Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín
El presidente de EE.UU. adoptó recientemente la decisión de renunciar a la instalación de sistemas SDA en Polonia y Chequia, lo que produjo discrepancias en la sociedad usamericana. Para tranquilizarla, Obama declaró que la decisión no se había tomado debido a las objeciones de Rusia (cuyos temores fundados calificó como «paranoia»), sino únicamente atendiendo a los intereses nacionales de EE.UU. Es evidente que la decisión guarda relación directa con las actuales negociaciones ruso-usamericanas sobre armamento estratégico ofensivo y defensivo, y que se ha tomado en espera de que se produzcan importantes concesiones por parte de la dirigencia rusa en su fase final, apelando a su ya crónica docilidad. Una mansedumbre que en las dos últimas décadas ha aparecido reiteradamente en todas las relaciones de Rusia con Occidente, y especialmente con EE.UU.
Igual de evidente es el hecho de que la decisión del presidente usamericano de ninguna manera va a alterar los planes de EE.UU. de instalación de su SDA global. Maneja un sinfín de posibilidades para maniobrar tácticamente, para encontrar otras localizaciones donde pueden levantar bases de SDA no menos peligrosas para Rusia (como por ejemplo Turquía y Georgia). Además de que los planes en Polonia y Chequia pueden retomarse en cualquier momento, si los pasos que de Rusia como respuesta no le convencen completamente.
En la propia Rusia, la mencionada decisión provocó si no euforia, cuando menos una plena satisfacción entre los políticos liberales y los politólogos. A algunos de ellos, incluso llegó a parecerles que lo ocurrido en EE.UU. no había sido una mera permuta en la administración (donde como sabemos, los dos partidos del gran capital se relevan en el mando), sino qu casi se podría hablar de un cambio de régimen y de política… Hubo quien llegó incluso a afirmar que la administración de Obama -a diferencia del equipo de halcones de Bush-, está compuesta por palomas. ¿Acaso no son halcones el secretario de defensa R.Gates (miembro del anterior equipo de Bush), el vicepresidente Joe Biden, y la sonriente Secretaria de Estado Hillary Clinton, por no mencionar a otros? En sus continuas declaraciones dirigidas a Rusia, lo que oímos suena más bien a los gritos del águila, y no a zureo de palomas. El mismo Biden ha negado el derecho de Rusia a cualquier esfera de poder y vaticina su colapso (tecnológico) en los próximos años. Mientras, Secretaria de Estado durante su entrevista con Saakashvili, de visita oficial en EE.UU., le manifestó a este aventurero e incendiario, su completo apoyo, y como si fuera la Virgen, cubrió a este odioso vasallo con el manto protector de la defensa usamericana. ¿Acaso no fue a raíz de esta visita, que apareció en la prensa internacional la noticia de que se había llegado a un acuerdo entre las partes para la instalación de bases usamericanas en Georgia para 2015?
La respuesta del presidente Medvedev a la decisión de Obama no se hizo esperar. Declaró que Rusia, en respuesta, retirará sus planes de instalación de misiles antiaéreos «Iskander», en la región de Kaliningrado. Es lo lógico en este caso. Pero Medvedev fue más allá. Básicamente, respaldó las exigencias usamericanas para endurecer las sanciones contra Irán. En esta ocasión recuren como justificación al hallazgo de la construcción en ese país de una segunda fábrica de enriquecimiento de uranio. En cierto modo recuerda a la historia del descubrimiento en Iraq por parte de los servicios secretos usamericanos, por encargo de la casa Blanca, de armas de destrucción masiva, lo que a la postre serviría como justificación de la agresión a Iraq. Las armas nunca aparecieron, mientras aplastaron el país hasta la humillación.
Nuestro presidente, no hace mucho había declarado que las sanciones prácticamente no sirven de nada. A juzgar por todo esto, estamos asistiendo a una progresiva renuncia a una política independiente de Rusia con relación a Irán y a una asunción de las posiciones de EE.UU., que intenta por todos los medios derrocar al gobierno de aquel país, como único obstáculo para el control completo sobre Oriente Medio y Oriente Próximo, tan ricos en hidrocarburos y otros recursos naturales.
Así es como, a la chita callando, en nombre de unos supuestos loables fines (como la no proliferación del arma nuclear), están conduciendo a Rusia a una nueva trampa, lo que inevitablemente traerá consigo un endurecimiento en la confrontación con Irán. Pero si en el caso de la participación de Rusia en la trampa afgana se motivaba por la necesidad de la lucha conjunta contra el manido terrorismo internacional, en este caso se recurre al inflado programa militar nuclear iraní. Por desgracia, el gobierno ruso hace caso omiso a todas las advertencias y llamamientos a extremar las cautelas y mostrarse vigilante para no meter la pata. El gobierno sigue a lo suyo. Pero independientemente de lo que haga el gobierno, de lo que se trata aquí, a fin de cuentas, es de la necesidad de evitar que el país se vea inmerso en un escenario de imprevisibles consecuencias.
No cabe duda de que la política de la administración Obama, poco puede diferenciarse de la que le ha precedido. Puede que haya cambios en la táctica, pero no en la estrategia. Y la decisión de B. Obama cabe entenderla como un movimiento táctico. Difícilmente los círculos gobernantes de EE.UU. pueden apartarse de la lógica belicista globalista que les define, de los intereses nacionales de EE.UU. en esa interpretación tan amplia que hacen, del papel dirigente que se arrogan ante la comunidad internacional. Tampoco pueden conducir a engaño las declaraciones de Obama sobre la supuesta disposición de EE.UU. a renunciar a jugar ese rol y compartir con otros países la responsabilidad de los destinos de la humanidad. El principal objetivo que persiguen es debilitar el creciente antiamericanismo a nivel mundial. Las acciones de EE.UU. en muchas regiones del mundo, incluido Afganistán, hablan de todo lo contrario.
