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Faltan ideas, sobran instrumentos

Curricular presente, ética ausente

Fuentes:

Lo sustancial de la enseñanza en la escuela es el aprendizaje, vaya noticia, obvia de por sí. La pregunta que nos formulamos tiene que ver con la reticencia del alumnado a dicho aprendizaje, en particular en la escuela secundaria.

Los indicios que ofrecemos no son los únicos posibles de considerar, aquí nos abocaremos a pocos. De ahí el título del presente texto: faltan ideas, sobran instrumentos y curricular presente, ética ausente.

La reticencia señalada se relaciona a un curricular como instrumento de la enseñanza y, a su vez, a la ausencia de ideas fuerza materializadas en una praxis ética.

Y concluimos con el siguiente interrogante: ¿No será que la falta de testimonio global hace a la resistencia de los contenidos a aprender por parte de los alumnos y, por ende, la no creencia en la escuela?

A fin de nuestro derrotero, atravesaremos de manera crítica por el siguiente sendero: la política, la lengua, la ciencia, el curricular y la ética, siempre teniendo en cuenta la problemática ambiental, desembocando en la metáfora pandemia/enemigo.

Quizá no sea prolijo desde el punto de vista académico un lenguaje en primera persona, angustiado por la actual pandemia, como docente que pretende enseñar desde un curricular, con alumnos supuestamente indolentes hace tiempo que han sentido una ética ausente del mismo, siendo éste uno de los motivos de su displicencia hacia la enseñanza, donde sobran instrumentos pero faltan Ideas, donde sobra currículum pero falta Ética.

Palabras de inicio

El presidente George W. Bush (h) abre la caja de pandora de una Irak contenida represivamente por el dictador Sadam Husein que, con el pretexto de sus armas de destrucción masiva contra la población de su país, sin prueba alguna, la invade. Se desata así una de las formas del terrorismo en el mundo, mientras que ningún país apela a alguna institución internacional para condenar a los EE.UU. La hipocresía globalizada desde el punto de vista político y económico podemos trasladarla a otro nivel.

Nadie a nivel mundial ha condenado el terrorismo marcado por la depredación del medio ambiente (tóxicos y químicos en la agricultura, semillas genéticamente modificadas – transgénicas-, hacinamiento en las ciudades, deforestación incontrolada, eliminación de la biodiversidad, desplazamiento de la vida silvestre de sus hábitats naturales, calentamiento global, etc.), que concluyó en una pandemia. Nadie se imaginó la misma, más allá de algunas voces que no tuvieron pantalla mediática. Las instituciones de poder, independientemente de las diatribas entre los EE.UU. y China, ambas pretendiendo el poder hegemónico mundial, nunca reconocieron públicamente en serio una voluntad firme para evitar la depredación mencionada.

Lengua que se enseña

¿Ello, acaso, no es también educativo, o mal educativo? Nicolás Maquiavelo tuvo una virtud, la de no ocultar las intenciones del poder político con un lenguaje seductor, provocativo, ambivalente, que desde ciertas posiciones filosóficas se signa como la diatriba del significante vacío, pero sin la lucidez de un Aristóteles que diferenciaba conceptos equívocos de unívocos. Valga el ejemplo de la siguiente cruda afirmación: “(…) el odio se gana tanto con las buenas acciones como con las malas. Un príncipe, para conservar el poder, es a menudo obligado a ser perverso, porque cuando el grupo (ya sea pueblo, soldados o nobles) del que juzga necesario para mantenerse, está corrompido, es conveniente seguir su capricho para satisfacerlo, pues las buenas acciones serían tus enemigas.”[1]

Curricular presente, ética ausente. ¿Qué significación implica el “cuidado de la casa del hombre” en la escuela cuando dicho cuidado globalmente es ausente? ¿Será a modo de una obsesiva pulcritud en la limpieza del hombre individual de clase media mientras defeca el universo a mano?

Ciencia que se enseña y evalúa

Mientras tanto, las ciencias sociales, si de ciencia se habla, “no quisieron” entrever un futuro inmediato con predicciones de posible desestabilización democrática, como la de Fernando Lugo en Paraguay que fue golpe de Estado pero no lo habría sido, igualmente acaeció con Dilma Rousseff y Lula da Silva en Brasil, e igualmente con la destitución de Evo Morales en Bolivia. Así, tampoco dichas ciencias, que se proclaman como tal, pudieron prever la posibilidad de movilizaciones contra el país supuestamente “más exitoso” de América del Sur, Chile; tampoco el cambio de rumbo de quien sucedería a Rafael Correa, bajo el propio paraguas de Rafael Correa. ¿Ello, acaso, no es también educativo, o mal educativo? Y dada la depredación, ¿acaso no pudo entreverse y publicitarse con fuerza, a la vez, la posibilidad de una pandemia. ¿Por qué? Por cuanto la academia mira su propio ombligo, centrada en “hacer carrera”.

