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Deng Xiaoping y el socialismo de mercado

Fuentes: Rebelión

Algunos datos biográficos Deng Xiaoping nació en 1904 y murió en 1997. A los 16 años y como muchos otros jóvenes chinos quiso conocer occidente y se trasladó a Francia donde permaneció seis años, como obrero en diversas fábricas y oficios. La guerra había terminado, se iniciaba la Revolución Bolchevique y en Francia, del seno […]

Algunos datos biográficos

Deng Xiaoping nació en 1904 y murió en 1997. A los 16 años y como muchos otros jóvenes chinos quiso conocer occidente y se trasladó a Francia donde permaneció seis años, como obrero en diversas fábricas y oficios. La guerra había terminado, se iniciaba la Revolución Bolchevique y en Francia, del seno del socialismo, surgía una ala revolucionaria. Influenciado por Zhou Enlai residente también en Francia, ingresó a la organización de los jóvenes comunistas chinos. En 1926 se trasladó a Moscú, donde por más de un año siguió cursos de marxismo. De regreso a China se encontró en 1929 con la ruptura de la coalición con el Kuomintang. La represión y las masacres desencadenadas por Chiang kaisek, llevaron a Deng a encabezar una de las rebeliones armadas desde la provincia de Guangxi. Entre 1934 y 1936 participó en la Gran Marcha y años más tarde, frente a la invasión japonesa, fue designado comisario político en el Ejército de Liberación. Después que en 1949, Mao Tse Tung entrara victorioso a Pekin, Deng pasó a ser uno de los dirigentes importantes del Partido Comunista chino. En el Congreso de 1956 fue elegido Secretario General del Comité Central del PCCH, lo que, a diferencia de otros PC, en el escalafón chino significaba el cuarto lugar, después de Mao Zedong, Presidente del CC, Liu Shaochi, Presidente de la República y Zhou Enlai, Primer Ministro.

Entre 1958 y 1961 la República Popular vivió una serie de fracasos económicos, causados por las políticas vanguardistas impulsadas por Mao relativas a «las comunas populares» y «el gran salto adelante». Al poco tiempo Deng y otros dirigentes advirtieron estos errores y propusieron su rectificación. Pero, Ling Piao, Ministro de Defensa, y sus partidarios culparon a Deng de ser, junto con Liu Shaochi, uno de «los principales partidarios de la línea de derecha por la restauración del capitalismo». Desde 1966 y con el apoyo de Mao, se desencadenó una nueva ofensiva ultraizquierdista denominada «gran revolución cultural», según la cual la lucha de clases al interior de la revolución era la principal contradicción que había que superar para avanzar al socialismo. La campaña se convirtió en una persecusión en todo el país contra numerosos cuadros y militantes fieles a la revolución, pero críticos del rumbo que llevaba. Deng fue depuesto de sus cargos, arrestado y condenado a relegación en zonas agrarias donde permaneció largos años realizando trabajos modestos y donde sufrió varios intentos de asesinato.

Ante el desbarajuste económico y social creado por la «revolución cultural» Zhou Enlai convenció a Mao de reincorporar a Deng a las tareas de dirección del Partido. Alcanzó a estar dos años en esas funciones. A la muerte de Mao, sus enemigos volvieron a la carga y consiguieron destituirlo. En 1978, luego del fallecimiento de Zhou Enlai, el último de los más respetados dirigentes históricos, la lucha interna culminó con la derrota de la facción llamada «la banda de los cuatro». Deng Xiaoping fue elegido Presidente del Partido. Tenía entonces 72 años, no obstante tuvo fuerzas para encabezar el más profundo viraje experimentado por la sociedad china, después de tres décadas desde el triunfo de la Revolución.

Contrariando la costumbre de otros dirigentes comunistas de mantenerse en la jefatura de por vida, Deng solicitó anticipada y públicamente su reemplazo. Durante su mandato (1978-1984) no se repartieron retratos suyos ni ocupó ningún cargo oficial en el gobierno. Después de su retiro como líder del Partido sólo conservó la presidencia de la Comisión Político-Militar del PC, pero siguió de cerca la evolución del país y expresó su opinión sobre todos los asuntos importantes, entre ellos la rebelión estudiantil de Tienanmen de 1989 que apreció como un peligro para la estabilidad del país. Se dice que por haber adoptado esa posición, una parte de la dirección boicoteó sus pronunciamientos, por lo que tuvo que publicarlos bajo seudónimo. En su testamento donó sus órganos, pidió ser cremado y arrojadas sus cenizas al mar.

