Las movilizaciones populares no han logrado mellar el poder del presidente de Yemen, Ali Abdullah Saleh. Las diferencias entre militantes sociales y estudiantes, por un lado, y dirigentes políticos de oposición, por otro, impiden hasta ahora que la situación derive en lo observado en Túnez y Egipto. Las manifestaciones estallaron tras la dimisión del presidente […]
Las movilizaciones populares no han logrado mellar el poder del presidente de Yemen, Ali Abdullah Saleh. Las diferencias entre militantes sociales y estudiantes, por un lado, y dirigentes políticos de oposición, por otro, impiden hasta ahora que la situación derive en lo observado en Túnez y Egipto.
Las manifestaciones estallaron tras la dimisión del presidente de Túnez, Zine El Adibine Ban Ali, el 14 de enero, presionado por la llamada Revolución del Jazmín. El mandatario abandonó el poder después de dos décadas. Dos días después, estudiantes de la Universidad de Sanaa reclamaron la renuncia del presidente yemení, quien lleva tres décadas en el poder.
La rebelión cobró fuerza en los países árabes. El 25 de enero, jóvenes egipcios tomaron las calles de las principales ciudades en una movilización popular que terminó con la renuncia del Hosni Mubarak, quien también llevaba tres décadas en el cargo.
La noche de la renuncia de Mubarak, por lo menos 2.000 manifestantes celebraron en la capital de Yemen. Pero su movilización se parece a las velas que llevaron ese día. Emite una pálida luz que no llega a convertirse en relámpago como en Túnez y Egipto, donde la presión popular terminó por expulsar a los presidentes. Uno de los obstáculos para promover una reforma política es que ciudadanos y partidos de oposición están divididos.
El presidente propuso un diálogo nacional entre el gobernante Congreso General del Pueblo (CGP) y la coalición opositora, pero no se han logrado avances.
La discrepancia se instaló en la calle, donde miles de manifestantes expresan su malestar contra el gobierno, mientras los partidarios le dan su apoyo. La gente quiere comer y trabajar, pero no se ponen de acuerdo sobre qué camino seguir para alcanzar esos objetivos. Hay un creciente resentimiento contra la coalición opositora.
Estudiantes universitarios avivaron las manifestaciones, lo que motivó a muchos dirigentes políticos.
La casa de estudios terciarios se convirtió en un punto de encuentro, pero la participación en las protestas menguó cuando algunos dirigentes quisieron ocupar un lugar central. Los estudiantes quieren diferenciarse de la oposición.
La Revolución de Jóvenes Independientes «acusa, por igual, de corrupción al CGP y a la oposición». Los estudiantes pretenden que las protestas sigan siendo «una marcha de personas sin líderes ni intermediarios».
La joven Rana J., quien no quiso dar su apellido, fue una de las que celebró la revuelta de Egipto el 11 de este mes, un «sacrificio por una bella causa», como la calificó. «Apoyaba a la oposición hasta que fui a una de sus concentraciones. No se conectaban con la gente. Le pedían que se reunieron, gritaban lo que querían por un micrófono y luego, pedían que se dispersaran», relató. «No se conectan con las bases. Los partidos políticos de Yemen están jugando. Manipulan a la masa analfabeta. Siempre fueron verticalistas. Sólo usan a los ciudadanos para obtener réditos», añadió.
La oposición es «tan incompetente como el partido de gobierno», señaló el estudiante y activista Abdulaziz al-Sakkaf, quien participó en una concentración frente a la embajada de Egipto. «La gente se entusiasma con las protestas, pero se desmotiva cuando se dan cuenta que participa la oposición. No le creen. Si pudieran hacer algo bueno, ya lo habrían hecho», añadió.
Las medidas de seguridad dificultaron las protestas. Los manifestantes fueron rodeados y varios detenidos desde que comenzaron las movilizaciones contra el gobierno a mediados de enero.
Del máximo de 20.000 personas que participaron en el Día de la Ira el 3 de este mes, menos de 100 se reunieron al día siguiente en la Universidad de Sanaa. Cuatro estudiantes fueron detenidos, lo que motivó una segunda protesta al día siguiente frente a la comisaría en la que estaban presos.
La policía pretendió usar la fuerza para frenar las protestas, pero luego temieron que eso generara más movilizaciones, señaló el abogado y activista de derechos humanos Jaled al-Anesi.
La población no está acostumbrada a rebelarse, señaló una joven que no quiso dar su nombre. «No sabemos realmente lo que es decirle ‘no’ al gobierno. Lo que ocurrió en Egipto tuvo un efecto positivo para que la gente se animara a salir a la calle a expresar su opinión. Pero estamos acostumbrados a que nos digan qué hacer desde un estrado», indicó. «Estamos contentos con lo que pasó en Egipto y esperamos que ocurra aquí. Pero ha sido difícil para los estudiantes. No tienen apoyo y fueron duramente reprimidos», añadió.