Un nuevo Foro Social Mundial, esta vez en Dakar (Senegal, del 6 al 11 de febrero) está a las puertas. Cronológicamente hablamos del onceavo FSM, a pesar de que tanto en 2008 como en 2010 no se celebraron eventos centralizados, sino numerosos actos y foros regionales y temáticos a lo largo y ancho del mundo. […]
Un nuevo Foro Social Mundial, esta vez en Dakar (Senegal, del 6 al 11 de febrero) está a las puertas. Cronológicamente hablamos del onceavo FSM, a pesar de que tanto en 2008 como en 2010 no se celebraron eventos centralizados, sino numerosos actos y foros regionales y temáticos a lo largo y ancho del mundo.
Conviene recordar que el FSM nació en Porto Alegre 2001 como contrapunto al Foro Económico Mundial de Davos y como espacio de encuentro, reflexión y articulación de movilizaciones y alternativas a nivel global frente el proceso de globalización ultracapitalista.
La última década ha demostrado que los peores augurios surgidos del FSM desde el principio eran acertados, de ahí que en estos momentos tengamos delante una crisis eminentemente sistémica, pero ya no sólo del modelo neoliberal, que fue contra lo primero que se levanto el movimiento antiglobalización, sino del modelo capitalista en si. Hace falta pues que tengamos muy en cuenta lo que pode surgir de Dakar tanto a nivel discursivo como a nivel de agenda de movilizaciones para este 2011, por cuanto, y aún con todas las críticas -demasiadas- que recibe el foro, no existe ningún espacio a nivel planetario que congregue tantas organizaciones y movimientos sociales ni de lejos. En Dakar hay registradas ya más de 1.250, de las cuales casi 500 son de África y algo más de 350 de Europa, cuestión importante por ser en este último continente, uno de los corazones del neoliberalismo mundial, donde la ofensiva de los fundamentalistas del mercado está siendo más cruenta en los últimos tiempos con planes de ajuste estructural auspiciados fundamentalmente por el FMI que recuerdan muy mucho a los sufridos por África o América latina desde hace décadas. Veremos como los movimientos europeos, narcotizados y sin capacidad de respuesta, aprovechan las oportunidades que brinda el FSM como espacio para coordinar las luchas.
Más allá de este último apunte, el FSM tiene dos importantes retos en esta edición. El primero tiene que ver con su expansión, o universalización, pues difícilmente el foro será el lugar del que surjan los modelos sociales del postcapitalismo si el proceso no llega de manera dinámica la todos los puntos del planeta. Si bien este proceso parece consolidado en América Latina y está medianamente asimilado en algunos lugares del Sur de Europa -más como proceso metodológico con altos grados de autogestión que como proceso tendente a la acción-, precisa de extenderse a otras partes del planeta, especialmente del planeta de abajo. Y si alguna parte del planeta está abajo, muy abajo, está es África. De ahí que la apuesta africana del Consejo Internacional sea reiterada. El FSM ya estuvo en el continente negro en 2006, cuando se celebró en tres lugares a la vez (Caracas, Venezuela; Karachi, Pakistán; y Bamako, Malí) y en 2007, con una edición centralizada en Nairobi (Kenya) que pasó con más pena que gloria. No obstante, este de 2011 parece estar mucho mejor organizado, con múltiples foros temáticos previos, varias caravanas de activistas que convergerán en la capital senegalesa y la presencia de organizaciones y movimientos africanos, que al fin y a la postre es de lo que se trata, se intuye masiva. Por África pasa sin duda el mundo que viene.
El segundo de los retos tiene que ver con la respuesta que los colectivos y movimientos que comparten el FSM sean capaces de dar a la crisis civilizatoria, por emplear el acertado término andino. No hay duda de que del foro de Dakar surgirá una agenda de movilizaciones para todo el año 2011. Los días 10 y 11 se repetirá la exitosa experiencia de Belém do Pará (Brasil, 2009), en el que se celebraron decenas de asambleas y el último día, en la asamblea de asambleas, se aprobó una agenda que llevó a los movimientos sociales desde las protestas contra el G-20 en marzo de ese año, a las movilizaciones contra el 60 aniversario de la OTAN en abril, y desde la Minga Global por la Madre Tierra de octubre a las movilizaciones contra la OMC en Ginebra de noviembre y la contracumbre del cambio climático en Copenhague en diciembre, entre otras muchas.
Sin embargo, si las movilizaciones constituyen un imprescindible y bien trabajado campo de acción para los integrantes del FSM no acontece así con los caminos a seguir para «superar el capitalismo». Tres son las principales vías que defienden los altermundistas.
La primera, que fue lanzada por gente como Bernard Cassen, Cristophe Ventura o Ignacio Ramonet, es la del postaltermundialismo -algo así como la apuesta por revoluciones democráticas de izquierdas-, que postula que hay que trabajar, como en América latina, mano con mano con gobiernos progresistas que asuman las propuestas del FSM. Bolivia, Ecuador, Venezuela, o Paraguay y Brasil en menor medida, pueden ser ejemplos de esto. Sin embargo trasladar esta opción a una Europa sin izquierdas alternativas poderosas parece por el momento una quimera.
La segunda vía, defendida por activistas como Susan George, corresponde al famoso «Green New Deal», o nuevo contrato verde en el que los gobiernos asumirían, además del control del mundo financiero y emprenderían la nacionalización de la banca, una reconversión hacia una nueva economía de bajo carbono, con eficiencia energética, energías renovables, trabajos «verdes», etc. Se trata, al fin y a la postre, de un nuevo keynesianismo ecológico que sus defensores consideran posible y realista, por cuanto no confían en que se pueda dar una revolución que nos saque del capitalismo -o a lo mejor hablan sólo del neoliberalismo-, cuando menos a corto plazo. Queda por saber si con los niveles de degradación ambiental conseguidos en el planeta -y sus inercias aún no detectadas- hay tiempo para esto y, sobre todo, quien lideraría esta reconversión, pues difícilmente podremos mudar nuestro modelo de sociedad si mandan los mismos, pero con disfraces verdes, y la democracia no se radicaliza.
La tercera vía, defendida por los movimientos más antisistémicos, habla de romper de vez con el capitalismo, intensificando las protestas y emprendiendo el camino hacia autogestión de nuestras sociedades, la autoproducción, la economía solidaria, el ecologismo social, el decrecimiento económico planificado, etc. Un modelo que a fe que sería más efectivo para salvar el binomio planeta-humanidad y alcanzar esa tan añorada justicia social global, ese otro mundo posible, pero terriblemente difícil, por no decir imposible, de universalizar.
Sea cómo fuere, cada sociedad debe escoger su camino, y Dakar será un buen lugar para ir aclarando conceptos, posibilidades… y acciones.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.