Las opiniones de Deng Xiaoping entre 1982 y 1987

A continuación se presenta un resumen del pensamiento de Deng correspondiente al período crucial 1982-1987. Su fuente es el libro «Problemas fundamentales de la China de hoy», editado por el PC chino que contiene conversaciones del autor con personalidades extranjeras, intervenciones en organismos internos, discursos e informes partidarios. Son los años en que se está implementando la primera etapa de reformas profundas en la economía, cuya segunda parte continúa en los años noventa. Los textos reflejan las tensiones de la época, los esfuerzos y obstáculos para introducir las nuevas ideas, tanto en la teoría como en su aplicación práctica.

Las cuatro modernizaciones socialistas

En su Informe al 12º Congreso del PC (1982) Deng caracterizó 43 años de la vida del Partido Comunista y los dividió en dos períodos. El primero, (1945-1956) evaluado como «una estrategia correcta y exitosa», comprendió desde los preparativos para el triunfo de la Revolución Democrática y Antiimperialista en 1949 hasta la culminación de las transformaciones socialistas. El segundo, (1956-1982) lo calificó como un largo período de «vicisitudes y revueltas». Deng recordó en ese Informe que a partir de 1957 con la imposición de las comunas populares y el gran salto adelante, surgieron serios problemas económicos y el crecimiento se hizo más lento. Entre 1959 y 1961 descendió la producción industrial y agrícola, había poca oferta de artículos de consumo en el mercado, la gente no tenía lo suficiente para alimentarse. En 1962 empezó una recuperación, pero en 1963 y 1964 volvió el estancamiento. Entre 1957 y 1966 el ingreso neto de los campesinos no tuvo mayor aumento. Desde 1966 hasta 1976 tuvo lugar la revolución cultural con nuevos desbarajustes económicos, pero en 1978 se inició el camino de la rectificación y de las reformas profundas.

Hacia 1982 ya se percibían los efectos de los primeros cambios introducidos en los sistemas de producción y distribución agrícola, de los que se beneficiaron millones de campesinos. En ese año el PCCH proclamó el objetivo de las «cuatro modernizaciones socialistas», que había que introducir en la agricultura, la industria, la ciencia y la técnica y las FF.AA. El calificativo de «socialistas» era esencial pues significaban según afirmó Deng «el rechazo al modo de vida burgués». En otra de sus intervenciones del mismo año declaró que en el desarrollo económico del país «la agricultura es la base y no debe ser relegada bajo ningún concepto». En aquel momento el 80% de la población vivía en las zonas rurales, existiendo serios déficit en la alimentación. La estabilidad política en el campo era fundamental.

Desde el punto de vista teórico Deng puntualizó uno de los conceptos claves de la reforma: «Más que el valor o el volumen de la producción lo que nos debe preocupar son los resultados económicos», una clara opción por el concepto de valor agregado en vez del valor bruto de la producción que era el indicador básico en la economía soviética. Este enunciado orientó los cambios que se introdujeron en la planificación centralizada y en la gestión de las empresas socialistas. (Por ese tiempo, el mismo tema se discutía en la URSS y Europa Oriental y se proponía cambios similares, aunque no llegaron a ponerse plenamente en práctica). También ese año Deng mostró una gran preocupación por la escasez de cuadros y propuso realizar concursos para la contratación de personal profesional, dar una mayor importancia a la ciencia y a la técnica, estimulando a las «personas de valía». Reclamó mayor atención a la capacitación de obreros y empleados y a elevar verticalmente la matrícula de la educación universitaria. Hay que resolver, enfatizó, el déficit de intelectuales y mejorar sus condiciones de vida. El personal científico y técnico debe trabajar en funciones correspondientes a sus conocimientos. Recomendó contratar a extranjeros como consultores en todos los temas.

