«Este árbol no da frutos, pero salvó a mi familia de la muerte», relató Raj Kumari Chaudhari, al lado de un enorme y majestuoso mango, cuyas ramas se extienden más allá de la vista. «Solo él hizo más por mi familia en tiempos difíciles que el propio gobierno de Nepal», aseguró la campesina. Todas las […]
«Este árbol no da frutos, pero salvó a mi familia de la muerte», relató Raj Kumari Chaudhari, al lado de un enorme y majestuoso mango, cuyas ramas se extienden más allá de la vista. «Solo él hizo más por mi familia en tiempos difíciles que el propio gobierno de Nepal», aseguró la campesina.
Todas las mañanas, Chaudhari se dirige a la otra punta de la aldea, solo para rezarle al árbol.
La noche del 14 de agosto de 2014, Chaudhari perdió su casa cuando el agua arrasó toda la aldea de Padnaha, en el distrito de Bardiya, en centro-oeste de Nepal. Su esposo agarró a su hija mayor, mientras ella cargaba a las mellizas en su espalda y huyeron.
Cuando llegaron a la otra punta de la aldea, se dieron cuenta de que no tenían escapatoria. Treparon al árbol más cercano para protegerse. En cuestión de minutos, otras 11 personas habían hecho lo mismo.
«Mi bebé de seis meses era el menor de todos, lo até con mi chal para que no se cayera», acotó otra vecina, Kalpana Gurung.
Bardiya es uno de los tres distritos del centro-oeste más golpeados por las inundaciones de 2014. El Comité para la Atención de Desastres señala que más de 93.000 personas resultaron damnificadas.
El torrente de agua dejó 32 personas muertas y 13 desaparecidas. Casi 5.000 más sufrieron las consecuencias de las inundaciones en Padnaha.
El año pasado ya figura como el más mortífero de la historia de Nepal en término de desastres naturales. Según el Ministerio del Interior, murieron 492 personas y más de 37.000 hogares sufrieron por los desastres ocurridos entre abril de 2014 y febrero de 2015.
Sin embargo, critican especialistas, el gobierno todavía no formuló ninguna respuesta de largo plazo para casos como el de la familia de Chaudhari, que sobrevivieron a la catástrofe.
«El gobierno no tiene rumbo ni planes para la rehabilitación de sobrevivientes. Quienes perdieron sus tierras quedaron, básicamente, apátridas», se lamentó Madhukar Upadhya, especialista en gestión de cuencas y deslizamientos de tierras.
Tras el desborde del río Koshi en 2008 en el este de Nepal, el gobierno creó un centro para la capacitación en gestión de desastres, la policía se dotó de una división especial y el ejército de una dirección dedicada el tema. Pero el interés de las autoridades está en el rescate y el alivio, no en la rehabilitación ni en el reasentamiento, criticó el especialista.
Vivir al filo de la navaja
La familia de Chaudhari y la mayoría de sus vecinos proceden de la comunidad indígena de tharu, en el oeste de Nepal. Además, fueron «kamaiya», víctimas del opresivo sistema de trabajo forzoso que rigió en Nepal hasta su abolición en 2002.
Tras su liberación, la familia fue expulsada de su casa por sus «dueños» y tuvieron que vivir a la intemperie durante años. Hace dos años, el gobierno finalmente los reubicó en Padnaha.
«Nos llevó mucho tiempo reconstruir nuestras casas, los niños finalmente se estaban asentando, cuando las inundaciones arrasaron con todo», se lamentó Chaudhari.
Después de estar 24 horas en el árbol con el agua arremolinándose abajo, Chaudhari y su familia finalmente pudieron bajar y refugiarse en la escuela. Cuando se retiró, se dieron cuenta de que todo había desaparecido.
«Perdimos nuestras casas y nuestras pertenencias, pero a diferencia de otros sobrevivientes de inundaciones y deslizamientos de tierra, todavía podemos regresar a nuestro terreno», remarcó Sangita, de 18 años, quien también salvo su vida gracias al árbol.
Con ayuda de la organización Save the Children, que les dio los materiales, y el programa Efectivo por Trabajo, una experiencia de 13 años que paga 3,5 dólares por día por laborar, la comunidad pudo comenzar la reconstrucción.
En pocos días, 12 hogares limpiaron los escombros y levantaron sus chozas.
Chaudhari ya pudo plantar algunas verduras en la huerta, una fuente más de alimentos para su familia. Pero le preocupa que lo que pasó el año pasado se repita y se dio cuenta que debe estar preparada.
Especialistas en clima opinan que la pequeña comunidad modelo no es sostenible, pues la variación climática hace que con cada monzón puedan haber inundaciones y deslizamientos de tierra en las regiones vulnerables de Nepal.
Un estudio, publicado en 2014 por la Alianza Clima y Desarrollo (CDKN, en inglés), concluyó que la variabilidad climática y los eventos extremos le cuestan al gobierno de Nepal el equivalente a entre 1,5 y dos por ciento del producto interno bruto cada año.
Doce grandes inundaciones en las últimas cuatro décadas le costaron a cada familia damnificada el equivalente a 9.000 dólares en promedio.
Si se considera que el ingreso por familia promedió los 2.700 dólares en 2011, ese monto representa una gran carga que soportan principalmente los más pobres, como la familia de Chaudhari, que viven en zonas propensas a desastres naturales.
Cada año desde 1983, las inundaciones en Nepal dejan un promedio de 283 personas muertas, 8.000 viviendas destruidas y 30.000 familias damnificadas que deben hacer frente a las consecuencias del desastre.
«Estamos acostumbrados a reconstruir nuestras vidas, pero espero que mis hijas no tengan que hacerlo una y otra vez, como yo», dijo con la mirada perdida en el árbol sagrado de mango.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2015/03/cuando-un-arbol-es-mas-efectivo-que-el-gobierno-de-nepal/
Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Verónica Firme