(Cómo montar una tienda de ‘comercio justo’ y no morir, ni matar, en en el intento)
Cualquier «proyecto alternativo» es alternativo, ya sea porque pretende alcanzar otro objetivo distinto y mejor o porque intenta llegar al mismo objetivo, pero por un camino diferente, más fácil, rápido y con menos efectos colaterales negativos. Para disimular que no sabemos a dónde queremos llegar, que no tenemos valor o voluntad de realizar el trayecto, que no queremos saber a dónde nos lleva o no queremos que nadie lo sepa argumentamos poéticamente: «el camino es la meta».
Al enredar los objetivos con el camino en un proyecto de economía alternativa como, por ejemplo, una tienda de «comercio justo», nos confundimos y confundimos a los demás con las prioridades, con lo estratégico y lo táctico, lo posible y la excusa de lo pragmático. Y cuando aplicamos el principio del mal men or enredamos un mal camino con los mayores males. A l describir en términos generales con eufemismos, tópicos y clichés tanto los objetivos como la trayectoria del camino convencemos a los ya convencidos pero a nadie más. Así, a pesar de su potencialidad de cambiar el mundo, matamos nuestra pequeña tienda de comercio justo antes de empezar a andar y hacer camino.
Supongamos que somos honestos y conscientes, que estamos comprometidos con un cambio de hondo calado, con un comercio más justo y otro mundo posible. ¿Por qué cuesta tanto hacerlo viable y convence a tan pocos? Pongamos que no nos falta imaginación ni iniciativa ni valor ni ganas ni conocimientos técnicos, de gestión y de marketing, ni capital inicial. ¿Por qué no funciona? «No se puede vencer al capitalismo con sus propias armas» y «no se puede solucionar un problema con la misma lógica que lo ha producido», y mucho menos en tiempos de crisis del sistema.
Unos excelentes conocimientos de economía, adquiridos en largos estudios académicos especializados dificultan la viabilidad de un proyecto alternativo sin unos conocimientos políticos y las adecuadas herramientas ideológicas, a poder ser no demasiado académicas. Montar una pequeña y hermosa tienda de comercio justo es un ejemplo, una forma para adquirir este conocimiento, el saber, las «armas» alternativas y la otra «lógica», de la que nos hablaron el Che y Einstein. Utilizándolas en la práctica aprenderemos a diferenciar un proyecto de desarrollo alternativo de un proyecto alternativo al «desarrollo», el camino alternativo, verde y con label que nos llevará al mismo abismo de este otro camino que nos acercará al tan necesario otro mundo posible, a la Utopía.
¿Cómo montar un proyecto alternativo y no morir en el intento ni matar al niño antes de tiempo? En primer lugar, es esencial conocer las condiciones objetivas tanto locales como globales. En segundo lugar, es esencial analizar las condiciones subjetivas, nuestra propia alienación. No equivocarnos de sueño. Soñar la Utopía para alcanzarla, sí. Soñar el camino jamás. Esto es la pesadilla.
Existen dos principios motores del desarrollo actual: «máximo beneficio en el mínimo tiempo» y «todo empresario aspira a ser el único empresario»: rentabilidad y competitividad, hasta ser el hombre más rico, el más grande, el único y último. Ambos principios están basados en la propiedad privada como «ley natural» y «derecho universal» inalienable. Sin embargo, en un mundo de recursos limitados donde la única manera de crear riqueza es a través del trabajo humano (el dinero puede hacer más dinero, pero nunca producir riqueza) solamente se puede cumplir con ambos principios si se viola la «ley natural» y «derecho universal» de la propiedad privada. Hay que robarle a las mujeres y a los otros hombres el producto de su trabajo, la propia fuerza de trabajo y, finalmente, su mera existencia e identidad genética como botín y mercancía. A la vez, se ha de esquilmar a la Naturaleza sus riquezas materiales y no materiales, transformar su valor de uso en valor de cambio y cambiar todo por dinero, que no alimenta, y despilfarrando irreversiblemente la riqueza que sea necesaria en el camino a ser el último. También este camino se hace al andar.