Distribución, nuevas formas de propiedad y lucha contra el derechismo

En 1983 introduce uno de sus más discutidos aforismos, » dejar que una parte de la gente se enriquezca antes que el resto», al que agregó  más tarde «y una regiones antes que otras». Se le atribuye también la frase «enriquecerse es glorioso», pero ésta no ha sido confirmada. El enriquecimiento es legítimo, afirma Deng, si es como producto del trabajo laborioso, siempre que contribuya al socialismo, al fortalecimiento del país y al mejoramiento general del nivel de vida. Advirtió que «si la distribución se hiciera a la manera capitalista, solamente vivirían en la opulencia unos cuantos, mientras más del 90% de la población seguiría vegetando en la miseria».  Hay que perseverar en el camino socialista, en el que lo esencial es el principio «a cada uno según su trabajo». Así, concluyó, evitaremos una disparidad abismal entre ricos y pobres. En contraposición al sistema anterior de distribución en el campo, «comer todos por igual de una olla común»,  del período de las comunas populares, defiende la introducción en gran escala del sistema de «contrato individual o de responsabilidad personal o familiar» en la agricultura, donde los ingresos dependen del trabajo de cada uno.

En este mismo año después de una visita a Jiangsu, se refiere a los éxitos económicos de la provincia los que atribuye a dos medidas principales. Una, al apoyo de los obreros jubilados de Shangai que aportaron sus conocimientos técnicos a aquella atrasada provincia y dos, al desarrollo de nuevas formas de propiedad colectiva no estatal,  aplicables a «las empresas de dimensión pequeña y mediana».  Tales empresas, unas de propiedad colectiva, provincial o municipal y otras de propiedad individual o de grupos, denominadas genéricamente de cantones y aldeas, se multiplicaron, diversificaron la economía rural, fomentaron el comercio y la producción industrial y crearon nuevas fuentes de trabajo para buena parte de la mano de obra sobrante del campo. Este fue, admite Deng, «el mayor logro, que no lo habíamos imaginado en absoluto.» En esa misma ocasión recomienda la descentralización de las decisiones de modo que «cada una de las provincias y municipios debe elaborar sus propios planes concretos y mantenerse al corriente de la situación». Estas dos innovaciones – las empresas de cantones y aldeas, y la descentralización- formaron parte importante de las primeras reformas económicas. 

También en 1983 Deng se refiere a la situación interna del partido y los nuevos problemas surgidos después de 1978: aumento de graves delitos económicos y comunes, abuso de poder para provecho personal, sabotaje y fraccionalismo solapado de los opositores dentro del partido. Recuerda la lucha contra los errores izquierdistas durante la gran revolución cultural. Esta rectificación debe continuar, sostiene, pero a la vez no se puede dejar de lado «la lucha contra el derechismo» ni aceptar «la excesiva tolerancia, indecisión, timidez, blandura y conciliación»  con estas tendencias erróneas  que muestran ciertos dirigentes.  Los que trasgreden los estatutos deben ser expulsados del partido; los que delinquen deben tener las sanciones legales correspondientes. Luego se refiere a los que propagan la «contaminación espiritual» o sea, ideas burguesas, tales como la democracia occidental, la siembra de la desconfianza en el socialismo y en el rol gobernante del partido comunista chino. Algunos, dice, viven criticando al socialismo, pero no al capitalismo, al humanismo socialista, pero no al humanismo burgués. Otros creen que en la actual etapa está bien poner los ojos siempre en «don dinero». Esta tendencia ha cundido en ciertos círculos literarios y artísticos, llevando a exaltar gustos vulgares y bajos en el afán de obtener ganancias. Deng defiende la apertura comercial al exterior y los intercambios culturales, pero, a la vez, exige «no dejar entrar lo extranjero a ciegas, sin planificación ni selección.» Debemos aprender de los países capitalistas desarrollados todo lo que tienen de avanzado en las ciencias, tecnologías, métodos de administración y gestión económicas, todo lo provechoso en conocimientos y cultura. Respecto de las ideas hay que analizar, evaluar y criticar a la luz del marxismo las diversas corrientes occidentales y no precipitarse a rendirles culto. El dirigente chino reafirma como justa la política de las «cien flores» y de las «cien escuelas» que promovió Mao antes de caer en el dogmatismo, pero, esa política no significa absoluta libertad de expresión, ni menos abstenerse en la lucha ideológica entre el marxismo y el liberalismo burgués. Para evitar los excesos del pasado (en referencia a la revolución cultural) la crítica no debe ser simplista, unilateral, violenta ni brutal, ni recurrir a imposiciones autoritarias.