Y la ciencia se enseña, también se evalúa actualmente mediante pruebas instituidas por la OCDE. En Argentina se aplican las Pruebas PISA supeditadas al manto jurídico de la Ley Nacional de Educación nº 26.206, sancionada en el 2006. Si política, económica y ambientalmente se ignora la ética, ¿con qué altura moral, por ende, desde el poder hegemónico puede evaluarse a los alumnos estandarizadamente, sin considerar las críticas a dicha forma de evaluación? Curricular presente, ética ausente.

Ciencia cuyos supuestos no se critican

Mientras el curricular de la escuela pública se empeña en enseñar el “cuidado individual del medio ambiente”, se ha denostado con Zygmunt Bauman [2] a la modernidad sólida en favor de una modernidad líquida, pero no se ha puesto en duda la condición de liquidez, sin destino alguno, hasta su apoteosis neoliberal, metáfora proveniente de las ciencias naturales, con su escasa carga significativa desde la química para explicar el por qué de lo humano. La ausencia de fines ha convertido al presente en una especie de presente perpetuo sin destinación, donde la ocultación de las finalidades se muestra en la sobrevaloración de los medios. Así es que importe más la gramática que el contenido, la forma que el concepto, el espacio que el tiempo. Así es que en la academia importe más la metodología de la investigación que los resultados sustanciosos de la misma, por lo que, en sentido hegeliano, el entendimiento pese más que el pensar, o sea en la persistencia de un excesivo corte analítico que de lo realmente grave y fundante, por lo que ríos de tinta corren para ocultarse en los archivos de las producciones doctorales o de maestría que no hacen a un genuino aporte para la humanidad. La llamada liquidez de la modernidad no desoculta las razones de la misma, en este caso la depredación señalada, que ya no es líquida, sino sólida, en cuya modernidad (sea sólida o líquida) convive la mayor parte de la humanidad, que es pobre o excluida. Sin embargo, tanto la liquidez cuanto la solidez, ante la inesperada pandemia, se diluyen en la ausencia de sentido explicativo alguno.

También se ha ocultado que la misma noción de modernidad es consecuencia de la colonialidad del poder, de un poder globalizado en virtud de las tecnologías de la información y la comunicación, en virtud de los Big-Data y la inteligencia artificial, donde nuevamente se percibe que pesa más el instrumento que el fin, el medio más que el ser humano. Clama hasta el cielo la pregunta que Dios hace a Caín, “¿dónde está tu hermano Abel?”, quien le responde “¿acaso soy yo el guarda de Abel?”. El querer ser omnipotente como Dios y el desconsiderar al hermano son dos caras de la misma moneda, el origen del mal o bien el pecado de origen. Blande como un hacha sobre el cuello el riesgo de establecer las condiciones de posibilidad de un neoliberalismo más furioso aún con el aislamiento actual ante la pandemia del COVID-19, por cuanto se acentúa el miedo al otro y no la solidaridad. Es posible gracias a los Big-Data y la Inteligencia Artificial reconocer los lomos de burro del pavimento de una ciudad, ¿pero no es posible reconocer focos ígneos en zonas silvestres que son pulmones del mundo?

Curricular presente, ética ausente

Igualmente, es difícil entrever con certeza cómo será el mundo pos-pandemia, lo que sí es fácil entrever es que no hay voluntad desde quienes ejercen el poder hegemónico de un reconocimiento del origen de la pandemia: un capitalismo depredador, que tiene nombres y apellidos en danza. Se encuentran los optimistas, los pesimistas, los creyentes en un Estado fortificado en oposición a la privatización de lo público del neoliberalismo. Nadie sabe aún cómo será la cosa. Sin embargo, la falta de voluntad para el reconocimiento es el síntoma de permanencia de la especulación financiera/parasitaria con el excesivo peso de una deuda externa, cuyos acreedores la originaron a sabiendas que era insostenible para lo que se denomina sostenibilidad sin chupar la vida de los pueblos, la depredación de lo humano.

