En 2015, todos los miembros de Naciones Unidas aprobaron el Programa de Desarrollo sostenible para 2030, que introdujo los 17 objetivos de desarrollo sostenible que debían alcanzarse a fin de garantizar la paz y la prosperidad de los pueblos y el planeta. Un concepto “desarrollo sostenible” que engloba tres dimensiones -económica, social y ambiental- de forma equilibrada e integrada. El trabajo decente ocupa un lugar destacado en la Agenda, no sólo integrado en los objetivos y las metas, sino también como parte de la filosofía misma en que se sustenta la nueva Agenda, que parte de la realidad de 780 millones de hombres y mujeres que trabajan, pero no ganan lo suficiente para superar con sus familias el umbral de la pobreza de dos dólares al día.
A
fin de supervisar los progresos realizados en la consecución de esos
objetivos, se creó el Marco Mundial de ODS Indicadores, integrado
por 232 indicadores diferentes que abarcan todas las esferas del
desarrollo. Uno de los principales objetivos del proyecto fue atender
el compromiso de la OIT que se ocupa de las cuestiones relativas al
mundo del trabajo proporcionando a sus mandates asesoramiento
relevante y aplicable en materia de política en base a la evidencia
empírica
Para eso fue elegido organismo custodio los
indicadores relacionados con el mercado laboral en el ODS Marco de
Indicadores Mundiales. Esto significa que todos los años el
Departamento de Estadística de la OIT, se encarga de presentar datos
sobre todos estos indicadores para la Base de Datos de ODS
Indicadores Mundiales, así como información metodológica y un
breve análisis de lo que muestran los datos.
Cinco años después las dudas persisten
“Estamos resueltos a poner fin a la pobreza y el hambre en todo el mundo de aquí a 2030, a combatir las desigualdades dentro de los países y entre ellos, a construir sociedades pacíficas, justas e inclusivas, a proteger los derechos humanos y promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres y las niñas, y a garantizar una protección duradera del planeta y sus recursos naturales”, señalaba el informe.
Hoy, esta porfiada realidad, desmiente promesas. Como poco importa lo que pensemos nosotros, vayamos a los informes de los organismos internacionales.
La economista Rosina Gammarano de la Unidad de Producción y Análisis de Datos del OIT Departamento de Estadística, dio a conocer una serie de datos que no se muestran para nada alentadores.
Destaca
que “estos datos demuestran que, a este ritmo, no lograremos un
trabajo decente para todos en 2030.” Los progresos en los mercados
laborales de todo el mundo han sido demasiado lentos y desiguales
para garantizar un futuro sostenible con oportunidades de trabajo
decente para todos.
Profundizando por ejemplo en el Objetivo 1
referente a acabar con la pobreza en todas sus formas en todas partes
el informe destaca que “La proporción de trabajadores del mundo
que viven en la pobreza ha disminuido continua y drásticamente desde
principios de siglo: la tasa de pobreza de los trabajadores a nivel
mundial se redujo del 26% en 2000 al 7% en 2019.
Es más, – destaca el Informe-, la brecha de género en los trabajadores pobres casi se ha superado, con una diferencia de menos de un punto porcentual entre las tasas mundiales de trabajadores pobres de ambos sexos en 2019. Y añade que la situación es menos alentadora para los trabajadores jóvenes, que tienen muchas más probabilidades de vivir en la pobreza que los adultos. En 2019, el 13% de los jóvenes trabajadores del mundo vivían en la pobreza, en comparación con el 6% de los trabajadores adultos del mundo.
Otros de los que se destacan es el Objetivo 5 referente a lograr la igualdad entre géneros y la autonomía de todas las mujeres y las niñas
En 2019, señala el informe que el 28% de los puestos directivos del mundo estaban ocupados por mujeres, mientras que las mujeres representaban el 39% de los trabajadores del mundo y la mitad de la población mundial en edad de trabajar. Esto sugiere que las mujeres se enfrentan a barreras adicionales para el acceso ocupación y, una vez dentro ocupación, para acceder a los puestos de decisión en la administración.
El aumento de la participación de las mujeres en la gestión desde 2000 (cuando era del 25%) es demasiado modesto para ser alentador, sostiene el informe. Se necesitan esfuerzos comprometidos para garantizar la participación plena y efectiva de la mujer y la igualdad de oportunidades de liderazgo en todo el mundo, añadía. Así podríamos seguir deambulando entre lo que hay que hacer, lo que no se hizo y la realidad
Lo que no dicen los informes
Las agendas plagadas de informes insinúan algunas cosas pero que no lo dicen explícitamente ya que quedarían sin las generosas donaciones de los principales contribuyentes del sistema de la ONU. Aquí radica parte del problema, ya que se llama a la participación de las grandes multinacionales, a la empresa privada, como la panacea para crear una cultura de protección social en todo el mundo. Y en el fondo es aquí donde radica el eje problemático en la actual relación que fija los límites de la justicia social.