Las zonas económicas especiales y los peligros de la entrada del capitalismo

En 1984 «el pequeño gran timonel» abandona su cargo como Secretario General del Partido Comunista, pero sigue supervisando activamente la reforma económica y la apertura. Presta atención a las zonas económicas especiales. Ese año se abren al exterior 14 ciudades portuarias, todas medianas y algunas muy grandes, entre ellas Shangai y Guangzhou. Precisa que se trata de zonas económicas y no políticas, pues el poder político, local y central del partido comunista se mantiene con el objetivo de perseguir el socialismo. En su visita a Shenzhen, una de las primeras zonas abiertas, constata «el ambiente de vitalidad y florecimiento que allí reina», el mejoramiento del orden público, el estímulo a las zonas aledañas y «cómo está volviendo gente que antes se había marchado a Hong Kong». La construcción avanza a ritmo acelerado gracias a que las autoridades locales tienen mayor margen de autonomía en los gastos. Pondera la elevada eficiencia y rapidez en las obras de construcción, resultados que atribuye a la aplicación del sistema de contrata, con sus respectivas recompensas y sanciones. Las zonas son como ventanas abiertas a las nuevas tecnologías y al arte de la administración. Llega a proponer que en Shenzhen se funde una universidad con inversiones de chinos de ultramar que contrate catedráticos de alto nivel. Que vengan también libremente capitales extranjeros. Al abrir al exterior estas zonas, Deng reconoce que «se está franqueando la entrada a cierto grado de capitalismo», «esto traerá ciertos problemas, hay cierto peligro, pero no de gravedad», «las influencias negativas serán fáciles de eliminar». Puesto que los bienes básicos son propiedad del estado, del pueblo, «ni aunque lleguemos a tener un producto nacional de miles de dólares per capita, podrá surgir una nueva burguesía». La propiedad social será el sector principal de la economía. Las empresas mixtas con inversión estatal y extranjera, son, en una mitad, de propiedad estatal, de carácter socialista. Además, están los impuestos sobre las utilidades. En las zonas donde se han autorizado capitales extranjeros, el gobierno y el sistema político seguirán siendo socialistas. Unas decenas o unos centenares de miles de millones no sacudirán el socialismo, sino que servirán para complementar su construcción, es su convencimiento.

En el pasado, afirma Xiaoping, descuidamos el desarrollo de las fuerzas productivas. Es cierto que Mao lo intentó, pero con algunos métodos incorrectos. Fue un grave defecto suyo promover la comuna popular, pues no actuó de acuerdo con las leyes del desarrollo socioeconómico. La tarea fundamental de la primera fase del socialismo en la que se encuentra China es el desarrollo de sus fuerzas productivas, pues el socialismo exige eliminar la pobreza. Recuerda que en 1979 él propuso que, siendo entonces el producto nacional bruto per capita de 250 dólares, esta cifra se cuadruplicara a fines de siglo, aunque considerando el aumento de la población, sólo se llegaría a 800 dólares. (Audaz pronóstico para un período tan largo que sin embargo se cumplió plenamente). Pero este no era más que el primer paso. El segundo, a partir del 2000 que duraría de 30 a 50 años, permitiría a China aproximarse al nivel de los países desarrollados. Agilizar la economía y abrirse al exterior serán políticas invariables de largo plazo. Pone como ejemplo de los avances logrados, el caso de Suzhou: allí no hay emigración, la gente ya no se desplaza a Shangai ni a Pekín. Como en otras zonas de la misma provincia de Jiangsu, la gente se siente satisfecha de vivir en su propia tierra. El ingreso per capita ha subido a 400 dólares, la superficie de vivienda se elevó a 20 metros cuadrados por persona, la instrucción primaria se ha generalizado. No hay escasez de alimento ni vestuario, tampoco de artículos duraderos, como televisores. Disminuyen las infracciones a la ley y las actividades delictivas.