Para evitar a corto plazo el caos se formulan leyes con las que se legaliza el crimen de generar miseria, de matar por hambre y con guerras, de exterminar la vida pacifista y humanitariamente a cómodos plazos 1 . Esto es lo que significa tácitamente el «derecho universal» para el rico y es perfectamente compatible y coherente con sus principios universales de rentabilidad y con la ley natural de la competitividad. Todas las formulaciones de derechos universales, derechos constitucionales, legislaciones estatales, normativas administrativas, mandamientos morales, etc.,son, en sus manos, armas de destrucción masiva para imponer sus principios y privilegios, y enmascarar las consecuencias. En manos de la gente no son más que herramientas, necesarias, pero muy endebles. Olvidar esto es envenenar al niño.
Repetir mil veces como Goebbels que «otro mundo es posible» no lo hace posible. Imprimirle un label o la marca de «alternativo» a una idea, iniciativa o empresa no la hace alternativa. Quizás viable para sí misma pero no para la vida de los demás. Hace mucho que los aspirantes a único y último empresario han robado este label y patentado la marca para prostituirla como propaganda en sus campañas de marketing para hacer más dinero.
Repiten hasta la saciedad que «no hay alternativa» precisamente porque «haberlas, haylas». Y les tienen terror. Mientras no requieran de su «guerra global contra el terrorismo» nos arrullan con la nana de «lo pequeño es hermoso». En su contexto impuesto lo pequeño es estúpido. El tamaño sí importa y mucho. El Gran Capital tolera lo alternativo si es pequeño y marginal. Si es grande y viable lo destruye. Posee todos los recursos para hacerlo y carece de escrúpulos para no hacerlo. «No es posible otro mundo hasta que no se muera este» o lo matemos y tiene que ser antes de sobrepasar el punto de no retorno. Si no, nos habrá matado antes de caernos muertos. Por ello estamos obligados a competir con una alternativa viable, grande y poderosa … y esto la hará hermosa.
Para garantizar la viabilidad de la pequeña tienda de comercio justo en este mundo del gran comercio criminal y que sea hermosa, coherente y cumpla con todos los principios éticos, ecológicos y de justicia, además de la legalidad y con Hacienda, hay que trabajar jornadas de 26 horas al día, 8 días a la semana, 14 meses al año hasta 2-15 años después de muerto. Sin una jornada así necesitamos grandes cantidades de voluntariado. Sin triple jornada no es posible ninguna alternativa. La inmensa mayoría social democrática ya está trabajando o buscando desesperadamente trabajar en doble jornadas para un patrón y el sistema. Y las mujeres tres. Los proyectos alternativos, si son una alternativa al paro, no son alternativas. Son una trampa al solitario.
En el mundo laboral real ocurre que c uanto más viable y competitivo hagamos nuestro proyecto más desaparece lo alternativo. Cuanto más grande, eficiente y viable hagamos la alternativa menos logramos mostrar lo esencial, lo pequeño y hermoso que está en su interior: su potencial para convencer a la gente de que alternativas «haberlas, haylas». Claro que para que la tienda de comercio justo logre convencer y movilizar a la gente como proyecto alternativo para cambiar el comercio oficial es necesario que sea una tienda grande, viable y competitiva. Esta contradicción dentro de nuestra pequeña tienda de comercio justo solamente la superaremos aliados con el poder popular.
