El énfasis que, en diferentes Encuentros internacionales, tengo puesto en la necesidad de globalizar la lucha en múltiples frentes como respuesta a la globalización capitalista impuesta a la humanidad por un sistema de poder monstruoso suscitó observaciones criticas de camaradas que mucho estimo. Uno de ellos, definiendo como utópica tal opción, identificó en ella casi […]
El énfasis que, en diferentes Encuentros internacionales, tengo puesto en la necesidad de globalizar la lucha en múltiples frentes como respuesta a la globalización capitalista impuesta a la humanidad por un sistema de poder monstruoso suscitó observaciones criticas de camaradas que mucho estimo.
Uno de ellos, definiendo como utópica tal opción, identificó en ella casi una recuperación de tesis trotskistas. Otro concluyo que yo estaba por invertir prioridades y asumía, sin de eso tomar conciencia, una posición que subalternizaba las luchas nacionales y el papel de los partidos comunistas, privilegiando el espontaneismo movimientista.
Observaciones como esas, nacidas de una lectura apresurada de mis textos, me llevan a retomar el tema.
1.- La globalización de la lucha que defiendo tiene como objetivo detener y derrotar el sistema de poder imperial y no la toma del poder acompañada de la implantación del socialismo. Movilizar fuerzas contra el engranaje que promovió las guerras de agresión contra los pueblos de Irak y de Afganistán y amenaza a otros es algo muy diferente de una estrategia cuya meta sea la revolución socialista en escala mundial.
2.- La movilización de la solidaridad para el combate a la escalada imperialista puede y debe envolver a fuerzas y pueblos que condenan el genocidio contra Irak y los crímenes cometidos por los EEUU en nombre de una supuesta «cruzada contra el terrorismo». Pero es obvio que no habría consenso posible en ese deseado frente si el objetivo fuese la destrucción a corto plazo del capitalismo.
3.- En numerosos artículos y ensayos siempre critiqué como voluntarista y desconocedora de la correlación de fuerzas la posición de Trotsky sobre la inevitabilidad de la revolución socialista en cualquiera de los grandes países socialistas industrializados de Europa Occidental. Después del cruel aplastamiento del Espartaquismo en la Alemania de Weimar y de la derrota del Ejército Rojo a las puertas de Varsovia, se hizo evidente que el capitalismo sobreviviría al choque provocado por la Revolución Rusa, adaptándose a una situación histórica no prevista. Años después, el keynesianismo trajo la receta para su reforma, confirmando el carácter utópico de la tesis central de la «revolución permanente».
4.- Habré sido uno de los primeros comunistas portugueses en llamar la atención sobre los límites de la contestación al neoliberalismo globalizado por parte de los movimientos sociales. Reconociendo el significado y la importancia del papel decisivo desempeñado por muchos de esos movimientos en la movilización de masas contra la globalización imperialista a partir de Seattle, alerte repetidamente para:
a) El peligro de las generalizaciones, pues el rumbo de los acontecimientos imponía la necesidad de que se estableciera una diferencia clara entre movimientos empeñados en reformar y supuestamente humanizar al capitalismo, y movimientos de vocación revolucionaria. La presencia de contrarrevolucionarios como Mario Soares en el Foro Social Mundial era por si sola esclarecedora del esfuerzo emprendido por defensores del capitalismo para neutralizar la gran ola mundial de rechazo del proyecto de sociedad que el sistema de poder imperial intentaba imponer.
b) El papel imprescindible de las organizaciones revolucionarias en una fase superior de la lucha contra el engranaje imperialista hegemonizado por una derecha estadounidense de contornos neofascistas. En trabajos publicados por el sitio http://www.resistir.info, por www.rebelion.org y por los periódicos Avante! y El Siglo, este del Partido Comunista de Chile, combatí el revisionismo reformista del italiano Toni Negri y las posiciones movimientistas asumidas por Fausto Bertinotti de la Refundación Comunista, llame la atención para el peligro de las tesis neoanarquistas en moda (difundidas expresamente por el irlandés John Holloway en su libro Cambiar el mundo sin tomar el poder) y compare el espontaneismo al movimiento de las mareas. En el combate político las acciones espontáneas de las masas caminan rápidamente para el agotamiento si no son encuadradas en un proyecto ambicioso que asegure su continuidad. Y ahí -subrayaba- interviene el partido revolucionario. Sin organización revolucionaria, ya lo afirmaba Lenin, no hay revolución que pueda ir adelante.
