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De las resistencias a las alternativas

Fuentes: Revista Pueblos

Dos grandes tendencias opuestas están en acción en el escenario internacional. La tendencia actualmente dominante, impuesta desde hace unos 25 – 30 años, consiste en la continuación de la ofensiva capitalista neoliberal e imperialista. En los últimos años, esta tendencia se manifiesta en el recurso cada vez más frecuente a la guerra imperialista, en particular […]

Dos grandes tendencias opuestas están en acción en el escenario internacional. La tendencia actualmente dominante, impuesta desde hace unos 25 – 30 años, consiste en la continuación de la ofensiva capitalista neoliberal e imperialista. En los últimos años, esta tendencia se manifiesta en el recurso cada vez más frecuente a la guerra imperialista, en particular para la conquista de los campos petroleros, en el armamento de las grandes potencias, en el refuerzo de la apertura comercial de los países dominados, en la generalización de las privatizaciones, en un ataque sistemático a los salarios y los mecanismos de solidaridad colectiva conquistados por los trabajadores. Todo ello forma parte del Consenso de Washington. Estas políticas se aplican tanto en los países más industrializados como en los países en desarrollo.

Aunque muy débil en una escala mundial, un movimiento opuesto, cuyo epicentro se sitúa en Latinoamérica, se desarrolla desde finales de los años 90. Esta tendencia opuesta se expresa de varias maneras: la elección de presidentes que proclaman la ruptura con el neoliberalismo (un ciclo que comenzó con la elección de Hugo Chávez en 1998) o al menos una corrección del mismo: la suspensión del pago de la deuda pública externa con los acreedores privados por Argentina desde finales de diciembre de 2001 hasta marzo de 2005; la adopción de nuevas constituciones democráticas por las asambleas constituyentes de Venezuela, Bolivia y Ecuador; la consolidación de los derechos civiles y políticos y un progreso en los derechos económicos, sociales y culturales; el inicio de la recuperación del control público de las grandes empresas estatales (el petróleo venezolano – PDVSA) [1], de los recursos naturales (agua, petróleo y gas natural en Bolivia) y de los servicios esenciales (producción/distribución de electricidad y las telecomunicaciones en Venezuela); el fracaso del ALCA (tratado de libre comercio que Washington pretendía imponer en toda América); el lanzamiento del ALBA (Alternativa Bolivariana de las Américas) y el desarrollo de acuerdos comerciales y de intercambio entre Venezuela, Cuba y Bolivia; el refuerzo de Petrocaribe, que permite a los países caribeños no exportadores de petróleo comprar el venezolano con un descuento del 40 % con respecto al precio en el mercado mundial; la salida de Bolivia del CIRDI (o CIADI, Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones), tribunal de Banco Mundial; la expulsión del representante permanente del Banco Mundial en Ecuador; el anuncio del final de la base estadounidense de Manta (Ecuador) prevista para el año 2009 y el lanzamiento del Banco del Sur.

Esta contratendencia sería inconcebible sin las grandes movilizaciones populares que en Latinoamérica se han opuesto a la ofensiva neoliberal de los años 80 (abril de 1985 en Santo Domingo, febrero de 1989 en Caracas) y que luego estallaron periódicamente en diversos rincones del planeta. La supervivencia de Cuba, a pesar del bloqueo y las agresiones de Washington, también ha contribuido al nacimiento de esta contratendencia, porque es un ejemplo viviente de la posibilidad hacer frente a la primera potencia económica y militar del mundo.

La resistencia que el imperialismo encuentra en Irak, en Palestina y en Afganistán desempeña así mismo un papel fundamental, porque le dificulta a Estados Unidos la ejecución de una intervención militar directa en Latinoamérica mientras tiene que mantener un cuerpo expedicionario muy importante en Oriente Medio y en Asia Central [2].

Estamos a las puertas del 2015, el año en el curso del cual se deben alcanzar los tímidos Objetivos de Desarrollo del Milenio (OMD) [3] fijados por la Naciones Unidas en septiembre de 2003: apenas nos separan unos pocos años y el panorama que se presenta es muy inquietante.

Evidentemente, las condiciones de vida de una parte significativa de la población mundial se degradan, tanto en los países más industrializados como en las otras partes del planeta. Esta degradación concierne los ingresos, el empleo, la salud, la alimentación, el ambiente, la educación y el acceso a la cultura. Concierne también la aplicación de los derechos fundamentales de las personas, ya sea como individuos, ya sea como colectividades. La degradación es manifiesta en el plano de los equilibrios ecológicos, en las relaciones entre los Estados y los pueblos, con recurso a la agresión militar por las grandes potencias. Estados Unidos no es el único agresor, tiene aliados en Europa, donde varios países participaron -o participan aún- en la agresión contra Irak y Afganistán. Sin olvidar el terrorismo de Estado ejercido por el gobierno de Israel contra el pueblo palestino, en particular, y la intervención de las autoridades rusas contra el pueblo checheno.