El desafió mayor es justamente encontrar el camino que permitan enfrentar las problemáticas del nuevo mileno, problemáticas que son al mismo tiempo muy nuevas y viejas pues siguen siendo la expresión de las contradicciones del capitalismo, aunque se muestren en forma diferente, dada su inscripción en un nuevo momento de su desarrollo.
Tal vez este “ropaje” novedoso –producto, entre otras muchas cosas de las condiciones resultantes del momento histórico y de los ornamentos que se preocupa en colocarle la ideología dominante– es lo que nos lleva a confundirnos y dejar de ver lo que aparece como evidente o lo que supimos ver en otros momentos y ahora no. Acaso se ha olvidado que “la historia de todas las sociedades hasta nuestro día, es la historia de la lucha de clases”.
El mundo vive en la actualidad un complejo proceso de transformación en todos los sectores de la vida económica, política social y cultural. El capitalismo en su nueva fase. se presenta a sí mismo como un sistema capaz de realizar innovaciones y avances socioeconómicos favorecedores del desarrollo social, y bien si esto es verdad, al mismo tiempo es falso.
¿Por qué? Porque si bien es cierto que hay avances científicos-tecnológicos capaces de generar una vida de mayor calidad para los seres humanos, también es cierto que el crecimiento económico, producto en parte de esos avances, se produce de forma desigual y la distribución de las ganancias se realiza de forma dispar.
Los
países industrializados han conseguido niveles de vida muy alto para
sus ciudadanos, aunque también se producen entre ellos groseras
diferencias en la distribución del ingreso.
A lo largo de su
historia el capitalismo ha acumulado riquezas inmensas por medio de
la explotación, la violencia y los saqueos, pero no sabe ni puede
saber que va a hacer con el hombre, al arrebatar al individuo lo
genuinamente humano, aturdiéndolo con los vicios del mercado, sus
plataformas digitales y el consumo a ultranza.
La
crisis del individuo en la sociedad capitalista es la crisis del
propio capitalismo, pero de ninguna manera la del hombre como tal ni
de la humanidad. Forma legión las causas de la impunidad de las
violaciones de derechos humanos cometidas por las empresas
multinacionales.
Presentes prácticamente en todas las
actividades humanas (producción, servicios, finanzas, medios de
comunicación, investigación fundamental y aplicada, cultura,
ocio.), estas empresas son personas jurídicas de derecho privado con
una implantación territorial múltiple, pero con un centro único
para tomar las decisiones estratégicas.
Gracias
a las políticas neoliberales promovidas e impuestas tras más de
tres décadas por parte de las instituciones financieras
internacionales (sobre todo el Fondo Monetario Internacional y el
Banco Mundial) con el apoyo de algunos estados poderosos, se han
erigido en el “motor de desarrollo”.
La mayor parte de los
Estados procedieron, por las buenas o por las malas, a
privatizaciones masivas en todos los sectores de la economía,
incluyendo también los servicios públicos esenciales pero
indispensables para el goce de los derechos humanos y de la cohesión
social, es decir la justicia social, favoreciendo de esta manera el
dominio de estas sobre los recursos naturales y su monopolio en
prácticamente todas las áreas de la vida.
Así, en apenas algunas décadas, las empresas han adquirido un poder económico, financiero y político sin precedente en la historia. Muchas de estas, son más ricas y con mayor poder que los Estados que pretenden ayudar. Hoy el 80% del comercio internacional se lleva a cabo en el marco de cadenas de valor vinculadas a las mismas.
Estas alianzas cada vez más frecuentes con los organismos internacionales tienen que llamarnos la atención, ya que no se puede ser acusado, juez y jurado a la vez.
La pura realidad es que más de 600 millones de nuevos empleos deberán ser creados de aquí a 2030, sólo para seguir el ritmo de crecimiento de la población mundial en edad de trabajar. Esto representa alrededor de 40 millones de empleos al año. Además de mejorar las condiciones de los 780 millones de hombres y mujeres que trabajan, pero no ganan lo suficiente para superar ellos y sus familias el umbral de la pobreza de dos dólares al día.
Lo demás es pura dialéctica: todo esto pasaba en el capitalismo sin su virus estrella.
Eduardo Camín. Periodista uruguayo, acreditado en ONU-Ginebra, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)