En una escuelita del Brasil, en el Mato Grosso, un profesor de primaria expuso un problema de matemáticas: un empresario agrícola dispone de 100 hectáreas de buena tierra de cultivo. Hace llamar a un experto agrónomo, que le aconseja tres posibles siembras: cultivar caña de azúcar para combustibles, soja para pienso en Europa o hacer […]
En una escuelita del Brasil, en el Mato Grosso, un profesor de primaria expuso un problema de matemáticas: un empresario agrícola dispone de 100 hectáreas de buena tierra de cultivo. Hace llamar a un experto agrónomo, que le aconseja tres posibles siembras: cultivar caña de azúcar para combustibles, soja para pienso en Europa o hacer una plantación de eucaliptos para fabricar papel.
Para calcular los costes le explica que en el primer cultivo necesitará 10 puestos de trabajo, dos en el segundo y uno en el tercero. ¿Qué le conviene al empresario? De los 25 alumnos, 24 respondieron sin dudarlo: plantar eucaliptos.
La niña discordante dijo: «Vivo en una cooperativa del Movimiento sin Tierra. Mis padres y sus compañeros y compañeras consiguieron 100 hectáreas de tierra que, dedicadas a agricultura familiar, generan alimentos y 35 puestos de trabajo. Por eso puedo venir a la escuela».
Al cumplirse el 60° aniversario de la declaración de los Derechos Humanos, el pequeño campesinado exige una Carta Campesina que defina y defienda sus derechos.
Gustavo Duch es presidente de Veterinarios sin Fronteras