Los episodios de barbarie se presentan todos los días ante nuestros ojos

Las mercancías, los servicios, los capitales y la información circulan sin trabas en el nivel planetario, mientras se impide a los habitantes de los países empobrecidos que se dirijan hacia los países ricos. Conceder a los capitales y a las mercaderías la libertad total de circulación y negársela a los seres humanos constituye una expresión de la barbarie contemporánea.

En Europa occidental y en Estados Unidos, lo que es particularmente repugnante es la denegación de justicia a los solicitantes de asilo. Es particularmente descorazonador escuchar a tantos dirigentes políticos, incluso de izquierda, acreditar la idea de que no es posible acoger toda la miseria del mundo y que, por lo tanto, de acuerdo con esta óptica, es en definitiva legítimo rechazar masivamente el derecho de asilo en los países del Norte antes que expulsar de forma colectiva a las personas privadas de este derecho o prohibirles la entrada al territorio nacional. Pensemos en las personas abatidas por la balas cuando trataban de sortear las barreras de la Unión Europea en los enclaves españoles en Marruecos en el 2005. Pensemos en los miles de personas que pierden la vida tratando de atravesar el estrecho de Gibraltar o de alcanzar las islas Canarias. Estos hechos no son obviamente propios de Europa. Sabemos lo que pasa en la frontera sur de Estados Unidos, en el río Grande.

Mientras tanto, la concentración de riqueza en beneficio de una ínfima minoría de la población mundial alcanza unas alturas jamás igualadas en la historia de la humanidad. Algunos millares de capitalistas americanos, europeos, chinos, indios, africanos concentran una fortuna superior a la renta anual de la mitad de los habitantes del planeta. Esto también es barbarie.

El abismo entre los países ricos y los países empobrecidos se profundiza sin cesar. Es algo inaceptable.

Estas formas de degradación de esta denegación de justicia no podrán ser anuladas si no se invierte el curso político

El 2015 es fecha límite para unos objetivos del milenio demasiado modestos, ninguno de los cuales apunta a la raíz de los problemas: la desigualdad en la distribución de la riqueza [4] y la lógica del beneficio privado. En numerosos países no sólo no hay una aproximación a los objetivos del milenio, sino que se produce un alejamiento de los mismos. Este hecho es muy inquietante y, desde luego, hay que preguntarse si existen unas fuerzas suficientemente potentes capaces de contrarrestar la tendencia histórica en curso.

Esta tendencia se remonta a más de treinta años atrás, o sea, toda una generación humana. El golpe de Estado militar de Pinochet en Chile, en 1973, sirvió de laboratorio para la aplicación de las políticas neoliberales que progresivamente se generalizaron en Europa occidental -con Margaret Thatcher en 1979-, en América del Norte -durante la presidencia de Ronald Reagan, de 1981 a 1988- y en el resto del planeta, sobre todo con la restauración capitalista en Rusia y China.

El advenimiento de las fuerzas históricas de oposición

¿Existen fuerzas históricas capaces de oponerse a esta dominación progresiva del neoliberalismo? La respuesta es sí. Si bien para algunos el origen fue la batalla de Seattle contra la OMC, en 1999, parece más apropiado considerar muchas otras fechas anteriores como hitos en el camino de la resistencia a la mundialización neoliberal. En este sentido, es importante el año 1989: al principio, esta fecha fue percibida sólo como el año de la caída del muro de Berlín, que por cierto tiene una importancia histórica. La caída del muro correspondió al fin de la caricatura de socialismo que fue el régimen burocrático staliniano, una versión desvariada del socialismo, que es un proyecto emancipador. Pero 1989 fue también el año del enorme levantamiento popular en Venezuela, el 27 de febrero, contra la aplicación del plan de ajuste estructural concebido por el FMI y el régimen en el poder. Los cambios que se producen desde hace 10 años en Venezuela no se pueden comprender si no se tiene en cuenta esta fecha, febrero de 1989. Ese mismo año se conmemoró el bicentenario de la Revolución Francesa y tuvo lugar la impresionante movilización contra el G7, reunido en París, bajo el signo de la lucha por la anulación de la deuda del Tercer Mundo [5].

Segundo hito en el crecimiento de la resistencia al capitalismo neoliberal: 1994. Ese año tuvieron lugar tres eventos importantes:

1. El 1º de enero de 1994 estalló la rebelión zapatista en Chiapas. En ella se manifestó un actor que lucha desde hace siglos contra el ocupante español y los regímenes de opresión que le sucedieron. Este pueblo indígena (los mayas) expresaba unas reivindicaciones fundamentales. En un lenguaje universal se dirigió a todo el planeta en la voz, sobre todo, del subcomandante Marcos. Este hecho supera ampliamente su persona y sus características personales. Se ha convertido en la expresión de un movimiento más profundo, pues los indios de Chiapas no son los únicos interesados en este combate: los de Ecuador, se unieron especialmente en el seno de la Confederación de Naciones Indígenas de Ecuador (CONAIE), y, en 200l-2005, Evo Morales, aymará, dirigente político y sindical, fue el primer líder indígena elegido presidente de un país de Latinoamérica [6].

