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Desde otro mundo posible

Fuentes: Rebelión

Lo digo con esperanza, el mundo por el cual suspiramos es posible porqué ya existe: el mundo de las personas que se ocupan de los demás, de quienes necesitan apoyo: afectivo, cultural, de supervivencia. He compartido nueve días en Buenos Aires con el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel (10-12-1980) y su familia. He […]

Lo digo con esperanza, el mundo por el cual suspiramos es posible porqué ya existe: el mundo de las personas que se ocupan de los demás, de quienes necesitan apoyo: afectivo, cultural, de supervivencia.

He compartido nueve días en Buenos Aires con el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel (10-12-1980) y su familia. He conocido su organización, hombres y mujeres que trabajan en sus Proyectos en SERPAJ (Servicio Paz y Justicia), movimiento iniciado el año 1962 en condiciones precarias cuando hacia falta grandísimo coraje para defender algo. Porqué Pérez Esquivel, hombre sencillo entregado a los otros, vivió situaciones difíciles, amenazas de muerte para él y para los suyos con quienes trabajaba. Sufrió prisión, torturas, paseo con la avioneta de la muerte (5 de mayo de 1977) sin poder averiguar jamás, porqué no le lanzaron al vacío. Nada le hizo desistir de su afán de conseguir, para los seres humanos, sus espacios de libertad, justicia, igualdad. Compromiso que mantiene vigente y que supone un trozo de tierra y un techo donde ubicarse con sus familias, una escuela que les eduque y les capacite para vivir con dignidad, con derechos y deberes. Todo parecería utópico si no pudiese afirmar que he comprobado, con mis ojos, que muchas de aspiraciones son ya realidad:

Dos Aldeas acogen a más de doscientos niños/as de la calle, la Aldea Pilar y la Aldea Rodríguez. ¿Quienes lo hacen posible? Pues hombres y mujeres muy preparados y titulados que convierten a aquellos jóvenes en hombres y mujeres con capacidad para flanquear la vida con destreza, primero con una educación general básica, luego como técnicos en distintas modalidades, carpintería, electricidad, construcción, cocina, apicultura, deporte, artes plásticas, teatro.

Los alumnos, procedentes en su mayoría de puntos distantes, deben recorrer varios kilómetros para asistir a clase pero nunca fallan. Una gran mayoría han sido rescatados de la calle por otros equipos de SERPAJ, que salen a diario por calles y plazas, para conectar con aquellos que les necesitan, jóvenes o niños con problemas de adicción a drogas, sujetos a malos tratos familiares, de soledad, sin familia, y que tras largas y arduas charlas les convencen para ir a las Aldeas.

Me emocionó ver como les tratan, muchas familias del mundo civilizado podrían aprender de ellos. Buen comportamiento y mucha higiene son elementos fundamentales para la convivencia junto con generosidad y amor.

Pero no acaba aquí su labor. Me sumé a los jóvenes que van de ronda de mañana, mediodía y tarde en busca de los marginados, para desayunar con ellos, para almorzar o merendar, para participar en sus juegos mientras atienden e intentan solucionar sus anhelos: jóvenes con intentos de suicidio, de madre enferma, padre alcohólico que maltrata, SIDA latente…

Todos pedían auxilio a pesar de que algunos no eran consecuentes -reincidentes en varias ocasiones- ni querían permanecer encerrados para hacer una cura de desintoxicación. Chicos de diecinueve años padres de dos o más hijos, menores embarazadas sin padres que les atiendan porqué viven en las villas miseria donde no quieren regresar.

He hablado de esperanza, fundamentada también con aquel grupo de 37 jóvenes que, tras muchas vicisitudes se han constituido en cooperativa para elaborar pan, y que durante mi estancia en Buenos Aires han inaugurado, además, un pequeño restaurante, La Cacerola.

Siempre, los espacios ocupados son fincas o fabricas abandonadas que les han sido cedidas y que han debido reconstruir. O aquel Hotel Bauen que desde que la empresa quebró gestionan los trabajadores en cooperativa, luego que sus propietarios lo abandonaran. Ahora, cuando empieza a funcionar, teniendo en cuenta su situación en el centro de Buenos Aires, los propietarios les exigen su devolución. Es preciso que les demos nuestro apoyo.

Conclusión: hay gente extraordinaria que hace posible el milagro, trabajadores con constancia y rigor, antiguos piqueteros que se han dado cuenta de que pueden caminar solos o mejor reencontrar al otro, a imagen de su maestro, Adolfo Pérez Esquivel que, pasados 25 años de aquel Premio Nobel, sigue con su pasión por el ser humano, por la tierra, por el agua, por los pueblos originarios, por la igualdad de hombres y pueblos.

Gracias a todos los que lo hacen posible, gracias por ser como sois, por vuestra amistad, por vuestro mensaje de amor y de paz justamente en estas fechas en las que todos nos llenamos la boca hablando de solidaridad en este mundo globalizado y consumista que nos ahoga. Son tristemente, meras palabras.