Para desarrollar un espacio o una red de proyectos alternativos autárquicos, entre ellos, las tiendas de comercio justo que cambien el comercio cada día más criminal e injusto para todas y todos en un comercio cada vez menos injusto para todos y todas, y para que sea viable y competitivo es imprescindible una gran reforma agraria agroecológica que garantice la soberanía alimentaria como base para el cambio de lógica y de poder. En la América empobrecida hay condiciones de triplicar en tiempo razonable la producción de alimentos con pequeñas y hermosas alternativas agroecológicas. En Europa no. No hay tierras sin utilizar, no hay apenas agricultores ni queda apenas diversidad genética. Y la política institucional no cambia de lógica ni con los Verdes en el gobierno. ¿Quizás desde otro modelo popular de consumo sea posible cambiar el agro?
Necesitamos espacios y garantías para las tiendas de comercio justo y para los agricultores, y protección frente a la competitividad y el dumping de la Nestlé, la CocaCola y demás grandes consorcios económico-financieros. Para hacer viable una alternativa general del funcionamiento y organización de nuestra sociedad tenemos que desarrollar un poder político institucional alternativo que sea una alternativa a la política institucional democrática, por muchas promesas y discursos verdes, sostenibles y con label alternativo de algunos. Esto incluye las instituciones de educación, académicas y de investigación científica, etc. Su hipócrita adaptación curricular a las «necesidades de la sociedad» con financiación del sector privado o directamente privatizada s equivale a mo ntarnos en su tren de alta velocidad hacia el abismo.
Occidente robó de las colonias suficiente riqueza para capitalizar y desarrollar su revolución industrial de producción intensiva en gasto de energía utilizando solo lo más eficiente de la mano de obra y dejando morir o matando legalmente a la población sobrante. Para evitar que la humanidad se rebelara las oligarquías invertían en un colchón social alienado del que formamos parte aquí. Para no sucumbir al poder militar, tecnológico y financiero de Occidente China utiliza ahora las mismas herramientas y valores (o crímenes) capitalistas. Pero por otro lado, a través de su política institucional siguen organizando su producción intensiva en mano de obra y ahorradora de energía absorbiendo toda la fuerza laboral disponible por pequeña y residual que sea. Esto incluye desde el trabajo familiar, de ancianos, infantil, etc. Tardaron siglos y agotadoras jornadas pero están en disposición de no dejarse destruir por el modelo occidental. China es viable y competitivo en este mundo.
Asimismo, aprovechar todos los pequeños y hermosos restos marginales e ineficientes migajas residuales de fuerza laboral despreciadas por el gran capital junto a las voluntarias por convencimiento ideológico y ético es hacer viable la pequeña tienda de comercio justo. Sin olvidar que cualquier gran espacio o red autárquica alternativa, del cual forman parte las pequeñas empresas, hay que poder defenderlo antes o después con potencial humano, armamento y estrategia militar. China lo ha logrado por ahora con su ejército y la bomba atómica a un costo humano suicida. Hay que trabajar en alternativas a las grandes inversiones en carrera armamentista, al equilibrio nuclear, a la Guerra Fría, a la biológica, química y mediática. Y ha de ser más que viable. Ha de ser victoriosa. En esta lucha por la viabilidad de las tiendas de comercio justo y otras alternativas no son suficientes las «palabras-bomba» ni las pistolas de agua ni los fusiles con flores. Necesitaremos grandes hospitales y no pequeñas tiritas.
Mientras no tengamos todas estas condiciones de legislación, justicia, reforma agraria, soberanía alimentaria, política fiscal, educativa y académica, eliminación de la propiedad privada y defensa militar de todo ello solo nos queda «trabajar, trabajar, trabajar» en nuestras pequeñas y hermosas alternativas. Esta es la cuestión. La otra cuestión es más que saber «qué hacer» saber qué no hacer para no montarnos nunca en su pequeño y hermoso carrusel de desarrollo alternativo. Si a su tren de alta velocidad lo vemos verde, justo, biológico y ecológico, eso es producto del crak con el que nos droga el Gran Hermano de nuestro Mundo Feliz.
Este artículo se publicó en el nº243 de la revista Herria2000 Eliza.
Nota:
1 Los intereses, véase la letra pequeña, del artículo 88.666a-z
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.