Continúan vigentes las directrices de los mandamases de EE.UU. con respecto a Rusia: reducción de su territorio, debilitamiento de su capacidad militar (hoy bajo la forma del desarme nuclear) y su posterior desmembración. Acabar con Rusia, como hicieron con Yugoslavia e Iraq, no pueden. Les frena el potencial nuclear (escudo) creado en la época soviética. Por eso la apuesta pasa por una presión lenta y gradual, por el estrangulamiento del país con los anillos de la anaconda (el anillo de las bases militares, el anillo de los países poco amistosos, el anillo de los focos de tensión). No es casual que en el actual contexto político mundial se recurra a esta figura siniestra. Es muy elocuente. Occidente dispone de un gran arsenal de medios y experiencia para enfrentar a Rusia. Estaríamos hablando de un nuevo cordón sanitario. Y calentar los ánimos de los vecinos contra Rusia, llegando -como demostró la agresión de Georgia- a provocar conflictos armados contra nosotros. También se apoyan en las fuerzas centrífugas, en las posibilidades de alentar y apoyar el separatismo nacionalista, (Cáucaso norte, formaciones autónomas en otras regiones). Toda esta prolongada campaña antirrusa se produce con flujos y reflujos, como la marea: incrementando la presión sobre Rusia (durante el mandato de Bush), y con un cierto relajamiento táctico (con Obama).
La política del Kremlin con la OTAN provoca una profunda preocupación. La agresión georgiana, organizada por la OTAN y el régimen proamericano de Kiev, así como la exacerbación de la situación en torno a la aplicación de los provocadores planes de instalación de los sistemas SDA usamericanos en Europa oriental, perseguían como principal objetivo comprobar la capacidad de respuesta del ejército ruso y la reacción de Moscú. Esta vez Rusia ha enseñado los dientes. Presos de su histeria antirrusa, la OTAN y EE.UU. se vieron obligados a recular, a tomarse una pausa. Bajo un pretexto plausible, dejaron para más tarde el ingreso de Georgia y Ucrania en la OTAN. Sin embargo, nadie puede dudar de que con el tiempo vuelvan a intentar los planes de ingreso, siempre que sobrevivan los regímenes de «colores» de esos países. Mientras tanto la OTAN refuerza sus posiciones en los países de Europa del Este y el Báltico, donde se están construyendo por la fuerza bases militares, infraestructuras y se está rearmando y reinstruyendo a las fuerzas armadas de esos países, siguiendo los estándares de la OTAN, enviando allí tropas usamericanas que anteriormente estaban dislocadas en Europa occidental.
Una gran actividad muestra el eje atlántico en Afganistán y las regiones limítrofes. Me pregunto cuáles eran las consideraciones estratégicas por las que se ha guiado el gobierno ruso para que durante la visita del presidente estadounidense a Moscú, aceptara sin mayores problemas el tránsito militar usamericano por territorio ruso, camino del explosivo Afganistán. ¿La lucha contra el terrorismo? Contra ese mismo terrorismo que atizan aquí y sobre el que basan su pérfida política.
Como se suele decir, el apetito aparece durante la comida. Y por lo visto el nuevo Secretario General de la OTAN, el danés Rasmussen, a juzgar por las informaciones de la prensa extranjera, en el marco del actual relanzamiento de las relaciones con Rusia, pretende conseguir la adhesión de su maquinaria militar a la «operación de pacificación» de la Alianza en Afganistán. Como vemos, están arrastrando cada vez más profundo a Rusia en la aventura afgana que tantas amenazas entraña, y no sólo para nuestro país.
La esfera de su actividad no deja de crecer. La OTAN apunta ya a la región ártica, donde ya hoy prevén complicaciones inevitables en las relaciones con Rusia. Todas las duras declaraciones de Rusia contra el avance de la OTAN hacia el este se ignoran cínicamente. Allí los aparentes socios del Consejo Rusia-OTAN defienden cada uno sus intereses. Y la propia Rusia, con su ambigua política de aparente cooperación y falsa colaboración, hace que sus objeciones suenen poco convincentes. Como es sabido, el presidente Medvedev propuso una nueva arquitectura de la seguridad europea. Sólo que no se entiende como se imagina él su aplicación en las actuales condiciones, cuando en Europa el agresivo bloque de la OTAN, hijo de la supuestamente concluida Guerra Fría, no hace sino ampliar e incrementar su presencia. Hasta qué punto es agresivo quedó ampliamente demostrado a los ojos de todo el mundo durante sus barbaros ataques contra Yugoslavia, Iraq y Afganistán, y sus permanentes amenazas a Irán, Siria y otros países. La actual política del gobierno ruso, excesivamente condescendiente y poco perspicaz, difícilmente podrá aportar algún resultado apreciable.
Es imprescindible dejar de hacerse ilusiones, renunciar a una excesiva confianza, a esa falsa «colaboración en nombre de la paz» con la OTAN; hay que quitarse la venda liberal de los ojos. Hay que construir una política real, que parta del análisis profundo de la cruda realidad y que tenga en cuenta la rica experiencia histórica, acumulada por nuestro país en sus relaciones con Occidente.
A. Anuchkin-Timofeyev es candidato a doctor en historia y ex funcionario del Ministerio de Exteriores.
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