No al surgimiento de una nueva burguesía

En 1985 las preocupaciones del «pequeño gran timonel» giran en torno a algunos efectos negativos de la nueva situación. Caracteriza al socialismo chino como el sistema en que las riquezas creadas van a parar en primer término al estado y en segundo lugar al pueblo. La mayor parte de los nuevos ingresos servirá para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes y la otra parte para la educación, la ciencia y la defensa nacional. China no debe liberalizarse bajo ningún concepto, (es decir el libre mercado) ni seguir el camino capitalista de occidente. Eso nos conduciría al caos. A los que propugnan la liberalización burguesa e infringen la ley hay que tratarlos con severidad. Los comunistas no pueden prescindir ni de los ideales socialistas ni de la disciplina partidaria. Advierte que «habremos fracasado si nuestra política genera una polarización», «si llega a surgir una nueva burguesía».  Puede surgir alguno que otro burgués individual, pero no permitimos que se forme una burguesía como clase. Al plantear que unas zonas progresen antes que las demás «lo hacemos para que ellas, una vez enriquecidas se pongan a ayudar a las atrasadas». Además a los burgueses se les debe imponer ciertas restricciones, cobrándoles, por ejemplo, el impuesto sobre la renta. Los estimulamos a que contribuyan con dinero para la educación y la construcción de caminos. La primacía de la propiedad social de los medios de producción y la prosperidad común de todo el pueblo, son nuestros principios socialistas básicos. Respecto del 7º Plan Quinquenal en curso, Deng apoya la tasa de crecimiento propuesta. Dice que no es lenta y que un ritmo demasiado acelerado acarrearía muchos problemas negativos. Hay que controlar las inversiones en activos fijos y no extender demasiado la construcción básica, concentrarse en la administración y en el aspecto cualitativo de la producción, conceder importancia a los resultados económicos y a los efectos sociales en su conjunto.

En su intervención ante la Conferencia Nacional del Partido, Deng se refiere al «fomento de la civilización socialista en lo espiritual». Lo espiritual comprende desde la cortesía, urbanidad, higiene, disciplina, moralidad, belleza del lenguaje, del medio ambiente, hasta el amor a la patria, al pueblo y al socialismo. El pueblo debe estar dotado de nobles ideales, elevada moral, conocimientos culturales y espíritu de disciplina. Advierte que el temor de que China se convierta en país capitalista «no es totalmente infundado». Las perniciosas influencias del capitalismo y del feudalismo no se han reducido al mínimo posible, incluso han renacido ciertas lacras. En Guandong la prostitución ha cobrado una dimensión grave. Si continúan deteriorándose las costumbres sociales, se pregunta ¿qué sentido tienen los éxitos económicos? Hay que proscribir con firmeza la corrupción, pues se ha llegado al extremo de que hay «hijos de cuadros dirigentes que han caído en el espionaje, revelando informaciones y vendido informes y documentos confidenciales.» Por otro lado, hay que aplicar severas penas a los traficantes de mujeres y niños. Por todo esto- concluye Deng- no soy partidario de abolir la pena capital, especialmente en el caso de delitos económicos particularmente graves. Es necesario educar a los jóvenes en los ideales comunistas y no en la decadente ideología capitalista.

Ese mismo año comienza a estudiarse la relación entre el sistema económico y el político. Deng opina que la reforma de la estructura política tiene que estar a tono con la nueva estructura económica. La reforma política debe tener tres objetivos: Uno, mantener siempre la vitalidad del partido y del estado; dos, superar el burocratismo y elevar la eficiencia del trabajo; y tres, poner en juego, la iniciativa de las entidades de base y de los obreros, campesinos e intelectuales. La reforma debe llevar a la reducción del personal de los organismos del estado, simplificar la estructura administrativa, descentralizar los poderes, ampliar la democracia socialista. La reforma política tiene como problema principal las relaciones entre el partido y el gobierno. El partido debe ocuparse de la disciplina en sus filas en tanto que los problemas de orden jurídico competen al estado y al gobierno. No tenemos tradición de respetar y hacer respetar la ley, por eso es importante educar a la juventud en esta cultura, desde la infancia.