El año 1994 está así marcado por la explosión de la lucha de un pueblo nativo que cuestionó el tratado de libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y México, así como la contrarreforma agraria impuesta por el presidente neoliberal Carlos Salinas de Gortari [7]. El ejército zapatista de liberación nacional (EZLN) declaró la guerra al gobierno mexicano de una forma «pacífica», sin derramamiento de sangre. En concreto, el EZLN afirma: «Nos sublevamos y tomamos las armas, pero deseamos no tener que usarlas.» No es la última experiencia de guerrilla del siglo XX, sino la primera experiencia de un nuevo tipo de guerrilla del siglo XXI.

2. También en el año 1994 se «celebraba» el 50º aniversario de la fundación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI). El acontecimiento se celebró con una extraordinaria concentración de protesta en Madrid. Esta manifestación, cuyo lema era «Las otras voces del planeta», inspiró más tarde a movimientos sociales franceses que, en la movilización contra el G7 de Lyon en 1996, organizaron colectivos con este nombre [8]. La iniciativa española reunió a ONG, movimientos como la «Plataforma 0,7», en la que unos jóvenes luchaban para que su país destinara el 0,7 % de su PIB a la ayuda pública al desarrollo, al CADTM [9] así como a sindicatos, movimientos feministas, ecologistas. Ya entonces, con ocasión de esta contracumbre, se aliaron una serie de movimientos que, más tarde, se encontrarían en Seattle en 1999, más tarde en Porto Alegre en el 2001, etc.

3. Tercer momento importante de 1994: el restallido de la crisis «Tequila», de nuevo en México. Hay que recordar que en 1993-1994 se hablaba del milagro asiático, del milagro mexicano, del milagro checo entre los países del este. Se hablaba de países emergentes y de grandes éxitos. La crisis Tequila conmovió a toda Latinoamérica. Fue el comienzo de una gran crisis financiera que golpeó sucesivamente al Sureste Asiático en 1997-1998, a Rusia en 1998, a Brasil en 1999, a Argentina y Turquía en 2000-2001.

Si bien el año 1989 señala el comienzo de una resistencia masiva y tenaz en toda Latinoamérica contra las políticas neoliberales, 1994 constituye un momento crucial en términos de expresión de nuevas formas de resistencia, de nuevas alianzas y de la crisis del modelo liberal, y 1999 hizo visible en una escala mundial y en tiempo real la posibilidad de luchar victoriosamente contra la OMC, un organismo planetario que simboliza la voluntad de transformar todas las relaciones humanas en mercancías. Estos jalones se inscriben en un ensamblaje más amplio de resistencias, así como de recomposición social y política.

Nuevas resistencias por doquier

En el curso de los años 90, después de un primer período conducido por los Pinochet, los Thatcher, los Reagan y otros, surgieron nuevas formas de resistencia en diversos rincones del planeta. Gracias a diversos actores que entonces se expresaron se comenzó a colmar el vacío dejado por la crisis del movimiento obrero tradicional.

En construcción en el siglo XIX y consolidado después, poco a poco, el movimiento obrero dominó el escenario de las luchas de emancipación en el siglo XX en la mayor parte de los países del planeta. Las luchas de la Resistencia durante la segunda guerra mundial y la Liberación, las conquistas tras la victoria contra el nazismo y el fascismo fueron en gran medida conducidas por este movimiento, apoyado en sólidos bastiones de la clase obrera industrial. Maltrecho por la ofensiva neoliberal de los años 70 y 80, entró en crisis. Casi todas las direcciones de las grandes organizaciones sindicales se han burocratizado y adaptado al sistema capitalista a tal grado que actúan esencialmente como freno de las luchas y la radicalización. Nuevos sindicatos emanados de escisiones de las grandes organizaciones tradicionales desempeñan un papel de aguijones pero les cuesta ganar fuerza por que éstas les oponen poderosos obstáculos. Dentro de los grandes sindicatos, algunos sectores más a la izquierda que la burocracia central cumplen también una función saludable. Dicho esto, aunque debilitados y anestesiados, los asalariados del sector público y del sector privado se implican periódicamente en luchas de gran amplitud. Es el caso de Europa occidental, donde se producen grandes movilizaciones sociales en las que el movimiento sindical participa activamente (Italia, Francia, Alemania, Grecia, Portugal, España…).

Así, en el otoño de 1995, en Francia, los asalariados se pusieron en movimiento y se deshicieron del primer ministro, Alain Juppé, lo que en el envión hizo que Lionel Jospin retirara a Francia de las negociaciones, hasta ese momento secretas, sobre el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI), haciendo capotar un importante proyecto de la ofensiva neoliberal. Es también el caso de varios países de Latinoamérica, de Asia, de África y de América del Norte.

