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Birmania

Del desdén a la determinación

Fuentes: IPS

Las primeras páginas de los semanarios de Birmania publican un un aviso para recordarle a la población que el 7 de noviembre se realizarán los primeros comicios generales en 20 años. Pero aunque se habla mucho de las elecciones en este país de 53 millones de habitantes gobernado por una junta militar, muchas de las […]

Las primeras páginas de los semanarios de Birmania publican un un aviso para recordarle a la población que el 7 de noviembre se realizarán los primeros comicios generales en 20 años.

Pero aunque se habla mucho de las elecciones en este país de 53 millones de habitantes gobernado por una junta militar, muchas de las voces citadas en los artículos de los medios de comunicación estatales son las de los políticos y no las de los votantes. «Todas las noticias se publican luego de pasar por la censura» de las autoridades, dijo Ye Htut, un vendedor de diarios de poco más de 30 años.

En Rangún, la ex capital birmana, prevalecen estados de ánimo variados previo a las elecciones que, según algunos, simplemente legitimarán al régimen militar bajo una fachada civil. Pero otros creen que esta instancia ofrecerá la posibilidad de lograr algún grado de cambio político. «Para votar hay que seguir un proceso muy complicado, y todavía no tengo idea de quiénes se postulan o a quién votar», dijo Cho Cho, una trabajadora en el hogar.

En las semanas previas a las últimas elecciones, en 1990, «podíamos oír las canciones de las campañas a todo volumen en todas partes», recordó. Evocando aquella campaña, Cho Cho cantó: «Seremos ricos si Suu (por Aung San Suu Kyi) gana las elecciones». Pero «esta vez es diferente. No he visto a muchos partidos haciendo campañas públicas como ésa», dijo.

Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz, debe permanecer detenida en su hogar de Rangún hasta fines de noviembre. En arresto domiciliario durante más de 14 de los últimos 20 años, la activista recibió una nueva sentencia a 18 meses luego de un controversial caso en el que un ciudadano estadounidense ingresó ilegalmente a su casa, en mayo de 2009. Cho Cho votó al partido de esa emblemática líder opositora, la Liga Nacional para la Democracia (NLD), que obtuvo una victoria arrasadora hace 20 años, pero que la junta militar no reconoció.

La NLD se disolvió luego que decidió boicotear los comicios de noviembre por considerar «injustas» las leyes electorales del gobierno. «En 1990 podíamos hacer discursos en cualquier parte que quisiéramos, pero esta vez es bastante diferente», dijo Khin Maung Swe, quien se postuló a las elecciones de 1990 por la NLD y que ahora ha formado un nuevo partido, llamado Fuerza Nacional Democrática (NDF), de la que también es portavoz. «Tenemos que cumplir reglas y regulaciones muy estrictas. Si queremos hacer un discurso público, tenemos que pedir permiso con una semana de anticipación, aclarando dónde lo haremos, cuántas personas asistirán y quién dirá qué», explicó.

Los partidos políticos también se quejan sobre el poco tiempo de que disponen para crear redes y definir candidatos bajo las reglas impuestas por la Comisión Electoral.

«Nos dieron apenas 15 días. Para nuestro partido, creado dos meses antes, fue muy difícil conseguir suficientes candidatos en ese plazo. Si nos hubieran dado un mes más podríamos haber llegado a 300 candidatos», dijo Khin Maung Swe. «Pero apenas conseguimos unos 160 en dos semanas», agregó.

En los comicios del 7 de noviembre se definirá quiénes ocuparán los 498 escaños de la cámara baja del parlamento, así como los 224 de la alta, además de otros asientos en los órganos legislativos de los distintos estados. La Constitución de 2008 garantiza a los militares el 25 por ciento de estos puestos.

A partidos como la NDF también les resulta difícil hallar recursos financieros. «Dependemos de las donaciones incluso para viajar. Nuestro partido no puede financiar a sus candidatos», agregó Khin Maung Swe. A cada candidato, registrarse como tal le cuesta 500 dólares, suma abultada en un país donde 32,7 por ciento de la población vive bajo la línea de pobreza.

Sólo el Partido Unión, Solidaridad y Desarrollo (USDP), el más fuerte, se postula a más de 1.100 escaños, de un total nacional de 1.163 que se votarán en noviembre.

En campañas emitidas en la televisión estatal, el secretario general del USDP y ministro de Agricultura, Htay Oo, sostuvo que el partido era toda «una fuerza nacional». Pero muchos votantes dicen que no hay mucha diferencia entre el USDP y el gobierno militar, porque el primer ministro Thein Sein y otros generales, como los candidatos del partido, se postularán para escaños que les corresponderían a civiles.

«El USDP está actuando como el partido del gobierno. Ese partido puede hacer lo que quiera. Puede ofrecer discursos públicos en áreas públicas. También está organizando a los ancianos para que los vote dándoles dinero», sostuvo Khin Maung Swe, de la NDF. Según Ye Htut, «sin dudas ganará el USDP. Será peor si toma el poder, porque matones e integrantes de pandillas harán mal uso del poder para arruinar al país».

Por eso «no voy a votar», dijo este empleado del gobierno de 42 años. «Ellos tienen las cartas de ganar. El resultado ya ha sido arreglado. ¿Por qué deberíamos molestarnos en jugar este juego?», planteó.

Pero otras personas, como Cho Cho, dicen que aunque no esté claro qué clase de gobierno habrá luego de las elecciones, su veredicto puede dejar bastante claro a quiénes no quieren en el poder los votantes birmanos. «En 1990 hubo consenso entre muchas personas en cuanto a no votar al Partido de Unidad Nacional», recordó.

El mismo antes se llamó Partido Socialista Birmano y gobernó durante dos décadas, hasta que en 1988 fue derrocado por el levantamiento pro-democracia. Cho Cho cree que esta vez se está forjando un consenso similar: evitar votar al USDP. «No queremos que gane el USDP, pero todavía no sabemos a qué partido votar», resumió.

 

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=96659