Deng admite ser «un profano en materias económicas» pero cuando habla del tema «lo hace siempre desde el punto de vista político». En 1986 vuelve a los problemas del campo. En ese momento la producción de cereales tiene un ritmo lento, escasea el grano para la cría de cerdos. Faltan inversiones para mejorar los campos de cultivo. «No debemos volver a importar alimentos en gran cantidad, pues ello pone en peligro las metas para el desarrollo». Esto lo lleva al tema de las divisas. Su escasez y el balance desfavorable en el comercio exterior existente hasta ese momento, obstaculizan el avance económico, que debe ser prolongado, sostenible y estable. «China tiene mucho que exportar, pero no conocemos muy bien el mercado internacional. Hay que elevar la calidad de los productos, antes desatendíamos la calidad, siguiendo el modelo soviético».

Para avanzar en las reformas hay que liberarse de un enorme fardo que llevamos a cuestas: el gasto excesivo por concepto de subsidios a las empresas (estatales) para compensar sus pérdidas. Este problema debe resolverse en forma planificada y metódica. Hay que descentralizar los poderes y conceder autonomía a las empresas para que se sientan comprometidas y asuman responsabilidad por la gestión. En estos últimos años hemos ensayado en algunas fábricas con gran éxito el sistema de responsabilidad personal del director de la fábrica.

Liberalización burguesa y occidentalización de China

En 1986 en una sesión del Comité Central interviene nuevamente sobre la necesidad de luchar contra la liberalización burguesa. Le preocupa la influencia de esta ideología entre las masas y especialmente los jóvenes. Hace falta una actitud firme en contra de ella. Piensa que esta lucha continuará veinte años, a lo menos. La democracia sólo puede desarrollarse gradualmente y no debe calcarse lo que se hace en Occidente. Se refiere a los disturbios estudiantiles que ya tienen lugar en ese momento y se puede apreciar que es un anticipo de la posición que adoptará frente al movimiento contrarrevolucionario de 1989. «Frente a ellos, adoptamos principalmente el método de la persuasión, lo cual es necesario, pero si resulta afectado el orden público y se cometen infracciones de la ley penal, se impondrán medidas enérgicas».

Durante 1987 continúa su preocupación por la agitación juvenil. Dice que los manifestantes no pasan más del 1 o 2 por ciento de todos los universitarios del país. «No tienen grandes repercusiones ni pueden derrumbarnos». Explica que la debilidad de Hu Yaobang frente a la ofensiva de la liberalización burguesa, es la razón de porqué fue desplazado de su cargo como Secretario General del Partido. Concluye que hace falta persistir y educar en los cuatro principios fundamentales,- el camino socialista, la dictadura democrática popular, la dirección del Partido Comunista y el marxismo leninismo con el pensamiento de Mao Zedong. Junto con rechazar el camino capitalista,la occidentalización total de China- y exigir las sanciones partidarias a quienes la propugnan,  Deng reitera que la lucha en los próximos decenios es por erradicar la pobreza y que la meta para mediados del siglo XXI es colocar a China entre los países de mediano desarrollo, pero sin olvidar que se trata de un crecimiento con una «distribución socialista de los ingresos». Considera que era un planteamiento absurdo el sostenido por «la banda de los cuatro» de preferir un socialismo de pobreza frente a un capitalismo de abundancia. Si bien el repudio al capitalismo de abundancia tiene justificación, replica Deng, en ningún caso tiene sentido mantenerse en un socialismo de pobreza.

Los aportes de Deng Xiaoping a la construcción del socialismo chino

Lo que hoy se denomina oficialmente en China «la teoría de Deng Xiaoping» tiene como antecedente a Lenin, el fundador de la economía política del socialismo. Particularmente las tesis leninistas del período de la Nueva Política Económica que Deng conoció en su aplicación práctica durante su permanencia en Moscú. Muchos han visto con razón, en la NEP, una anticipación de las ideas de reforma y apertura de Deng. Al igual que Lenin, Deng ejerció permanentemente la crítica tanto contra las desviaciones de izquierda, como las de derecha, acentuando aquellas de mayor peligro, según las circunstancias de cada período. Del mismo modo que Lenin y también Mao Zedong, Deng puso énfasis en que la construcción del socialismo debía tener en cuenta las condiciones nacionales de cada país y no limitarse a copiar las prácticas de otros.