Se vio así asomar en los años 90 unos actores que hasta entonces se mantenían en la sombra. Sería en el escenario planetario donde se impondrían los movimientos campesinos: creación del Movimiento de los Sin Tierra en 1984 en Brasil, formación de la organización internacional Vía Campesina en 1982, emergencia de la figura emblemática de José Bové a partir de Seattle, consolidación del movimiento sindical de los coraleros, cultivadores de coca, dirigido por Evo Morales en Bolivia, y muchas luchas de movimientos campesinos en India, Corea del Sur y otros lugares del planeta.

¿Quién habría imaginado en los años 60, en los países industrializados, que los campesinos iban a desempeñar el papel de acicate del nuevo combate altermundialista? Este movimiento se ha convertido en un actor extremadamente importante en la resistencia a la ofensiva neoliberal y a la mercantilización del mundo, a la patente de la vida. En particular, ha formulado reivindicaciones sobre los bienes comunes: el agua, la tierra, las semillas… Estas reivindicaciones o estos valores no son una novedad, pero sí lo es la manera de presentarlas, porque tradicionalmente las conquistas de la Liberación, la consolidación de los servicios públicos no presentaban la cuestión de los bienes comunes como un objetivo reivindicado. Si bien después de la segunda guerra mundial se había mejorado el acceso a ciertos bienes comunes, tras la ofensiva neoliberal este acceso se había deteriorado y se comprendió entonces la necesidad de su defensa, o de su reconquista.

Así mismo, hay que tener en cuenta a los movimientos indígenas porque también se vio a los pueblos originarios partir a la ofensiva. En Bolivia, por ejemplo, desde los años 40 hasta los 60, la vanguardia del pueblo boliviano fueron los indios mineros y sus sindicatos. Habiendo cerrado una gran parte de las minas en los años 80, fueron principalmente estos indios convertidos en cultivadores de coca y sus sindicatos los que constituyeron un movimiento a la vez campesino e indígena. Se ha visto a los mineros, jubilados o habiendo perdido su empleo, hacer frente común con los campesinos indígenas: una nueva alianza quedó establecida.

Se podría hablar también del movimiento femenino lanzado con la Marcha Mundial de Mujeres en el año 2000; de diversos movimientos de jóvenes que adquirieron gran amplitud a principios de los años 2000 (Perú [10], México [11], Estados Unidos [12], Italia [13], España [14], Francia [15], Grecia [16], Chile [17], etc.)

Entre las nuevas fuerzas están también los «nuevos proletarios» o nuevos excluidos. Los disturbios de las banlieues de Francia en noviembre de 2005 (que tuvo una ligera extensión en Bélgica y en Alemania) y, en menor escala, a finales de noviembre de 2007 fueron una revuelta de nuevos proletarios. No se trata de aquellos que son explotados en una fábrica en un marco industrial, aunque una parte de ellos sí lo son. Los jóvenes de las periferias que se sublevaron en el otoño del 2005 son proletarios en el pleno sentido del término: no son propietarios de su herramienta de trabajo, deben tratar de alquilar sus brazos y su cerebro para vivir y mantener su familia. Viven en condiciones precarias y a menudo son víctimas del racismo.

Un desafío: la unión con los rebeldes

Los jóvenes de las banlieues son una especie de nuevo proletariado que busca y encuentra vías para expresarse con unos modos de acción adecuados. Se puede lamentar la forma que toma esta revuelta (centenares o miles de coches particulares incendiados), pero constituye un desafío fundamental para los movimientos ciudadanos organizados, para los movimientos sindicales, poder hacer una alianza con este tipo de rebelión. No es fácil, pero en el escenario fragmentado en el que vivimos, si esta alianza no se lleva a cabo, no se ve cómo, en los países del Norte, los actores que se oponen a la ofensiva neoliberal podrían realmente vencer. En los países de Europa occidental o de América del Norte, quienes tienen la suerte de tener un empleo o una jubilación asegurada y la energía para batirse porque están aún en plena forma (las personas que llegaban a la edad de jubilarse hace 40 ó 50 años, no tenían las mismas posibilidades) tienen que impulsar una nueva alianza social. Si los asalariados de entre 20 y 60 años y los jubilados de los sectores organizados no encuentran los medios de hacer juntos la alianza con los sin voz, con los nuevos proletarios, para constituir un poderoso movimiento contestatario, de un cuestionamiento fundamental de la sociedad, será difícil, en los países más industrializados, realizar un cambio radical. En efecto, un cambio siempre depende ampliamente de la joven generación, la que está en las escuelas, en las universidades, la que está sin trabajo o ya trabajando. La juventud se expresó victoriosamente en Francia en el marco del movimiento contra el CPE (contrato de primer empleo) en la primavera del 2006, y se expresa también en las banlieues.

Múltiples convulsiones revolucionarias han conmovido al mundo desde el siglo XVIII

En los siglos XVIII y XIX, se produjeron grandes conmociones revolucionarias en diversos puntos del planeta. Las revoluciones de finales del siglo XVIII en Francia, en América del Norte y en Haití que tuvieron una repercusión internacional considerable y duradera, especialmente en Latinoamérica, donde estallaron a principios del siglo XIX las guerras de independencia. En 1848, la explosión revolucionaria se extendió por varios países de Europa. Tres años más tarde, fue el turno de China. En 1851 comenzó la rebelión de los Taiping contra la dinastía Qing. «Desde los primeros días procedieron a la redistribución de las tierras, emancipando a las mujeres y predicando una forma de comunidades en las que ciertos comentaristas han querido ver ulteriormente una forma de socialismo autóctono», señala el historiador Christopher Bayly [18]. Unos años más tarde, en 1857, estalló en la India la rebelión contra la ocupación británica. Iniciada por el amotinamiento de los cipayos, soldados autóctonos integrados en el ejército de Bengala y de la Compañía de la Indias Orientales, la rebelión duró dos años y tomó formas radicales. Mientras que los gobiernos europeos se ponían de acuerdo para reprimir la onda revolucionaria en Europa, mientras que Londres aplastaba la rebelión en la India y junto con Washington ofrecían al poder chino su ayuda para sofocar la revolución de los Taiping, del lado de los pueblos no existía aún ninguna organización internacional capaz de relacionar estas luchas entre ellas a fin de reforzarlas.

Un poco antes de la primavera de 1848, en el curso de la cual se desarrolló una verdadera dinámica revolucionaria europea, Karl Marx había lanzado «un espectro recorre Europa», se refería al comunismo. Con Friedrich Engels y diversas fuerzas políticas se lanzó a la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores. Desde mediados del siglo XIX y mediados del siglo XX se crearon cuatro Internacionales [19].

En el siglo XX, las revoluciones conmocionaron Rusia en 1905 y 1917; México en 1910-1917; Alemania entre 1918 y 1923; Italia en 1918-1919; España en 1934 y 1936; China en 1949; Cuba en 1959; Argelia en 1954-1962; Nicaragua en 1979, etc. La ofensiva neoliberal y la restauración capitalista en el ex bloque soviético y en China han reducido en gran medida la perspectiva revolucionaria. Pero los focos de resistencia al neoliberalismo y al capitalismo no se extinguieron. En los años 90 emergió un movimiento de resistencia que ha logrado internacionalizarse.

El proceso del Foro Social Mundial

La nueva alianza emergente se manifiesta en parte en el proceso del Foro Social Mundial, que tiene unas características novedosas con respecto a las organizaciones internacionales de izquierda de los períodos históricos precedentes. Es netamente menos radical que las cuatro internacionales constituidas en los dos últimos siglos. El traumatismo causado por el proceso de degeneración burocrática de las experiencias socialistas del siglo XX, del gulag a la restauración capitalista en el bloque del «socialismo real» tiene mucho que ver con ello. También hay que tener en cuenta la fuerza de la ofensiva neoliberal. El Foro Social Mundial constituye un jalón en la constitución de un vasto movimiento de resistencia internacional, que está en plena evolución. Este movimiento es heteróclito y carece de epicentro. No todos los componentes de la resistencia multiforme se reconocen necesariamente en el Foro Social Mundial.

Dicho esto, no hay que analizar el Foro Social Mundial únicamente en sus aspectos innovadores y positivos, porque tiene limitaciones que son cada vez más evidentes. En primer lugar, como se ha dicho antes, no representa a todo el conjunto de movimientos de resistencia global. Dos ejemplos: los zapatistas de México no participan en el Foro; las luchas de resistencia en China no tienen relaciones con el Foro. Además, la noción de estrategia alternativa no está más que en sus comienzos y el viejo debate entre reformistas y revolucionarios no se ha cerrado. ¿Hay que romper con el sistema o sólo mejorarlo y hacer que aplique unos mecanismos de regulación con un capitalismo humanizado? Este debate está siempre presente y con seguridad se reanudará con energía. Se puede dividir el movimiento que es actualmente la expresión de una alianza de diferentes movimientos, más o menos radicales, sobre la base de una carta de principios.

En general, estos movimientos están de acuerdo en una serie de reivindicaciones básicas que van desde la tasa Tobin hasta la anulación de la deuda del Tercer Mundo, pasando por la lucha contra los paraísos fiscales, el rechazo del patriarcado, la voluntad de paz y de desarme, el derecho a la diversidad sexual… Pero si están de acuerdo en combatir juntos sobre estas reivindicaciones, ¿cómo alcanzar estos objetivos, sin hablar de otras metas más fundamentales y radicales? Este otro mundo posible que proclamamos y que querríamos ver realizado sin tardar para que las nuevas generaciones puedan realmente vivirlo (no sólo soñar con el mismo o proclamar el deseo) ¿qué es? Hay que realizar debates estratégicos a tal efecto. No podemos obviarlo. Una evolución negativa está en camino de hipotecar el futuro del FSM. El éxito que tuvieron los diversos encuentros mundiales, que reunieron en cada ocasión decenas de miles de participantes y de delegados (en algunos casos, más de 100.000 participantes, como en Mumbai en el 2004 y en Porto Alegre en el 2006), transformó una parte de los protagonistas en organizadores de eventos y en colectores de fondos. Su visión de la alternativa se limita en gran medida a la humanización de la mundialización neoliberal. Los movimientos sociales y las mismas campañas internacionales, caladas por los debates entre radicales y moderados, no llegan a tener un peso suficiente en cuanto al futuro del FSM. La montaña corre el peligro de parir un ratón y el FSM el de empantanarse en la organización de una sucesión de reuniones.