De la misma manera, y en relación con la gran potencia del Norte, siendo la industria para la guerra en los EE.UU. uno de los pilares de su economía, ¿cederá en algo sus pretensiones de gendarme mundial, sostenido fundamentalmente, aunque no únicamente, por los países que integran la OTAN, a fin de fortificar el sistema de salud pública, en particular para los sectores más postergados al respecto que son los latinos y los negros?

Y en el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ¿ameritará acaso trabajar en las escuelas para la institución de una subjetividad cargada de ética, y no meramente de un curricular? ¿Por qué? Vemos un solo hito desde el punto de vista propedéutico: ¿cuántos habitantes que no viven en las villas miserias hubieran hablado, en tiempo de ante-pandemia, de prioridades: ¿es más importante el agua que el Metrobús, presionando para que dicha prioridad se haga efectiva?; ¿cuántos hubiesen respondido «estos planeros» son unos vagos? NEGAR EL AGUA ES UN CRIMEN. Ahora el 29% de los habitantes de las villas tiene covid-19, con la posibilidad de que se contagie la gente «bien», que no vive en las villas. RACISMO, XENOFOBIA. Este hito muestra la necesidad de un curricular presente pero inspirado en una ética política. Curricular presente, ética ausente.

¿Quién es el enemigo?

¿Y por qué enseñar que al coronavirus-pandemia se lo denomina “enemigo”? Enemigos son los humanos destruidos por otros seres humanos, en cualquier aspecto de la vida.

Elisabeth Badinter [3], en su libro “¿Existe el amor maternal?”, nos mostraba que en ciertas ciudades de la Europa occidental durante los siglos XVII y XVIII, cuando no se conocía el aborto, se descuidaban a los niños pequeños hasta matarlos o desfigurarlos. También, Jean Fourastié [4], en su libro “La moral prospectiva”, nos mostraba que en esos siglos había ciudades en Francia donde de cada cien niños nacidos no llegaban al año de vida la mitad de ellos. Matar no significa producir vida como tampoco reproducirla. Cuando se mata, ¿hay enemigo? ¿Había demasiados niños? ¿Eran como enemigos? ¿Molestaban?

Vayamos a nuestra época. En Europa Occidental hay demasiados viejos. La natalidad es escasa porque perjudica tiempo para el placer del consumo al cuidar a tantos críos. Y por el avance de la medicina, la población vieja crece. Y los Estados o privatizan la salud y la paga quien puede, o gastan más en salud, con lo que se genera déficit fiscal. ¿No sería acaso funcional matar a los viejos?

¿Puede ser un virus un enemigo o bien se está proyectando un modo de ser humano sobre un objeto no humano?

¿Qué se proyecta sobre el coronavirus-pandemia? ¿No será, acaso, aquello de lo humano que excluye, que oprime? ¿No será, acaso, la misma condición humana calificada como execrable?

Carlos Marx, en el primer capítulo de los llamados “Manuscritos económico-filosóficos de 1844”, ofrece la explicación más hermosa de lo que el ser humano significa: “vida que crea vida”.[5]

¿No será que el capitalismo actual de base financiero/especulativo/parasitario, neoliberal y globalizado, de distanciamiento social, colonizador y distópico de alta tecnología, depredador, racista y patriarcal es quien mata y los excluidos/oprimidos serían sus enemigos, material de descarte?[6]

Currículum presente, ética ausente

¿No será que la falta de testimonio global, entre otros motivos, hace a la resistencia de los contenidos a aprender por parte de los alumnos y, de ahí, la no creencia en la escuela?

Notas:

[1] Maquiavelo, Nicolás (1999), El príncipe, Buenos Aires, Ediciones El Aleph, p.98 https://ocw.uca.es/pluginfile.php/1491/mod_resource/content/1/El_principe_Maquiavelo.pdf (consulta: 10 de mayo de 2020)

[2] Bauman, Zygmunt (2004). Modernidad líquida, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

[3] Badinter, Elizabeth (1991). ¿Existe el amor material? Historia del amor maternal. Siglos XVII al XX. Barcelona: Editorial Paidós.

[4] Fourastie, Jean (1968). La moral prospectiva: la moral de ayer, de hoy y de mañana. Madrid: Ediciones Cid.

[5] Marx, K. (2005). Manuscritos de economía y filosofía, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, p.111 

[6] Las cualidades recién mencionadas, creemos, se mantendrán en el período pos pandemia, aunque no sabemos todavía, respecto alguna de ellas, de qué manera en su concreción.

Miguel Andrés Brenner. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires