La historia se presenta primero como una tragedia, después se repite como una farsa… Como mujeres, hombres, campesinos, pequeños granjeros familiares, migrantes, trabajadores rurales, indígenas y jóvenes de La Vía Campesina, denunciamos a la Agricultura Climáticamente Inteligente la cual se nos presenta como la solución para resolver el cambio climático y como un mecanismo para […]
La historia se presenta primero como una tragedia, después se repite como una farsa…
Como mujeres, hombres, campesinos, pequeños granjeros familiares, migrantes, trabajadores rurales, indígenas y jóvenes de La Vía Campesina, denunciamos a la Agricultura Climáticamente Inteligente la cual se nos presenta como la solución para resolver el cambio climático y como un mecanismo para el desarrollo sustentable. Para nosotras y nosotros lo que queda claro es que bajo la apariencia de abordar el problema persistente de la pobreza en el campo y el cambio climático, no hay nada nuevo. Más bien, es la continuación de un proyecto iniciado con la Revolución Verde en la década de 1940 y que continuó de los 70 a los 80 con los proyectos de Reducción de Pobreza del Banco Mundial y los intereses de las corporaciones involucradas. Estos proyectos, como la mentada llamada Revolución Verde, diezmaron las economías campesinas particularmente en el Sur, al grado que muchos países, como México, por ejemplo, que fueron auto-suficientes en producción de comida en un par de décadas se hicieron dependientes del Norte para poder alimentar a su población.
La consecuencia de estos proyectos, dictados por la necesidad de expansión del capital industrial, fue el acaparamiento y la integración de los productores y la producción agrícola tradicional con la agricultura industrial y su régimen alimentario. Un régimen que se basa en el aumento de la utilización de químicos altamente tóxicos, dependiente en los insumos basados en combustibles fósil y la tecnología, la creciente explotación de trabajadores agrícolas y rurales, y la pérdida de la biodiversidad; la alimentación bajo control de las corporaciones y de los grandes productores agrícolas industriales que han sido los beneficiarios de estos proyectos. El resultado ha sido la pérdida de la seguridad y la soberanía alimentaria, la transformación de países de exportadores netos de comida a importadores, no tanto porque no pueden producir comida sino porque ahora producen materia prima para producir alimentos industriales, para elaborar combustibles y para fabricar productos para su venta y especulación en los mercados financieros mundialmente.
Hoy en día, varios de los mismos actores de esos proyectos, como el Banco Mundial, son las fuerzas atrás de la imposición de la agricultura climáticamente inteligente como solución para resolver el cambio climático e incrementar el ingreso de los campesinos pobres con la misma tesis fallida de que lo que se necesita es incrementar su productividad. Es claro que la intención es implantar el mercado de la Revolución Verde como una solución al cambio climático, a la pobreza y además como una propuesta de desarrollo sostenible en el medio rural. Identificamos esto como parte de un largo proceso de proyectos de ajuste estructural «verdes» requeridos por un sistema económico y una clase política en apuros, porque han agotado otros lugares para sus inversión financieras enormes y ahora ven la agricultura y las tierras agrícolas como la nueva frontera para dichas inversiones especulativas.
La agricultura climáticamente inteligente empieza con la decepción de no diferenciar entre los efectos negativos de la agricultura industrial y las soluciones reales de la agricultura campesina y tradicional que ha contribuido al alivio de la pobreza, a remediar el hambre y a aminorar el cambio climático. Por lo contrario, la agricultura climáticamente inteligente socializa y achaca de igual forma a todos los modos de producción agrícola los efectos negativos que la producción industrial agrícola y de comida ha provocado y rehúye reconocer y aceptar las diferencias entre agriculturas y producción agrícola. La mayor parte de la actividad agrícola que ha contribuido significativamente a la emisión de gases tipo invernadero ha sido de la agricultura convencional o industrial, no de la agricultura campesina.
La agricultura climáticamente inteligente va a provocar más concentración de la tierra al empujar a los productores campesinos y familiares a proyectos del Banco Mundial, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y otras instituciones, creando una dependencia en las llamadas nuevas tecnologías a través de los paquetes completos que incluyen la prescripción de «variedades climáticamente inteligentes», insumos y créditos, ignorando la mayoría de las técnicas tradicionales agrícolas y el cuidado y mantenimiento de variedades de semillas criollas experimentadas y practicadas por campesinos.
Dependencia en los métodos de producción y variedades de semillas genéticamente modificadas promovidos por el Banco Mundial sólo aumentará así la vulnerabilidad de los productores campesinos y pequeños ya que éstos no van a poder absorber los efectos del cambio climático, así van a estar imposibilitados de mejorar su ingreso y van a caer aun más en el endeudamiento y una mayor dependencia. A medida que la Revolución Verde significó la imposición de fertilizantes y plaguicidas sintéticos como requisito para acceder a créditos y apoyo técnico, ahora es la imposición de transgénicos y biotecnología aplicadas a los mismos requisitos, y todo bajo el nombre de la productividad.
La idea de incrementar la productividad agrícola de un modo sostenible es una falsedad. Aun más si considera uno que el incremento en rendimiento por hectárea a través de la intensificación solo traerá un mayor ingreso para las corporaciones, especuladores financieros y los grandes latifundistas productores. La tal llamada «intensificación sostenible» no es para aumentar el rendimiento por acre, es más para enmascarar con un perfil verde la producción industrializada a gran escala siguiendo el viejo adagio de «crecer o salirse fuera». Cada vez más, los campesinos y pequeños agricultores familiares tienen que producir cultivos para el mercado de materias primas y no para el sistema alimentario local y regional. Ellos están produciendo para las empresas que fabrican alimentos procesados poco saludables, combustible y suministros para la producción de otros productos como carne y farmacéuticos. Los campesinos y agricultores familiares de pequeña escala no tendrán más remedio que seguir aceptando la tarea de alimentar a la máquina insaciable capitalista de producción de alimentos y sus actividades especulativas en los mercados financieros.
Esta intensificación de la producción es un esfuerzo por reducir el costo de la mano de obra, lo que significa empeoramiento de las condiciones de trabajo degradantes, y salarios más bajos para los trabajadores migrantes. La mayoría de los campesinos y pequeños propietarios serán echados a un lado, porque no hay lugar para ellos en la agricultura industrial, excepto como campesinos sin tierra y uno mas de los millones de inmigrantes que se juegan la suerte como trabajadores de bajos salarios en las ciudades y en el campo.
Ultimadamente, la agricultura climáticamente inteligente intenta ocultar y eliminar la necesidad de una reforma agraria y de tierras. También oculta y miente sobre el tema de la escasez de tierra y de los recursos naturales. La tierra y los recursos naturales solamente son escasos para los campesinos y los agricultores en pequeño. La pobreza existe en función de la falta de acceso a la tierra, a la tenencia de la tierra y de su uso, así como del tratamiento y salarios injustos de los trabajadores y de una incesante explotación de su fuerza laboral para satisfacer las necesidades del capitalismo, todo lo cual está moldeando la locura que estamos enfrentando en la actualidad.
Además, la agricultura climáticamente inteligente, como la Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques (REDD), ampliará el mercado de carbono y su uso para la especulación financiera. La posibilidad de grandes ganancias con inversiones en créditos de carbono producidos por las tierras de cultivo que participan en proyectos de agricultura climáticamente inteligente aumentará la especulación en el mercado de carbono. Esto lograría así «el acaparamiento de tierras para el secuestro de carbono» por los inversores, los productores a gran escala, y el mayor desplazamiento de campesinos y pequeños agricultores, al igual que REDD ha desplazado a pueblos indígenas.
Bajo este marco de la agricultura climáticamente inteligente existen muy pocas esperanzas de reducir y remover los gases de tipo invernadero, de intentar solucionar la inseguridad alimentaria o de cualquier desarrollo económico y social significativo. Y es que los problemas de la pobreza, de la inseguridad alimentaria y del cambio climático no son fallas del mercado, son fallas estructurales que van a persistir y empeorar con la implementación de la agricultura climáticamente inteligente.
¡Necesitamos un cambio del sistema YA!
Sin embargo, actualmente, tal y como en el pasado, estamos listos para luchar en contra de las soluciones engañosas de la economía verde del capital y a favor de soluciones reales al cambio climático y a la pobreza, a través de nuestras demandas de justicia climática y ambiental.
Seguimos proponiendo y poniendo en practica en todos lados donde podemos hacerlo la producción agroecológica y la construcción de la soberanía alimentaria. Lo hacemos conscientemente como otro espacio para atraer los cambios estructurales requeridos para lidiar verdaderamente con las cuestiones de pobreza, del cambio climático y de la incapacidad de la gente para alimentarse por si mismos.
Nosotras y nosotros hacemos un llamado a todos los movimientos sociales reunidos en Nueva York a denunciar a la propuesta de la agricultura climáticamente inteligente, oponerse a la Alianza Global para la Agricultura Climáticamente Inteligente que lanzara el Secretario General de la Organización de Naciones Unidas Ban Ki-moon en la Cumbre contra el Cambio Climático, y a que nos unamos a luchar por la soberanía alimentaria, y por un modo de producción de comida que proporcionará un bienestar económico justo para los campesinos, pequeños agricultores y sus comunidades, mientras que se produce suficientes alimentos saludables para satisfacer las necesidades nutricionales de los pueblos y la garantía de acceso a la alimentación para todos. Cualquier método de producción y consumo, para que sea realmente sostenible, debe enriquecer y proteger a la Madre Tierra (Descargar PDF).
¡NO A LA AGRICULTURA CLIMATICAMENTE INTELIGENTE!
¡REFORMA AGRARIA Y AGROECOLOGIA
PARA LA SOBERANIA ALIMENTARIA POPULAR!
¡GLOBALICEMOS LA LUCHA, GLOBALICEMOS LA ESPERANZA!