¿De dónde puede provenir el cambio?

Entre las fuerzas que actúan a favor de un cambio, los movimientos de resistencia se manifiestan en todos los sectores geográficos del planeta, incluso en un país que está, por el momento, por completo al margen del proceso de los foros sociales: China. Este país está en vías de ser escenario de luchas extremadamente importantes, que no dejan de recordar el período de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Frente a un capitalismo salvaje emergen allí unas formas de resistencia obrera y ciudadana que evocan las que conocieron Europa y América hace un siglo. Es probable que una diferencia fundamental haga más difícil el nacimiento de un proyecto revolucionario en China: tanto el socialismo como el comunismo padecen un tremendo descrédito, porque ha sido en su nombre que las autoridades han gobernado el país hasta ahora. El descrédito que pesa sobre el socialismo es terrible, la pérdida de referencias es evidente y la aversión hacia la política puede ser duradera. De hecho, el tan deseado cambio puede provenir de cualquier lugar del mundo.

Venezuela, Bolivia y Ecuador: actores del cambio

Pero si de habla de un cambio revolucionario, en este momento el Sur parece ser un marco más propicio que el Norte. Lo que hoy parece ser más innovador y podría acercarnos a grandes cambios son las experiencias venezolana, boliviana y, más recientemente, ecuatoriana. Desde luego, hay que analizarlas con un espíritu crítico y no idealizarlas. Las desviaciones son posibles, el riesgo de no dirigirse hacia una verdadera redistribución de la riqueza acecha estas experiencias, que están sometidas a una fuerte resistencia de los capitalistas tanto del interior como del exterior, sin contar las presiones de los gobiernos de los países más industrializados y de sus aliados en la región (los regímenes de Álvaro Uribe en Colombia y de Alan García en Perú). Estas tres experiencias no se reducen al papel de Hugo Chávez, de Evo Morales y de Rafael Correa, aunque sus figuras sean importantes. Representan hasta ahora un papel positivo en el proceso y son la expresión de poderosos movimientos en curso en sus respectivos países. Pues Evo Morales no estaría donde está sin las grandes movilizaciones de Cochabamba en abril de 2000 contra la privatización del agua, y el movimiento aún más amplio de enero-febrero y de octubre de 2003 contra la privatización del gas natural. Chávez no habría accedido a la presidencia en 1998 si no hubiera habido la enorme revuelta contra el FMI de 1989 y la pujante resistencia de los venezolanos. Rafael Correa no habría sido elegido sin los diez años de lucha precedentes, que provocaron la caída de cuatro presidentes de derecha [20].

Los tres constituyen un ejemplo porque el movimiento encontró en ellos una expresión en el bando gubernamental. Los tres gobiernos han asumido la iniciativa del punto de vista de los bienes comunes: el boliviano recuperó el control del gas, del petróleo y del agua, el venezolano aseguró el control público de la producción petrolera y puso la renta del petróleo al servicio de un nuevo proyecto social en el marco de una redistribución a escala regional. Venezuela firmó acuerdos con los países no exportadores de la región y les vende el hidrocarburo a un precio inferior al del mercado internacional. Por otra parte, Cuba, que aportó 20.000 médicos que trabajan voluntariamente en Venezuela para proporcionar atención sanitaria gratuita a la población, ha desarrollado con éste país y con Bolivia relaciones de cooperación muy interesantes. Se trata de una forma de trueque entre dichos países, dotados de diferente capacidad, de historias diferentes y de modelos políticos diferentes. Ecuador está en pleno proceso de reforma constitucional, que puede conducir a un avance significativo de la democracia en el país. A su vez, el presidente ecuatoriano afirmó en repetidas ocasiones la voluntad de cuestionar el pago de las deudas ilegítimas y constituir una comisión de auditoría integral de la deuda pública externa e interna.

La experiencia que viven estos tres países andinos no carece, realmente, de interés. La referencia al combate de Simón Bolívar [21] marca la voluntad de relacionar la experiencia actual con las acciones revolucionarias del pasado arraigándolas en la realidad latinoaméricana. Se percibe también una decidida voluntad de reivindicar las luchas de emancipación libradas por los pueblos nativos, especialmente la rebelión encabezada por Túpac Amaru [22], así como tuvo a su frente a Túpac Catari [23]. En fin, el aporte de los africanos a la riqueza cultural de países como Venezuela, Bolivia [24] y Ecuador es reconocido cada vez más.

Torcer el curso de la historia a favor de la emancipación de los oprimidos

¿De dónde pueden provenir las fuerzas capaces de invertir el curso de los últimos treinta años? Unas experiencias ejemplares, tales como las de Venezuela, de Bolivia y de Ecuador, confluirán con otras de América del Norte, de Europa, de África y de Asia. Esta conjunción de las fuerzas del viejo mundo con las del nuevo podría producir un verdadero giro del curso de la historia. Dicho esto, nada está garantizado. Por ello la importancia de que cada uno de nosotros participe en las acciones ciudadanas.

Hacia el socialismo del siglo XXI

No es necesario creer en el desmoronamiento del capitalismo o en la victoria de un proyecto revolucionario para actuar cada día y resistir a las denegaciones de justicia. En la historia no hay nada ineluctable. El capitalismo no se derrumbará por sí mismo. Incluso si una nueva gran experiencia revolucionaria no sea para mañana, es razonable imaginar que volvemos a partir hacia experiencias de tipo socialista que conjuguen libertad e igualdad. Esta idea no goza en absoluto de unanimidad en el movimiento altermundialista del Foro Social Mundial, pero somos muchos los que pensamos que hay que reinventar el socialismo en el siglo XXI.

Más allá de las experiencias traumáticas del siglo XX, más allá de la figura repelente del estalinismo, de lo que pasó en China o en Camboya con Pol-Pot, hay que reanudar el proyecto socialista de emancipación del siglo XIX y los valores revolucionarios del siglo XVIII y aún más lejos, pues las luchas de emancipación de los oprimidos jalonan la historia de la humanidad, de Espartaco a las luchas actuales, pasando por Túpac Amaru y los rebeldes afrodescendientes de Brasil encabezados por Zumbi. Se ha de tener en cuenta los nuevos aportes de múltiples actores y las nuevas reivindicaciones e insertar todo ello en la realidad del siglo XXI. El socialismo del siglo XXI es la unión libre de los productores, es la igualdad hombre/mujer, es un proyecto internacional, una federación de países y de regiones en el marco de grandes entidades continentales y del respeto de los textos fundamentales, de los pactos internacionales, tales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, el Pacto Internacional Relativo a los Derechos Sociales, Económicos y Culturales de 1966, de una serie de instrumentos para la definición de los derechos en el marco internacional y universal escritos y conquistados por las precedentes revoluciones. La concreción de estos derechos fundamentales no se podrá realizar más que con la aplicación creativa de un nuevo modelo de socialismo en el siglo XIX. Este siglo tiene aún más de nueve décadas por delante…

Notas

[1] La dirección de la empresa pública Petróleo de Venezuela SA (PDVSA), creada a raíz de la nacionalización del petróleo venezolano en los años 70, había favorecido progresivamente los intereses privados y a Washington (en la medida en que una gran parte de los beneficios eran declarados en Estados Unidos por las filiales de PDVSA presentes en este país) hasta el momento en que el gobierno de Hugo Chávez retomó el control en 2001-2002.

[2] Eso no impide que Washington y varios gobiernos europeos traten de desestabilizar los gobiernos de Bolivia, Venezuela y Ecuador, en particular, a poyando a los sectores capitalistas que en estos países intentan provocar la secesión de los territorios ricos: la burguesía blanca de Santa Cruz en Bolivia, de Guayaquil en Ecuador, de Zulia en Venezuela. Hay que seguir de cerca esta estrategia de la tensión porque puede ganar amplitud. La mayoría de los media tienden a presentar la voluntad de secesión de estos territorios más ricos como el ejercicio de un derecho democrático de los pueblos, mientras que esta acción es manipulada por sectores minoritarios que se oponen a las reformas sociales, porque amenazan sus privilegios y su control del poder y del dinero.

[3] Para una presentación crítica de los ODM, ver Damien Millet y Eric Toussaint, 60 Questions/60 Réponses sur la dette, le FMI et la Banque Mondiale, CADTM-Syllepse, Lieja-París, 2008.

[4] Ver el capítulo 6, «Ecuador: los desafíos de la nueva constituyente y de la deuda», discurso del presidente Rafael Correa en las Naciones Unidas, que señala claramente lo inadecuados que son las OMD.

[5] Las movilizaciones contra el G7 en París y por la anulación de la deuda se efectuaron en el marco de la campaña «Ça suffat comme ci», que se encuentra en la base del nacimiento del CADTM.

[6] En realidad, Evo Morales tuvo un predecesor, Benito Juárez, presidente mexicano en los años 1860, que repudió la deuda pública externa, lo que le valió la intervención de los ejércitos europeos que impusieron en el poder al emperador Maximiliano de Austria.