Se podría destacar entre las particularidades chinas, la elevada densidad de la población del país, una de las más altas del mundo y, a la vez, una de las más reducidas dotaciones de recursos naturales por habitante; el peso de las prácticas burocráticas enraizadas en uno de los estados más antiguos de la tierra; las no tan lejanas reminiscencias feudales; una emigración que da origen a una moderna burguesía china «de ultramar», (Hong Kong, Singapur, Taiwán, Indonesia, etc) una parte de la cual exhibe un orgullo patriótico que atempera su antisocialismo; la existencia de una población rural aún fuertemente mayoritaria en comparación con la población urbana; una muy baja productividad del trabajo agrícola y pobre rendimiento de la tierra; un campesinado con una larga tradición de lucha; y un proletariado industrial joven, en crecimiento, pero que constituye todavía una minoría social.

Deng enfatizó el atraso material secular de China y en función de esa realidad trazó las metas económicas y los plazos de largo alcance, necesarios para superarlo. Su pronóstico de que se necesitarían 100 años para que el socialismo chino proporcionara un nivel de vida promedio equivalente a un país capitalista de mediano desarrollo, va camino de cumplirse. Partiendo de este atraso material Deng acuñó el concepto de «etapa primaria» del socialismo. Una novedosa tesis, a ser tenida en cuenta en los países más atrasados y poblados del tercer mundo, tesis que reconoce la existencia de varias fases históricas en el camino socialista.

El «pequeño gran timonel» se declaró, modestamente, como un profano en economía, pero agregó que eso no le impedía hablar de economía desde el punto de vista político. Esto recuerda la visión leninista de la primacía de la política sobre la economía. Lenin nunca presentó una teoría acabada del modelo económico socialista, a pesar de sus amplios conocimientos y experiencia de esta materia, sino que sus análisis fue siempre partiendo de la realidad, su evolución y los desafìos que presentaban. Deng tampoco formuló una teoría previa y completa sobre la nueva estructura que proponía para la economía china. Reconoció que su contribución a las reformas era sólo una entre otras presentadas por sus colegas. Fue tal vez el primer estadista marxista que promovió un debate creador entre economistas y otros profesionales, académicos y expertos, los cuales, por su parte, utilizaron ampliamente los conocimientos y los métodos avanzados de la ciencia económica y administrativa, tanto de Occidente como de Oriente, entre ellos los experimentos pilotos, las encuestas y las iniciativas exitosas desde la base, las localidades y provincias, combinando así teoría y práctica.

Es inevitable la comparación entre la perestroika de Gorbachov y el retroceso al capitalismo de Yeltsin y las reformas de Deng. Para algunos la diferencia estuvo en el estilo «shock» de los rusos y la «gradualidad» de los chinos. Más bien podría afirmarse que mientras los primeros renunciaron al rumbo al socialismo y renegaron del papel dirigente del PC, Deng y sus seguidores mantuvieron el objetivo socialista y el poder político del partido comunista. Mientras la perestroika fracasaba y el régimen de Yeltsin promovía el derrumbe del socialismo, la apertura a un capitalismo caótico y corrupto, las reformas de Deng superaron las crisis del socialismo burocrático, abrieron un espacio a un capitalismo controlado, mejoraron las condiciones de vida del pueblo y afianzaron el poder del estado socialista, bajo la dirección comunista.

Deng hizo particulares aportes a la idea original de Lenin acerca de la coexistencia pacífica entre el capitalismo y el socialismo, como el camino más adecuado en el ámbito internacional. Unilateralmente, China redujo en un millón el número de sus efectivos militares y avanzó en la solución pacífica en los diferendos con sus vecinos. Acuñó el concepto «un país, dos sistemas» como una salida original para la integración de Hong Kong, Macao y Taiwán al estado chino, demostró su factibilidad en los dos primeros casos, restando por aplicarse en el último.