Obviamente, el panorama nada animador ofrecido hoy en el mundo por la mayoría de los partidos comunistas después de la implosión de la URSS contribuyó para una confusión ideológica que se estimulaba por la permanente campaña anticomunista de un sistema mediático hegemónicamente controlado por el imperialismo.
La infiltración en los movimientos sociales de personalidades anticomunistas es hoy evidente. No menos preocupante es tal vez la presencia en la dirección de los Foros Sociales y en las Organizaciones creadas para el combate al neoliberalismo globalizado de intelectuales progresistas prestigiados que todo hacen para transformarlas en simples tribunas de denuncias y debate de «alternativas», desvalorizando o trabando la dinamización del combate al sistema imperial, y marginando a los comunistas.
EL PARTIDO REVOLUCIONARIO Y LA INTERACCION DE LO NACIONAL Y DE LO INTERNACIONAL
En Portugal como en otros países de la Unión Europea los columnistas de la burguesía ocupan todo el espacio como productores de la opinión en la prensa escrita y en la televisión. Para engañar, los media cultivan una caricatura de pluralismo, presentando como portavoces de la «izquierda» a políticos e intelectuales del Partido socialista. En la práctica el discurso de esos señores no pone en duda al capitalismo, funcionando como una contribución indirecta para la defensa del sistema.
La demonización de la URSS se hizo adagio en la propaganda anticomunista. La maquina de desinformación montada por las clases dominantes en América y en Europa desarrolla un trabajo intenso y perverso para persuadir a las nuevas generaciones de que todo fue negativo en la Unión Soviética y que el fracaso allí de la construcción de una sociedad que surgiese como concretización del proyecto leninista demostró la quiebra irremediable del socialismo.
Se omite que la sociedad soviética nunca fue comunista y que, a pesar de que el llamado socialismo real sea una grosera distorsión del socialismo concebido por la generación de la Revolución de Octubre -la desaparición de la URSS fue una tragedia para la humanidad. Las grandes conquistas de los trabajadores no habrían sido posibles en el mundo capitalista sin el gran miedo resultante de la revolución rusa. La descolonización ocurrió después de la II Guerra Mundial porque la URSS existía. Sin su solidaridad actuante revoluciones como la vietnamita, la cubana, la argelina no habrían podido sobrevivir.
Fueron la implosión de la Unión Soviética y la transformación de Rusia en un país capitalista terciarizado que abrieron completamente las puertas a la estrategia de dominación universal de los EEUU caracterizada por las guerras de agresión inseparables del saqueo de los recursos naturales de los pueblos del Tercer Mundo.
Otra consecuencia nefasta del fin de la URSS fue el vendaval que alcanzo a la mayoría de los partidos comunistas de todo el mundo. En Europa Occidental, donde las tesis del eurocomunismo ya habían afectado mucho a partidos como el italiano, el francés y el español, el tsunami soviético produjo efectos devastadores. La unipolaridad generó apatía, sembró incertidumbre del futuro y facilitó a la burguesía el trabajo de penetración ideológica.
La frontera entre la izquierda y la derecha se tornó borrosa con la adhesión de los partidos socialdemócratas al neoliberalismo.
Muchos partidos comunistas perdieron la perspectiva y se envolvieron en alianzas inimaginables años atrás. La formación del llamado Partido de la Izquierda Europea expresa bien el desvío de los principios y del objetivo final, tan enfatizado por Lenin y Rosa Luxemburgo. Por los documentos hasta ahora producidos tal partido, lejos de ser un instrumento de lucha contra las fuerzas que se empeñan en institucionalizar el capitalismo en la Unión Europea tiende a surgir como una organización reformista, neutralizadora de la combatividad de los trabajadores.