[7] Apoyado por el Banco Mundial y el FMI, Salinas de Gortari había obtenido del Congreso mexicano la reforma de la Constitución mexicana para privatizar los bienes comunales (ejidos).

[8] También inspiró al Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM) el nombre de su revista, Les Autres Voix de la Planète.

[9] Ver el dossier del CADTM dedicado a la contracumbre en CADTM-GRESEA, Banque Mondiale, FMI, Organisation mondiale du Comerse: ça suffit! Periódico trimestral del CADTM, 3er trimestre 1995, pp 42-74.

[10] Las luchas estudiantiles en Perú provocaron la caída del dictador Alberto Fujimori en noviembre de 2000.

[11] Huelga en la universidad UNAM de México desde abril de 1999, que tuvo una duración de 10 meses.

[12] Luchas estudiantiles en los campus sobre temas sociales y fuerte participación en las movilizaciones antiglobalización y contra la guerra.

[13] Participación masiva de jóvenes en las movilizaciones antiglobalización y contra la guerra del 2000 al 2004.

[14] Idem.

[15] Luchas estudiantiles contra el contrato de primer empleo y diversas reformas universitarias. Lucha de los jóvenes de las banlieues.

[16] Luchas estudiantiles en los años 2006-2007 contra la privatización de la universidad.

[17] Luchas de los estudiantes de los liceos, apodados «pingüinos», contra el proyecto de reforma del gobierno socialista de Bachelet en el 2006.

[18] C.A. Bayly, La naissance du monde moderne (1780-1914), Les Editions de l’Atelier/Editions Ouvrières, París, 2007, p. 245. Según Bayly, la rebelión de los Taiping y la represión causaron 20 millones de muertos. China tenía en 1850 unos 450 millones de habitantes.

[19] La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), conocida como Primera Internacional, fue fundada en 1864 por iniciativa, principalmente, de Karl Marx y Friedrich Engels. Colectivistas llamados «antiautoritarios» (la corriente internacional de Mikhail Bakunin), colectivistas (marxistas), mutualistas (partidarios de Pierre-Joseph Proudhon) se encontraban en ella. Militantes políticos, sindicalistas y cooperativistas colaboraban juntos. La I Internacional se fracturó después de la derrota de la Comuna de París en 1871. En sus estatutos de 1864 (redactados por Marx), la AIT afirmaba que «la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los propios trabajadores». La II Internacional fue fundada por iniciativa de F. Engels, principalmente, en 1889. Influenciada al principio por las ideas marxistas, evolucionó progresivamente hacia posiciones moderadas. Se alcanzó un punto de no retorno cuando los partidos políticos de la II Internacional adoptaron posiciones antagónicas en agosto de 1914 con ocasión del estallido de la primera guerra mundial. Aún existe con el nombre de Internacional Socialista, y la integran los principales partidos socialdemócratas, que van desde el SPD alemán al PSOE español, pasando por el partido del presidente tunecino Ben Alí (ver la página oficial de la Internacional Socialista), el Partido Laborista de Israel, la Unión Cívica Radical de Argentina, el FSLN de Nicaragua, el PS francés, etc. La III internacional, fundada por Lenin en 1919 se convirtió gradualmente en un instrumento de la política exterior del régimen estalinista y fue disuelta por J. Stalin en 1943. La IV Internacional fue fundada en 1938 en Francia por Leon Trotsky ante la degeneración burocrática dictatorial de la URSS y la incapacidad de la III Internacional de luchar eficazmente contra el fascismo y el franquismo. Diversas organizaciones y corrientes internacionales, activas en la resistencia a la globalización, se reivindican de la IV Internacional

[20] Abdalá Bucaram en febrero de 1997, Jamil Mahuad en enero de 2000, Gustavo Noboa en enero de 2003 y Lucio Gutiérrez en abril de 2005.

[21] Simón Bolívar (1783-1830) fue uno de los primeros que intentaron unificar los países de Latinoamérica para constituir una sola nación, unida e independiente. Después de una larga lucha logró liberar Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia de la dominación española. Considerado un héroe auténtico, su nombre se encuentra vinculado a muchos sitios de toda Latinoamérica.

[22] En el siglo xvi, el inca Túpac Amaru y sus partidarios combatieron sin desmayo a los conquistadores. Capturado por el ejército español, fue condenado a muerte y descuartizado en la plaza mayor de Cuzco, el 24 de septiembre de 1572.

[23] El aymará Túpac Katari (1750-1781) puso en pie un ejército de 40.000 combatientes que marcho sobre La Paz en 1781. A las autoridades coloniales les llevó dos años aplastar la sublevación, que gozaba de un amplio apoyo de la población indígena. Los ocupantes españoles lo ejecutaron por descuartizamiento. Antes de morir habría dicho: «A mí sólo me mataréis, pero mañana volveré y seré millones.» Su figura ha inspirado las luchas sociales bolivianas de los últimos años.

[24] Al respecto, ver el proyecto de Constitución aprobado por la asamblea constituyente en diciembre de 2007.