Pero, las complejas e inéditas relaciones entre el capitalismo y el socialismo en la actual fase histórica de la globalización, también fueron reformuladas por Deng en el plano interno. En 1979 afirmó que dentro del país podía existir «una economía de mercado bajo el socialismo», cuestión que en ese tiempo, y aún hoy, algunos consideran como una herejía o un imposible. En 1984 Deng planteó que China podía construir una economía mercantil planificada, sobre la base de la propiedad pública. En 1992 en una de sus últimas manifestaciones se adhirió a la tesis de que la planificación y el mercado no eran sinónimos de socialismo y capitalismo, sino que instrumentos a ser utilizados en ambos regímenes. Por tanto la diferencia entre los dos sistemas no estaba allí, sino en el carácter de la propiedad hegemónica de los medios de producción, (social o privada) y la forma de distribución en cada uno de ellos, siendo en el socialismo el principio relevante, «a cada uno según su trabajo».

Lenin durante la NEP había argumentado que la utilización de formas mercantiles eran inevitables para superar el atraso y la miseria de Rusia. Estaba consciente que ello podía favorecer la restauración capitalista. Por eso, la permanencia del rumbo al socialismo necesitaba ciertas salvaguardias, económicas, políticas e ideológicas, las que definió explícitamente. Por su parte Deng apostó a la posibilidad téorica y práctica de proseguir la construcción de una sociedad socialista con las características de China, mediante la participación de un sector capitalista privado, incluido el capital extranjero y las multinacionales, pero bajo la dirección independiente y el control político del estado y del partido, como condición esencial, mediante la regulación y el control de los mercados, para superar y corregir sus conocidas falencias.

Todo lo ocurrido en China después de 1997 ya no tiene relación directa con la gestión personal del líder fallecido. Pero las teorías de Deng Xiaoping siguen marcando el rumbo del estado chino. Ahora es posible concluir que los éxitos han sido innegables, pero que se han acentuado algunos de los peligros por él previstos. Otros, como los problemas ecológicos fueron subestimados en sus apreciaciones. En primer término, las desigualdades económicas han ido más lejos de lo que él suponía. Las disparidades en los ingresos y la riqueza personal se han profundizado. Las diferencias entre los niveles de vida en las provincias de la costa y del interior del país, entre obreros y campesinos y aún dentro de las ciudades se han incrementado. La agricultura se retrasa en su modernización y crecimiento y hay descontento en amplios sectores campesinos. Las influencias perniciosas del consumismo y del individualismo están desatadas, particularmente por la publicidad transnacional. La corrupción continúa siendo un tema preocupante y afecta hasta las altas esferas gobernantes. Han irrumpido con fuerza las consecuencias de un industrialismo primitivo y descontrolado que daña seriamente el medio ambiente, los recursos naturales y la salud humana. La influencia negativa de la ideología neoliberal entre funcionarios y profesionales y difundida por centros universitarios extranjeros, ongs y organismos internacionales, no es suficientemente combatida. Las tendencias privatizadoras se extendieron a la educación y la salud.

Todos estos problemas son reconocidos al interior de China, discutidos abiertamente en la prensa, entre los académicos, dentro del partido comunista, en el gobierno. Las nuevas autoridades que asumieron en el 2002, encabezadas por Hu Jintao los han denunciado y hacen notorios esfuerzos por superarlos. Deng anticipó en 1982 que la lucha contra la liberalización burguesa duraría a lo menos 20 años. Al parecer continuará aún mucho más tiempo, antes que el socialismo se afiance definitivamente en China.

A treinta años desde el trascendental viraje, la estrategia de Deng Xiaoping continúa vigente. Durante las últimas tres décadas son indiscutibles los avances logrados en el crecimiento y modernización de su economía, el fortalecimiento del estado y el mejoramiento general de las condiciones de vida de muchos millones de seres humanos. Los éxitos del socialismo de mercado chino, pese a sus falencias y resultados desiguales, merecen estudiar la obra innovadora de este gran estadista chino, dejando de lado prejuicios y apologías. La vertiginosa modernización socialista de China no sólo concierne a Asia, sino que genera impactos en todos los continentes. Por sus dimensiones es ya uno de los cambios planetarios más importantes de esta época.