Nueve años después de la guerra (1992-95) otra guerra continúa y se dibuja una nueva amenaza.Acabo de realizar dos estancias en Sarajevo, de dos semanas cada una. Mi primer viaje era de tipo profesional. Decidí volver tres semanas más tarde, para comprender mejor una situación que me parece catastrófica. Mi primer choque se producía en […]
Nueve años después de la guerra (1992-95) otra guerra continúa y se dibuja una nueva amenaza.
Acabo de realizar dos estancias en Sarajevo, de dos semanas cada una. Mi primer viaje era de tipo profesional. Decidí volver tres semanas más tarde, para comprender mejor una situación que me parece catastrófica. Mi primer choque se producía en la carretera, al abandonar el aeropuerto para ir al centro de la ciudad. Los vestigios del «urbanicidio» del que fue víctima Sarajevo siguen visibles: esqueletos ennegrecidos de los grandes edificios de viviendas obreras, casas individuales en ruinas, pequeñas y medianas empresas reventadas y cubiertas de malas hierbas. El sitio de Sarajevo, el más largo de la historia moderna, duró 1.335 días, durante los cuales los bombardeos de la artillería, pesada y ligera, del ejército serbio, no cesaron.
El centro de la ciudad está totalmente marcado por los horrores y las heridas de la guerra. Han sido erigidos memoriales en los lugares de las masacres más atroces, como el mercado Markale y los barrios Grbavica y Dobrinija. En todas partes, las paredes llevan los nombres de los muertos, grabados en bellas placas de cobre. Salvo en los inmuebles nuevos, no hay casi paredes sin impactos, entre ellos los muy precisos de los 400 francotiradores (snipers) serbios que actuaron durante cuatro años. Algunas cifras permiten comprender el drama y sus consecuencias. Según la ONU, se contabilizan 278.800 muertos durante el conflicto en la exYugoslavia, de ellos 25.000 que siguen desaparecidos (50,3% de bosnios, 34,9% de serbios y 20,2% de croatas). 3,5 millones de personas fueron desplazadas y un millón emigró. Bosnia Herzegovina perdió el 25% de su población de antes de la guerra. La hemorragia continúa.
Todos los días, en Sarajevo, las filas de espera ante las embajadas occidentales son largas; el 60% de los jóvenes abandonan el país tras sus estudios. La tasa de paro es, este año, del 43%. Si las grandes ciudades funcionan más o menos, las regiones rurales siguen siniestradas. ¿Quién volverá a su casa o a su pueblo cuando su familia o sus vecinos han sido torturados, violados y asesinados, a menudo por vecinos y amigos? El genocidio étnico perpetrado por los nacionalistas serbios tuvo como principal teatro las ciudades y pueblos del campo bosnio. Los acuerdos de Dayton, en 1995, que garantizaron el derecho al retorno de los expulsados, existen por supuesto en el papel pero no ofrecen ninguna posibilidad, salvo raramente, de una aplicación justa. La situación desastrosa de la economía es el problema principal del país pero el político, o más bien la ausencia de lo político, contraría toda posibilidad de desarrollo.
Los partidos se multiplican, pero la mayor parte de ellos son la cobertura de la mafia o están corrompidos. Si los partidos llamados socialdemócratas unidos siguen teniendo presencia en Sarajevo o Banya Luka (lugar importante de la Republika Srpska), en el resto del país los tres partidos nacionalistas (bosnio, croata y serbio) han obtenido la mayoría en el resto del país. ¿Qué gran empresa o multinacional se arriesgará en tal clima?. No está en los intereses de los extremistas de todo tipo que el país se desarrolle, salvo si es bajo su control. Pero, ellos mismos tampoco controlan ya nada. Hace algunos meses, los dirigentes de la extrema derecha nacionalista serbia gritaban, en Belgrado, que la lucha por la Gran Serbia no había terminado. Con Karadzic, que acaba de publicar una novela en un editor de Belgrado y su verdugo, Mladic, al que se ve a menudo en las calles de la capital serbia, los criminales de guerra siguen libres para organizar los nuevos pogromos y conflictos fratricidas. La ONU retira sus tropas a partir de mediados de diciembre de 2004 para reemplazarlas por fuerzas militares europeas en menor número. ¿De qué mandato y de qué medios dispondrán para evitar lo peor?. ¿Cómo puede el pueblo bosnio creer en una vida mejor cuando su duelo es tan inmenso y su porvenir está paralizado?. Debemos actuar urgentemente, una vez más, por Bosnia.