En ese escenario desolador el Partido Comunista de Grecia y el Partido Comunista Portugués emergen como excepciones, afirmando la fidelidad a los principios y asumiéndose como marxistas-leninistas.
Seria un error subestimar los enormes obstáculos que los comunistas hoy enfrentan en todo el mundo.
En la lucha contra el sistema de dominación imperial y contra la barbarie capitalista en defensa de la humanidad, los problemas inseparables de la definición de estrategias y de prioridades se suman a la confusión provocada por la ofensiva ideológica del enemigo, con frecuencia enmascarado de aliado.
Es más que obvio, absolutamente incuestionable, que las luchas nucleares serán libradas en los países donde bajo fachadas democráticas la realidad es el funcionamiento de las dictaduras de la burguesía. La superestructura institucional esconde la negación, en la praxis, de la democracia que proclama.
Hacer comprender eso extensivamente a los pueblos no es fácil. El casi total control de los media por los detentadores del poder dificulta también mucho el combate a comportamientos sociales deformados por la convicción de que los parlamentos son instrumentos de defensa y profundización de la democracia. Nace de ahí una peligrosa mentalidad electorera. No obstante que la presencia de los comunistas en las asambleas legislativas sea una exigencia en la lucha y que todo debe hacerse para aumentar su representación, es peligrosa la idea de que la transformación gradual de la sociedad es posible por esa vía.
Identifico en la participación de los comunistas en los parlamentos burgueses un instrumento de combate y denuncia del sistema, más no un puente para compromisos de cualquier especie con el sistema. La ilusión de que por esa vía, lentamente, es posible contribuir para que una parte, aún pequeña de nuestras ideas se traduzca en cambio social importante, conduce, en la práctica, a posiciones reformistas, incompatibles con los principios.
La expresión «cretinismo parlamentario», usada por los clásicos del marxismo, no perdió actualidad.
Es la intensificación de la lucha de masas – y toca al partido revolucionario un papel insustituible en su dinamización- que puede conceder significado de la creciente importancia a la actividad de los comunistas en el parlamento, y no a la inversa.
Como bien recuerda Georges Labica, solamente la democracia participativa es autentica y puede transformar radicalmente las estructuras de una sociedad donde el pueblo lucha contra la opresión capitalista.
Ante la dimensión de la crisis estructural del sistema imperial hegemonizado por los EEUU, surge entonces la necesidad de una interacción cada vez mayor entre las luchas nacionales. Me parece como una etapa imprescindible a la internacionalización del combate al enemigo común de todos los pueblos. Es en ese sentido que defiendo la globalización de la lucha contra el imperialismo en defensa, repito, de la humanidad. La articulación de las luchas nacionales surgirá naturalmente como puente para la internacionalización progresiva de la confrontación con el imperialismo.
Acredito que el partido revolucionario, con características propias en cada sociedad, va a cumplir un papel decisivo, lo mismo en los países donde aún no existe, moldeado por las exigencias de la lucha, tal como aconteció con el partido bolchevique en la Rusia del año 17.
El imperialismo estadounidense, polo del sistema que oprime a la humanidad, va a perder las guerras en que se envolvió en Asia. Los pueblos de América Latina se levantan contra el neoliberalismo ye rechazan el ALCA.
El capitalismo no tiene soluciones para la crisis en que esta atascado, agravada cada mes por el agotamiento del petróleo y por la destrucción galopantes de los recursos naturales no renovables del planeta.
Crece un poco por todo el mundo la conciencia de la necesidad de la solidaridad entre todos los oprimidos. Más – vuelvo a citar a Georges Labica – «tenemos que crear las condiciones para que esa solidaridad se desarrolle, rumbo a un verdadero internacionalismo».
La victoria va a tardar y grandes sufrimientos esperan a la humanidad en la lucha contra la barbarie. Más esta a nuestro alcance.
Rio de Janeiro, 01/Septiembre/2005
Este artigo encontra-se em http://resistir.info/
Traducción: Pável Blanco Cabrera