del modelo productivo hacía la producción agroecológica y sustentable, sin plaguicidas y sin transgénicos, basado en el conocimiento campesino e indígena.

A la soberanía alimentaria le llegó su momento. Cientos de miles de campesinos de todo el mundo que se niegan a desaparecer ven en ella el modelo para otro tipo de desarrollo. De allí su fuerza.

Luis Hernández Navarro es coordinador de Opinión del diario la Jornada. Annette Aurélie Desmarais es profesora asociada de estudios judiciales en la Universidad de Regina, Canadá, y autora del libro La Vía Campesina